¿Dónde
está la verdadera amenaza nuclear en el Medio Oriente?
Manlio Dinucci
www.voltairenet.org
/ 100120
Irán no respeta los acuerdos nucleares” (Il Tempo),
“Irán se retira de los acuerdos nucleares: un paso hacia la bomba atómica”
(Corriere della Sera), “Irán prepara las bombas atómicas: adiós al acuerdo
nuclear” (Libero). Casi todos los medios anuncian en ese tono la decisión de Irán,
consecuencia del asesinato del general irania Qassem Suleimani, ordenado por
el presidente Trump, de no seguir aceptando las limitaciones para el
enriquecimiento de uranio estipuladas en el acuerdo que firmó en 2015 con el
grupo 5+1 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, China más Alemania).
O sea, esos medios de “información” no abrigan
dudas sobre el origen de la amenaza nuclear en el Medio Oriente. Pero se olvidan
de que fue el presidente Trump quien sacó a Estados Unidos del acuerdo 5+1 en 2018,
acuerdo que Israel había definido como «la rendición de Occidente ante el eje
del mal encabezado por Irán».
Tampoco dicen ni una palabra sobre el hecho que
en el Medio Oriente hay una sola potencia nuclear: Israel, que ni siquiera se somete
a ningún tipo de control porque no es firmante del Tratado de No Proliferación,
documento que Irán sí firmó.
El arsenal nuclear israelí, sobre el cual se extiende
una pesada capa de secreto y de silencio, está evaluado en una cantidad de
entre 80 y 400 ojivas nucleares y en un volumen de plutonio suficiente para
fabricar varios centenares más. Israel también produce seguramente tritio, un
gas radioactivo utilizado en la fabricación de armamento nuclear de nueva
generación, como las llamadas mini-nukes y las bombas de neutrones, capaces de
provocar una contaminación radioactiva a pequeña escala –lo cual permitiría
usarlas contra objetivos geográficamente cercanos a Israel.
Las cargas nucleares israelíes están listas
para su uso con misiles balísticos como el Jericho, cuyo alcance se sitúa
entre 8,000 y 9,000 kilómetros. Alemania ha proporcionado a Israel –como donación
o a precios reducidos– 4 submarinos de la clase Dolphin modificados para portar
misiles nucleares Popeye Turbo, con un alcance de 1,500 kilómetros.
Silenciosos y capaces de mantenerse en inmersión durante una semana, esos
submarinos israelíes navegan por el este del Mediterráneo, el Mar Rojo y el
Golfo Pérsico, listos para iniciar un ataque nuclear.
Estados Unidos, que ya entregó a Israel más de
350 cazabombarderos F-15 y F-16, está enviándole ahora al menos 75 F-35,
igualmente capaces de portar armamento convencional o nuclear. Una primera
escuadra de F-35 israelíes entró en operaciones en diciembre de 2017. La empresa
Israel Aerospace Industries produce actualmente componentes que hacen las alas
de los F-35 invisibles para los radares. Con esa tecnología, que también se aplicará
a los F-35 italianos, Israel incrementa las capacidades de ataque de sus fuerzas
nucleares.
Israel –que mantiene sus 200 armas nucleares
apuntando hacia Irán, como indicó en 2015 el ex secretario de Estado
estadounidense Colin Powell [1]– está decidido
a conservar su monopolio del armamento atómico en el Medio Oriente impidiendo
que Irán desarrolle un programa nuclear civil que podría permitirle algún día producir
armas nucleares, capacidad que hoy tienen decenas de países.
Pero en el ciclo de explotación del uranio no existe
una frontera definida entre el uso civil y el uso militar del material fisible
y, con tal de bloquear el programa nuclear iraní, Israel está dispuesto a recurrir
a cualquier medio. Los asesinatos consecutivos de 4 científicos nucleares iraníes,
entre 2010 y 2012, son, según todos los indiciosm obra del Mossad israelí.
Las fuerzas nucleares israelíes están
integradas al sistema radioelectrónico global de la OTAN, en el marco de un «Programa
de Cooperación Individual» con Israel, país que, sin ser miembro de la alianza
atlántica, mantiene una misión permanente en el cuartel general de la OTAN, en Bruselas.
Según el plan puesto a prueba en el ejercicio
Juniper Cobra 2018, realizado por Estados Unidos e Israel, fuerzas de Estados Unidos
y la OTAN llegarían desde Europa (principalmente desde la bases instaladas en Italia)
para respaldar a Israel en una guerra contra Irán [2].
Esa guerra podría comenzar por un ataque de Israel
contra las instalaciones nucleares iraníes, como el ataque aéreo israelí
realizado en 1977 contra el reactor nuclear iraquí de Osirak. El Jerusalem Post
confirmó el 3 de enero que Israel tiene bombas no nucleares antibunker,
utilizables principalmente desde los aviones F-35 proporcionados por Estados
Unidos, capaces de alcanzar la instalación nuclear iraní de Fordow [3].
Irán no tiene armas nucleares, pero sí cuenta
con una capacidad militar de respuesta que no tenían Yugoslavia, Irak ni Libia
cuando fueron atacados por Estados Unidos y la OTAN. Y ante la previsible
respuesta de Irán, Israel podría recurrir a su armamento nuclear, iniciando así
una reacción en cadena de proporciones y resultados totalmente imprevisibles.