Por: Dr. Olmedo Beluche
En el marco de la conmemoración del Bicentenario de la
Independencia de España, la Vicerrectoría de Extensión junto con la Comisión
del Bicentenario de la Universidad de Panamá, han reeditado la obra El Grito
de la Villa (10 de Noviembre de 1821) del historiador panameño Ernesto J.
Nicolau
A decir de Bonifacio Pereira Jiménez, que prologa la primera
edición que data de 1961
Como la historia es uno de los campos más fértiles en que se desarrollan
las contradicciones sociales, podría decirse que los comerciantes de la ciudad
de Panamá, aliados a los latifundistas de Veraguas, habían impuesto su versión
de la Independencia y la centralidad del 28 de Noviembre, en detrimento de los
pequeños y medianos campesinos del Interior (La Villa, Las Tablas, Pesé, Natá,
Ocú, Macaracas, Pocrí, Las Minas y San Francisco de la Montaña) quienes en
verdad habían decidido el curso de la Independencia en el Istmo.
En la década de 1920, Ernesto J. Nicolau viajó a Colombia y
recuperó de los archivos no sólo el acta de La Villa, sino una serie de
documentos que le permitieron hacer la reconstrucción minuciosa de los hechos y
conocer a los actores principales. Ese es el gran mérito de Nicolau y su libro.
Éste es uno de los mayores aportes a la historia de los habitantes del Istmo.
Nos dice algo sobre las dificultades de la labor del historiador
en Panamá el hecho de que, si bien Ernesto J. Nicolau retorna a Panamá con la
documentación en 1928, y va publicando fragmentariamente en artículos de la
Revista Cultural Lotería
El objetivo de la Independencia era la constitución de la
República, ¿Cuál, Panamá o Colombia?
Las historias oficiales de los estados hispanoamericanos han
deformado los acontecimientos de la Independencia de España para borrar las
causas materiales concretas que motivaron las acciones de la gente de aquel
entonces, para difuminar los intereses y demandas de cada clase social, para
presentar todos los hechos como si estuvieran motivados por el sueño “ideal” de
construir la “nación” independiente. Evidentemente, la historia así tratada no
es más que un instrumento de una ideología política nacionalista al servicio de
la clase social que controla el estado nacional
Para el caso panameño se presenta el acontecimiento como si los
personajes que protagonizaron la independencia lo hicieron en busca de la
constitución de la República de Panamá como hoy la conocemos. Una consecuencia
graciosa de esta manipulación histórica se expresó en el error de un monumento
construido en 2021 por las autoridades de la provincia de Coclé en la
conmemoración del “Bicentenario de la República de Panamá”
En 1821 no existía una “nación panameña” ni siquiera como
identidad unificada de los habitantes del Istmo y, en todo caso, “panameños” lo
eran los habitantes de la ciudad de Panamá.
El “Istmo” o las “provincias del Istmo” es el concepto que se utilizaba
para referirse a la región y sus habitantes, así está en las actas de
independencia. Cuando se hace referencia a un estado nación en oposición al
imperio español, tanto el Acta del 10 de Noviembre en La Villa, como la del 28
de Noviembre en Panamá, hablan de la República de Colombia con toda claridad.
Como brillantemente muestra el libro de Ernesto J. Nicolau, en el
Istmo la unidad política básica, bajo cuya identidad actuaron los habitantes,
eran los cabildos de cada pueblo o ciudad. Cada cabildo tenía sus líderes y
tomaba sus decisiones que influían sobre los habitantes de la región
circundante, pero nadie, ni Fábrega (aun siendo Panamá la capital política y
económica del Istmo) pretendió hablar en nombre del conjunto. Cada cabildo
decidió en su momento y a su vez propuso consultar a los demás, incluso el 28
de Noviembre.
