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Siete preguntas incómodas sobre ISIS y las guerras contra el terrorismo

www.rebelion.org/171115

¿Es el terrorismo yihadista el más peligroso?

Sí, para los musulmanes. Hace unos días, ISIS asesinó a 37 civiles en Beirut en una zona habitada en su mayoría por chiíes. En nuestros países, nadie puso en circulación hashtags o campañas de homenaje. Incluso muchos medios titularon que el atentado se había producido en una “zona controlada por Hizbolá”. No se hacen hashtags por Hizbolá.

En las guerras de Irak y Siria decenas o centenares de miles de musulmanes han muerto en esas guerras civiles cuyo punto de arranque fue la invasión norteamericana de Irak. No lo olvidemos. El derrocamiento de Sadam Hussein tenía como objetivo no ya acabar con una dictadura, sino rediseñar las fronteras políticas de Oriente Medio e iniciar una nueva era. “Seremos recibidos como libertadores”, dijo Cheney en marzo de 2003.

Fue uno de los grandes errores históricos de siempre, a la altura de la invasión soviética de Afganistán o la decisión de Hitler de lanzarse sobre la URSS. Reforzó a Irán al llevar a sus aliados al poder en Bagdad y alentó una paranoia creciente en los regímenes suníes sobre el creciente poder de los chiíes. La campaña de bombardeos saudíes en Yemen debe mucho, casi todo, a esa confrontación que se repite con distintas formas en varios puntos de Oriente Medio y ha creado suficientes monstruos como para que nos atormenten durante años. Siempre estamos a tiempo de crear más.

¿Es ISIS, como antes Al Qaeda, una amenaza real e inminente para los habitantes de Europa y EEUU?

La horrible carnicería de París nos lleva a pensar que el terror tiene en este planeta la forma de un joven musulmán fanático que hará lo que sea para matar a un europeo o norteamericano. La realidad indica que eso no es cierto. En EEUU, es más fácil acabar tiroteado por un compatriota.

Pero hay muertes que no exigen lanzar una guerra universal.
Evidentemente, si el que comete una matanza es un ultra cristiano, no hay que profundizar demasiado. Es sólo un loco. Su odio no representa a nadie y aquí no hay nada más que ver.

¿Nos enfrentamos a una guerra que hay que afrontar como tal y sin contemplaciones?

Ese es el punto de vista de los halcones y de los que piensan que no hay problema estratégico que no se pueda solucionar matando gente. Son los que creen que cada año nos enfrentamos al dilema de Neville Chamberlain y que ignoramos que siempre hay que luchar contra el mal absoluto con las armas en la mano.

Desde 2001, los países occidentales han invadido Afganistán e Irak. Han lanzando sus drones sobre Pakistán, Yemen y Somalia en una campaña permanente que nunca tendrá fin. Han impuesto en Libia una zona de exclusión aérea que propició el derrocamiento de Gadafi. Han tolerado la invasión saudí de Yemen. Han reconstruido ejércitos como el iraquí que se han revelado como una banda mediocre y corrompida. Han anunciado que el régimen sirio debía desaparecer, ayudado a algunos grupos insurgentes y tolerado que saudíes y turcos armen a los más peligrosos de los enemigos de Asad. Han lanzado una campaña de bombardeos contra ISIS que lleva ya 8.125 ataques aéreos hasta el 12 de noviembre (con un coste de 5.000 millones de dólares, una media de 11 millones diarios), a la que ahora se ha sumado Rusia.

No parece que en catorce años la ideología oficial de Occidente haya sido el pacifismo. Sarkozy ha dicho que “nada puede ser como antes, debe ser una guerra total”. Entonces, ¿cómo definiría lo que ya ha ocurrido desde 2001?

¿Es una guerra contra el Islam en la que todos los musulmanes son sospechosos?

Nada gustaría más a los yihadistas que se extendiera esa idea en Europa. No hay que negar que muchos europeos piensan así, de lo contrario Marine Le Pen no insistiría tanto en ello. Para ISIS, sí es una guerra de civilizaciones frente al Occidente de los “cruzados” en la que pretenden reclutar a los musulmanes para convencerles de que la “yihad” que les exige su religión no consiste en esforzarse en vivir bajo sus preceptos, sino embarcarse en una guerra permanente contra los infieles.

Precisamente, eso es lo que sostenía una y otra vez Al Qaeda. Pensemos en todos los artículos tras el 11S que nos alertaban de que la organización de Bin Laden pretendía llevar el Islam al corazón de Europa, recuperar “Al Andalus” y sus glorias del pasado. Era la guerra definitiva en la que la típica pusilanimidad europea hacía prever un futuro oscuro.

