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Preparación de una nueva guerra


Por: Thierry Meyssan

La llegada a Libia de nuevo armamento y de nuevos combatientes es el preludio de una ‎nueva guerra contra la población. En realidad, la paz nunca regresó a Libia desde ‎la agresión de la OTAN contra la Yamahiriya, desatada en aplicación de la estrategia ‎estadounidense de guerra sin fin. Al pasar a una nueva etapa, los protagonistas del ‎actual enfrentamiento no resolverán nada, sólo extenderán la zona de conflicto.‎

Todos coinciden en reconocer que la dramática situación de Libia y del Sahel es consecuencia de ‎la intervención ilegal de la OTAN, desatada en 2011. Sin embargo, pocos han estudiado aquel ‎periodo tratando de entender cómo se llegó a la situación de hoy. A falta de reflexión sobre la ‎cuestión, una nueva catástrofe está hoy a punto de producirse. ‎

Es importante conservar en mente varios hechos que los medios de difusión se obstinan en ‎querer olvidar:

+ La Yamahiriya Árabe Libia, nacida de un golpe de Estado que registró muy poco ‎derramamiento de sangre, no fue la llegada al poder de un dictador loco sino un acto de ‎liberación nacional ante el imperialismo británico. Fue también la expresión de una voluntad de ‎modernización que se tradujo en la abolición de la esclavitud y en un intento de reconciliación ‎entre las poblaciones árabes y las poblaciones negras de África.

+ La sociedad libia está organizada en tribus, lo cual hace imposible –al menos en la situación ‎actual– instaurar allí una verdadera democracia. Muammar el-Kadhafi había organizado la ‎Yamahiriya Árabe Libia según el modelo de las comunidades imaginadas por los socialistas ‎utópicos franceses del siglo XIX, lo cual equivalía a crear una vida democrática a nivel local, ‎sin que esta se extendiese al nivel nacional. La Yamahiriya fue derrocada precisamente por ‎carecer de una política de alianzas, lo cual le impidió defenderse.

+ La coalición que atacó Libia se hallaba bajo la dirección de Estados Unidos, país que durante todo ‎el conflicto ocultó a sus propios aliados el fin que realmente perseguía, para ponerlos ‎finalmente ante los hechos consumados, conforme a la política definida como leading ‎from behind, o sea «dirigir desde atrás». Después de haber clamado durante meses que ‎la OTAN no intervendría en Libia, fue finalmente ese bloque militar quien dirigió las operaciones. ‎Washington nunca trató de instalar en Libia un gobierno bajo control estadounidense, lo que ‎hizo fue propiciar el ascenso de fuerzas rivales entre sí para impedir el regreso a la paz entre ‎los libios, en aplicación de la doctrina Rumsfeld/Cebrowski [1].‎

+ En Libia no hubo una revolución popular contra la Yamahiriya sino una agresión de fuerzas ‎terrestres de al-Qaeda, un regreso manipulado a la división de antaño entre las regiones de ‎Cirenaica y Tripolitania y la intervención militar externa bajo la coordinación garantizada por ‎la OTAN –con países miembros de la OTAN garantizando los ataques aéreos mientras que la tribu de los ‎misrata y las fuerzas especiales qataríes se encargaban de realizar las operaciones terrestres. ‎

A partir de aquel momento, la rivalidad entre el gobierno instaurado en Trípoli y el gobierno ‎de Bengazi hizo retroceder el país a la época anterior a 1951, cuando Libia se dividía en dos Estados separados –Tripolitania y Cirenaica–, rivalidad reinstaurada o despertada durante la ‎agresión de la OTAN. Pero en este momento, en vez reaccionar respaldando a uno u otro bando ‎contra el otro, la única posibilidad sensata de restablecer la paz sería tratar de unirlos contra a ‎los enemigos del país. ‎

Actualmente, el gobierno establecido en Trípoli cuenta con el respaldo de la ONU, Turquía ‎y Qatar, mientras que el gobierno de Bengazi tiene el apoyo de Egipto, Emiratos Árabes Unidos, ‎Francia y Rusia. Fiel a su estrategia de siempre, Estados Unidos es el único país que apoya ‎simultáneamente a los dos bandos, para que sigan matándose indefinidamente. ‎
En Ankara, el parlamento turco adoptó este 2 de enero una resolución que autoriza la intervención ‎militar turca en Libia, lo cual puede interpretarse de 3 maneras que se complementan entre sí:
 
* Turquía apoya a la Hermandad Musulmana, instalada en el poder en Trípoli, lo cual explica ‎simultáneamente el apoyo de Qatar –favorable a la cofradía– a ese gobierno y la oposición ‎de Egipto, de Emiratos Árabes Unidos y de Arabia Saudita.

* Turquía desarrolla sus ambiciones regionales apoyándose en los descendientes de los antiguos ‎soldados otomanos que pueblan Misurata, lo cual explica el apoyo de Ankara al gobierno de ‎Trípoli, la capital libia, cuyo control se halla desde 2011 precisamente en manos de la tribu de ‎los misrata.

* Turquía utiliza en Libia a los yihadistas que ya no puede seguir protegiendo en Idlib (Siria), de ‎donde está evacuándolos y trasladándolos a Libia, concretamente a la región de Tripolitania, para ‎lanzarlos al asalto de Bengazi. ‎

A la luz del derecho internacional, la intervención turca es legal ya que se basa en un pedido del ‎gobierno de Trípoli, legalizado por el acuerdo firmado en Skhirat (Marruecos), el 17 de diciembre ‎de 2015, y por la resolución 2259 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada el 23 de ‎diciembre de 2015. Sin embargo, todas las demás intervenciones exteriores son ilegales… ‎a pesar de que el gobierno de Trípoli se compone de la Hermandad Musulmana, al-Qaeda y el ‎Emirato Islámico (Daesh). Dicho claramente, estamos viendo en Libia una inversión de los ‎papeles, con los fanáticos yihadistas en el oeste del país –y respaldados por la ONU– mientras que ‎quienes luchan contra ellos, desde el este de Libia, se hallan en la ilegalidad. ‎

Por el momento, sólo hay algunos soldados turcos del lado del gobierno de Trípoli, pero hay ‎soldados egipcios, emiratíes, franceses y rusos junto al de Bengazi. El anuncio del envío oficial de ‎algunos soldados turcos más, no modificará mucho ese equilibrio pero sí lo hará el traslado ‎a Libia de yihadistas exfiltrados de Siria, movimiento que puede llegar a ser del orden de cientos ‎de miles de individuos, llegando eventualmente a invertir la correlación de fuerzas. ‎

No es inútil volver a recordar, contrariamente a lo que se afirma en la “historia oficial”, que ‎Occidente pretende imponer, que el llamado «Ejército Sirio Libre» no se inició –al principio de la ‎agresión externa contra Siria– con desertores sirios, sino que se creó con yihadistas libios de al-‎Qaeda. Era por lo tanto previsible que esos yihadistas regresaran a su país de origen. ‎

Las milicias sirias turcomanas y los yihadistas de la Legión del Levante (Faylaq al-Sham), lo cual ‎representa unos 5,000 individuos, ya están siendo trasladados a Libia. Si se mantiene esta ‎‎“migración” de yihadistas a través de Túnez, la llegada de refuerzos para el gobierno de Al-Sarraj ‎podría durar años, hasta que termine la liberación total de la gobernación siria de Idlib. Por supuesto, esto ‎sería excelente para Siria, pero significaría una catástrofe para Libia y para el Sahel en general. ‎

Libia se vería entonces en la misma situación que enfrentó Siria: con los yihadistas respaldados ‎por Turquía arremetiendo contra las poblaciones locales respaldadas por Rusia –dos potencias ‎que ponen extremo cuidado en no enfrentarse directamente, siendo Turquía miembro de ‎la OTAN. ‎

Al instalarse en Trípoli, Turquía pasa a controlar el segundo gran flujo de migrantes hacia los países ‎de la Unión Europea. Eso pone a Ankara en condiciones de recrudecer el chantaje que ya ejerce ‎sobre la Unión Europea gracias al actual flujo de migrantes a través del territorio turco. ‎