Nadie ostentaba la legitimidad política para hablar en nombre del
conjunto. Lo más cercano a una entidad colectiva eran las Asambleas
Provinciales, que establecía la Constitución de Cádiz recién reinstaurada por
el gobierno liberal del general De Riego en España, y cuya primera elección se
realizó en el Istmo pocas semanas antes de que se desataran los acontecimientos
de noviembre de 1821.
Por un lado, se trató de dos Asambleas, pues eran dos provincias
diferenciadas en el Istmo, Panamá y Veraguas. Por otro lado, esas Asambleas no
jugaron ningún papel relevante en la independencia, el cual sí tuvieron los
ayuntamientos o cabildos.
Las causas reales del Grito de La Villa de 1810
La motivación concreta de los pueblos del interior para sublevarse
no fue la “libertad” o la “patria” en abstracto, como suele decir la historia
oficial, sino el disgusto del campesinado por la leva y avituallamiento forzoso
del ejército realista ordenado por el capitán general Juan de la Cruz Mourgeon
en sus preparativos para zarpar hacia Sudamérica, para combatir a los
independentistas en Quito, en los últimos meses de 1821.
Dice Nicolau: “… el Capitán General se dedicó a poner en juego
toda la habilidad imaginable en los preparativos de su expedición; reclutó
milicianos; exigió contribuciones de guerra onerosísimas entre aquellos que no
podían tomar las armas, y gravó con grandes impuestos a los comerciantes;
recurrió a los tesoros sagrados de las iglesias, y mandó expediciones a los
pueblos del interior con el fin de acaparar todos los recursos que estuvieran
al alcance de la mano o no.
En los pueblos se realizaron hazañas de verdadero saqueo, pues las
tropas entraban a las casas, ponían presos a los dueños, y se llevaban lo que
encontraran en ellas”
(Pág. 6).
Ahí en ese párrafo está la causa real, material, concreta, que
explica por qué en 1821 la sublevación popular en favor de la independencia de
España empezó en las regiones campesinas y por qué La Villa de Los Santos se
puso a la cabeza del movimiento. La gente se cansó de esos abusos.
Más adelante agrega Nicolau: “La contribución forzosa impuesta
por Murgeon (errata en el texto, es Mourgeon) en la ciudad Capital, así como la
irreverente disposición de apropiarse de los bienes de la Iglesia para el
sostenimiento de su expedición, no sólo se hizo sentir, de manera abrumadora,
en ese sitio, sino que tornó la vida difícil en el resto del Istmo,
principalmente en ciertos lugares como La Villa de Los Santos, Natá, Penonomé,
Santiago, Pesé, Ocú, Parita, Alanje y otros, en donde los soldados españoles
atropellaban a hombres y mujeres, ancianos y niños, llenaron las cárceles de
personas inocentes con el fin de amedrentarlos y extraer de sus haberes la
contribución de guerra que arbitrariamente se les había impuesto. Tales
desafueros impulsaron a los nativos a recurrir a la formalidad de la protesta
airada y luego a la acción colectiva del levantamiento armado, lo cual
verificaron en algunas partes, como ocurrió en Alanje, Las Tablas, La Villa,
etc., pero con tan mala suerte que sus esfuerzos se estrellaban contra la
superioridad de la fuerza militar que los subyugaba. Las autoridades bien
pronto reducían a la impotencia a los exaltados, porque carecía de armas y de
medios para proveérselas” (Págs. 25-26).
Los actores de la independencia en el Istmo
La independencia en el Istmo tuvo dos personajes decisivos: el
natariego Francisco Gómez Miró y el santeño Segundo Villarreal.
Gómez Miró es la mente lúcida e ilustrada que entiende a cabalidad
el momento político, pues está informado del proceso independentista en toda la
región, es el que con su verbo revolucionario inspira a sus coterráneos
interioranos a actuar, y viaja de Natá a La Villa incendiando los ánimos. El
historiador Ernesto J. Nicolau señala que Francisco Gómez Miró redactó una
proclama que hizo circular antes del 10 de Noviembre por todo el interior
promoviendo la causa de la independencia y la adhesión al proyecto encabezado
por El Libertador. Lamentablemente no se conoce el contenido de dicho documento.