Nada de eso ocurrió. No hubo ningún Al Andalus yihadista. Los musulmanes de Francia, Reino Unido y España no se rebelaron contra sus amos paganos. Bin Laden acabó escondido en un chalé viendo cintas de vídeo, fue eliminado a sangre fría y su cuerpo, tirado al mar. Su organización en Irak fue aniquilada (aunque resucitaría con otro nombre, el de ISIS, gracias a ese Estado fallido que es Irak y a la guerra siria).

Hay otra forma de ver lo que Bin Laden consiguió por si nos da alguna pista sobre lo que pasará con ISIS. En una época en la que a los líderes europeos les cuesta dejar su huella, podríamos preguntar si no es cierto que Bin Laden tendría razones, si siguiera vivo, para presumir de sus logros.

En cierto modo, esa guerra permanente ha tenido en Occidente un precio terrible en términos políticos, económicos y morales. Nuestros inmaculados valores se defendieron en la prisión de Abú Ghraib desnudando a los presos y colocándoles una correa en el cuello; en Haditha, Irak, asesinando a sangre fría a hombres, mujeres y niños; y en las prisiones ocultas de la CIA aplicando el ‘waterboarding’ a los sospechosos de terrorismo.

Me pregunto de dónde sacarán algunos que la prosperidad de Occidente nos ha vuelto blandos.

¿Cómo se alimenta la base ideológica del yihadismo?

La superioridad racista y xenófoba que sienten los yihadistas tiene uno de sus principales orígenes contemporáneos en el wahabismo saudí. A partir de aquí, no es necesario escribir más. En estos momentos tan dolorosos sería de mal gusto destacar que los valores republicanos franceses tienen un precio, eso sí, muy alto. Francia venderá a Riad todas las armas que necesite, por ejemplo para sostener futuras guerras como la actual de Yemen. Quizá esas armas vuelvan para despertarnos de nuestros sueños dentro de unos años, aunque habrá quien diga que somos inocentes. Lo nuestro sólo eran negocios.

¿Existe una amenaza interior en Occidente, una quinta columna yihadista?

Si fuera así, hace tiempo que atentados como los de Madrid, Londres y París se habrían repetido con una frecuencia insoportable. Pero es cierto que Francia tiene un grave problema. Cualquiera que conozca Londres y París conoce las diferencias entre ambas ciudades, sabe que en la capital francesa una generación de jóvenes, hijos y nietos de inmigrantes, ha crecido en su rechazo al Estado y el odio al único organismo público con el que tienen relación, la Policía. No conocen nada de la égalité y fraternité que aparecen en las grandes declaraciones de los políticos.

Los poderes públicos sí hacen promesas, muchas, sobre la necesidad de que el Estado no abandone a las banlieues. Diez años después de los disturbios de 2005, “nada ha cambiado”.

Muchos de esos jóvenes se conforman con una cierta violencia de baja intensidad con la que responder a las injusticias, sean reales o exageradas. Algunos pueden ir más lejos y el Estado empieza a temer que sean demasiados como para controlarlos.

¿Significan los atentados de París que ISIS está más fuerte que nunca?

En los últimos días, los yihadistas han sufrido claras derrotas en la guerra siria. Una, ante los kurdos de las milicias del YPG, con el apoyo norteamericano, en la localidad de Sinjar, y la segunda en la provincia de Alepo, donde el Ejército ha levantado el sitio de la base de Kuweiris.

No está más fuerte que hace seis meses. No tiene ninguna posibilidad de avanzar hacia Damasco, mucho menos con el apoyo aéreo ruso a Asad. EEUU está aumentando sus suministros a los kurdos, su única manera de debilitar a ISIS sin fortalecer al mismo tiempo a Al Qaeda o Asad.

Pero hay que aceptar que mientras haya una guerra en Siria y el Estado iraquí sea incapaz de controlar su territorio, ISIS seguirá existiendo.

Cabe una posibilidad muy preocupante, que los yihadistas decidan que su “califato” no verá aumentar el territorio que controlan en Siria, y que su próximo campo de batalla está en Europa. Que quieran emular a la Al Qaeda de Bin Laden y su proyecto de atacar al “enemigo lejano”. Causarán mucho dolor, pero correrán el mismo destino.



