Reflexiones sobre soberanía
alimentaria y cultura
Jorge Sarsaneda del Cid
Panamá, octubre 2013
Publicado en Anuario de Estudios Centroamericanos (Vol
40: , 2014, UCR, San José).
Resumen
Se trata de hacer un repaso de
la situación de desnutrición de los pueblos indígenas en Panamá y su increíble
contraste con la riqueza de nutrición que tienen en sus alimentos
tradicionales. Se buscan las causas de esta situación y se plantea el debate
entre seguridad y soberanía alimentaria como marco para la búsqueda de las
posibles soluciones. Se parte del conocimiento de los indígenas de la zona
ngäbe (oeste de Panamá) principalmente y se mencionan muchas de las capacidades
nutricionales de sus alimentos, algunos incluso milenarios.
Palabras claves: indígenas;
alimentación; identidad; soberanía; cultura.
Abstract
This article examines the situation
of malnutrition among indigenous peoples in Panama contrasting the wealth of nutritional
value found in their traditional foods. The causes of this situation are
discussed and the debate between food security and food sovereignty is
considered as a framework in search of possible solutions. The article relies
mostly on the author’s experience working with the Ngäbe Indigenous people in
the Western Panamá area. Many of the nutritional qualities of traditional foods
(some of them of ancestral origin) are discussed.
Keywords: indigenous peoples; food;
identity; sovereignty; culture.
“A mí me criaron comiendo patas de rana”,
me comentó hace años un ngäbe, por cierto bastante robusto y fuerte. Esta
expresión siempre me ha llamado la atención porque normalmente uno asocia las
“ancas de rana” con platos exquisitos de restaurantes parisinos, no con la
empobrecida Comarca Ngäbe-Buglé.
Según
los datos oficiales, el 96,3% de la población indígena de Panamá vive en
pobreza (84,8% en pobreza extrema) y un 62% de los niños tiene grado de
desnutrición crónica. La mortalidad materna panameña –entre indígenas- es de
las peores en América Latina (62,3 de muertes por cada mil nacidos vivos) y el
índice de desarrollo humano fue de 0,447, cuando el global del país es de 0,780. Esto
resulta sencillamente escandaloso y clama por una solución pronta, pues aunque
son estadísticas que se intenta ‘maquillar’ de muchas formas resulta imposible ocultar
la realidad… a quien la quiera ver. Especialmente porque son datos,
contradictorios y encubridores de muchas situaciones.
En
este escrito Pretendemos abordar no sólo la situación alimentaria actual del
pueblo ngäbe sino además buscar pautas, costumbres y raíces culturales que
expliquen la permanencia de este pueblo a lo largo de los siglos, cómo se ha
llegado a la situación actual y por dónde deberíamos caminar para buscar
soluciones permanentes.
Situación inhumana durante siglos
En
el territorio panameño vive parte de
la población de siete pueblos originarios de América Latina: ngäbe, guna,
buglé, enbera, wounaan, naso y bribri (ver mapa). A pesar de los siglos de
dominación, rechazo y discriminación, estos pueblos conservan –en diversos
grados- muchas de sus costumbres, modos de vida, ritos, creencias, idiomas,
arte y vestidos, en otras palabras, muchos elementos de su identidad. En el
territorio panameño conforman el 12% de la población.
Sin
embargo, hay datos que indican la situación inhumana que viven y han vivido, en
todos los sentidos, durante siglos; pues no sólo fue invasión para conquistar y
supuestamente “evangelizar”, sino también se impuso una cultura que, además de
su idioma, escritura y religión introyectó otras prácticas culturales
alimenticias. Desde los inicios de la conquista (principios del siglo XVI) existen
señales de esta imposición cultural en la zona del Darién.
Más
adelante, a inicios del siglo XVII, una carta nos relata esta situación en
palabras del cacique guaymí
Sebastián de Silvera:
“y digo que aviendo venido los
españoles a poblar en estas tierras an sacado a los naturales mucha cantidad de
indios unos por fuerza y otros de grado- con engaño diciendo que los enseñarían
la ley de Dios y los harian christianos ...y de esta manera estan todos los
naturales que ay en toda esta tierra y se
mueren por esos montes como animales sin saber si salvaran o no de lo qual
y por el mal tratamto de los españoles se huyen y van a los montes y se vuelven
a sus ydolatrias porque ven que ni los
dexan vivir como es Razon sino tratándolos mal y sirviéndose de todos nosotros
como si fueramos sus esclavos nos tienen en sus rosas y haziendas todo el
año y sin venir a la iglesia”.
Antes
de esto, ya el obispo Antonio Calderón (por las mismas fechas) se había quejado
de que:
“los indios de la comarca que
colinda con Remedios fueron sometidos y para su mejor sometimiento y
catequización se les reunió en los pueblos de San Félix y Santiago de Guabalá a
cargo de encomendadores españoles que les inspiraban en la fe cristiana pero
que los obligaban a trabajar duramente”.