Segundo Villarreal es el caudillo militar, que despertaba la
confianza suficiente para que la gente acudiera en masa a organizarse en los
batallones de voluntarios que debían enfrentar a los realistas españoles y de
la ciudad de Panamá. Villarreal desencadena la acción armando un pequeño
batallón que atacó exitosamente el cuartel de La Villa y luego la cárcel, de la
que liberaron los presos. Sobre estos hechos consumados Segundo Villarreal
exige al alcalde Julián Chávez la convocatoria de un cabildo abierto, al cual
rodean y entra con las tropas del batallón y la masa del pueblo, pese a que
formalmente él no pertenecía al ayuntamiento.
El cabildo del 10 de Noviembre de 1821 que proclamó la
independencia nombró a Segundo Villarreal con el grado de coronel con los
poderes para organizar los batallones que defendieran la decisión tomada. La
obra de Nicolau lista los nombres de todos los voluntarios que acudieron al
llamado de Villarreal para conformar los batallones de milicias: más de 100 en
La Villa, Las Tablas 206, Pocrí 103, Pesé y Las Minas 101, Parita 106 y Ocú con
103. Un verdadero ejército, aunque con pocas armas.
La primera reunión del ayuntamiento de La Villa, reunida el 11 de
noviembre, decidió mediante otra acta nombrar a Segundo Villarreal “Gobernador
Político y Militar del Partido”. Partido es la denominación equivalente a
distrito.
En Natá llegaron pronto las noticias de los acontecimientos de La
Villa y pueblos aledaños, y en seguida Gómez Miró se puso al frente, logrando
el 15 de Noviembre la proclama de independencia en Natá y la conformación de un
gobierno provisional local. Logrado esto, inmediatamente se dirigió a La Villa
para coordinar, a donde llegó el 17 de noviembre.
A La Villa acudieron también los emisarios enviados desde Panamá
por José de Fábrega, los tenientes coroneles José M. Chiari y José de la Cruz
Pérez, con las instrucciones de revertir los acontecimientos no con un “espíritu
violento”, sino con un “razonamiento benévolo para inducir a los
rebeldes al abandono de sus deseos de independencia”. Se enviaron a dos
militares para que “por su respetabilidad inspirasen obediencia” (Pág.
49).
El 20 de noviembre se realizó un cabildo abierto en La Villa para
escuchar a los emisarios de Panamá. Estaban en la sala con derecho a voz y voto
Segundo Villarreal y Francisco Gómez Miró. Afuera el pueblo llenaba la plaza y
los alrededores. Hablaron los emisarios militares expresando “la confianza
de que, apartándose como lo esperaban, de las malas influencias de algunos
espíritus intransigentes y revoltosos, volviesen todos a la subordinación del
régimen español que los reclamaba y que prestasen juramento de fidelidad al Rey
y a la Constitución españoles, a cambio de un perdón general…. A las palabras de los Comisionados siguió un
momento de expectativa y ansiedad. Era la autoridad real que hablaba… y ante
este hecho de trascendental importancia, la concurrencia quedó sin orientación,
atónita, anonadada” (Pág. 51).
En este trance decisivo, tomó la palabra Francisco Gómez Miró, con
“una voz varonil, llena de entusiasmo, plena de energías y con la arrogancia
del que nada teme en la vida, se hace oír fulminante; niega toda obediencia al
Rey, y a nombre de sus colegas y en nombre de su pueblo, confirma la valiente y
heroica resolución de los natariegos: “PERDER HASTA LA ÚLTIMA GOTA DE SANGRE DE
SUS VENAS” antes de abandonar sus ideales independentistas” (Pág. 52).