No, no es una guerra (y no necesitamos un George Bush francés)

Iñigo Sáenz de Ugarte
www.eldiario.es/171115

François Hollande ha declarado a la guerra a ISIS y como presidente tiene la capacidad de arrastrar a todo su país con ella. "Nuestro enemigo en Siria es Daesh (ISIS). No se trata de contener, sino de destruir esa organización". Con estas dos frases, el presidente francés se aleja de Barack Obama y su política de implicarse sólo lo imprescindible en la guerra siria, y se acerca al discurso de Bashar Asad, que quiere que Europa que se lance sobre los grupos yihadistas, aunque sea su Gobierno el principal beneficiado. 

¿Tiene razón Hollande? ¿Es responsabilidad de los países asumir la eliminación contra ISIS como un objetivo prioritario? Estas son algunas de las razones por las que hay que decir que no.

Declarar la guerra al grupo yihadista supone concederle un triunfo propagandístico de consecuencias difíciles de prever. Es el mismo estatus de combatiente en la guerra contra Occidente que Al Qaeda siempre anheló. ISIS no es un Ejército. Las personas que disparan con fusiles de asalto contra civiles en un restaurante o una sala de conciertos no son combatientes ni protagonistas de ninguna guerra. Son asesinos que deben ser perseguidos y detenidos. Si la policía y los servicios de inteligencia necesitan más medios y competencias para hacer frente a esa amenaza, ese es un debate que una sociedad democrática debe ser capaz de afrontar. 

La proclamación de Hollande da a ISIS un estatus que no debería tener y tendrá efectos peligrosos. Los jóvenes musulmanes europeos radicalizados pueden creer que ISIS es la mejor forma de desafiar al Estado. 

Contra los disidentes

Las guerras no admiten disidentes. Si la nación está en peligro, aquellos que cuestionen la política del gobierno y su visión de los conflictos de Oriente Medio acabarán siendo tachados de traidores o cómplices del enemigo. Hollande no ha dicho cómo ejecutará su objetivo de aniquilar a ISIS en Siria, pero sí ha desgranado varias propuestas para limitar los derechos civiles, empezando por una reforma constitucional. Los que se opongan a estos últimos cambios tienen muchas papeletas para ser acusados de poner en peligro la seguridad de los franceses.

Una guerra al servicio de intereses políticos

En la guerra la reputación de cada bando, su capacidad de disuasión, es un elemento fundamental. Todos los golpes se responden, y cuanto antes mejor, para no dar pábulo al derrotismo y la desmoralización. Por eso, se toman decisiones militares que no tienen una lógica militar, sino política. Un ejemplo de ello es el ataque aéreo francés de la noche del domingo contra la ciudad siria de Raqqa, ocupada por ISIS desde hace casi dos años. 

Raqqa ha sido atacada en varias ocasiones por aviones norteamericanos, y en las últimas semanas por aviones rusos. Es de suponer que tras la matanza de ISIS los dirigentes del grupo yihadista no iban a estar esperando a que les cayeran las bombas. El bombardeo no degradó la capacidad de ISIS de cometer atentados, a menos que se crea que acabar con un campo de entrenamiento que se compone de una explanada de tierra y unas casetas es un paso dramático para acabar con la amenaza. 

Ese ataque fue un gesto político para demostrar que el Gobierno no dejará ningún ataque sin respuesta. Su parte fundamental no fue el daño infligido, sino las imágenes de aviones despegando que aparecieron en los informativos de televisión.

Ignorar el origen de las ideas de ISIS

Lanzar una guerra contra ISIS en Siria es inútil si no nos enfrentamos a la base ideológica que anima a los grupos yihadistas que operan en Siria u otros países. De lo contrario, acabar con ellos será sólo una etapa más en una guerra interminable. Si Hollande es sincero en su intención de acabar con la funesta ideología que está detrás de ISIS, debería señalar al país que ha alentado y financiado la versión más violenta del salafismo en las últimas décadas.
Ese país es Arabia Saudí. El pacto fundacional del Estado saudí entre la dinastía que lo formó y los clérigos wahabíes continúa siendo la base ideológica de un país que inocula al resto de sociedades musulmanes su visión retrógrada del Islam, con la ayuda de los fondos inagotables del petróleo. Para ellos, los fieles de otras religiones son una influencia impura, y en ellos incluyen a los musulmanes chiíes, y por tanto de una manera u otra deben ser combatidos. 

