Fue la primera etapa funcional de Panamá. Y la cumplió
Ernesto
A. Holder
Extractos
de este escrito fue publicado hace unos años. Para mí es de interés, porque
creo que estamos viviendo tiempos que nos retan a ser mejores. Los desafíos a
la condición sociocultural del panameño y las amenazas a la institucionalidad
misma, son materia obligada de reflexión que creo válida en el marco de estas
recordaciones.
Esta semana debe marcarse en
el calendario de la nacionalidad como una de las de mayor importancia.
Celebramos 498 años de fundación de la ciudad de Panamá, por Pedrarias Dávila
en 1519. En esa misma fecha, en 1914, el vapor SS Ancón, hace la primera
travesía oficial por el Canal de Panamá. Del primer evento, el libro de Ángel
Rubio, La Ciudad de Panamá, cuenta que ‘El Panamá de Pedrarias Dávila fue un
vivero constante de expediciones extraordinarias. En él se fraguó la aventura
del Perú. Pedrarias, enamorado de las bellezas naturales de Nicaragua y
deslumbrado por el rumor de los triunfos de Cortés, prefería que las
expediciones siguiesen dirección del noroeste. [...] Fue la primera etapa
funcional de Panamá. Y la cumplió'.
Esta ciudad de Pedrarias,
conocida popularmente como Panamá La Vieja, ciento cincuenta y dos años después
de su fundación, y después de numerables violaciones a su integridad y a sus
habitantes, sucumbió antes las amenazas que por siempre la acecharon. Dice
Ángel Rubio que: ‘un juego de fuerzas y energías la crearon; eran fuerzas
propicias. Otro juego de fuerzas y energías hostiles, negativas, trabajaron sin
descanso en su contra [...]. Y al fin murió trágicamente'.
Del segundo evento, la
inauguración del Canal de Panamá se dio como un propósito alentado durante
siglos para facilitar el paso entre dos grandes océanos. El mismo Pedrarias,
entre 1514 y 1526, por instrucciones de la Corona española, busca un paso seguro
al Mar del Sur. En 1534, animado por las ventajas que para este fin provee el
Istmo de Panamá, el rey Carlos V de España ordenó los primeros estudios
topográficos sobre el terreno para la construcción de un canal transístmico.
Después de esto, la historia es rica en acontecimientos, retos y personajes.
Casi 300 años después, opera el ferrocarril transístmico como eslabón de la
ruta hacia el oro de California; el conde Fernando de Lesseps y el esfuerzo
francés por construir un canal a nivel por el Istmo de Panamá y la capitulación
de ese sueño; la tecnología y el ingenio de la época que permitió —por parte de
los norteamericanos— la construcción de un canal de tres esclusas que llevó a
ese famoso primer tránsito del vapor Ancón.
Las dos fechas convergen en
el mismo punto del calendario para acentuar la importancia de esta semana, en
la vida de esta tierra, a lo largo de los siglos. Y hoy los dos temas, la
ciudad y el Canal, vuelven a representar para la historia de nuestro país un
punto de significativa importancia que marcará el futuro de sus habitantes.
El Canal ampliado, en
funcionamiento desde junio del año pasado, corresponde con la visión mantenida
durante siglos acerca del aprovechamiento de la localización geográfica del
país y no solo reafirma su vocación de cumplir el papel que debe jugar en el
panorama de las rutas marítimas mundiales, sino que lo hace a partir del hecho
de que constituye el recurso más estratégico del desarrollo de Panamá.
Cuando diseñaron la nueva
ciudad de Panamá a las faldas del Cerro Ancón, se tomó el cuidado de organizar
cuidadosamente el trazado y funcionamiento de la ciudad. Las fuerzas actuales
del llamado desarrollo, encuentran en esta fecha ambigüedades con esa
disciplina histórica. Lo que queda de la ciudad que fundó Pedrarias, las
frágiles estructuras de Panamá La Vieja, se debate entre el ruido y las
vibraciones, en el centro de un desordenado engrandecimiento de la nueva
ciudad. Carreteras y rascacielos contaminan el espacio visual alrededor de las
ruinas y la circulación de miles de habitantes, en sus vehículos motorizados y
sus apuros cotidianos, atenta contra las reminiscencias de la historia. Las
amenazas ya no son de los piratas y los corsarios. Las obras que modernizan la
ciudad están indeleblemente teñidas de corrupción y la historia futura nos lo
recordará.
Celebremos los dos
acontecimientos que muchas veces parecen indiferentes para la mayoría. Los
logros del pasado deben seguir marcándonos para bien.