Por
su parte, a finales del siglo XIX, otro indígena de Tolé denuncia ante el
obispo de Panamá, que “todos los asendado
de Tole se ha enriquecido con el sudor de lo yndio”.
Hoy,
en pleno siglo XXI, las estadísticas indican que no ha cambiado mucho la
situación, aunque existen ‘caminos de penetración’, edificios a los que llaman
escuelas y estructuras –muchas de ellas vacías- denominadas puestos de salud.
La nutrióloga Saracho Domínguez presenta los datos
en resumen: “un envidiable crecimiento económico que alcanzó en 2012 el 10,7%
del producto interior bruto (CEPAL, 2013)”. Sin embargo, dicho crecimiento es
acompañado por “un reparto muy inequitativo de la riqueza, que se refleja en la
pobreza que afecta al país… Estas cifras se disparan entre la población
indígena. La inmensa mayoría de la población indígena panameña vive en pobreza
(ENV, 2008).”
Más aún, añade: “Las niñas y niños indígenas
menores de 5 años padecen desnutrición crónica en un 62%, cifra tres veces
superior a la del panorama nacional (ENV, 2008)”. Yendo
más allá, se puede decir que “el actual movimiento migratorio
pendular hacia zonas de agro-exportación o hacia ciudades grandes de Panamá,
erosiona y afecta la subsistencia y soberanía alimentaria de estos pueblos”.
Y, hablando directamente del tema alimentario, se constata que el 75% del
salario mínimo (para quienes lo tengan) se ocupa en la canasta básica de
alimentos, lo cual se torna angustioso, sobre todo en el caso de indígenas.
Nuestros abuelos nos enseñaron…
¿Cuál
es la razón profunda de todo esto? ¿Es solamente el efecto de la imposición
colonial? ¿No hay esperanza? ¿Es el pueblo ngäbe un pueblo condenado a la
extinción? ¿De dónde surge la capacidad de mantenerse en el tiempo, luchando,
resistiendo, permaneciendo?
Hace
años, llegué a un rancho de la Comarca y había un grupo familiar (unas diez
personas, entre adultos y niños) sentado alrededor del fogón se encontraba una
paila (olla) grande, tapada, en la cual cocinaban ‘algo’. Estuve un rato
platicando y me despedí. Cuando estaba fuera del rancho me preguntaron si comía
“hojas” (mä ka mrörea?). Contesté que
sí y me invitaron a pasar nuevamente y me brindaron una totuma
con una sopa de frijoles y muchas, muchas “hojas” de diferente tipo.
Esta
es una de las muchas comidas heredadas de los abuelos que ha permitido mantener
un poco fuera de la desnutrición a miles de indígenas. Las hojas
son el gran “socorro” de la comida indígena: hojas de otoe, fuente muy buena de vitaminas y
minerales; las hojas de uyama, también fuente de betacaroteno y
vitaminas, además de ser medicinales; hojas
de frijol
y el mismo frijol tierno, con toda su riqueza de proteínas, vitaminas y ácido
fólico (para la anemia); el berro de
agua,
del cual se comen las hojas y los brotes tiernos, con toda su riqueza de iodo,
hierro, vitamina A. Incluso flores y cogollos como las de la chichica o
la flor de la cabuya
(bon kwetdare), también son
alimenticias. En fin, las “ka” o
jirakas constituyen una gran fuente de nutrientes, medicinas e incluso son
usadas en rituales.
Hay
alimentos –que consumen los ngäbe- muy ricos en nutrientes y poco conocidos por
los no indígenas, por ejemplo el llamado “ñürün” o “bodá”,
que es un alimento prehispánico, más rico en calcio y fósforo que cualquier
hortaliza. También tenemos los muy conocidos frijoles de palo o guandú que
son una gran fuente de minerales (fósforo, manganeso, magnesio, ácido fólico y
flavonoides). Igual podemos hablar de la fuente increíble de nutrientes como lo
es el pifá o
daba, en ngäbere, del cual se come el
fruto y el cogollo o palmito, aparte de otros múltiples usos que tiene.
El
pifá o chontaduro o pejibaye, no sólo es un componente esencial de varias culturas, sino que
además posee unas bondades enormes pues aporta proteínas, aceites, vitaminas
liposolubles y minerales. Es como una pequeña fábrica nutricional y
probablemente el alimento más completo del trópico. Un conocedor profundo de
este alimento dijo que era “un cultivo de gran interés a nivel mundial para el
combate del hambre, su valor nutritivo es excelente, es mejor que el maíz y
prácticamente superior a cualquiera de los cultivos que consumimos como fuente
de energía”.