Más aún, en nombre de Natá y Penonomé ofrece poner en armas 4,000
hombres “para atacar, sin pérdida de tiempo, al Gobierno de Panamá, si
dentro de un tiempo prudencial no se sometía a la demanda de adhesión
republicana que ya se le había hecho…”. Y lanzó la misma amenaza contra la
provincia de Veraguas, bastión de los latifundistas como Fábrega y del
conservadurismo monárquico y católico (Pág. 53).
Nicolau describe cómo, lo que era duda e indecisión momentos
antes, ante las palabras de Gómez Miró se transforma en ardoroso entusiasmo de
la multitud que grita vivas a los libertadores, a Bolívar, a Santander, a
Villarreal, a Gómez Miró, a la Gran Colombia (errata, pues el nombre era
Colombia a secas) (Pág. 53). Gómez Miró continúa el discurso argumentando sobre
los males de la opresión monárquica y los beneficios de la libertad
republicana.
La suerte estaba echada y la multitud saca en hombros al orador
gritando consignas. Los emisarios militares de Panamá toman nota y se retiran
discretamente. La voluntad de marchar a una república independiente (Colombia)
estaba ratificada por el pueblo santeño en masa el 20 de Noviembre de 1821. Si
Panamá y Veraguas no se sumaban a este proceso lo que seguía era la guerra
civil.
La labor revolucionaria de Francisco Gómez Miró prosiguió con su
retorno a Natá a donde llega el 21 de noviembre e informa en un cabildo abierto
lo sucedido en La Villa y la alianza defensiva entre ese municipio y los
natariegos. Conforma un gobierno local y organiza las milicias, las cuales
marchan por las calles de Natá el 25 de noviembre, cuando un nuevo cabildo
ratifica la adhesión a la independencia y lo nombra Comandante de Batallón.
Todo ese día, que era domingo, el pueblo celebró el acontecimiento.
Gómez Miró también tuvo una actitud decidida que volcó en
consolidar la independencia en lo que hoy llamamos el “interior”, que fue el ultimátum
contra el cabildo conservador de Santiago de Veraguas. Recordemos que Santiago
era el bastión del latifundismo, monárquico y católico del que José de Fábrega
había sido su gobernador por varios años. La Villa había dado un plazo de mes y
medio a los santiagueños para sumarse a la independencia o ser atacados, pero
Gómez Miró, desde Natá redujo el plazo a 3 días, argumentando que demasiado
tiempo les daría a los conservadores de Santiago oportunidad de unirse a los
realistas de Panamá.
Los conservadores de Santiago habían dirigido una carta al
gobierno de Fábrega en Panamá pidiéndole protección frente a los acontecimientos
que se estaban suscitando. Esta misiva fue redactada por la señora Bartola
García de Paredes que pertenecía a las familias prominentes de la provincia.
Pero las fuerzas revolucionarias de Natá interceptaron la carta, lo que sirvió
a Gómez Miró para usarla de advertencia a los enviados de Santiago a Natá
(Agustín García Romero y Calixto López) y darles el ultimátum para que
se sumaran a la independencia (Pág. 84).
Ayudó en estas circunstancias que el cabildo de San Francisco de
La Montaña, cercano a Santiago proclamó la independencia. Santiago proclamó la
suya recién el 1 de diciembre, no queda claro si ya estaban informados de la
decisión tomada el 28 de Noviembre en Panamá o si fueron forzados por los
acontecimientos del interior.
Las actas adhieren a la República de Colombia
Contrario al mito muy extendido en Panamá de que los istmeños en
ese momento pudieron considerar la constitución de un estado-nación propio y
que adhirieron a Colombia después de mucho reflexionar, de manera “voluntaria”;
las actas de La Villa y de Panamá se suman a la República de Colombia de manera
directa y sin titubeos, e invocan la protección de El Libertador. Lo cual era
lógico, pues el Istmo pertenecía, desde el siglo XVIII, al otrora virreinato de
La Nueva Granada, en ese momento transformado en República de Colombia por obra
de los ejércitos libertadores.
