www.religiondigital.com / 210118
A
cada molino su agua bendita
Horacio Brum
Para sus devotos más humildes, los
mapuches, las víctimas de la dictadura y de abusos sexuales de sacerdotes, el “papa
de los pobres” dejó mucho que desear en su visita a Chile.
Entre Providencia, el barrio tradicional
de la clase alta de Santiago de Chile, y Villa Francia, donde el hacinamiento
impera en los bloques de viviendas sociales y las casas precarias, hay sólo 15
quilómetros de distancia. Pero son cientos de quilómetros en el mapa social y
político del Chile clasista y conservador que en estos días recibió al papa
Francisco con cierta preocupación por sus actitudes y declaraciones
aparentemente rupturistas.
En una de las casonas señoriales de
Providencia, sede de la Nunciatura Apostólica, se alojó el papa; en Villa
Francia, otrora territorio de resistencia a la dictadura y hoy escenario de
muchas manifestaciones de rebeldía y descontento por las desigualdades e
injusticias, vive Mariano Puga, considerado por muchos como un ejemplo de la
Iglesia cercana a los pobres, esa que también el pontífice jesuita pretende
encabezar. Un veterano de muchas luchas espirituales y de las otras, el cura
Puga dejó saber a los cuatros vientos que los ricos y poderosos se apropiaron
de la organización de la estadía de Francisco en el país. En su opinión, no
hubo consultas a las bases católicas sobre los temas que debían tratarse con el
papa, e incluso la distribución de entradas para la asistencia a las misas y
otros actos fue una forma de controlar el acercamiento del pueblo al líder
espiritual. “¿Cómo es la cuestión? –dijo el sacerdote en una entrevista con el
semanario satírico político The Clinic–. ¿Acaso para el domingo de ramos,
cuando Jesús entró a Jerusalén, había que tener entradas para ir a acompañarlo
en el burro?”
Una semana antes de la llegada del máximo
jerarca católico, el diario La Tercera publicó una encuesta según la cual la
visita era importante sólo para el 23 por ciento de los chilenos, y más de la
mitad la veían como poco o nada importante. Además, la consulta indicó un
rechazo generalizado (80 por ciento) a que el Estado aportara 7.000 millones de
los 11.000 millones de pesos que cuesta la gira papal. Al acercarse la llegada
de Jorge Bergoglio, los datos de la realidad parecieron confirmar esos
porcentajes: en la ciudad sureña de Temuco, la comisión organizadora rebajó de
400 mil a 250 mil la proyección de los asistentes a la misa campal, en tanto
que, a media tarde del lunes, con el aterrizaje del pontífice esperado para las
19.30, todavía había entradas disponibles para todos los eventos.
Pobres
y devotos VIP
El padre Puga y otros religiosos que
trabajan en las comunidades pobres, como el jesuita Eugenio Berríos, conocido
por sus críticas de la política económica y social, manifestaron también su
descontento por el gasto hecho por la Iglesia de 4.000 millones de pesos
chilenos, equivalentes a unos 7 mil sueldos promedio. Berríos, quien vive en
una población precaria de la ciudad minera de Antofagasta, donde el alto nivel de
los ingresos de los trabajadores de las minas contrasta groseramente con la
pobreza de los muchos inmigrantes que han llegado encandilados por el “milagro
chileno”, manifestó: “La gente ve que no hay plata para cubrir la gratuidad de
la educación, para los jardines infantiles… y escucha esa cifra; entonces, hay
una reacción comprensible de preguntar: ¿Cómo se puede gastar eso?”.
Entre los operativos de seguridad y el
ceremonial, el gobierno puso otros 7.000 millones de pesos (algo más de 11
millones de dólares).
Mariano Puga y Berríos no tuvieron
oportunidad de conversar con Francisco del Chile que no se ve desde la
Nunciatura Apostólica. En cambio, la Pontificia Universidad Católica, cuya
Facultad de Ciencias Económicas fue la cuna y es hoy el bastión del
neoliberalismo nacional, organizó un gran acto para que los representantes del
Chile del éxito económico rodearan al “papa de los pobres”.