Los ngäbe también elaboran
conservas como el gwa münün (‘polvo de pescado’) o el kwi münün (‘polvo
de gallina’), que tienen muchísimos nutrientes y también son desconocidos por
los no indígenas de la ciudad. Además preparan el mren kugwän
(‘sal quemada’), muy rica en calcio. De igual forma se puede hablar del
“entierro” del pifá para su mejor conservación.
Todo esto, sin mencionar
los hongos, muy apetecidos por los ngäbe; los diversos tubérculos (ñame, ñampí,
yuca, otoe); y las diferentes frutas sumamente nutritivas y también medicinales,
como marañón, aguacate, guayaba y papaya,
por sólo mencionar cuatro originarias del continente; al mismo tiempo, los
animales de caza y de pesca que, aunque no son abundantes, también proveen de
proteínas y alimento.
Por supuesto, tampoco
hemos hablado de la variedad de comidas tradicionales entre los guna (dule masi y moe),
los wounaan (kao),
los enbera (bodochi y borojó).
Con toda esta riqueza alimenticia, la pregunta es: ¿por qué estamos como estamos?, ¿por qué es
tan grave la desnutrición y la inseguridad alimentaria?
¿De dónde surge una situación tan escandalosa?
De siglos de inepcias,
racismo, discriminación, prepotencia, intolerancia, falta de voluntad política
para hacer algo a favor del pueblo... En Panamá y probablemente en muchos
países del continente, se puede señalar que la causa de este tipo de
situaciones está en un sistema “en el que el provecho se considera como el
motor esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la
economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho
absoluto”.
Este sistema se manifiesta
en políticas erradas, desviadas, contrarias a identidad indígena, que se
muestran en varios aspectos:
+ Agricultura: Las
políticas del campo han sido orientadas –y cada vez más - hacia la
agroexportación (cereales, carnes y productos no tradicionales) y hacia la agroindustrialización
(azúcar, café y etanol). En ningún momento se han dirigido políticas agrícolas,
en la Comarca Ngäbe-Buglé, hacia la producción propia, tradicional, adaptada al
ambiente, conocida por este grupo y con una gran riqueza nutricional, como se
ha visto.
Los pocos proyectos
agrícolas dirigidos a la Comarca han sido para el cultivo de hortalizas no
producidas por el pueblo (cebolla, zanahoria, lechuga, repollo, etc.) o bien a
la siembra de árboles extraños también (pinos, teca, eucalipto). Ciertamente la
mayor parte de los terrenos comarcales son de vocación forestal,
pero ¿por qué no se han sembrado árboles propios, frutales, sobre todo el pifá
(pejibaye)? Eso sí, se ha promovido bastante la siembra de café –a veces
orgánico- para engrosar el rubro de exportación. En definitiva, políticas
erradas de agricultura que no mejoran la nutrición de las personas.
+ Salud: Las
políticas de salud de los gobiernos han sido orientadas siempre a la medicina
curativa y no a la preventiva. En las ciudades existen campañas de prevención
(dengue, vacunación de niños, entre otras), pero en las zonas indígenas la
cobertura se torna mucho más limitada. En el caso de la comarca Ngäbe (a
diferencia de la comarca Embera-Wounaan) los krägä bianga y las ngibiaga
no forman parte integral del sistema de salud, son requeridos –a lo sumo- como
traductores. Toda su sabiduría preventiva y curativa no ocupa ningún espacio en
el sistema oficial. Se intenta controlar las enfermedades con medicina química
artificial, cuando hay muchas posibilidades de curación y prevención con las
plantas medicinales, en otras palabras, políticas erradas en salud que no
recuperan lo valioso del patrimonio cultural del pueblo.
+ Educación: Este
tema también incide mucho en el presente trabajo. En la escuela oficial se
enseñan contenidos para posibilitar a los niños y jóvenes ser ciudadanos y
acceder a niveles de educación superior. Con estos dos objetivos –generales
aunque algo confusos y fuera de la realidad- se tienen escuelas en las zonas
indígenas en las cuales (por ejemplo, en la Comarca Ngäbe-Buglé) hay un ataque
permanente a la identidad del indígena como pueblo.
En los contenidos
educativos apenas si se nombra la historia y el desarrollo de las culturas
indígenas. Por supuesto, no se conoce, más aún, existe un verdadero menosprecio
y rechazo por los idiomas, las costumbres, los ritos, y sobre la riqueza
alimentaria de esos pueblos.
En fin, se crea un bombardeo contra la identidad étnica con la consiguiente
baja en la autoestima de esos pueblos. Si en las escuelas de la zona indígena
no se recupera esta riqueza, se seguirá atentando no sólo contra la seguridad
alimentaria sino sobre todo, contra la soberanía alimentaria de este pueblo.