El Acta de Independencia de La Villa dice que, después de haber
considerado todos los abusos que se han descrito al inicio de este artículo: “Que
por todo ello, deseosos de vivir bajo el sistema Republicano, que sigue todo
Colombia, anhelaba el mismo pueblo que esta Villa jurase la Independencia del
Gobierno español… vistas todas las reflexiones que se hicieron …, se procediese
al Juramento de Independencia, como en efecto se hizo, ..., cuyo acto se
celebró con plausible gozo y una indecible conmoción del espíritu de cada uno
del pueblo, quien aclamó se titulase esta VILLA LIBRE CIUDAD con consideración
a ser la primera en todo el Istmo, que había tenido la felicidad de proclamarse
libre e independiente bajo el auspicio y garantía de Colombia … ” (Pág. 29
y 30).
Contrario al supuesto protagonismo que la historia oficial da a
José de Fábrega en la independencia de 1821, hay que destacar la desconfianza
que él inspiraba a los habitantes de La Villa de esa época. El Acta del 10 de
Noviembre muestra el temor de la esperada reacción contraria a la proclama, por
parte de Fábrega, y así se expresa también en la carta que ellos envían al
Libertador, informando de la proclama de independencia y “solicitan protección
militar”.
Sobre esta misiva de los santeños al Libertador, que
lastimosamente Nicolau no transcribe de modo literal y tampoco dice quien la
llevó (Págs. 33 y 34), es curioso que la misma llegó a Bogotá, pero el
vicepresidente Santander, no la entrega inmediatamente a Bolívar (que estaba
combatiendo en el sur), sino que la guarda para analizar la situación y luego
la remite junto con la de Fábrega posterior al 28 de Noviembre (esta sí la
reproduce Nicolau completa en las páginas 81 a 83). Siendo esta última la que
responde El Libertador en una muy conocida misiva.
No nos detendremos en los acontecimientos en la ciudad de Panamá,
conocidos gracias a la obra de Mariano Arosemena
Sin embargo, el acta es clara, lo “espontáneo” es la proclamación
de la independencia, no la unión a Colombia a la que dice que las provincias
del Istmo “pertenecen”.
“1º. Panamá espontáneamente y conforme al voto general de los
pueblos de su comprensión, se declara libre e independiente del Español.
2º. El territorio de las Provincias del Istmo pertenece al
estado Republicano de Colombia, a cuyo Congreso irá a representar oportunamente
su Diputado” (Pág. 70).
El libro de Nicolau recoge el debate producido en el cabildo de
Panamá el 28 de Noviembre respecto al futuro del Istmo. Hubo todo tipo de
especulaciones: respecto a si debían unirse a Ecuador o Perú (regiones donde la
independencia no estaba consolidada); o si convertirse en país “anseático” bajo
“protección” (coloniaje) de otra potencia (que sólo podía ser Inglaterra);
incluso unirse al imperio mexicano de Iturbide; hasta llegar al reconocimiento
de la incapacidad de ser una república independiente; para terminar aceptando
la propuesta de José Vallarino Jiménez, “ferviente colombianista”, de ser parte
de la República de Colombia (Págs. 68.69).
Nicolau cita una frase, cuya fuente no esclarece, según la cual
Vallarino dijo literalmente que el Istmo se declara libre e independiente del
dominio español, y “se anexa voluntariamente a la Gran Colombia” (sic,
pág. 69). Al no estar claro la fuente de donde proviene la cita, sumado a la
errata de hablar de “Gran Colombia”, siendo que este concepto solo nacería
mucho después, diera la impresión de que es una frase construida con
posterioridad a 1821, por lo cual debe ser puesta en duda. Lo cierto y verificable
es que esa frase no está en el Acta del 28 de Noviembre de 1821. Por el
contrario, el Acta dice literalmente lo que ya citamos: “El territorio de
las Provincias del Istmo pertenece al
estado Republicano de Colombia”.
¿Y Rufina Alfaro?