Debido a la ausencia de fronteras físicas, los ejércitos yihadistas circularán libremente por ‎el desierto, desde Libia, por todo el conjunto del Sahel, lo cual hará a los países del G5-Sahel ‎‎(Mauritania, Mali, Burkina Fasso, Níger y Chad), todavía más dependientes de las fuerzas ‎antiterroristas francesas y del AfriCom estadounidense. Los yihadistas amenazarán Argelia pero ‎no Túnez, país que ya está en manos de la Hermandad Musulmana y que controla el tránsito de ‎yihadistas por la isla de Yerba (también llamada Jerba). ‎

Las poblaciones sunnitas del Sahel serán entonces objeto de una “purificación” y los cristianos de ‎esa región serán expulsados de allí, como antes fueron expulsados los cristianos del Oriente. ‎

Llegará un momento en que los ejércitos yihadistas cruzarán el Mediterráneo –no olvidemos que ‎las islas italianas, principalmente Lampedusa y Malta, están a 500 millas náuticas. La ‎Cuarta Flota estadounidense intervendrá inmediatamente para rechazar a los yihadistas, ‎en virtud de los Tratados del Atlántico Norte y de Maastricht, pero el caos se extenderá ‎inevitablemente a los países de Europa occidental. Será entonces cuando, por fin, los europeos ‎entenderán el gravísimo error que cometieron al embarcarse en el derrocamiento de la Yamahiriya ‎Árabe Libia. ‎

Ecuador: Balance del paro nacional


Por: Gloria Muñoz Ramírez
www.ojarasca/jornada.unam.mx / Nº 273 / enero 2020

Quito, Ecuador. En octubre de 2019 Ecuador vivió un levantamiento popular con el involucramiento de todos los sectores sociales del país. La participación de los pueblos indígenas definió la derogación del decreto 833 con el que el gobierno de Lenín Moreno pretendía eliminar el subsidio a los combustibles, haciendo así imposible la vida.

La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) fue clave durante los 13 días del Paro Nacional en el que el Estado reprimió las movilizaciones, dejando un saldo de 11 muertos y cientos de heridos y detenidos. Jaime Vargas Vargas, presidente de la Conaie desde 2017, fue uno de los dirigentes de la protesta emblemática. De origen amazónico, Vargas hace una valoración del levantamiento indígena y popular, repasa lo que significó para los pueblos la llegada de los presidentes Rafael Correa y Lenín Moreno “de supuesta izquierda”, y habla de los planes electorales de la Conaie, que no se descarta para la contienda presidencial.

–¿Cuál es la valoración que hace la Conaie del proceso del paro nacional y levantamiento indígena de octubre?

–El levantamiento de octubre fue diez veces más grande que el primer levantamiento de 1990. Hemos posicionado la fuerza política, ideológica y de resistencia. En estos últimos 12 años, los pueblos y nacionalidades hemos estado viviendo un momento muy crítico, de atropello a nuestros derechos humanos, despojos de nuestros territorios, invasiones de las transnacionales, pero hemos resistido desde nuestras bases. Durante estos 12 años hemos estado llenos de persecución política. Muchos líderes fuimos declarados terroristas, secuestradores, subversivos, guerrilleros, de todo nos han calificado. Pero ésa es nuestra dinámica de seguir luchando.

–¿En qué momento político y organizativo se encuentra la Conaie?

–En este momento, luego del paro nacional, la Conaie se posicionó como una de las organizaciones más fuertes en el Ecuador y en toda América Latina, porque hemos despertado a todos los pueblos en América. La Conaie es una organización nacional que ha hecho escuchar su voz y se ha hecho respetar. En anteriores movilizaciones la Conaie sacaba a su gente, hacía una marcha y a veces teníamos que paralizar, pero la gente de la ciudad nunca salía o nos decían que éramos indios y que nos regresáramos a la selva, que éramos vagos, que solamente éramos ‘atrasapueblos’ que veníamos a ensuciar las ciudades. Pero esta vez no. Tuvimos otra plataforma, otra forma de pensar, con la interculturalidad del pueblo ecuatoriano. Era no pensar en mí, sino en que mi lucha debía ser para la sociedad, para un pueblo organizado.

Se derogó el decreto 883 impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y eso quiere decir que se luchó para el pueblo ecuatoriano, para los 16 millones de ecuatorianos. Sólo 1 por ciento, los banqueros y los que se creen dueños de la patria, dijo que los indígenas no los representamos. Nosotros dijimos que claro que nunca los vamos a representar, así como ellos tampoco nunca nos van a representar a nosotros. La Conaie representa a las 15 nacionalidades y 18 pueblos, a las organizaciones sociales. Y eso es lo que hemos hecho. Cuando estaba Correa nos decían que la patria era de todos, ¿pero qué patria es de todos? La que está llena de corrupción, de odio, de discriminación, de racismo, de desigualdades, de injusticia social, de asesinatos e inseguridad nacional.

–¿Cómo vivieron ustedes el proceso de su lucha en el gobierno de Rafael Correa y el discurso progresista?

–En tiempos del expresidente Correa el movimiento indígena vivió un momento muy crítico porque dividió a las organizaciones, a los pueblos y nacionalidades. Había un grupo que defendía al correísmo y había otros que defendían a su pueblo. En la Amazonía tenemos a la organización histórica de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae) y ahí había dos presidentes de la misma organización. Uno avalado por el correísmo y otro por el gobierno tradicional. Unos gritaban por el correísmo, otros por su libertad, por el territorio. Eso es lo que vivimos.

–Y con los megaproyectos en los territorios indígenas, ¿qué pasó?

–Hubo gente que decía sí al correísmo e iba a favor de las transnacionales. Entonces había una pelea entre nosotros, había amenazas en nuestras comunidades. Había quienes defendían la minería, el petróleo, la consulta, el convenio. Eso ha pasado en todo el mundo y por eso han desaparecido pueblos indígenas, por los intereses económicos. Los gobiernos neoliberales tienen que asesinar, tienen que matar al pueblo para acabar con él y quedarse con sus territorios para sacar los recursos que necesitan.

¿En Bolivia a quién están matando? ¿A un banquero? ¿A un empresario? ¿A una derecha? Asesinan a los indígenas, y eso es lo que nos indigna a nosotros. En Chile están matando al pueblo mapuche, en Colombia al pueblo nasa, al pueblo indígena, al campesino, al que lucha por defender su territorio y su derecho. En México han matado al campesino, en Brasil a los pueblos indígenas. Los grandes empresarios quieren acabar con todo. En Perú acabaron con el movimiento indígena, con los hermanos awajún, aquí han asesinado a los shuar, achuar, kichwa.

–¿Qué es lo que pasa cuando presidentes como Rafael Correa o Lenín Moreno se presentan como progresistas o de izquierda y promueven proyectos extractivistas?
–Rafael Correa y Lenín Moreno decían que eran de la izquierda progresista y ahora están con la derecha, en vez de entregarse al pueblo. Por eso es importante la oposición. Mucha gente del gobierno piensa que la oposición es un enemigo y tiene que pelear contra ella. Escuché un discurso medio favorable del nuevo presidente de Argentina que decía que la oposición que perdió no será su enemigo, sino una persona que le permita avanzar. A ver si lo cumple.

La oposición te permite mejorar tu pensamiento y tu estrategia de gobierno. Se trata de conversar y asegurar que no vas a aceptar sus intereses personales, pero sí los colectivos que generen desarrollos para el país. Aquí en el Ecuador se explota desde hace más de 40 años, pero nuestras comunidades siguen viviendo en la miseria. Por eso decimos que no somos pobres, sino que nos hicieron pobres. Trajeron la pobreza a nuestros territorios, que son ricos. La gente pobre-pobre vive en las ciudades llenas de criminales, prostitución, alcoholismo, drogadicción, corrupción. No tienen ni ríos dónde bañarse.