Aunque desde 1975 en
Panamá se habla de educación bilingüe –al principio- y de educación bilingüe intercultural
-después-, en el 2012 apenas ha surgido el primer grupo de maestros bilingües
para la Comarca Ngäbe. Además sólo existen algunos materiales elaborados, pero
en la práctica, ni siquiera se ha desarrollado la EBI (o EIB).
+ El propio pueblo:
Dados los siglos de marginación, racismo y desprecio hacia los indígenas, se ha
llegado a situaciones absurdas –aunque comprensibles- como el hecho de que los padres de familia
ngäbe no les hablen a sus hijos en su idioma nativo, “para que no sufran lo que
ellos sufrieron”, o bien, aunque existen leyes que amparan, promueven e
impulsan los idiomas indígenas,
estos con dificultad son conocidos más que por los hablantes.
En conclusión, “la
producción insuficiente de alimentos, el rechazo de los modos ancestrales de
producción, la ausencia de transferencias de nuevas tecnologías adecuadas y
sostenibles para la realidad rural de la Comarca o para los que viven en zonas
de montaña, el deterioro de los recursos naturales, un entorno socio-cultural
que no potencia la capacidad adquisitiva de la población” y
el desconocimiento casi total –culpable o no- de los aportes culturales
alimentarios del pueblo ngäbe, unido a una educación formal de espaldas a la
cultura ngäbe y a una salud meramente curativa –ni siquiera universal- que no
integra la riqueza cultural indígena, además de la permanente ‘inconsulta’ a
las comunidades interesadas, todos estos son factores que propician la
inseguridad alimentaria de la Comarca. Todo lo anterior unido a la falta de
voluntad política de los gobiernos para enfrentar el tema indígena, el tema
alimentario, la diversificación de la producción, la protección a los precios
en el agro, entre otros, lleva al desastre humano que se vive actualmente.
¿Seguridad, inseguridad, soberanía alimentaria?
Antes de tratar de buscar
caminos de solución, resulta importante aclarar dos términos muy en boga actualmente
y que juegan un papel vital en el tema en cuestión.
En los últimos años, se ha
hablado mucho de seguridad alimentaria a tal punto que se ha convertido
en un término incluido y asumido en las agendas y discursos de la ONU (FAO), de
las agencias internacionales de distintos ‘pelajes’ y de muchos gobiernos y
políticos de todas las facciones.
Según la FAO, para obtener
seguridad alimentaria, se requiere: Que
haya suficientes cantidades de alimentos y de una calidad adecuada
para ser suministrados a través de una producción nacional o de importaciones
(comprendida aquí la ayuda alimentaria); que se tengan los recursos
adecuados para adquirir los alimentos apropiados y acceder a una
alimentación nutritiva; que haya una utilización biológica de los alimentos,
proponiendo como tal: una alimentación adecuada, agua potable, sanidad y
atención médica, para lograr un estado de bienestar nutricional; que haya insumos
no alimenticios que, aunque están totalmente relacionados con la salud nutricional
de una población, no se alcanzan simplemente asegurando el alimento.
Al respecto, Saracho
Domínguez comenta que, “dirigir parte de los recursos económicos del Estado a
la compra de productos de importación en vez de invertirlo en las causas de la
mala situación alimentaria de su pueblo, ni es una solución, ni una mejora”. Y
añade: “Pareciera que el objetivo estatal fuera transformar al campesinado en
una fuerza de trabajo asalariada (idónea para la industria o el sector
servicios) o simplemente avocar inmensos territorios al monocultivo…
Por un lado, la Seguridad Alimentaria deja de
lado la noción de campesinado y los derechos sobre la tierra y la producción de
los mismos. Está demasiado inserta en el sistema económico y el comercio
internacional, olvidando la potencialidad de los pequeños productores y los
mercados locales… y la cultura alimentaria de la población”.
Por otra parte, el objetivo
del concepto de soberanía alimentaria, impulsado por organizaciones en
por lo menos 69 países, “es mejorar la situación alimentaria priorizando los
derechos fundamentales de la población campesina, pues son ellos quienes
cultivan y cuidan la tierra. Este planteamiento prioriza el derecho de las
poblaciones campesinas tanto al acceso a la tierra como a la producción de
estas.
Prioriza el derecho de
los pueblos a definir políticas agropecuarias y de producción de
alimentos. Incluye el
abastecimiento de productos alimentarios a los pueblos que los
producen. Plantea como objetivo
primordial de la producción, cubrir las necesidades de comunidades locales.
Este es un punto importante teniendo en cuenta que gran parte de la producción
alimentaria de los países “en desarrollo” se destina al consumo de los países “desarrollados”.
Propone como necesario el derecho a proteger y regular la producción agrícola
y ganadera así como el mercado nacional”.
