Eleazar López
Hernández
www.amerindiaenlared.org / 230719
Aportaciones desde el paradigma guadalupano
En
la oscuridad de la noche, en el frío del invierno, Juan Diego oye cantos de
pájaros deleitosos1
Al leer el Instrumentum Laboris (IL) del Sínodo
Panamazónico convocado por el Papa Francisco para octubre de 2019, quienes
somos miembros de los pueblos originarios de este continente y sus acompañantes
pastorales sentimos el corazón lleno de alegría y esperanza pues el IL recoge
los planteamientos más significativos de nuestra lucha largamente desoída y
negada en la sociedad y en la Iglesia. Y lo hace del mismo modo que nosotros
cuando hablamos de las flores y espinas de esta realidad.
Como sucedió
con el indio Juan Diego hace quinientos años, al encontrarse con la Virgen de
Guadalupe en medio de la destrucción de nuestro mundo prehispánico por causa de
la conquista material y espiritual, oímos ahora en el IL los cantos deleitosos
y olemos las perfumadas flores que nuestros antepasados nos legaron como
sabiduría que ha regido nuestra vida y ahora se ofrece, desde la Iglesia, a
quienes abran el corazón para recibirla. Ciertamente este es un tiempo de
gracia o de Kairós para seguir soñando2, que es posible llevar a la realidad los ideales que Dios
sembró en nuestros pueblos y nuestro Señor Jesucristo vino a plenificar: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”3.
Por eso, con
esperanza constatamos que, en medio de la terrible crisis ecológica y humana
actual, la sabiduría ancestral del continente puede ser la luz que ilumine el
camino para la superación radical de esta crisis. Al igual que para el pueblo
de la Biblia la Ley del Señor “se volvía símbolo de libertad, símbolo de
alegría, sabiduría y luz. (Tal) experiencia, realidad, encuentra eco en esa
expresión que nace de la sabiduría acunada en estas tierras desde tiempos
lejanos, y que reza en el Popol Vuh de la siguiente manera: El alba sobrevino sobre todas las tribus juntas. La faz de la
tierra fue enseguida saneada por el sol. El alba sobrevino para los
pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la
historia.” (Papa Francisco a los pueblos indígenas de Chiapas, México,
15.02.2015)
Tú
eres el más pequeño de mis hijos4
Los indígenas
en general, pero especialmente los amazónicos, somos actualmente “los más pobres de entre los pobres”5, porque en los últimos quinientos años hemos sido
sistemáticamente empujados a la extinción y reducidos a nuestra mínima
expresión o abandonados y echados fuera del conjunto de la sociedad como
población descartada. En ese contexto hemos resistido a contracorriente las
dinámicas agresivas de las sociedades nacionales e incluso de las acciones
inadecuadas de la Iglesia.
Sin embargo, en
el corazón de Dios, siempre nos hemos sentido como los más pequeños que
requieren y merecen su amor preferencial de Madre-Padre y, en consecuencia,
también nos hacemos responsables de ser sus “embajadores dignos de toda
confianza”6 a fin de restaurar en la tierra su plan de vida y
salvación.
Ve
al palacio del Señor de los sacerdotes y le dirás que yo te envío para que él
cumpla mi voluntad7
La tarea de
llevar en la Iglesia las flores, es decir, la verdad de Dios que cosechamos en
nuestros espacios sagrados, no ha sido fácil por las contrariedades que
encontramos de parte de quienes no comprenden, no valoran o no quieren aceptar
nuestra palabra. Como Juan Diego nos hemos atrevido a entrar a algunos ámbitos
eclesiásticos donde no andamos ni paramos;8 donde hay
personas que nos dificultan el acceso para llegar hasta el “Señor de los
sacerdotes” o buscan de plano destruir o arrebatar nuestras flores9.
Este modo de
proceder asoma también en el IL al plantear la sabiduría ancestral con un
acento más indigenista que indígena, es decir, con la perspectiva de quienes desde fuera recogen la palabra de
las comunidades y hablan sobre, por y para los indígenas; y no con la mirada y
expresión propia de nuestros pueblos.
Esta actitud
mediatizadora no cuadra bien con lo que pidió recientemente el Papa a los
indígenas en Perú: “Ayuden a sus obispos, ayuden a sus misioneros y misioneras,
para que se hagan uno con ustedes, y de esa manera dialogando entre todos,
puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro
indígena”10. Lo mismo sucede, por ejemplo, cuando el IL habla
de nuestra relación con la tierra-territorio sin dejar de cosificarla pues sólo
menciona que hay que pasar de mirarla como un Ubi (espacio
geográfico) y tratarla como un Quid (lugar
teológico)11. Desde luego, eso es un avance considerable, pero para los indígenas la tierra es Nuestra
Madre, es un Quis o Quae como sacramento
que hace visible y palpable el rostro materno de Dios, que nos da
gratuitamente de comer y nos protege y, en reciprocidad, le debemos
corresponder con nuestro respeto y colaboración para que la vida siga y llegue
a su plenitud.
Los indígenas y
acompañantes solidarios sabemos que no es fácil el diálogo intraeclesial cuando
hay posiciones teológico-pastorales totalmente opuestas: las de quienes desean
asumir en serio la sabiduría más antigua de este continente y las de quienes tienen
reservas y miedo a incorporarla por los desafíos e implicaciones que conlleva.
Lo mismo sucede en la sociedad envolvente ante los planteamientos indígenas
civiles. Pero no existen muchas alternativas ante la crisis: O nos convertimos
y cambiamos radicalmente nuestra relación con la tierra, implementando al modo
indígena modelos de vida sobria y en armonía con los demás seres vivos; o las
posibilidades de vida en el planeta se irán disminuyendo más y más hasta llegar
al colapso.
En resumen
En las selvas y
cerros sagrados de nuestra periferia existencial hemos cosechado flores o
verdades fundamentales para la vida y las compartimos en la Iglesia para que,
como hermanos y junto con toda la humanidad, reconstruyamos y defendamos en la
tierra la Casa de Dios y de nosotros.
Cuando el Señor de los sacerdotes y sus colaboradores reciban las
flores del pobre con humildad y respeto, el rostro maternal de Dios aparecerá12 de nueva cuenta y nos dirá: “No temas esta
enfermedad ni ninguna otra; no estoy yo aquí que soy tu Madre”13.
También la
sabiduría de los amigos del pobre nos lo recuerdan: “Dale tu mano al indio,
dale que te hará bien: encontrarás el camino, como ayer yo lo encontré”14.
México, julio
2019
Notas
Nican
Mopohua 7. Es el texto indígena del siglo XVI que narra el evento guadalupano.
2 Nican Mopohua 10
3 Juan 10,10
4 Nican Mopohua 20
5 Documento de Puebla 34
6 Nican Mopohua 87
7 Nican Mopohua 26
8 Nican Mopohua 40
9 Nican Mopohua 94-96
10 Papa Francisco en Puerto Maldonado, Perú 19-I-2018
11 Instrumentum Laboris 19
12 Nican Mopohua 107-109
13 Nican Mopohua 76
14Canción para mi América cantada por Mercedes Sosa