El sumak kawsay del que hablamos en la Constitución es vivir en nuestro mundo, que si te enfermas encuentras la farmacia en la selva, donde el mercado es libre porque un niño puede tomar un anzuelo, coger un pescado y cocinar.

–¿Cuál es la situación en Ecuador respecto a las consultas sobre proyectos en territorios indígenas?

–Aquí está el derecho a la consulta previa, libre e informada, pero no hay una herramienta o mecanismo que garantice este proceso, porque no es vinculante. He estado reunido con todos los pueblos de América Latina y tenemos la misma situación y la misma problemática de invasiones, de asesinatos, de criminalización, de despojo y consultas. Cuando hablamos de consulta no sólo está enfocado al tema del extractivismo, sino también a la construcción de vías y de grandes proyectos.

En el Ecuador el derecho a una consulta no garantiza nada, porque preguntan y dices que sí o que no, pero ellos en el gobierno toman las decisiones y aplican la ley. Ese es uno de los problemas. En las consultas llegan y te dicen, “miren compañeros indígenas, ustedes no tienen agua potable, sus hijos no tienen becas, pero habrá bonos solidarios, bonos de vivienda, becas y cada dirigente ganará dos mil dólares”. ¿Eso es consulta o es engaño? La gente acepta, pero no les dan ni proyecto ni los dos mil, solamente trago, pan, coca cola. Eso pasó en Ecuador durante estos años, son las estrategias para engañar a los pueblos indígenas desde el Estado y las transnacionales.

–¿Cómo fue el diálogo de la Conaie con el gobierno durante el paro y qué proceso siguió? ¿Qué pasó con el Parlamento de los pueblos?

–Nunca hubo diálogo ni negociación. Lo único que hicimos fue decirle al gobierno que ese decreto no lo aceptaba el pueblo ecuatoriano, porque se afectaba todo y se decretó sin consulta. De ahí el levantamiento. Se instaló la mesa técnica no para dialogar, sino para debatir, que es otra cosa. Dijimos que no discutiéramos sólo el subsidio, sino también la política económica del país. Le dije al ministro de Economía, Richard Martínez, que necesitábamos que trajera todos los contratos petroleros para revisarlos y saber cómo estaban funcionando las empresas públicas, bajo qué términos llegaron los acuerdos con el FMI, qué busca el Fondo, dijimos que queremos discutir también el tema de la deuda externa con China. Nos dijo que eso lo podíamos discutir después. En este contexto la Conaie convocó y abrió el abanico para que llegaran todos los sectores sociales e instaló el Parlamento de los pueblos, nacionalidades y organizaciones sociales, con casi 200 organizaciones del país con las que discutimos la parte económica, política y social-ambiental. Debemos discutir qué vamos a hacer. Hablar sobre el extractivismo, sobre las inversiones internacionales. Definimos una propuesta del pueblo ecuatoriano y el gobierno debe cumplirla. No debe ser una propuesta del indígena, no de un sector, sino del pueblo ecuatoriano. Y así estamos, eso estamos construyendo en este momento. Eso es lo que habla el parlamento de pueblos, nacionalidades y organizaciones. Están los estudiantes, los académicos, nuestros científicos, todos.

–¿Cuál es la postura electoral de la Conaie?

–Estamos pensando en una posición electoral. No puedo decir nada oficialmente, pero ese es el camino. Cuando te proyectas a ese nivel tienes que empezar desde abajo, y para eso tenemos que construir una plataforma de unidad, de acuerdos, de todo. No sería impensable un candidato de la Conaie para la presidencia. Cuando salgo, la gente a veces me saluda llamándome el próximo presidente de la República, lo mismo le sucede a Leonidas Iza. Lo dice el pueblo.

–Un presidente indígena parece que no es garantía de nada...

–El presidente puede llegar a ser indígena, puede ser cholo, puede ser afro, puede ser hombre o mujer, un campesino, una maestra, un abogado, pero que sea presidente del pueblo. Ser indígena no garantiza exactamente ser bueno, es cierto.

–Hay ejemplo ya en otros países...

–Bueno, no puedo hablar de Bolivia, pero están ahí las cosas. Puede ser un indígena que sea más derechista que cualquiera, pero todo depende de cómo actúen.

–¿Y tampoco se garantiza el plurinacionalismo?
–Ser indígena tampoco garantizaría el plurinacionalismo, eso se debe construir entendiéndonos, participando, debatiendo. El gobierno no puede construir solito un Estado plurinacional. Sin indígenas, no se puede construir, sin mestizos tampoco. Si el policía se pone una whipala ya dicen que es plurinacional, pero eso no es. El Estado plurinacional es garantizar derechos, tomar decisiones, hablar de libertades, de autonomía, de verdadera justicia social donde la gente viva feliz. Pero para llegar a eso hay que hacer un trabajo duro y complicado.

–Pero a la derecha no le va a gustar…

–Nuestros militares y policías se han hecho robocops, pero esperemos que no se transformen en Power Rangers. Nosotros los pueblos y las nacionalidades estamos también organizados, estamos viviendo en nuestros territorios. No estamos armados, estamos decididos a defender el territorio, la patria, la soberanía nacional, a hablar de derechos humanos, de libertades. El Estado invierte casi dos mil millones de dólares anuales para sostener a la policía y las fuerzas armadas.

¿Qué beneficio sacamos? El Estado tiene miedo. ¿Por qué están armándose? ¿Es guerra con quién? Con el pueblo. Así no se construye ni se hace un buen gobierno, eso no significa ser un gobierno de todos. Habrá que dialogar y reclamar nuestros derechos, pero parados. Yo no tengo miedo al gobierno, pero sí algo puedo temer a la derecha, porque son terribles. Hemos recibido amenazas. Anteayer dejaron un mensaje en el departamento en Puyo y sólo pensé, “está bien, si creen que matando o amenazando a un dirigente indígena van a sacar algo es mejor, pero es encender, es explotar”.

–¿Coincide con que es tiempo de los indígenas y de las mujeres?
–Es tiempo de la juventud, de los pueblos indígenas en América Latina y del mundo. Es el momento. Tenemos toda la capacidad de decidir y de demostrar que hay una posibilidad. Es tiempo de las mujeres también. Hay grandes lideresas.


Perderemos la batalla


Por: Paco Moreno

Durante los setecientos ochenta años que duró el dominio musulmán en partes de lo que los romanos llamaron Hispania, los poemas escritos en la lengua culta (la del Profeta) solían incluir estrofas en el habla popular de los sometidos. Estas estrofas derivadas del latín vulgar y escritas mediante el alfabeto árabe, conocidas como jarchas, son las primeras manifestaciones que nos han llegado de la convivencia o fusión de ambos idiomas.

A medida que los cristianos del Norte fueron apoderándose de los reinos musulmanes, iban imponiendo las bases de los actuales idiomas romances de la Península (castellano, gallego-portugués y catalán-valenciano-balear) muy contaminados por el habla de los andalusíes. Los lingüistas calculan que sobreviven actualmente más de cuatro mil palabras castellanas derivadas del árabe, tanto en nombres comunes como en topónimos. Antes eran más. Si leemos libros antiguos como La Celestina o El Quijote descubriremos algunas que ahora han caído en desuso.   

Algunos de los arabismos más comunes son: algarabía, ojalá, aduana, alcalde, aceite, azúcar, fideo, jarra, limón, sandía, zanahoria, algodón, marfil, alcohol, dado, aldea, almohada, etcétera. Los topónimos árabes en la Península Ibérica son numerosísimos. Todas las poblaciones llamadas Medina, Alcalá, Alcántara o Alcázar; todos los ríos cuyos nombres empiezan por Guad (Guadalquivir, Guadiana, Guadalete, Guadalhorce, etcétera), Tarifa, Algarbe, Gibraltar, etcétera, etcétera.

Las jarchas mencionadas demuestran que el pueblo que invadió Al Ándalus a partir del 711 también se contaminó del habla de los invadidos.

