Un nuevo ejercicio
militar en la Amazonia da luz sobre el resurgimiento de la presencia
estadounidense en Latinoamérica.
El ejército
estadounidense acentuará su presencia militar en la Amazonia latinoamericana.
Bajo la iniciativa Amazon Log 2017 del gobierno golpista de Michel Temer en
Brasil, la Operación ‘América Unida’ juntará a los ejércitos de Estados Unidos,
Brasil, Perú y Colombia del 6 al 13 de noviembre del 2017 en la ciudad
tri-fronteriza de Tabatinga. Este ejercicio es una señal de un sustancial
incremento de militarización extranjera en la región.
La iniciativa es
liderada por el Comando de Logística del Ejército Brasileño y está inspirada en
el ejercicio logístico militar realizado por la Organización del Tratado
Atlántico del Norte (OTAN) en Hungría en
2015, que tuvo un despliegue de aproximadamente 1,700 militares.
Para esta versión latinoamericana, los objetivos, según la
página oficial del Ejército brasileño, son crear una base logística
multinacional temporal para realizar operaciones de control de migración
ilegal, asistencia humanitaria, operaciones de paz, acciones contra
narcotráfico y cuidados ambientales.
Sin embargo, como
lo señaló
el diario brasileño Gauchazh, enseñar a un ejército extranjero a combatir en
territorio nacional debería ser considerado “alta traición”. Aunque para el
Ministerio de Defensa brasileño esto no es traición sino una oportunidad que
permitirá unir a los ejércitos de ambos países.
El problema de
este ejercicio es la magnitud y apertura que se ha dado a los Estados Unidos en
ingresar a la selva latinoamericana. Por lo que uno de los riesgos es que la
base ‘temporal’ se convierta en permanente como sucedió
en Hungría, tras los ejercicios de la OTAN. Aunque las autoridades brasileñas
lo niegan.
Este interés de
los Estados Unidos en la región debe ser medido con la historia del imperio del
norte. El altruismo, cuidado a la naturaleza o lucha contra el narcotráfico
estandartes para su presencia en la región hacen eco a inserciones en otras
partes del mundo, especialmente Medio Oriente, y la realidad es que ahí estos
no son ni fueron sus objetivos. Detrás de toda acción militar norteamericana
siempre se encuentra el fin de apoderarse de recursos para lograr sus intereses
nacionales.
En el caso de
América Latina, la abundancia de recursos naturales da razón a la presencia
norteamericana. Según
el Banco Mundial, la región cumple un rol global en la problemática del cambio climático
ya que posee “las reservas de agua dulce más grandes del mundo”.
Una noticia
‘agridulce’ para los latinoamericanos ya que para varios analistas, inclusive
el ex candidato presidencial demócrata Bernie Sanders, “las guerras del futuro
serán por el agua”. Entre los diez países con mayores reservas se encuentran
Brasil (1ro), Colombia (6to) y Perú (8vo), coincidentemente los tres
involucrados en la Operación ‘América Unida’.
En la Oficina de
Evaluación Neta (Office of Net
Assesment) del Departamento de Defensa cuyo objetivo es analizar el
futuro del ejército y sus amenazas, Andrew Marshall, ex director (1973-20015)
comisionó en 2004 un reporte
confidencial a Peter Schwartz, consejero de la CIA y ex Director de
Planificación del grupo Royal Dutch/Shell; y Doug Randall, del Global Business
Network.
En las conclusiones
finales, los autores argumentan que el cambio climático y la escasez de agua
son una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos y razones para
futuras conflictos militares. Trece años más tarde de dicho reporte, Estados
Unidos se prepara para asentar una base más en orilla del Amazonas.
Pero el agua no es
el único interés de este país en la región. Telma Luzzani, periodista
argentina, explica en su libro ‘Territorios Vigilados’, que “en el Amazonas se
encuentra el 95% de las reservas de niobio,
fundamental para el acero de las naves espaciales y de los misiles
intercontinentales, y el 96% de las reservas de titanio y tungsteno,
utilizados en la industria aeronáutica espacial y militar, además de ser rica
en petróleo, gas, uranio, oro y
diamantes”.
Por esto, el
próximo ejercicio militar es solo una pieza más dentro de un patrón creciente
de militarización y amenazas regionales. Solo en lo que va del 2017 se han
realizado otros dos ejercicios militares en el Pacífico y el Caribe: Teamwork South con Chile y Tradewinds frente a las costas de Venezuela
con 18 países y más de 2,500 militares.
La libertad de
estas acciones militares demuestra un resurgimiento de la presencia
estadounidense en la región, la cual se había reducido durante los distintos
mandados de gobernantes progresistas neodesarrollistas en la América Latina.
Aunque el asentamiento de bases en América Latina y el Caribe ha pasado por
diferentes etapas desde la posguerra es a finales del siglo XX que toma su
rumbo actual.
En 1999, como
parte del acuerdo Torrijos-Carter, la base militar Howard en Panamá que
albergaba al Comando del Sur, rama del ejército encargada en operaciones para
la región, se desmanteló. Esto llevó a que Departamento de Defensa de Estados
Unidos replanteara su estrategia de defensa y política exterior. Bajo el
estandarte del Plan Colombia, la ‘Guerra contra la Droga’ y operaciones
humanitarias, se aplicó dos modelos de bases militares en Latinoamérica.
