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¿Dónde está la verdadera amenaza ‎nuclear en el Medio Oriente?‎


¿Dónde está la verdadera amenaza ‎nuclear en el Medio Oriente?‎

Manlio Dinucci

Irán no respeta los acuerdos nucleares” (Il Tempo), “Irán se retira de los acuerdos nucleares: ‎un paso hacia la bomba atómica” (Corriere della Sera), “Irán prepara las bombas atómicas: adiós ‎al acuerdo nuclear” (Libero). Casi todos los medios anuncian en ese tono la decisión de Irán, consecuencia del ‎asesinato del general irania Qassem Suleimani, ordenado por el presidente Trump, de no seguir ‎aceptando las limitaciones para el enriquecimiento de uranio estipuladas en el acuerdo que firmó ‎en 2015 con el grupo 5+1 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, China más Alemania). ‎

O sea, esos medios de ‎“información”‏ no abrigan ‏dudas sobre el origen de la amenaza nuclear en ‎el Medio Oriente. Pero se olvidan de que fue el presidente Trump quien sacó a Estados Unidos ‎del acuerdo 5+1 en 2018, acuerdo que Israel había definido como «la rendición de Occidente ‎ante el eje del mal encabezado por Irán». ‎

Tampoco dicen ni una palabra sobre el hecho que en el Medio Oriente hay una sola potencia ‎nuclear: Israel, que ni siquiera se somete a ningún tipo de control porque no es firmante del ‎Tratado de No Proliferación, documento que Irán sí firmó. ‎

El arsenal nuclear israelí, sobre el cual se extiende una pesada capa de secreto y de silencio, está ‎evaluado en una cantidad de entre 80 y 400 ojivas nucleares y en un volumen de plutonio ‎suficiente para fabricar varios centenares más. Israel también produce seguramente tritio, un gas ‎radioactivo utilizado en la fabricación de armamento nuclear de nueva generación, como las ‎llamadas mini-nukes y las bombas de neutrones, capaces de provocar una ‎contaminación radioactiva a pequeña escala –lo cual permitiría usarlas contra objetivos ‎geográficamente cercanos a Israel. ‎

Las cargas nucleares israelíes están listas para su uso con misiles balísticos como el Jericho, ‎cuyo alcance se sitúa entre 8,000 y 9,000 kilómetros. Alemania ha proporcionado a Israel –como ‎donación o a precios reducidos– 4 submarinos de la clase Dolphin modificados para portar ‎misiles nucleares Popeye Turbo, con un alcance de 1,500 kilómetros. Silenciosos y capaces de ‎mantenerse en inmersión durante una semana, esos submarinos israelíes navegan por el este del ‎Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico, listos para iniciar un ataque nuclear. ‎

Estados Unidos, que ya entregó a Israel más de 350 cazabombarderos F-15 y F-16, está ‎enviándole ahora al menos 75 F-35, igualmente capaces de portar armamento convencional o ‎nuclear. Una primera escuadra de F-35 israelíes entró en operaciones en diciembre de 2017. La ‎empresa Israel Aerospace Industries produce actualmente componentes que hacen las alas de los ‎‎F-35 invisibles para los radares. Con esa tecnología, que también se aplicará a los F-35 ‎italianos, Israel incrementa las capacidades de ataque de sus fuerzas nucleares.

Israel –que mantiene sus 200 armas nucleares apuntando hacia Irán, como indicó en 2015 el ‎ex secretario de Estado estadounidense Colin Powell [1]– está decidido a conservar su monopolio del armamento atómico en el Medio ‎Oriente impidiendo que Irán desarrolle un programa nuclear civil que podría permitirle algún día ‎producir armas nucleares, capacidad que hoy tienen decenas de países. ‎

Pero en el ciclo de explotación del uranio no existe una frontera definida entre el uso civil y el uso ‎militar del material fisible y, con tal de bloquear el programa nuclear iraní, Israel está dispuesto a ‎recurrir a cualquier medio. Los asesinatos consecutivos de 4 científicos nucleares iraníes, ‎entre 2010 y 2012, son, según todos los indiciosm obra del Mossad israelí.‎

Las fuerzas nucleares israelíes están integradas al sistema radioelectrónico global de la OTAN, en ‎el marco de un «Programa de Cooperación Individual» con Israel, país que, sin ser miembro de la ‎alianza atlántica, mantiene una misión permanente en el cuartel general de la OTAN, en Bruselas. ‎

Según el plan puesto a prueba en el ejercicio Juniper Cobra 2018, realizado por Estados Unidos ‎e Israel, fuerzas de Estados Unidos y la OTAN llegarían desde Europa (principalmente desde la ‎bases instaladas en Italia) para respaldar a Israel en una guerra contra Irán [2].

Esa guerra ‎podría comenzar por un ataque de Israel contra las instalaciones nucleares iraníes, como ‎el ataque aéreo israelí realizado en 1977 contra el reactor nuclear iraquí de Osirak. El Jerusalem ‎Post confirmó el 3 de enero que Israel tiene bombas no nucleares antibunker, utilizables ‎principalmente desde los aviones F-35 proporcionados por Estados Unidos, capaces de alcanzar ‎la instalación nuclear iraní de Fordow [3]. ‎

Irán no tiene armas nucleares, pero sí cuenta con una capacidad militar de respuesta que ‎no tenían Yugoslavia, Irak ni Libia cuando fueron atacados por Estados Unidos y la OTAN. Y ‎ante la previsible respuesta de Irán, Israel podría recurrir a su armamento nuclear, iniciando así ‎una reacción en cadena de proporciones y resultados totalmente imprevisibles.