Está claro que nuestro idioma procede de una especie de patois, lunfardo o papiamento que hablaba el pueblo inculto de la España medieval. Los pocos que sabían leer se expresaban en árabe o en latín.
Si en el mundo hispanohablante no dispusiéramos de libros, centros de enseñanza y medios de comunicación, al idioma castellano le habrían nacido en los últimos quinientos años tantos hijos como le nacieron al latín desde la caída del Imperio Romano. Igual que no nos entendemos franceses, italianos y españoles tampoco nos entenderíamos mexicanos, argentinos y españoles.

Hoy vamos camino a crear una nueva escritura de emoticones y abreviaturas, eliminación de tildes, signos de puntuación y hasta de ortografía. La lluvia de anglicismos es imparable. No hay en nuestro país negocio que se precie que no proclame nombre y actividad en inglés.

No hay abogado cuyas tarjetas de visita no digan attorney-at-law debajo de su nombre; a la mayoría de las nuevas barriadas les ponen nombres en inglés; palabras como man, OK, bye, marketing, stand, casting, shower, bullying, teen-ager, fashion, pretty, full, look, delivery, lipstick, hub, causeway, counter, mall, plywood, switch, clutch, flat y cientos más son comunes en nuestro país y muchos que las pronuncian no saben su equivalente en castellano y hay que decirlas en inglés para que las entiendan.

Los anglófonos también han copiado palabras nuestras, como plaza, guerrilla, cargo, mosquito, cafetería, rodeo, aligator, marina, armadillo, canasta, armada y cientos más.
Gran parte de los 60 millones de hispanos que viven en los Estados Unidos hablan lo que se ha dado en llamar espanglish: palabras inglesas adaptadas al castellano como taipiar (escribir a máquina), janguear (salir a divertirse), estar redi (estar listo), marqueta (mercado), rufo (techo), grosería (abarrotería), bil (factura) y muchas más.

El idioma inglés va a ser, si no lo es ya, la lengua franca que tendremos que aprender todos los habitantes del planeta Tierra para poder entendernos, pero no será la lengua de Shakespeare ni de Faulkner; será un pidgin basado en el inglés clásico, pero con numerosos añadidos de otros idiomas, entre ellos el nuestro. Algo parecido a la mezcla que en la Edad Media fue el origen del castellano, pero a nivel mundial.

Amo tanto nuestro idioma que me he negado a contestar los mensajes que recibo escritos con ese galimatías que está de moda. Sin embargo, me temo que es inútil porque de este desorden que sufrimos hoy surgirá más tarde o más temprano un idioma nuevo con nuevas normas, como surgió el castellano del desorden mozárabe y los que defendemos la pureza del idioma perderemos la batalla.


"Los peruanos hemos hecho todo lo posible para despojarnos de la 'mancha indígena"


Por: Alejandro Millán Valencia
www.bbc.com / 290120

Cuando el periodista peruano Joseph Zárate quiso entrar en el palacio Cibeles de Madrid donde iba a recibir el premio Ortega y Gasset al mejor reportaje en español de 2016, la persona que estaba en la entrada le preguntó si él era uno de los meseros que iba a atender a los invitados.

"Ese es sólo un ejemplo de cómo la mirada occidental etiqueta a las personas por su aspecto", dice. Y esa visión es el eje de las tres crónicas que comprende su libro "Las guerras del interior".

Es un trío de historias que hablan de lo que Zárate llama "El Perú real". La primera es sobre la explotación ilegal de la madera y el empeño por defender su territorio que le costó la vida a Edwin Chota; la segunda, el esfuerzo estoico de Máxima Acuña para evitar que la minería del oro arrase con su recurso más valioso: el agua.

Y al final, la historia del pueblo indígena que quedó bañado en petróleo por los constantes derrames del oleoducto que surca la selva amazónica peruana. Madera, oro y petróleo. Edwin Chota, Máxima Acuña y la comunidad Awajún.

Una de las principales percepciones que quedan de "Las guerras del interior" es que la gente que está en puestos de poder, empresarios y políticos, no reaccionan ante los reclamos de los líderes que piden que no arrasen con sus recursos naturales. No es que no los atienden, es que ni siquiera parecen escucharlos, ¿no te parece que, en medio además de una grave crisis climática global, se ignora el sentido común?

Sí, yo también tengo esa impresión. No solamente diciendo que los empresarios o los políticos son de esa manera, porque lo son. Pero a la vez, nosotros también somos parte de ese problema.

Por ejemplo, en el libro hay una denuncia sobre una empresa estatal en mi país que básicamente jodía a un río, lo contaminó y no se ha hecho cargo de eso, pero a la vez es imposible ignorar que si existe una industria del petróleo -que produce un derrame de petróleo, que contamina los ríos- es porque hay una industria, es porque hay consumidores y esos consumidores somos nosotros.

Pero lo grave es que cuando nos enteramos de una noticia así decimos "ah, eso ocurre en la selva, qué desgracia o qué pena" y seguimos con nuestras vidas y no sentimos que eso nos interpele, que podamos hacer algo. Porque no hay un puente de empatía hacia esas personas, hacia esa realidad.

Lo que yo he intentado hacer en el libro es utilizar el periodismo para construir ese puente de empatía con una realidad que aparentemente es ajena, pero no lo es.

Entonces estoy de acuerdo contigo en que hay una ausencia de sentido común de parte de la gente que tiene poder, pero también de parte nuestra, de los ciudadanos.

¿No crees que hemos mejorado un poco?

Siento que ahora compramos menos plástico, pero hay muchas cosas que todavía son como contradictorias en nuestra manera de vivir. Nos comportamos más como consumidores que como ciudadanos y eso ataca todos los niveles de lo que es la sociedad.

Pero otro asunto es que hay una narrativa de lo que es el progreso, que supone tener un PIB que crezca, tener infraestructura, tener obras de cemento, etcétera.

Para mí hay un meme que lo ilustra todo. Hay un perro que está en medio de una casa incendiándose y tomando un café (el dibujo original es de la historieta de K.C. Green, publicada en 2013), pero que dice "todo está bien, todo está bien".

Nosotros somos como ese animal, dentro de la caja que se está incendiando y creemos que todo está bien. El sentido común te diría que huyas o que agarres agua y que intentes apagar el incendio, pero nosotros pensamos que vamos a vivir para siempre, que el planeta va a seguir como está, que no se va a alterar y que todo va a seguir igual. Vivimos en esa ilusión.

Pero es evidente el enorme esfuerzo de las esferas del poder político y económico en desconocer -yo iría más lejos, quizá incluso en despreciar- a las comunidades que habitan las zonas de donde provienen los recursos naturales del Perú, ¿estás de acuerdo con esta idea?

No creo que las autoridades o los empresarios lo hagan ahora, digamos, como un esfuerzo o una voluntad de querer discriminar, sino que siempre lo han hecho así.

El detalle es que ahora hay tantas maneras de comunicarlo, de darlo a conocer, que se hace más evidente. Es que siempre fueron así, pero ahora hay más canales de comunicación, más redes sociales.

Un ejemplo un poco más cotidiano es que en mi país, al menos hace diez años, tú podías discriminar al otro. Podías pararte y decirle "chola de mierda", "serrana de mierda, anda, regresa a tu pueblo, tú nunca vas a ser nadie porque no tienes educación y siempre vas a ser un conserje".

Tú decías eso y la gente no se escandalizaba o no se enteraba. O decía que veía las series de televisión donde actuaban los cómicos, por ejemplo, que reproducían una imagen de la mujer de los Andes de manera caricaturesca, grotesca, y la gente lo naturalizaba y se reía.
En cambio, ahora hay redes sociales, hay una capacidad para poder poner eso en evidencia. Ahora hay una conciencia mayor de que esto es discriminación, de que eso es racismo, de que eso es exclusión y violencia.

Creo que, más que un enorme esfuerzo de los poderosos, hay como una especie de conciencia un poco más despierta de parte de lo que podríamos llamar la ciudadanía. Pero obviamente eso no justifica para nada las prácticas de las personas que ejercen el poder.

¿Pero crees que hay un empoderamiento, ayudado por las redes?