“El potencial de su acción
se fundamenta en los siguientes seis pilares: (1) Enfoca en alimento para el
pueblo; (2) Valora a quienes proveen alimento; (3) Localiza sistemas de alimentación;
(4) Empodera localmente; (5) Desarrolla conocimiento y destreza; y (6) Trabaja
con la naturaleza”.
La diferencia entre ambas
posiciones reside en la voluntad de cambiar el sistema alimentario y no sólo la
alimentación, concluye Saracho Domínguez.
Una vez aclaradas estas posiciones y antes de analizar cuáles caminos se
podrían seguir, me gustaría proponer una corriente de pensamiento y de
prácticas impulsada por organizaciones indígenas de América que enriquece lo propuesto
en el presente artículo.
Por el camino (¿utópico?) del Buen-Vivir (Nüne kwin gwaire)
En América Latina se habla
mucho de desarrollo económico para calificar los proyectos que “se llevan, se
promueven” en las zonas indígenas y la Comarca Ngäbe-Buglé no escapa de esto.
Son millones de dólares los que se han invertido en los últimos cuarenta años
en esa zona y no se nota realmente el cambio a juzgar por el sufrimiento
actual. Sí se evidencia en las carreteras, en edificios, en más casas, en los
postes de electricidad que tímidamente van subiendo a la montaña, pero ¿y las
estadísticas que no mienten?, ¿y el sufrimiento real de la gente?
En muchos pueblos
originarios se está hablando hoy del “buen vivir” como un estilo de vida (un
“modo de proceder”, dirían los guaraní) que implica mucho más que el simple desarrollo
económico. Al respecto, los guaraní hablan de “relaciones de reciprocidad y el
poder compartir”,
mientras que los queshwaymara lo definen en la Constitución boliviana de la
siguiente manera:
“La economía
plural articula las diferentes formas de organización económica sobre los
principios de complementariedad, reciprocidad, solidaridad, redistribución,
igualdad, seguridad jurídica, sustentabilidad, equilibrio, justicia y
transparencia. La economía social y comunitaria complementará el interés individual
con el vivir bien colectivo” (Art. 306)”.
De la misma forma, entre
el pueblo ngäbe se podría hablar un poco de juritde y
de etdebali,
como instituciones culturales centrales en la cultura, que pueden recoger
algunos aspectos del ahora llamado “vivir bien”. Estos conceptos son los que
nos brindan el marco cultural para plantear los posibles caminos para salir
adelante con algo tan vital como es la soberanía alimentaria del pueblo.
Por los difíciles caminos de la organización.
¿Por qué caminos transitar
para revertir un proceso de siglos? ¿Cuáles mecanismos concretos se deberán
abordar para que un caminar hacia la destrucción se pueda reorientar? ¿Qué elementos culturales se deben
recuperar para que algunos procesos vitales como la nutrición autóctona, la
ecología propia, la medicina tradicional, entre otros, puedan ser nuevamente
parte integral de esta sociedad indígena?
* Imprescindible:
Lo primero, y con condición sine qua non,
debe ser construir estrategias “desde abajo”, es decir, desde las comunidades
locales, desde las organizaciones propias, tal como lo implica el movimiento
pro soberanía alimentaria. Cualquier política regional, estatal, oficial o
particular que no cumpla dicha condición, no dará resultados.
El pueblo ngäbe es un
pueblo de consensos, no de supuestas “votaciones democráticas” y mucho menos de
aceptar directrices impuestas por “autoridades” (más bien se les debería llamar
poderes) de cualquier tipo. La otra condición importante es que haya verdadera voluntad
política de parte de los gobiernos y de las agencias de desarrollo para
empezar el camino desde aquí, desde abajo.
* Agricultura: Una
de principales políticas que deberían fomentarse es el apoyo a la producción
masiva de alimentos tradicionales comprobadamente nutritivos (como los
mencionados en este artículo). Esto daría una base importante, una ‘despensa’,
un respaldo, para que la gente se pueda dedicar a la siembra de árboles
tradicionales (fuente de comida, materiales y medicinas) y a la organización de
proyectos comunitarios de producción orgánica. Igualmente, otra política podría
ser apoyar y organizar la exportación de productos cultivados orgánicamente y
apetecidos por extranjeros (café) o bien que tienen un gran potencial de
nutrición (aguacates, pifá, guayabas, membrillo, marañones, ñürün, entre otros).
Como una forma de
fortalecer la misma zona de la Comarca, se podría apoyar y difundir la
institución cultural del juritde y el
trueque de productos, basados en la otra institución cultural llamada etdebali (ver notas arriba).
* Salud: Como se
dijo anteriormente, habría que incluir de manera formal e integral, a los
médicos tradicionales y parteras, en el sistema sanitario de la Comarca. De
esta manera se trabajaría con respeto a la cultura, con prevención, con mayor
conocimiento de la situación, con mayor cercanía a la gente, en definitiva, desde
la cultura pero con el apoyo de la medicina occidental. Así, todos los
elementos nutricionales que existen en la flora propia y las costumbres
preventivas que incluyen el boin y el
kä,
serían parte integral de la atención en salud.