Lo más granado del pensamiento y la
economía de la derecha estuvo con él, así como un personaje que hizo todos los
esfuerzos para lograr la photo
opportunity privada con el líder católico, sin lograr su objetivo: el
empresario y presidente electo, Sebastián Piñera. Según las versiones no
confirmadas que circulan entre el periodismo, Piñera pidió a la Conferencia Episcopal
–cuyos representantes lo visitaron poco después de las elecciones– que le
gestionara una entrevista. La respuesta fue negativa y dio lugar a
especulaciones sobre la supuesta antipatía del papa por los empresarios y la
economía del libre mercado; hasta se planteó la posibilidad de que la amistad
de Piñera con Mauricio Macri le haya jugado en contra.
En el lenguaje de las fuerzas de seguridad
chilenas, una “cápsula” es la caravana de vehículos que transportan y protegen
a un mandatario u otro personaje importante, y lo cierto es que el papa estuvo
bien “encapsulado”. Los “baños de multitud” en papamóvil a los que parece ser
afecto Bergoglio fueron estrictamente regulados y temperados. Así, pese a que
en el trayecto desde el aeropuerto se detuvo en un barrio humilde del oeste de
Santiago a visitar la tumba de un religioso apodado “el obispo de los pobres”,
dejó con las ganas de un contacto a las centenas de fieles que se acercaron al
lugar.
Carabineros
Como para confirmar las críticas de que el
Chile rico y conservador quiso apoderarse de la figura del papa, cuando éste
llegó a la Nunciatura Apostólica sí se le permitió caminar unos metros y
dialogar con la gente. La diferencia con el barrio pobre cercano al aeropuerto
estuvo en que esos fieles habían sido seleccionados por la comisión
organizadora y algunas parroquias.
Por si acaso, a la vuelta de la Nunciatura
estaba estacionado un convoy de represión, con vehículos con capacidad para
lanzar gases lacrimógenos y tripulados por el personal de las fuerzas
especiales de la policía militarizada de Carabineros. Antes de la llegada del
afamado huésped, varias protestas habían alterado la calma de la calle; una de
ellas reunió a quienes esperaban una acción real del pontífice para demostrar su
solidaridad con las víctimas de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.
Éste y la situación de conflicto de las comunidades mapuches del sur, así como
las malas condiciones laborales, eran los temas en los que algunos sectores
esperaban que Francisco rompiera alguna barrera protocolar.
Ello, en un ambiente nacional en el que
van en aumento los reclamos y las protestas sociales, y en el que la izquierda
no oficialista del Frente Amplio –que rompió en las elecciones parlamentarias
de noviembre el virtual bipartidismo vigente durante casi tres décadas– intenta
canalizar las inquietudes de las masas. En una inusual columna en El Mercurio,
decano de la prensa conservadora de América, la presidenta Bachelet manifestó
que la visita abría una oportunidad “para el diálogo y el reconocimiento mutuo
sobre quiénes somos, qué valores nos inspiran y qué sociedad queremos
construir”.
Abusos
eclesiásticos
El diálogo con el papa fue justamente lo
que pidió en vano un grupo de laicos de la ciudad de Osorno, que hace varios
años vienen denunciando al obispo del lugar, Juan Barros, por su supuesta complicidad
en uno de los casos más sonados de abusos sexuales. Fue el propio Francisco
quien confirió esa jerarquía al prelado, y cuando se produjeron las primeras
quejas instó a los fieles a no dejarse llevar por “los zurdos”. En un discurso
ante 3 mil personas, en la plaza frente a La Moneda, el máximo líder católico
pidió perdón por los abusos en forma general, pero más tarde compartió el
escenario de la misa en el parque central de la capital con el obispo
cuestionado.