Hay otra cosa más también que yo me di cuenta en el momento de escribir el libro y es que los protagonistas son personas cuya cultura está basada en la tierra, en la naturaleza y que viven en los Andes, en la selva y creo que hay una revalorización de esas culturas.
Por ejemplo, hace no sé, diez, quince años, muchos hijos de inmigrantes que veníamos de los Andes y la selva muchas veces sentíamos vergüenza de nuestro origen y de nuestro pasado.

Ahora eso cambió. Hay otro paradigma. Y creo que de algún modo lo que yo intenté hacer fue reflejar también eso, que no son personas a las que le ocurren simplemente las cosas o personas que no tienen decisión, sino que hacen algo para poder enfrentar eso, que es lo que los que los oprime, que los violenta.

Has dicho que tenías una lista grande de crónicas que habías publicado y que intentabas meterlas todas en un libro, pero finalmente decidiste que fueran tres. Además, que esas tres tienen un orden definido. ¿Cuál es ese orden y por qué?

Yo tomé la decisión de escribir el libro más o menos entre finales 2015 y principios de 2016. Allí me di cuenta de que muchas de esas crónicas representaban o simbolizaban un recurso natural. Por ejemplo, en el caso de Máxima era el oro, en el caso de Chota era la madera.

Y ahí me di cuenta de que estos materiales de algún modo eran la representación o la metáfora de progreso en una determinada época de la historia de mi país.

El oro tenía que ver con la conquista, la madera de algún modo con la revolución industrial, la época del caucho, que es más o menos finales del siglo XIX y principios del XX, y luego sigue el petróleo, de los siglos XX y XXI.
Pero hubo un segundo orden, porque pensé que tal vez ése solamente estaba en mi cabeza y no lo iba a sentir necesariamente así el lector. Fue ahí donde pensé en experiencia lectora, o sea, cómo el lector va a entrar al libro.

Entonces me pareció, por ejemplo, que, con la historia de Edwin Chota, que es la de la madera, el lector podía entrar de una manera más suave, más empática.

Y ahí cambié el orden. Intercambié esa historia con la del oro. Y cuando hice esa operación pasó algo que fue muy chévere: sentí que ese era el orden que debía tener.

Y luego encontré otro sentido, que es un poco más difícil de interpretar: que la madera está en la superficie, luego el oro está entre los 400 y 600 metros de profundidad, y después viene el petróleo que está mucho más abajo.

Y finalmente el epílogo, que es un ensayo personal donde yo explico por qué escribí esto, que viene siendo el corazón.

En verdad, el libro es como un viaje hacia el centro de la Tierra, hacia el interior de la Tierra y al interior de mí mismo. Ese es el sentido.
Y de algún modo los conflictos que retratas son también de distintas escalas, ¿no?

A ver, cuando hice ese cambio descubrí otro sentido. Cuando tú entras a la historia de la madera, claramente puedes ver que hay una oposición entre el héroe y los villanos. Hay un héroe que tiene sus bemoles, pero ahí están los traficantes de madera. Hay un enfrentamiento, está más clara esa frontera.
Pero luego en el oro tienes a Máxima, que obviamente es una persona que tiene sus derechos, su casa, y por el otro lado tienes a la empresa. Este mastodonte. David contra Goliat.

Sin embargo, en el plano legal, la frontera de quién tiene la razón sobre la propiedad de ese territorio está más diluida. Porque tanto la empresa como la mujer tienen papeles. Hay una discusión legal, que es como una zona gris.

Y después, en la historia del petróleo, esa frontera se diluye aún más, porque si bien es cierto que a la población indígena le han contaminado su río, su tierra, y que se han visto totalmente vulnerados y violentados, (la industria) también los involucra de una forma terrible y perversa, porque el sistema de algún modo los obliga también a eso, y consideran que al final les trajo progreso porque les trajo dinero.

¿No crees, basado en tus relatos, que hay un desconocimiento generalizado en el Perú urbano de lo que ocurre y de lo que es realmente el país indígena, el país amazónico?

Yo creo que hay más que una desconexión, hablaría de que hay un desgarro o una fractura, una grieta que nos separa, que no nos permite poder reflejarnos en el otro. Si uno, por ejemplo, revisa la historia de nuestras repúblicas en Latinoamérica, hay una sensación que yo llamaría una "mancha indígena".

Todas aquellas personas que de algún modo están más cerca de lo indígena, ya sea en sus rasgos, su cultura, su manera de ser y estar en el mundo, ante la cultura predominante es como si llevaran una mancha.

Y los peruanos, por ejemplo, hemos hecho todo lo posible para poder despojarnos de tal mancha y para poder ser más occidentales, más blancos. Y yo creo que eso es lo que ocasiona esta fractura: ese rechazo a esa identidad indígena, porque durante mucho tiempo se consideró esa raíz como algo inferior, precario.

Y es muy difícil despojarse de eso. Muy difícil. Yo creo que eso es lo que ocasiona precisamente ese desconocimiento de los otros en Perú.
Mira, solamente para que te hagas una idea, en la selva del Perú existen alrededor de 51 naciones amazónicas y cada nación, cada pueblo indígena, tiene su propia lengua y sus propios códigos culturales. Pero a mí en el colegio eso nunca me lo enseñaron, yo estudié en un colegio público y nunca me lo enseñaron.

Imagínate un chico que crece así, con un desconocimiento casi total de lo que pasa fuera de Lima, pues no sientes ninguna identificación. Yo mismo, por ejemplo: mi abuela viene de una comunidad indígena, pero yo me enteré de eso cuando cumplí 30 años.

Has dicho que el lenguaje es el motor que hace que tus crónicas funcionen, ¿cuéntanos un poco cómo es el proceso de escritura de las crónicas?

Hace un tiempo vi un video donde hablaba la premio Nobel Stlevana Alexiévich, que es una escritora que me encanta por su aproximación a historias que son terribles, desgarradoras.

Ella dice que a veces uno como periodista cree que con poner la grabadora delante de la persona o tomar fotos o simplemente apuntar en tu cuaderno lo que ves estás capturando la realidad, que estás contando la realidad, pero que no es así.

Para ella, la realidad no es lo que tú has grabado con tu grabadora, lo que has apuntado en tu libreta. Lo que ella dice es que, para un cronista, por ejemplo, es importante que la realidad sea comprendida primero. Que esa realidad, que yo estoy dispuesto a interpretar, sea comprendida.

Yo creo que lo que falta muchas veces es esa comprensión del ser humano. No te estoy diciendo con esto que yo la he conseguido, para nada. Pero lo que yo intenté hacer, en el caso de Máxima, fue tratar de acercarme y no solamente contar lo que le pasaba a ella, sino comprender su realidad, su condición. Y esa es la razón por la cual, cuando me enteré de su historia más o menos en 2013, viajé dos veces y me quedé dos semanas en su casa viviendo con ella.

Porque a mí lo que me interesaba era no solamente denunciar la injusticia, sino comprender su mundo interior, ¿por qué rayos esta mujer aparentemente indefensa, aparentemente frágil, decidía permanecer en este lugar y enfrentarse a este mastodonte poderoso que es la minera Yanacocha? ¿qué había dentro de ella que la motiva a quedarse ahí, incluso aun cuando está en peligro su vida?

Esta voluntad de comprender fue la que hizo que yo me quedara ahí ese tiempo y la entrevistara muchas veces, comiera lo que ella comía, durmiera junto a ella, fuera a ordeñar las vacas o a trabajar la tierra unos días con ella.

Y luego de que uno ha comprendido o intentado comprender y reflexionar junto con ella, con ese material yo trato de utilizar el lenguaje para transmitir esa experiencia. Obviamente que es muy complicado.

Yo me demoro mucho para escribir porque siento que no estoy consiguiendo transmitir ese mundo interior, esa motivación, esa experiencia. Por eso me toma meses escribir.

Hay un tema con la crónica de Edwin Chota. Él viene de los pueblos indígenas, pero es un hombre alfabetizado que conoce un poco las leyes y eso le permite convertirse en el líder. ¿Crees que eso juega en contra de las comunidades indígenas o de las poblaciones vulnerables en Perú, que no conocen sus derechos o no saben bien por lo que pueden luchar?

