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En inglés, un
comercio de porcelana se llama “China shop” o tienda de China, porque esas
artesanías solían proceder de Oriente. Decir “hay un toro en la tienda de
China” es equivalente al refrán mexicano “como chivo en cristalería”: es muy
probable que destruya objetos preciosos.
Donald Trump
inició este viernes 3 una larga gira por Asia –del 3 al 14 de noviembre–, en la
que pasará por Beijing. Un cartón en el diario South China Morning Post,
publicado el 30 de octubre, resumió no sólo los temores que genera esta visita,
también la visión que tienen allá del presidente estadunidense: lo muestran
entre delicados jarrones y tazas, malencarado y no con apariencia de estadista,
sino con el atuendo estereotípico de un turista estadounidense: tenis sin
calcetines, bermudas, camisa hawaiana y una gorra con la bandera de las barras
y las estrellas, de la que salen los cuernos de la bestia.
Lo que no hizo
explícito el caricaturista es lo que contienen los jarrones y las tazas, aunque
en la opinión pública se debate con intensidad, porque es frágil y está justo
en la ruta del mandatario: bombas nucleares, una carrera armamentista y el
rompimiento del sistema internacional de no proliferación nuclear.
El
adulto en la sala
En 2011 el
presidente norcoreano Kim Jong-un heredó el poder a los 27 años de manos de su
padre Kim Jong-il. Sin experiencia política previa, es el mandatario más joven
en control de un arsenal nuclear.
Con ese dato, gana
significado otro dicho anglosajón: el que pide ser “el adulto en la sala”, en
el sentido de que alguien se tiene que comportar con madurez cuando los demás
actúan de manera infantil.
En agosto pasado
21 legisladores estadunidenses de origen coreano, estatales y federales,
firmaron una carta en la que le explican a Trump que “tenemos recuerdos claros
y profundos” de la guerra de Corea (1950-1953), pues “millones de familias
coreanas viven con la memoria colectiva de la sangre derramada tanto por
coreanos como estadunidenses y el interminable duelo por los seres queridos”
que murieron o quedaron separados.
“Nunca más” debe
ocurrir, sigue el documento, pues cualquier conflicto nuclear volvería a
devastar la pequeña península coreana: incluso en el improbable caso de que
Corea del Norte no lograra arrojar sus bombas nucleares, “es claro que ninguna
acción militar que involucre ‘fuego y furia como el mundo no ha visto jamás’
(citando una frase de Trump) puede afectar únicamente al régimen norcoreano”.
La prensa lo
interpretó como que le pedían a Trump, de 71 años, ser “el adulto en la sala”
frente a un Kim Jong-un que sólo ha cumplido 33 años… aunque en realidad, los
firmantes de la misiva no creen que ambos líderes sean muy distintos.
En los feroces
intercambios de amenazas e insultos con Kim, Trump no ha mostrado la mesura de
quien es a la vez más poderoso y más maduro: además de anunciar “fuego e ira”,
en una frase sobre la que las redes sociales ironizaron comparándola con las de
cómics de superhéroes de los años cincuenta, Trump se ha quejado –vía Twitter–
de que ninguna de las iniciativas diplomáticas de sus antecesores ha tenido
éxito, por lo que “sólo una cosa funcionará”. Y ha advertido con “destruir
totalmente” a Corea del Norte.
“Eso no es
normal”, declaró David Ryu, un influyente político coreano-estadunidense,
consejero del ayuntamiento de Los Ángeles, al diario británico The Guardian.
“No sé si él realmente entiende lo que significa ‘destrucción total’, que
significa que mueran millones de personas en ambos lados. ¿Él quiere tener eso
en la conciencia?”, preguntó
Bomba
de bienvenida
Trump ha sostenido
el debate a este nivel desde la familiaridad de la Casa Blanca o de su mansión
en el campo de golf floridano de Mar-a-Lago. Es diferente de sus giras
internacionales, en las que ha provocado –casi sin darse cuenta– graves conflictos,
como cuando hizo creer a Arabia Saudita que la respaldaría en una ofensiva
contra Catar y el malentendido sólo se hizo evidente cuando este pequeño país
ya había sido aislado por aire, mar y tierra.
Ese viaje a Medio
Oriente tuvo, sin embargo, detalles que lo hicieron más relajado e incluso
agradable para el presidente estadunidense: los monarcas sauditas le dieron un
agasajo real que pocos seres humanos pueden recibir en este planeta, y el
empresario y showman que ha prohibido el ingreso a Estados Unidos de ciudadanos
de algunos países que liga al terrorismo, se dejó consentir por los
compatriotas de los destructores de las Torres Gemelas de Nueva York.