* Educación: Al ser
la educación formal otro de los pilares de la destrucción cultural de la cual
somos testigos, se debería reorientar las políticas educativas profundas,
empezando por la interculturalidad a nivel nacional, pero no sólo para las
zonas indígenas, pues Panamá es un país formado por la interacción de varias
culturas. Al respecto, se debe tomar en cuenta que se ha aceptado la ‘cultura’ traída
por los españoles y por otras culturas llegadas a este territorio hace casi dos
siglos (chinos, hindúes, norteamericanos), pero casi siempre hemos rechazado a
otras culturas que tienen quinientos años o siglos de estar presentes en el
territorio (africanos, afrocaribeños e indígenas). Por esto se debe empezar pensando que: somos
una nación cuya identidad esta imbuida de todas esas culturas, por tanto, la
interculturalidad resulta fundamental en la educación del panameño.
En concreto, habría que
desarrollar –con fuerza y creatividad- la educación intercultural bilingüe
prioritariamente en las escuelas de las Comarcas y en las zonas indígenas. Pero,
¿en qué va a ayudar a la nutrición el hablar el idioma propio?
+Conociendo los alimentos
tradicionales, valorándolos, profundizando en sus valores. Los ancianos tienen
un gran papel que desarrollar en las escuelas porque podrían enseñar los
orígenes de estos alimentos además de dar a conocer lo básico de la medicina
tradicional y de las costumbres preventivas de salud. Incluso desarrollar una
universidad intercultural indígena para investigar, profundizar y preparar
personal en todos estos aspectos de salud y nutrición.
+ Infraestructuras y
territorios: Existen otros aspectos importantes que podrían aportar en la
mejora de la situación nutricional de los pueblos indígenas. Entre ellos, por
ejemplo, la construcción de carreteras, las buenas instalaciones de salud y
educación, los lugares de almacenamiento agrícola, el beneficio que puede dar
la electricidad a través de la energía solar, eólica o de minihidroeléctricas,
etc.
Pero una cuestión
fundamental también es asegurar los territorios actuales de los pueblos
indígenas y ponerlos a salvo de grandes explotaciones mineras o
macrohidroeléctricas. Ya se han presentado casos como las hidroeléctricas de
Valle Riscó y de Barro Blanco, que inundan territorios indígenas, acaban con
cultivos, dañan ecología, rompen con ecosistemas alimentarios y nutricionales,
provocan desplazamientos, crean desarraigos, etc. Puede suceder lo mismo
también con la hidroeléctrica del río Teribe (zona indígena naso) y con otras
en estudio.
Conclusión
Se ha realizado una somera
revisión de la situación nutricional, sobre todo del pueblo ngäbe de Panamá, de
sus riquezas alimentarias y cómo eso contrasta de manera burda con la pobreza y
desnutrición escandalosa donde viven. Además se ha tratado de buscar las
posibles causas de esta situación y por lo que se han hecho propuestas de
políticas –públicas o particulares- que podrían ser caminos de solución,
teniendo siempre como horizonte la soberanía alimentaria de este pueblo.
Al respecto se debe
resaltar que el pueblo ngäbe ha sufrido, sufre y sigue sufriendo de manera
insultante, sin embargo, no se extingue, sigue caminando y dando ejemplo de
lucha. Esa capacidad de resistencia
(y sus consecuentes estrategias de sobrevivencia) que se notó al rechazar la
dominación colonial, se sigue manifestando y puede ayudar para que todas las
propuestas que hemos hecho en este escrito puedan ser llevadas adelante.
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Jorge (1979) Tierra para el Guaymí. La
expoliación de las tierras guaymíes en Chiriquí, CCS, Panamá.
Sarsaneda del Cid,
Jorge (1977) La iglesia católica de
Panamá y el indígena ngäbe. Introducción al estudio de un caso de
evangelización, Tesis de Licenciatura, Universidad Centroamericana, San
Salvador (inédita).
Selles, Federico
(ed.) (1998) Primer Informe de la riqueza
y estado de la biodiversidad de Panamá, ANAM/PNUMA, Panamá.
Sippel, Andreas y
Sanjur, Marcos (1995) Árboles de los
ngöbe. Una alternativa para el futuro, Inrenare, GTZ, PANg, Documento X,
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Urbina Vargas,
Soledad (2008) “Entrevista con el Dr. Jorge Mora Urpí”, en Biocenosis 21 (1-2): 86-90, Universidad Estatal a Distancia, Costa
Rica.
Valdivia, Cristina
(2011) “Panamá”, en AA.VV., Diagnóstico
sobre la situación de los derechos humanos de los pueblos indígenas de América
Central, Tomo II: 404-466, Oficina Regional Derechos Humanos-ONU, Panamá.