Es notable el hecho de que, en la profusión de documentos citados
por Ernesto J. Nicolau, no existe ninguna alusión a la participación de Rufina
Alfaro en los acontecimientos del 10 de Noviembre de 1821 en La Villa de Los
Santos. También es evidente que, entre todos los nombres que se citan, en los
batallones de Villarreal y en la composición de los cabildos, no se mencionan
mujeres. Salvo el caso citado de la señora Bartola García de Paredes, de
Santiago y su carta interceptada por Gómez Miró. Cabe reflexionar: ¿Rufina
Alfaro no aparece porque, como era costumbre en la época, las mujeres estaban
excluidas de la vida pública y política? ¿Los historiadores mantuvieron un
criterio patriarcal y misógino anulando toda referencia a ella?
Investigadoras como
Natividad Gutiérrez, sostienen la hipótesis de que la actuación de las mujeres
en la Independencia, estuvo estrechamente relacionada con las de sus familias,
en especial de sus cónyuges, y del grupo social al que pertenecían
Sin embargo, la historia de la independencia sí ha recogido la
participación de muchas mujeres. Por citar a algunas: desde Josefa Ortiz de
Domínguez y Leona Vicario, en México; Juana Azurduy de Padilla, en Bolivia;
Concepción Mariño en Venezuela; Policarpa Salavatierra en Nueva Granada;
Manuela Sáenz en el Ecuador; etc.
Tocará a historiadores e historiadoras del siglo XXI procurar
establecer los nombres y la participación de las mujeres istmeñas en los hechos
de la Independencia, separando la historia mítica de Rufina Alfaro para
rescatar la verdad de los hechos.
El historiador coclesano, José Aparicio Bernal
Como dice Aparicio
Bernal: “Nosotros, consideramos que las fuentes orales son importantes para
dilucidar un hecho histórico, pero se debe tener mucho cuidado con el tiempo.
Si el Grito santeño se dio el 10 de Noviembre de 1821 y el artículo de
Castillero nace en 1948, fueron 127 largos años. De plano, tuvo que sufrir
modificaciones en tan largo periodo de tiempo, si es que la información fue
correcta”.
La explicación lógica de que un historiador, como Castillero
Reyes, haga un tratamiento mítico a un personaje de no probada existencia real,
como Rufina Alfaro, es que a mitad del siglo XX la intelectualidad panameña se
encontraba construyendo el concepto de “nación romántica”, al decir, de Luis
Pulido Ritter, tratando de buscar en un pasado reescrito a conveniencia la
justificación de un estado nacional nacido con el estigma de la intervención de
Estados Unidos de América en 1903. Así pasó con Anayansi, un personaje
literario que muchos pretenden darle una vida real
En el único lugar del libro de Ernesto J. Nicolau que se cita a
Rufina Alfaro es en el prólogo de 2021, del sociólogo Milciades Pinzón
Rodríguez, quien cuela a la “mítica Rufina Alfaro” junto a nombres de
personajes históricos de La Villa, sabiendo muy bien el prologuista que el
libro que presenta no se refiere en absoluto a ese personaje.
Dos últimas reflexiones: tal vez éxito del mito de Rufina Alfaro
se debe a que llena el vacío dejado por la falta de referencia a mujeres reales
que jugaron un papel relevante en la Independencia en el Istmo; por otro lado,
insistir en este mito ha sido utilizado por la historia oficial para opacar el
grandioso papel jugado por personas como Segundo Villarreal y Francisco Gómez
Miró.
En lo personal me parece más grandioso y revolucionario el
discurso de Francisco Gómez Miró en La Villa el 20 de Noviembre, que los
supuestos devaneos de una supuesta guapa chica que enamoró a un supuesto
oficial español para ayudar a la Independencia, disquisiciones morbosas en las
que la grandeza del hecho histórico es rebajado a bochinche.
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Penonomé. Obtenido de 24 Noticias VIP: https://www.noticiasvip24.com/corrigen-titulo-del-monumento-al-bicentenario-en-penonome/