Es improbable que
sus anfitriones en Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas quieran o
puedan tener hacia él atenciones tan elevadas. Y la duración del viaje, que con
12 días será el más largo en su administración, hace temer a sus asesores
–citados anónimamente por el Washington Post- que el presidente, que ya ha
mostrado incomodidad con esta gira, “se ponga de mal humor” y esto provoque un
“comportamiento impredecible o antidiplomático”.
Falta ver la
actitud del chico al otro lado del tablero. En los diez meses que van de 2017,
Norcorea ha disparado 22 misiles con el objetivo declarado de perfeccionar una
tecnología capaz ya no sólo de alcanzar a golpear Tokio, también Alaska e
incluso la costa occidental de Estados Unidos.
Más importante
aún: el 4 de septiembre realizó una prueba subterránea de una bomba de
hidrógeno, que fue registrada como un temblor de 6.3 grados de intensidad y
exhibe un poder de destrucción muchas veces superior al que se estimaba que
tenía.
Con las
explosiones nucleares bajo tierra –afirman quienes las realizan- es posible
evitar la liberación de materiales radioactivos a la atmósfera. Las pruebas en
la superficie están prohibidas por un tratado internacional firmado en 1963:
Kim Jong-un ha amenazado con realizar la primera en 54 años, también con una
bomba de hidrógeno. Las especulaciones de expertos en foros públicos de que
esto podría ocurrir durante el viaje de Trump, se han visto reforzadas con la
revelación, el jueves 2, de que el Servicio Nacional de Inteligencia de Corea
del Sur ha detectado actividad vehicular inusualmente intensa alrededor de uno
de los principales centros de investigación nuclear en Pyogyang, la capital
norcoreana, por lo que sospecha que se preparan para realizar otra prueba.
La explosión
superficial de una bomba nuclear podría ser interpretada por el Servicio
Secreto estadunidense como una amenaza directa contra el presidente. Las
decisiones de un Trump hastiado y ofendido podrían distar de ser las del adulto
en la sala.
“Proliferación
nuclear”
Por si alguien se
sentía intranquilo, H.R. McMaster, quien ocupa la posición clave de asesor de
Seguridad Nacional de la Casa Blanca, terminó de alarmarlo el jueves 2: “Lo que
es indignante es el régimen norcoreano”, afirmó al refutar que el problema sea
su jefe. Y añadió: “el presidente va a utilizar las palabras que se le antojen.
Yo no creo que el presidente module su lenguaje. ¿Lo han notado?”
Más allá de
agudizar la disputa con Kim Jong-un, el desapego de Trump por ejes clave de las
políticas exterior y de seguridad estadunidenses está erosionando el trabajo de
la comunidad internacional en temas fundamentales, con consensos duramente
alcanzados, como los del ámbito atómico.
Si Medio Oriente
es un polvorín, Asia Oriental es una feria de arsenales nucleares. Ahí los de
Estados Unidos se conjuntan con los de China y Rusia, además del de Kim
Jong-un. Barack Obama, predecesor de Trump, reconoció el cambio de equilibrios
e inició una profunda transformación de la estrategia militar global de su
país, que llamó “pivote a Asia”, para trasladar sus fuerzas navales del Golfo
Pérsico al Pacífico Occidental.
Trump ha tratado
esta política con el mismo desdén con el que toma todo lo hecho por Obama, y ha
abierto el espacio para que se activen los sectores más “halcones” de su país.
Uno de los
pensadores con mayor influencia en la diplomacia estadunidense en el último
medio siglo, Henry Kissinger, quien condujo la política exterior del presidente
Richard Nixon (y recibió el Premio Nobel de la Paz 1973), le concedió una
entrevista al New York Times (28 de octubre) en la que prácticamente llamó a
enterrar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN): según él, si Corea del
Norte posee bombas atómicas, “todo Asia” debe tenerlas también.
Según el diario
neoyorquino, aunque el TNPN prohíbe que Japón y Corea del Sur desarrollen
armamento nuclear, ambos poseen la tecnología para hacerlo con rapidez. “Nos
tomaría seis meses” le dijo a ese periódico un profesor surcoreano de ingeniería
nuclear, Suh Kune-yull. Un informe de 2015 indicó que ese país puede producir
hasta cuatro mil 300 bombas, suficientes para destruir el planeta. Otras
naciones que seguirían ese camino, dice el Times, serían Australia, Myanmar,
Taiwán y Vietnam.
“No puede ser que
Norcorea sea el único país coreano del mundo que tiene armas nucleares, sin que
los surocoreanos traten de ponerse a la par. Tampoco puede ser que Japón se
quede sin hacer nada”, afirmó Kissinger. “Por lo tanto, hablamos de (dirigirnos
a la) proliferación nuclear”, concluyó.