La primera, Main Operating Base (MOB), una base
militar con infraestructura y acuerdos aprobados por los gobiernos: Guantánamo
Cuba, Soto Cano en Honduras y varias en Puerto Rico. A pesar de que estas
siguen activas, el modelo fue desechado porque genera rechazo por parte de los
habitantes nacionales y un costo elevado en infraestructura y logística.
Por esto, se
aplicó un segundo modelo llamado Foward
Operating Locations (FOL) o Bases de Operaciones de Avanzada,
que se caracterizan por mantener poco personal militar pero la capacidad de “escalar”
su presencia si fuera necesario. Las cuatro reconocidas y oficiales en la
región, iniciaron sus actividades en 1999 y son:
Aruba, Curazao, El Salvador, y Manta (que no renovó el contrato en 2009).
Como lo explica Robert Kaplan, ex asesor del
Pentágono (2009-2011), “a menudo, el papel clave en la gestión de un FOL es
desempeñado por un contratista privado. Él alquila las instalaciones en la base
del ejército del país anfitrión, y luego cobra una tarifa a los pilotos de la
Fuerza Aérea de los Estados Unidos que transitan por la base. Oficialmente es
un negocio privado, lo que le gusta al país anfitrión porque puede afirmar que
no está realmente trabajando con el ejército estadounidense. Por supuesto,
nadie, incluidos los medios locales, cree esto. Pero el mismo hecho de que una
relación con las fuerzas armadas de los Estados Unidos sea indirecta en lugar
de directa facilita las tensiones”.
Pero el nombre
nuevo tampoco convenció a los locales, quienes comenzaron a sospechar y
rechazar estas intervenciones en territorio. Por lo que la denominación FOL cambió
a Cooperative Security Location
(CLS), Puesto de Seguridad Cooperativa. Sin embargo, son lo mismo y en la
región las bases siguen aumentando.
En la actualidad y ante la falta de
cifras oficiales, se conocen 75 bases aproximadamente, algunas son MOBs,
FOL/CLS, y otras llevan nombres como Centro de Operaciones de Emergencia
Regional (COER)
en el caso peruano. Los países que
encabezan la lista Panamá (12), Puerto Rico (12), Colombia (9) y Perú (8).
A su vez, Colombia
suscribió
un acuerdo de cooperación en 2016 con la OTAN para el intercambio de
información, estrategias y protocolos del ejército colombiano con los miembros
de esta organización, entre los que se encuentra los Estados Unidos. Mauricio
Macri, presidente argentino, anunció
que volverá a permitir la instalación de bases militares permanentes en
Argentina, una en la triple frontera con Paraguay y Brasil y otra en Tierra del
Fuego en Ushuaia. En Brasil, el gobierno de Temer incrementó
un 36% al presupuesto militar, meses después de aprobarse el PEC 55
que congeló el presupuesto de salud y educación pública durante 20 años.
Estas acciones
legitiman la presencia militar extranjera una vez a niveles gubernamentales.
Además con estos nuevos enfoques en Defensa, se afianzará
las alianzas militares con Estados Unidos, algo que abrirá la puerta para una
nueva fase de adoctrinamiento en las fuerzas armadas latinoamericanas, donde
Brasil cumple un rol crítico.
Según
Héctor Luis Saint Pierre, coordinador de Seguridad Internacional, Defensa y
Estrategia de la Asociación Brasileña de Relaciones Internacionales, “hay un
respeto en Sudamérica por la escuela militar brasileña. Entonces, Brasil es un
socio estratégico para la formación doctrinaria de los militares del
continente. Si Estados Unidos tiene buena relación con la armada brasileña, es
más fácil difundir su mensaje entre los militares de la región”.
Un escalofriante
recuerdo que remonta al funcionamiento de la Escuela de
las Américas, institución de adoctrinamiento militar e ideológico de
los Estados Unidos, encargada de formar a escuadrones de tortura y muerte en
toda Latinoamérica durante los años 70, 80 y 90. Volver a modelos de defensa de
corte colonial solo representa un retroceso y peligro para el proceso de
integración regional y la paz.
Inclusive
iniciativas como el Consejo de Defensa Suramericano (CDS),
creado por UNASUR en 2008 para encargarse en implementar políticas en materia
de cooperación militar, acciones humanitarias y operaciones de paz, industria y
tecnología de la defensa; será observador oficial de la Operación América
Unida. “De ese modo, se legitiman los espacios en los que participa el
Pentágono y se diluyen los espacios propios de la región sudamericana”, comenta
Raúl Zibechi, periodista uruguayo.
Con la presencia
estadounidense socavando las soberanías nacionales, apoyados por el retorno de
líderes de ‘derecha’ y la deslegitimación sistémica de los proyectos
progresistas de la región, la idea de Latinoamérica unida sin imposiciones
imperialistas se convierte nuevamente en un sueño. De forma alarmante la región
se sigue llenando de bases estratégicas de los Estados Unidos para controlar
recursos, personas y operaciones militares, y entonces, si eso no es
colonialismo, ¿qué es?