Hay distintos niveles. A veces uno piensa que, cuando nos referimos a los pueblos indígenas en la selva, por ejemplo, se trata de personas que viven en aislamiento, no contactados, pero no es así. La mayor parte de las comunidades indígenas están conectadas con lo que llamamos la sociedad, con la cultura occidental.

Sin embargo, es cierto que hay distintos niveles de acceso a la información. Es verdad que algunas comunidades están más metidas, digamos, en lo que llamamos el progreso, que tienen luz, agua, escuelas, etcétera. Pero hay muchas otras, como por ejemplo la de Saweto, que están desconectadas básicamente de todo y donde difícilmente llegan las autoridades. Difícilmente llegan los programas sociales.

Y ahí es donde hay una gran ausencia de información. Entonces, cuando Edwin Chota llega a esa comunidad, él era el único en ese momento que sabía leer y escribir, y las comunidades, sabiendo que necesitan de alguien que sepa eso, votan por él y lo eligen como su líder.

Las comunidades son conscientes de que necesitan esa información, porque desgraciadamente si no tienen conocimiento de leyes o de cómo hacer los trámites difícilmente van a poder negociar con quien toma decisiones en Lima.
Pero tener ese conocimiento no evita la discriminación. A Edwin Chota, cuando viajaba a las entidades regionales, lo hacían esperar tres o cuatro horas y a veces ni lo recibían.

Hay un profundo desprecio por ellos. Incluso aquí en el Perú, cuando han llegado peruanos que son indígenas quechua o aymara al Congreso de la República muchas veces otros congresistas los han discriminado porque eran de los Andes, porque su acento era diferente… Si eso le pasa a un congresista de la República, imagínese lo que puede pasar con una persona que está en lo que llamamos el último escalón de la sociedad.

Los casos que denuncias son bastante graves, ¿has tenido algún resultado, logrado algún cambio?

Me encantaría decirte que sí, que tengo problemas por eso… pero la verdad es que no lo sé. A veces pienso que hacer este tipo de trabajo es como lanzar una botella con un mensaje al mar.

Lo que sí se puede decir es que reacción de algunos lectores que me escriben, por ejemplo, me escribió un juez que se encarga de ver toda la parte medioambiental, la justicia ambiental, y me dijo que había leído el libro y que le gustaría hacer algo por la familia de Edwin Chota, un homenaje.

Y le dije "mira, aquí está el número de la familia, sería bueno que los contactes, pero sería mucho mejor que encontraran a los asesinos de Edwin Chota y los metieran a la cárcel".

Ese caso lleva cinco años y nadie está preso por ello.

EL DIABLO SE ENSAÑA PARA DESTRUIR - Santa Misa - Papa Francisco



Papa Francisco en su homilía de la Santa Misa de Hoy, comentando las lecturas del día que hablan de la Pasión de Jesús, subrayó que es la propia manera del diablo de destruir con un estilo particular, la alevosía. Existe la seducción, con la que Satanás quiere alejarse de la Cruz ofreciendo el espíritu mundano, el poder, la vanidad, pero también existe la saña.

¿Dónde está la verdadera amenaza ‎nuclear en el Medio Oriente?‎


¿Dónde está la verdadera amenaza ‎nuclear en el Medio Oriente?‎

Manlio Dinucci

Irán no respeta los acuerdos nucleares” (Il Tempo), “Irán se retira de los acuerdos nucleares: ‎un paso hacia la bomba atómica” (Corriere della Sera), “Irán prepara las bombas atómicas: adiós ‎al acuerdo nuclear” (Libero). Casi todos los medios anuncian en ese tono la decisión de Irán, consecuencia del ‎asesinato del general irania Qassem Suleimani, ordenado por el presidente Trump, de no seguir ‎aceptando las limitaciones para el enriquecimiento de uranio estipuladas en el acuerdo que firmó ‎en 2015 con el grupo 5+1 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, China más Alemania). ‎

O sea, esos medios de ‎“información”‏ no abrigan ‏dudas sobre el origen de la amenaza nuclear en ‎el Medio Oriente. Pero se olvidan de que fue el presidente Trump quien sacó a Estados Unidos ‎del acuerdo 5+1 en 2018, acuerdo que Israel había definido como «la rendición de Occidente ‎ante el eje del mal encabezado por Irán». ‎

Tampoco dicen ni una palabra sobre el hecho que en el Medio Oriente hay una sola potencia ‎nuclear: Israel, que ni siquiera se somete a ningún tipo de control porque no es firmante del ‎Tratado de No Proliferación, documento que Irán sí firmó. ‎

El arsenal nuclear israelí, sobre el cual se extiende una pesada capa de secreto y de silencio, está ‎evaluado en una cantidad de entre 80 y 400 ojivas nucleares y en un volumen de plutonio ‎suficiente para fabricar varios centenares más. Israel también produce seguramente tritio, un gas ‎radioactivo utilizado en la fabricación de armamento nuclear de nueva generación, como las ‎llamadas mini-nukes y las bombas de neutrones, capaces de provocar una ‎contaminación radioactiva a pequeña escala –lo cual permitiría usarlas contra objetivos ‎geográficamente cercanos a Israel. ‎

Las cargas nucleares israelíes están listas para su uso con misiles balísticos como el Jericho, ‎cuyo alcance se sitúa entre 8,000 y 9,000 kilómetros. Alemania ha proporcionado a Israel –como ‎donación o a precios reducidos– 4 submarinos de la clase Dolphin modificados para portar ‎misiles nucleares Popeye Turbo, con un alcance de 1,500 kilómetros. Silenciosos y capaces de ‎mantenerse en inmersión durante una semana, esos submarinos israelíes navegan por el este del ‎Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico, listos para iniciar un ataque nuclear. ‎

Estados Unidos, que ya entregó a Israel más de 350 cazabombarderos F-15 y F-16, está ‎enviándole ahora al menos 75 F-35, igualmente capaces de portar armamento convencional o ‎nuclear. Una primera escuadra de F-35 israelíes entró en operaciones en diciembre de 2017. La ‎empresa Israel Aerospace Industries produce actualmente componentes que hacen las alas de los ‎‎F-35 invisibles para los radares. Con esa tecnología, que también se aplicará a los F-35 ‎italianos, Israel incrementa las capacidades de ataque de sus fuerzas nucleares.

Israel –que mantiene sus 200 armas nucleares apuntando hacia Irán, como indicó en 2015 el ‎ex secretario de Estado estadounidense Colin Powell [1]– está decidido a conservar su monopolio del armamento atómico en el Medio ‎Oriente impidiendo que Irán desarrolle un programa nuclear civil que podría permitirle algún día ‎producir armas nucleares, capacidad que hoy tienen decenas de países. ‎

Pero en el ciclo de explotación del uranio no existe una frontera definida entre el uso civil y el uso ‎militar del material fisible y, con tal de bloquear el programa nuclear iraní, Israel está dispuesto a ‎recurrir a cualquier medio. Los asesinatos consecutivos de 4 científicos nucleares iraníes, ‎entre 2010 y 2012, son, según todos los indiciosm obra del Mossad israelí.‎

Las fuerzas nucleares israelíes están integradas al sistema radioelectrónico global de la OTAN, en ‎el marco de un «Programa de Cooperación Individual» con Israel, país que, sin ser miembro de la ‎alianza atlántica, mantiene una misión permanente en el cuartel general de la OTAN, en Bruselas. ‎

Según el plan puesto a prueba en el ejercicio Juniper Cobra 2018, realizado por Estados Unidos ‎e Israel, fuerzas de Estados Unidos y la OTAN llegarían desde Europa (principalmente desde la ‎bases instaladas en Italia) para respaldar a Israel en una guerra contra Irán [2].

