Por: Miguel Antonio Bernal
A
los panameños nos toca vivir una época que pone a prueba lo que nos caracteriza
como personas, nos toca vivir momentos y situaciones que nos enfrentan a
tensiones inéditas y nos permite crecer y madurar espíritualmente, nos corresponde
ser cada día más comprensivos y más sensibles al mundo que nos rodea y a sus
retos, sobre todo a nuestros jóvenes, a quienes sus cualidades ya los llevan,
desde temprana edad, a hacer realidades sus sueños.
El
Maestro de nuestras Juventudes, Don Octavio Mendez Pereira nos decía:
“Qué sería de la humanidad sin los juegos y la
inconsciencia de los niños, sin las rebeldías y desmanes de los jóvenes, que
sería de nuestro progreso moral, sin la savia que salta de cada generación, sin
su ansía de actualizar las cosas, sin la protesta de ésta contra la cobardía,
resignación, claudicación, complicidad, arribismo o cálculo de los llamados
hombres modernos que han visto ya esfurmarse sus ideales. No es freno, no es guía constante, lo que necesitan nuestros jóvenes,
sino al contrario estímulos superiores que recojan y eleven cada vez más su
energía juvenil, que no es por sobra sino por falta por lo que peca en el fondo”
Estamos recorriendo
las páginas de un libro en las que todos queremos escribir, en las que todos
queremos estar. Pero para estarlo debe haber una causa, una razón;
enfrentándonos ya en la segunda decada dell siglo XXI se nos ocurren muchas. El
conocimiento, el canal, la democracia, la deuda externa, la lucha tecnológica,
etc. Está en cada unos de nosotros el ir
preparándonos para enfrentarnos a estos problemas y ayudandonos, ayudar también
al país.
La dignidad y el
honor de nuestra nación y de nuestra historia, deben pesar cada vez más para
fortalecer nuestras instituciones, nuestras aspiraciones, nuestros
ideales, para llenar la función creadora
de esa voluntad nacional firme e indivisible para actualizar nuestro futuro y
estar presentes en los veloces cambios del mundo de hoy.
La nacionalidad hoy
día y, para nosotros, en un día como hoy, como fenómeno político va más allá
que la nación. Lo anterior es importante
para comprender el particularismo de los panameños. A finales de 1820 el destino
de la nación panameña estaba marcado. Los anhelos panameños eran ya un sentir
generalizado en todo el Istmo, y así los patriotas de La Villa de Los Santos,
proclamaron la emancipación el 10 de noviembre de 1821. Los demás pueblos del interior se unieron a
la empresa nacional, al sueño libertario.
Es
nuestro compromiso hoy como panameños el realizar los cambios que nos permitan
librarnos de viejas limitaciones ideológicas y de vergonzosas servidumbres
políticas, que nos conduzcan a abandonar la exasperación política que solo
contribuye a aumentar la angustia ciudadana ante el vacio de responsabilidades.
Debemos
entonces, aclararnos en conciencia, ¿qué
es lo que queremos?, ¿cuáles son los sucesivos pasos a dar? y, qué ritmo
conviene a nuestra andadura que, rápida o lenta, no debe ser jamás titubeante.
Con el Caudillo santeño Belisario
Porras afirmamos que:
“No
está la Patria, no puede existir el patriotismo donde se ponen de relieve
símbolos y no realidades, donde en lugar de deberes se habla de derechos, y
donde en definitiva los elementos del Estado, significadamente esprituales,
buscan en la vida vegetativa el reposo inconsciente que acaba por anular las
excelencias de la vida social...La Patria es la fortaleza inexpugnable del
progreso y de la civilización , siempre que sus defensores sepan manejar dos
armas: la del deber y la del sacrificio”
Todavía
podemos salvar a Panamá! Con las
notas del himno santeño, cuna de nuestra nacionalidad, lancemos compatriotas
nuestro grito, no solo para derramar laureles de amor en recuerdo de quienes
fueron los primeros orfebres de la Patria, si no también para reafirmar nuestro
compromiso de asumir con vocación y firmeza, con esperanza y vigor la real,
absoluta y verdadera democratización de
nuestra nación. Solo así habrá Patria, solo así podremos estar orgullosos de
ser ante todo Panameños y lograr que por
siempre ¡Viva el 10 de Noviembre!
¡Viva Panamá!