Los yihadistas llevan ese mensaje a su máxima expresión de odio y violencia. Decapitan a sus presos porque en Arabia Saudí cortar el cuello al reo con una espada es la forma legítima de aplicar la pena de muerte. Consideran que las mujeres son seres inferiores porque en Arabia Saudí tienen ese estatus. Sostienen que los chiíes son animales que hay que sacrificar porque los clérigos saudíes tienen una opinión similar sobre ellos, como se puede apreciar en los programas religiosos de las televisiones saudíes.

Hollande, el nuevo campeón de la lucha contra el terrorismo yihadista, viajó recientemente a Arabia Saudí para vender cazas militares por valor de 6.000 millones de euros, además de otros muchos contratos civiles. Si ISIS es el mal absoluto, parece que eso no impide hacer negocios con los arquitectos de ese mal en caso de obtener beneficios económicos.

Nos hace cómplices de otras guerras

¿Cuál es por tanto la credibilidad de Hollande para alentar una gran campaña contra la violencia yihadista si está colaborando en otra guerra en la que los civiles están siendo atacados de forma indiscriminada? Es el caso de Yemen. Francia además no es el único país responsable. 

EEUU acaba de vender munición para que los aviones saudíes continúen bombardeando Yemen (lo que incluye zonas civiles o un hospital de Médicos sin Fronteras). La factura alcanza los 1.300 millones de dólares y permite por ejemplo comprar mil bombas guiadas por láser de cerca de una tonelada

Lo único que sabemos de EEUU, además de esta ayuda y de que aporta información a Riad sobre los resultados de sus bombardeos, es que el Departamento de Estado ha dicho que confía en que Arabia Saudí actúe con contención en ese conflicto y que evite los daños a zonas civiles. 
La guerra de Yemen es otro ejemplo de las prioridades saudíes. A pesar del inmenso esfuerzo bélico volcado en ese país, Riad no ha atacado a Al Qaeda, que controla una parte importante del este del país, en general muy poco habitado. Se ha lanzado contra las milicias chiíes huzíes que habían conseguido la ventaja en la guerra civil yemení y sabe que Al Qaeda siempre será un rival encarnizado de cualquier organización política o militar de los chiíes. 

La coalición fantasma

Hollande dice que quiere armar una coalición internacional para hacer frente a ISIS. Como explica Olivier Roy, los países implicados en las guerras de Oriente Medio tienen otros enemigos que les preocupan más. Asad está más preocupado por las otras fuerzas insurgentes que le amenazan directamente. Erdogan tiene en su punto de mira a los kurdos. Los kurdos iraquíes pretenden por encima de todo mantener su estatus casi independiente. Para los saudíes, su enemigo mortal es Irán. 

Hay que añadir que EEUU, al menos durante la presidencia de Obama, continuará bombardeando objetivos de ISIS y apoyando a los kurdos en el norte de Siria, pero no ha dado muestras de empeñar fuerzas de tierra significativas contra los yihadistas en territorio sirio.

No queremos volver a la guerra de Bush

España y Gran Bretaña sufrieron en la década pasada ataques similares al ocurrido en París. Con ser horrible, esta es una situación por la que hemos pasado antes en Europa. Hemos visto a jóvenes ver sus sueños mutilados, a padres enterrar a sus hijos, a trabajadores asesinados cuando acudían a sus puestos en el transporte público. Siempre hemos tenido delante el mismo dilema y, a pesar de haber cometido muchos errores cuyas consecuencias aún estamos pagando, ha persistido en la mayor parte de la opinión pública europea la idea de que restringir al máximo los derechos civiles y embarcarse en aventuras imperiales en Oriente Medio sólo puede agravar nuestra situación. Si no somos como los terroristas, y no lo somos, tenemos que demostrarlo. España lo demostró después del 11M. 

Es el momento de apoyar a Francia de múltiples maneras porque es un aliado y porque sufre ahora lo mismo que sufrimos antes nosotros. No es el momento de lanzarse a las armas junto a un líder político desacreditado hasta ahora en su país y que iba en camino de ser derrotado en las próximas elecciones. No necesitamos un George Bush francés.


El paso al frente de Francia, el crecimiento del ISIS, las injerencias

Olga Rodríguez
www.diario.es/181115

Dijo Hollande que la masacre de París es un acto de guerra, pero lo cierto es que Francia lleva participando en guerras desde hace tiempo.

En los últimos años nuestro país vecino ha querido situarse en primera fila de la geopolítica, en busca de mayor influencia internacional. Para ello abanderó la defensa de la intervención militar en Libia, de la mano del filósofo Bernard-Henri Levy, quien ayer mismo pedía, en una huida hacia adelante, más tropas en el terreno sirio y más guerra.