Esa guerra ‎podría comenzar por un ataque de Israel contra las instalaciones nucleares iraníes, como ‎el ataque aéreo israelí realizado en 1977 contra el reactor nuclear iraquí de Osirak. El Jerusalem ‎Post confirmó el 3 de enero que Israel tiene bombas no nucleares antibunker, utilizables ‎principalmente desde los aviones F-35 proporcionados por Estados Unidos, capaces de alcanzar ‎la instalación nuclear iraní de Fordow [3]. ‎

Irán no tiene armas nucleares, pero sí cuenta con una capacidad militar de respuesta que ‎no tenían Yugoslavia, Irak ni Libia cuando fueron atacados por Estados Unidos y la OTAN. Y ‎ante la previsible respuesta de Irán, Israel podría recurrir a su armamento nuclear, iniciando así ‎una reacción en cadena de proporciones y resultados totalmente imprevisibles.


“Un laico judío sin ninguna formación rabínica”


Juan Antonio Estrada
www.religiondigital.org / 27.12.2019

Jesús proviene de una religión centrada en el culto sacrificial, el sacerdocio del templo, la ley religiosa y las Escrituras sagradas. La profecía, el sacerdocio cultual y los rabinos representaban las instancias determinantes del judaísmo, junto al sanedrín y la autoridad patriarcal. Los profetas fueron los grandes renovadores de la vida de Israel y mantuvieron la esperanza de un mesías. La era mesiánica fue la versión judía de la expectativa universal de una sociedad más fraterna, justa y sin mal. Esta esperanza ofreció un proyecto de vida y fue fundamental para preservar la identidad judía cuando perdieron su tierra y se dispersaron en el imperio.

Jesús fue un laico judío sin ninguna formación rabínica, que cambió la forma de comprender la Escritura y la ley religiosa. Con él surgió otro proyecto de salvación, que centró la religión en las aspiraciones humanas y la sacó del entorno religioso. Ya no era la religión del templo, sino un modo de vivir, vinculado a la ética, centrado en la vida profana y marcado por la urgencia del reinado de Dios en Israel.

Comenzó un proceso de desacralización y se desplazó el centro de gravedad del templo, el culto y el sacerdocio en favor de una vida entregada a los demás, especialmente a los más vulnerables. La reacción violenta de la religión amenazada y del poder político, hostil a todo mesianismo, fue su ajusticiamiento. Participó así del destino de los profetas y de todos los que lucharon por cambiar la sociedad y religión judías.

El cristianismo surgió como una corriente dentro del judaísmo, protagonizada mayoritariamente por gente popular y sencilla, discípulos laicos de Jesús. Inicialmente predicaron un mensaje en continuidad con el de Jesús, buscando la conversión del pueblo judío. Pero el anuncio de la resurrección generó un nuevo dinamismo universal y se pusieron las bases de un Dios trinitario, reformando las imágenes divinas del Antiguo Testamento.

El cristianismo ha surgido del tronco judío y lo ha rebasado. La relativización de la ley religiosa, del culto y del templo llevó a la ruptura final con el judaísmo y a una nueva forma de entender la relación con Dios. El binomio pecado y castigo, que impregnaba el culto y la ley religiosa, fue desplazado por una dinámica centrada en el sufrimiento humano, en el perdón de los pecados y la misericordia divina. Una vida sacrificada a los demás, siguiendo el modelo de Jesús, un culto existencial y el paso de la comunidad discipular a la Iglesia fueron señales características del cristianismo.

El cristianismo se constituyó como una comunidad de personas, que vivían la salvación como un proyecto de sentido en el mundo y que estaban lejanos a las dinámicas ascéticas y cultuales de Israel y otros grupos religiosos del imperio romano. No rehusaron la herencia judía y romana, pero la transformaron. Se adoptaron estructuras y cargos no religiosos del judaísmo (presbíteros o ancianos) y del imperio romano (obispos y diáconos). Al ser una religión perseguida no podían tener templos y surgieron las iglesias domésticas.

El ministerio (diáconos, presbíteros y entre ellos el obispo) no era solo una dignidad sino una carga, ya que los dirigentes eran los primeros perseguidos por las autoridades. Vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido y como ciudadanos del imperio, casados y con familias, con un trabajo profano y un estilo de vida laical. Su forma de vida y de entender la relación con Dios, el culto y las leyes religiosas fueron también la causa de la hostilidad que encontraron en el imperio romano, como antes en Israel.
Diáconos, presbíteros y obispos vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido y como ciudadanos del imperio, casados y con familias, con un trabajo profano y un estilo de vida laical

De ahí se podía esperar una nueva forma de vivir la religión. La de un grupo centrado en la comunidad y en la misión, cuyos protagonistas eran todos los cristianos y no solo los clérigos. Especial relevancia tuvieron las mujeres, cuya conversión arrastraba a toda la familia, las cuales protegieron y financiaron a las incipientes iglesias domésticas.

La quinta columna cristiana en el Imperio fue progresivamente impregnándolo y conquistando cada vez a más personas, a pesar de la hostilidad de los tres primeros siglos. Paradójicamente, el éxito social y religioso fue la causa de un progresivo distanciamiento del proyecto de Jesús y del de la Iglesia primitiva. La creciente clericalización, la pérdida de la comunidad en favor de los ministros, la creación de un culto rejudaizado y romanizado marcaron al cristianismo, cada vez más cercano al modelo religioso preponderante en el imperio.

La revelación de Dios por Jesús se modificó en favor de la homologación con el teísmo de raíces judías y grecorromanas. El Jesús de los evangelios fue desplazado por una teología centrada en su filiación divina y en hacer compatibles la persona divina y la humana. Y el Espíritu Santo, que había inspirado la creación de una comunidad protagonista, con pluralidad de ministerios y carismas, perdió cada vez más relevancia en favor de una gracia transmitida por los sacramentos y la obediencia a la jerarquía.

Dos mil años después vivimos el reto de volver a inspirarnos en Jesús y en el cristianismo primitivo. El futuro está en volver a los orígenes, en la creación de comunidades, en el protagonismo de los laicos y en la igualdad eclesial de las mujeres. Desde ahí será posible afrontar el reto que plantea al cristianismo una sociedad secularizada y laicizada, que ha sustituido a la iglesia de cristiandad.

Hay que recuperar la alternativa cristiana a la religión y a la sociedad, pero esto implica una reforma radical de la Iglesia y del cristianismo, recuperando el Vaticano II y yendo más allá de él. Quizás la crisis actual de la Iglesia y de las vocaciones sacerdotales y religiosas sean la base para una nueva etapa innovadora.

Recuperar la fe en Jesús y en su proyecto de vida son exigencias internas del cristianismo. A Dios no lo conocemos, pero en la humanidad de Jesús tenemos la referencia para encontrarlo (Jn 1,18) y vivir una vida con sentido. Y desde ahí es posible afrontar la nueva época secular en la que la religión ha perdido irradiación social y capacidad de responder a las demandas humanas. Hay que volver a evangelizar las viejas cristiandades, convertidas hoy en sociedades sin religión.

¿Y ahora?


Marcelo Colussi

Desde el pasado martes 14 de enero hay nuevo mandatario en Guatemala: asumió Alejandro Giammattei como presidente. ¿Qué esperar?

En la asunción del presidente anterior, Jimmy Morales, en 2016, la población tenía grandes expectativas; se venía de numerosas manifestaciones (urbanas, clasemedieras, sin propuesta real de transformación, debe aclararse), que habían dado la sensación de cierto “poder popular”. Con el binomio presidencial de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti preso, se podía creer que había comenzado una auténtica lucha contra la corrupción. Los cuatro años de mandato del ahora saliente ex comediante mostraron que no era así. De todos modos, las expectativas de entonces eran muchas, y dado que el gobierno de Estados Unidos, con Barack Obama a la cabeza, mantenía un discurso de modernización y transparentización para los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), todo contribuía a albergar esperanzas.

Hoy día, 2020, no parece haber ninguna. Los recién celebrados 23 años de la Firma de los Acuerdos de Paz pasaron sin pena ni gloria. El mismo flamante presidente Giammattei informó que los mismos no se han cumplido, por lo que no tiene ninguna obligación de tomarlos en consideración para su gobierno. El ex presidente Morales, que prometió trabajar contra la corrupción, prácticamente lo único que hizo en su administración fue ver cómo se sacaba de encima a la CICIG. Rodeado de militares vinculados a la contrainsurgencia y con nexos con el crimen organizado, para mucha gente el recién terminado fue el período presidencial más desastroso desde el retorno de la llamada democracia.