No solamente varias de las víctimas de los
sacerdotes pervertidos reaccionaron de inmediato ante esa imagen. Marta
Larraechea, buena católica y esposa del ex presidente demócrata cristiano
Eduardo Frei Ruiz-Tagle, dijo por Twitter: “Barros participa de la ceremonia en
el parque O’Higgins, qué vergüenza, ¿de qué pide ‘disculpas’ el papa? No le
creo nada, dice una cosa y hace otra”. Poco después un vocero papal informó que
Jorge Bergoglio mantuvo en la Nunciatura una reunión con algunas víctimas de
los abusos sacerdotales. No obstante, quienes encabezan los principales grupos
de los afectados dijeron no haber recibido ninguna invitación. La fuente del
Vaticano habló también de que hubo una conversación privada del pontífice con
personas torturadas por la dictadura militar, pero las organizaciones oficiales
de los detenidos y los desaparecidos no tuvieron constancia de tal reunión y
sólo pudieron entregarle una carta en Iquique, durante el último día de la gira
por Chile. En esa nota le pidieron que intercediera ante las fuerzas armadas
para que revelaran más detalles de las desapariciones.
En la plaza frente a La Moneda, el papa
también habló para dejar conformes a los conservadores. Criticó los dogmatismos
exclusivistas, una acusación que la derecha frecuentemente hace a la nueva
izquierda frenteamplista, y envió un mensaje contra la ya vigente ley sobre el
aborto (que despenalizó esta práctica en casos excepcionales y que Sebastián
Piñera se propone revisar), al instar a los chilenos a tomar “una opción
radical por la vida, especialmente en todas las formas en la que ésta se vea
amenazada”. Cabe mencionar que, para no encrespar la escasa cabellera papal, el
muy socialista Fidel Espinoza, presidente de la Cámara de Diputados, suspendió
el tratamiento en sala de la ley de identidad de género. Su argumento: “No me
voy a prestar para generar una polémica con un tema que es de alta sensibilidad
para la Iglesia”.
Mapuches
Varias capillas de campo incendiadas, tres
helicópteros forestales quemados y un tiroteo contra una patrulla policial
fueron el prólogo de la llegada de Francisco a Temuco, la capital de una región
donde desde 1992 vienen en aumento estos incidentes, protagonizados por unos
grupos mapuches radicales que el gobierno se niega a definir como guerrillas
indigenistas o, desde la perspectiva de los propietarios de las haciendas e
instalaciones forestales atacadas, terroristas rurales. Es un conflicto que se
enmarca en los reclamos pacíficos por la autonomía y la recuperación de las
tierras ancestrales, y por ello también las comunidades indígenas esperaban
gestos concretos del papa.
Un saludo en el idioma mapuche, algunas
alusiones folclóricas a la belleza de la tierra, frases generales sobre el
sufrimiento indígena y la necesidad de estar unidos cerraron el tema en la
homilía de la misa al aire libre. Más tarde, 12 personas del mundo rural de la
región almorzaron con el jefe del Vaticano en una casa de religiosas; aunque varias
eran indígenas, ninguna de ellas representaba a las organizaciones mapuches. A
unos pocos metros del lugar, una anciana líder religiosa indígena que está
involucrada en el juicio por el ataque incendiario a una hacienda, donde murió
la pareja de propietarios, fue rodeada por 20 policías cuando intentó
entregarle al papa una carta en la que protestaba su inocencia.
La vigilancia y el control férreo de las
fuerzas de seguridad a los desplazamientos del papa –con la represión inmediata
de las protestas “no autorizadas”–, los contactos supuestamente espontáneos
pero con un público seleccionado, la falta de visitas a los barrios pobres y la
ausencia de acciones significativas frente a problemas como los abusos sexuales
cometidos por sacerdotes definieron la presencia de Jorge Bergoglio en Chile.
“No se esperan sorpresas”, dijo a Brecha una periodista cercana a la organización
de los fastos papales en la Universidad Católica, y probablemente el mejor
balance lo hizo a este medio el padre René Cabezón, el superior provincial de
la Congregación de los Sagrados Corazones: “Me hubieran gustado más visitas al
mundo popular”.