Young, Philip
(1993) Etdebali. Un viaje al corazón del
pueblo Ngóbe, Acun, Panamá.
Mapa
de las Comarcas Indígenas en Panamá
El tema que abordamos es muy amplio y por
supuesto no ha sido cubierto del todo, apenas es un primer acercamiento.
Agradezco a hermanos ngäbe y no ngäbe por sus aportes, críticas y sugerencias.
Especialmente gracias a Ima Koingobu, Ome Kwradubu, Kevin Sánchez, Milton
Machuca y Helena Saracho.
Se conoce como Comarca Ngäbe-Buglé a un
territorio de casi siete mil km2 –delimitado en 1997- en donde
habita cerca del 55% de la población indígena del pueblo ngäbe y como el 35%
del pueblo buglé, ambos de Panamá.
Para los datos de estos párrafos, ver
Valdivia, Cristina, 2013: 415-417. Haití, que es el país con el peor índice de
América, tiene 0,456. Incluso, dentro de la Comarca Ngäbe-Buglé, hay distritos
como Besigä con índice de 0,348, a nivel de los que peor están en África (Mali
y Burkina Faso), ver PNUD, 2010: 36 y 41.
Parte de los pueblos guna, enbera y wounaan
vive en territorio de Colombia, incluso los enbera han llegado al actual
Ecuador. Parte de los pueblos ngäbe, bugle, naso y bribri vive en territorio de
Costa Rica.
Según el Censo de población del 2010, la
población panameña es de 3.5 millones de personas.
Ver Mena G., Carmen, 2003.
Al pueblo ngäbe antes se le llamaba
“guaymí” que es una forma españolizada de decir “ngwami” que es como les decían
los buglé a los ngäbe.
Desde Ntra. Sra. de Los Remedios, 1 agosto de
1604, adjunto a la carta del Obispo, en AGI: Panamá, 45, citado en Castillero
C., A., 1967, 138: 72. La negrilla es mía.
Informe del Obispo de Panamá, Antonio Calderón,
Archivo General de Indias, citado en Carles, Rubén D., s/f.
Carta de Basilio Ruis Zurdo, 1 de septiembre de
1893, en Archivos Arzobispado de Panamá (A.A.P.), Legajo C-8., citado en
Sarsaneda del C., Jorge, 1977.
Cfr. Saracho Domínguez, Helena,
2013a.
Cfr Sánchez Saavedra, Kevin E., 2013.
Totuma (siä
en ngäbere; guacal y morro en Centroamérica y México) es una especie de
recipiente para comida o bebida (o para otros usos), hecho de la mitad del
fruto seco de árbol de jícaro (siägrie en ngäbere / Crescentia cujete). Es uno de los múltiples usos de este árbol.
Cuando hablamos de hojas, nos estamos
refiriendo a vegetales verdes que, a través de siglos, se han reconocido como
ricos en nutrientes. Muchos no indígenas, desde su ignorancia, califican de
“cochinos” a los indígenas por consumir este tipo de vegetales. Una más de las
tantas discriminaciones.
Otoe - tä
(= Colocasia esculenta / malanga,
taro, quiquisque, tiquisque), planta probablemente originaria de la India. Se
come el tubérculo y las hojas tiernas.
Uyama – be (= Cucurbita máxima /
zapallo, auyama, ayote), planta originaria de América. Se come flor, fruto,
hojas y semillas.
Frijol - muma
(= Phaseolus vulgaris), planta
originaria de América. Se come el frijol y las hojas tiernas.
Berro de agua (= Nasturtium officinale / berro, mastuerzo), planta originaria de
Europa-Asia.
Chichica- müne (= Heliconia latispatha),
planta originaria de América. Se come la flor y el cogollo.
Cabuya - bon kwetdare (=Furcraea
cabuya / maguey, áloe americana), planta originaria de América. Se come la
flor, además de otros servicios que da. Bon
kwetdare (cabuya para comer) se diferencia del bon krare (cabuya para bolsas).
Ver listado de once clases diferentes que
podemos leer en Saracho Domínguez, Helena, 2011: 48. De hecho, en ngäbere hoja
se dice “gä” o “ka”, por eso el término genérico de ka. No confundir con cantos
(=ka).
Ñürün
(= Chamaedorea tepejilote / pacaya,
maíz de montaña), originario de América. Se come la flor y el palmito. Alimento
muy apreciado por la población indígena maya.
Frijol de palo – muma krire (= Cajanus cajan
/ guandú, guandul, chícharo), planta originaria de África o India.
Pifá – daba
(= Bactris gasipaes / pejibaye,
pixvae, chontaduro, manaco), planta originaria de América. Alimento muy
apreciado por indígenas de Suramérica.
