Por: Rev. Manning Maxie Suárez
Teólogo
Después de tomar mi cafecito tradicional, inicié el día con la noticia
sobre un grupo de colonos en el área este del país que habían sido agredidos de
forma feroz por la Policía Nacional que deseaba abrir la carretera que habían
cerrado.
A la vez, me entero de que 59 estudiantes del Instituto Nacional eran
retenidos por manifestarse en las calles de la ciudad por diversos temas de la
vida nacional. Por su lado, los médicos, enfermeras, asistentes y pacientes se
manifestaban en contra de la nueva ley de contratación de extranjeros en el
servicio de salud en Panamá. Bueno, había otras noticias inquietantes que
cambiaron mi humor y mi estabilidad emocional. ¡Cónchale! ¡Qué vaina!
Cuando viajo todos los días en el Metro Bus, escucho las múltiples quejas
de los usuarios del sistema sobre tantas cosas. Que si los buses no sirven, que
está muy frío, que las zonas pagas son un gallinero y una porquería, que no hay
agua, que no hay servicios, que no venden Coca Cola, que no hay abanicos, que
los tranques, que esto, que aquello, que qué vaina, etc, etc. El asunto es que
para qué hablar, hay un sentido de insatisfacción general que puedo señalar sin
temor a equivocarme se está perdiendo la paz y la esperanza en nuestro pueblo.
Salir pues a la calle, a realizar las tareas diarias es toda una odisea,
pareciera que no hay orden y existe una anarquía en la mayoría de los estratos
de la sociedad panameña, que se va reforzando todos los días gracias a la
intolerancia y a la falta de valores en nuestro acontecer diario, ligado a este
mundo cambiante y que va cada día, como destino final, hacía el progreso y el
desarrollo de todas las personas.
Bueno, es que los cambios, a muchas personas no les gustan, provocan
normalmente malestar y son extremadamente incómodos, nos hacen tener actitudes
a las que no estamos acostumbrados, inclusive nos hace indiferentes. Hemos
estado tanto tiempo acostumbrados a la vieja forma de hacer las cosas que se nos
hace intolerable y doloroso abrirnos al cambio, pues hasta el momento
pensábamos que los que tenían que cambiar eran los otros y ahora nos damos
cuenta de que nosotros debemos asumir otras actitudes ante el nuevo mundo. Las
reglas de juego de cómo se es sociedad han cambiado y cambiarán mucho más.
Cambio en todo y en todos, en
nuestra forma de pensar y de hacer las cosas; el desorden y la anarquía ya no
proceden en esta sociedad, estamos destinados a ordenarnos como familia,
sociedad y gobierno de manera que estemos todos afines con nuestra meta común
como nación. Paciencia en todos estos procesos, tolerancia con todas aquellas
posiciones que nos parecen extremas, apertura al diálogo de manera permanente
para aquellas posiciones contrarias a la nuestra, y sobre todo preservar
actitudes de reconciliación y de búsqueda de la paz en todo y en todos