Explicar el descalabro en el que queda el país -no muy distinto al que reinó siempre, debe enfatizarse- solo por el etilismo episódico agudo del ahora ex presidente, no dice mucho. Eso responde a una cuestión absolutamente político-ideológica. En estos cuatro años de gobierno del FCN-Nación, se retrocedió en muchos aspectos. Como siempre, el único sector que prosperó fue el alto empresariado, y la nueva oligarquía hecha a la sombra de negocios non sanctos. Corrupción e impunidad, definitivamente, siguieron siendo los motores que impulsaron esa prosperidad.

“Yo no quiero ser reconocido como un hijo de puta más en la historia de este país”, decía Giammattei en su campaña proselitista. ¿Eso abre esperanzas? No pasa de la pura pirotecnia verbal, tan cara a los políticos antes de las elecciones. Incluso el mandatorio anunció que se van a revisar varios de los acuerdos del gobierno saliente. No está claro cuáles serían con exactitud, pero podría tratarse del firmado con Washington que transforma a Guatemala en el depósito de migrantes irregulares, y quizá el de los bochornosos nombramientos hechos a última hora en la Cancillería.

Su caballito de batalla está dado -nominalmente al menos- por el combate a la corrupción y a la desnutrición. En su discurso de toma de posesión prometió resultados visibles en el corto plazo en temas tan sensibles como la reducción de la pobreza (60% de pobres actualmente), desnutrición (primer lugar en Latinoamérica, sexto en el mundo), reformas al sistema educativo (la segunda inversión más baja en el continente, luego de Haití: 2.8% del PBI), aumento de la carga tributaria (prometió llevarla al 14% del PBI), combate al narcotráfico (se trabajará con militares colombianos en ese aspecto) y la promoción de cuatro iniciativas de ley que presentará próximamente al Congreso para mejorar el clima de negocios favoreciendo inversiones externas.

Giammattei es alguien de derecha, claramente defensor de la libre empresa, conservador en términos ético-sociales (contrario al aborto y al matrimonio homosexual), amigo de la “mano dura” en el tema de seguridad. No por nada su gabinete está conformado por varios militares ligados al conflicto armado interno y por empresarios representantes de la ideología neoliberal privatista.

¿Qué esperar de este nuevo período que se abre? En términos estructurales, nada nuevo. Quizá haya un discurso -al menos al inicio- de mayor “preocupación” por los problemas sociales. Pero está claro que quienes lo apoyaron básicamente fueron la cúpula empresarial y la embajada de Estados Unidos. Si de ahí vino el “visto bueno”, se entiende lo que se podrá esperar.

Es creencia repetida hasta el cansancio, que los presidentes, los mandatarios en sentido amplio, en este engendro confuso y perverso que se nos presenta como “democracia” (pretendidamente: gobierno del pueblo), son los que mandan.

Esta idea, absolutamente cargada de una ideología antipopular, mezquina y entronizadora del individualismo, ve la historia como producto de “grandes hombres”. Vale la pena, al respecto, repasar esa maravillosa poesía del dramaturgo alemán Bertolt Brecht “Preguntas de un obrero que lee”. Allí, mofándose de esa creencia centrada en los “grandes” personajes, entre otras cosas se pregunta: “César derrotó a los galos. ¿No llevaba siquiera cocinero?”

La historia es una muy compleja concatenación de hechos, siempre en movimiento, donde el conflicto, el choque de elementos contrarios es lo que la dinamiza. De ahí que un pensador decimonónico, hoy tratado (infructuosamente) de “pasado de moda” -en realidad, más vivo que nunca- pudo decir que “la lucha de clases es el motor de la historia”. Aunque cierto pensamiento conservador, de derecha, pueda horrorizarse ante esa formulación y pretenda seguir viendo en esos “grandes hombres” (¿no hay grandes mujeres también?) los factores que mueven la humanidad -por lo que llama al “pacto social”, a la “negociación de las diferencias”-, con los pies más sobre la tierra uno de los actuales super archimillonarios del mundo: el financista estadounidense Warren Buffet (127,000 millones de dólares de patrimonio), dijo sin tapujos: “Por supuesto que hay luchas de clase, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando.” Y que no anide la más mínima duda: ¡Warren Buffet es de derecha!

Debe quedar claro de una buena vez por todas que la historia no la hacen los personajes, no depende de “una persona” en particular; la historia la hacen las grandes mayorías en su dinámica social. Los personajes, como diría Hegel, son parte de un infinito teatro de marionetas. Los personajes pueden contar: no es lo mismo Jimmy Morales que Vladimir Putin, o que Fidel Castro, por ejemplo. Álvaro Arzú, hombre fuerte de la política guatemalteca por varias décadas y conspicuo exponente de la oligarquía nacional, no es lo mismo que el presidente saliente, por supuesto; pero esos “hombres” no deciden todo. Los mandatarios, en las democracias capitalistas, son una expresión de los verdaderos factores de poder, quienes detentan la propiedad de los medios de producción: tierras, empresas, banca.

¿Quién da las órdenes a quién?

Veamos este ejemplo: en Guatemala regresó esto que llamamos democracia en el año 1986. Ya han pasado infinidad de gobernantes desde entonces, “elegidos democráticamente”: Vinicio Cerezo, Jorge Serrano, Álvaro Arzú, Alfonso Portillo, Oscar Berger, Álvaro Colom, Otto Pérez, Jimmy Morales, más dos que llegaron por mecanismos administrativos: Ramiro de León y Alejandro Maldonado. ¿Algún cambio para las grandes mayorías populares? ¡Ninguno! Sigue la pobreza, la exclusión de los pueblos originarios, el patriarcado, la corrupción y la impunidad. El 60% de población en situación de pobreza, el 50% de niñez desnutrida o el 20% de analfabetismo no lo corrige “una” persona, más allá de la buena voluntad que pueda tener (y parece que no la tienen). Son los detentadores de otros poderes, que no necesitan sentarse en la silla presidencial, los que deciden las cosas. Y sobre ellos, el representante del gobierno imperial de Estados Unidos, que hace del subcontinente latinoamericano su zona de influencia “natural”.

Veamos otro ejemplo: Estados Unidos. Tomemos los últimos presidentes de estas décadas: John Kennedy, Lindon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, James Carter, Ronald Reagan, George Bush padre, Bill Clinton, George Bush hijo, Barack Obama, Donald Trump. ¿Qué cambió en lo sustancial para el ciudadano estadounidense medio (Homero Simpson), o para nosotros en Latinoamérica, su virtual patio trasero? Nada. Estados Unidos, no importa con qué gerente, siguió siendo una potencia rapaz, belicista, imperialista. Quien toma las decisiones finales -en general, en las sombras, sin que el gran público lo sepa, y mucho menos pudiendo incidir en ello- son las grandes corporaciones ligadas a los principales rubros económicos: el complejo militar-industrial (que inventa guerras a su conveniencia: 2,000 dólares por minuto de ganancia), las compañías petroleras, los megabancos, la industria química, la narcoactividad (que no es cierto sea un negocio solo de narcotraficantes latinoamericanos: ¿quién la distribuye y lava los activos en el norte?)

En Guatemala el 13.8 % del Producto Interno Bruto -PIB- lo dan las remesas (y otro 10% lo aporta el crimen organizado, con el narco-negocio como principal rubro). Sin dudas, esa economía está bastante (¿terriblemente?) enferma. ¿Podrá arreglar eso el nuevo presidente? Ya pasaron muchos mandatarios desde el retorno de la democracia, las remesas siguen subiendo (¿crece la enfermedad?), al igual que el crimen organizado y la cantidad de “mojados” que huyen desesperados (300 diarios). ¿Podrá decirse con credulidad “beneficio de la duda” a partir del 14 de enero? Nada alienta a tener esperanzas.