Urbina Vargas, Soledad, 2008.
Ver la elaboración de estos compuestos en
Saracho Domínguez, Helena, 2013b. Igual podría hacerse esta conserva de cáscara
de huevo de pavo que es originario de América.
Mren
kugwän = Se refiere a la sal recogida en la montaña (“sal negra”) y
cocinada con cáscaras de huevo molidas, de ahí la riqueza de calcio. La
proporción cáscara-sal es de 95%-5%, aunque la proporción puede variar.
Marañón (= blü en ngäbere / Anacardium occidentale); aguacate (= duga en ngäbere / Persea americana);
guayaba (= ngima en ngäbere / Psidium
guajava); papaya (= kengema en ngäbere / Carica papaya). Todos ellos
ricos en vitaminas, minerales y con propiedades medicinales abundantes.
Dule
masi es la comida tradicional, que se compone de plátano, yuca, otoe...
cocinados; el pescado se cocina aparte en agua de coco. El plátano se sirve con
el líquido en el que se ha cocinado el pescado. El pescado de sirve aparte en
seco. El moe es también otra
comida guna que se prepara con uyama, coco y pescado. Es delicioso. No olvidar
la gastronomía del pescado asado, seco y el consumo de centollos y langostas.
Kao
= Sopa de plátano rayado, con pollo. Con la riqueza de potasio y iodo que tiene
el plátano.
Bodochi
es el bollo de maíz y borojó es una planta rica en proteínas, fósforo y
vitaminas, además de ser medicinal. Sin olvidar la variedad de productos que
cultivan: maíz, plátano, arroz, yuca, guineo, ñame, otoe, frutales, ñampi,
frijol, uyama, caña, coco, dachin…
Se alude aquí a la clasificación de
tierras del I al VIII, según la cual la tierra tipo I es la mejor tierra
(arable) y la tipo VIII es tierra mineralizada. Las tierras de la Comarca
Ngäbe-Buglé están –en su mayoría- entre las tierras tipo V y VIII. Ver por
ejemplo, Selles, Federico, 1998 o Jaramillo, Santander, 1998.
Krägä
bianga (el que da medicina) = médico tradicional y ngibiaga (la que espera) = partera, ambos en idioma ngäbere.
Una investigadora nos comparte el haber
escuchado a maestros y pastores evangélicos hablar sobre la “cochinada” que es
comer las jirakas.
Para profundizar en este tema ver:
Bastida, M., 1999; Jaén, E. L., 2011; Roquebert, J., 2012 y Sarsaneda, J.,
2013. Hay que anotar que en la Comarca Guna sí se está caminando en esta línea,
pero sobre todo por insistencia de las comunidades y sus autoridades. El
gobierno Martinelli se disminuyó en un gran porcentaje el presupuesto destinado
a la EBI.
Además de las leyes comarcales que tienen
alguna protección hacia los idiomas y la cultura en general, también existen
otras leyes específicas como la 88 de 2010 (sobre desarrollo de idiomas y la
EBI) y los artículos de la Constitución Nacional que amparan este tema (Arts.
88, 90 y 108).
Ver Idiáquez, J. y Sarsaneda, J., 2012:
70.
En esta parte seguimos el planteamiento-resumen
hecho por Saracho Domínguez, Helena, 2011: 66ss. El subrayado es mío.
Hay mucho escrito al respecto. Se puede
consultar: Choquehuanca C., David, 2010; Gudynas, Eduardo, 2011; Albó, Xavier,
2009 y otros.
Ver Albó, Xavier, 2009: 35.
Juritde
es una palabra del idioma ngäbere, que no tiene traducción exacta, podría ser
compartir, pedir, distribuir, ser solidarios, redistribuir. Se trata de ayudar
a quienes, por alguna razón, no han tenido buena cosecha o están en situación
precaria (viudas, huérfanos, enfermos).
[47] Etdebali, palabra ngäbere que viene de etdeba (=hermano) y que designa la
hermandad ritual adquirida a partir del krün
gitde (=balsería) que es un juego ritual que acerca a las comunidades y que probablemente, en
sus inicios, era una forma de redistribución y nivelación de excedentes. Ver
Young, Philip, 1993: 61-82; Quintero, Blas, 1998.
Boin
o boine, palabra ngäbe que se puede traducir por ayuno o prevención,
limitación, prohibición, que indica una situación particular (embarazo,
mordedura de serpiente, algunas enfermedades) en la cual hay que abstenerse de
algunos alimentos o prácticas.
Kä (= cacao) es la planta (Theobroma cacao) que no sólo tiene
utilidad alimentaria y medicinal sino que es parte fundamental de varios
rituales de la cultura ngäbe. Ver Sarsaneda, Jorge, 2012a.
Ver Idiáquez G., sj, J. A. y Sarsaneda,
J., 2012: 305-316.