Con la excusa de liberar una ciudad de las garras del ejército de Gadafi, una coalición militar liderada por Francia y Reino Unido -con compañeros de dudosa reputación- armó en 2011 a grupos yihadistas y a individuos que antes habían participado en la guerra contra EEUU en Afganistán. Aquella operación prosiguió durante meses y no paró hasta que Francia y EEUU asesinaron extrajudicialmente a Gadafi. Fue llamativo que ambos países se disputaran, cual botín, la autoría de un asesinato que violaba la ley internacional.

“Llegamos, vimos, murió”

Libia quedó fragmentada y dividida en milicias armadas por Occidente, algunas de ellas extremistas. No importó. Hillary Clinton no pudo evitar aquello de “llegamos, vimos y murió”, comentando el asesinato de Gadafi. El salvaje oeste volvía a ser reivindicado. ¿Para qué hay cárceles y tribunales cuando se puede ejecutar a alguien sin más?

Libia se convirtió en arsenal de yihadistas armados que participarían en el horror actual que vive tanto ese país como Siria. Francia también impulsó una intervención militar en Malí en 2013, enviando tropas galas al terreno. 

Los papeles en Siria

Desde 2011 varios servicios secretos occidentales, así como unidades especiales de EEUU, estuvieron presentes en Siria, estudiando a qué grupos de la oposición apoyar y armar.
Ya en 2012 escribí en el libro “Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe” cómo Francia o Reino Unido, así como Arabia Saudí, Emiratos o Qatar, estaban ofreciendo apoyo logístico, militar o de inteligencia a diversos grupos “rebeldes”, algunos de ellos yihadistas.

La apuesta de Obama fue la estrategia del desgaste: dejar que los bandos implicados se debilitaran entre ellos, apoyando a determinados grupos de la oposición pero sin facilitar armamento pesado y evitando un desenlace.

En 2014 comenzó una campaña de bombardeos aéreos por EEUU y aliados del Golfo y en septiembre de este año se unió Francia. No es la primera vez por tanto que aviones franceses atacaban posiciones del Daesh. 

Irán y Rusia estuvieron presentes respaldando al régimen de Bashar al Assad, que no dudó en golpear duro en sus bombardeos sobre zonas urbanas en un intento por acabar con la oposición, a costa de muerte y destrucción, lo que contribuyó al aumento del extremismo.

El Daesh en Siria

Con la llegada a Siria de una delegación del “Estado Islámico” de Irak en agosto de 2011 se puso en marcha el “Estado Islámico” de Irak y Siria, que se asentó en varias áreas suníes del país, algunas de ellas cercanas a la frontera de Turquía, donde han operado los servicios secretos turcos, que han hecho la vista gorda ante las idas y venidas de los yihadistas. Como apuntaba en la primera parte de este artículo, varios actores regionales se han beneficiado de la existencia del ISIS.

En 2013, tras la toma de algunas ciudades importantes de Irak, el ISIS se hizo fuerte y popular entre algunos sectores de jóvenes musulmanes marcados por la guerra o por la desafección. A ello ha contribuido su sofisticada campaña propagandística a través de Internet.

Sykes-Picot

El ISIS ha proclamado en un vídeo que Sykes-Picot se ha acabado, y muchos en la región opinan que estamos ante un segundo Sykes-Picot.
El acuerdo de Sykes-Picot, llamado así por el apellido de sus dos valedores, fue suscrito de forma secreta en 1916, en la I Guerra Mundial, entre Francia y Reino Unido. A través de él ambas potencias se repartían el control de Oriente Medio en caso de una victoria militar: Francia ejercería su influencia sobre los actuales Siria y Líbano, y Reino Unido sobre Transjordania (la actual Jordania y Cisjordania), Palestina e Irak.

Así lo acordaron y así se hizo, a pesar de que sus promesas a la población local habían sido otras. La independencia ansiada por los árabes cayó en saco roto. Sykes-Picot convirtió antiguas provincias del Imperio otomano en países, dibujó fronteras a su antojo y repartió un suculento pastel entre París y Londres.

El papel de Francia en la zona

Desde 1920 y hasta la década de los 40 Francia ejerció su control sobre la Gran Siria, que comprendía lo que hoy conocemos como Líbano y Siria. En Líbano se impuso un sistema de reparto de poder en función de la confesión religiosa fomentado por París, interesado en beneficiar a los cristianos.

Ese sistema estableció la presencia en el Parlamento de seis cristianos por cada cinco musulmanes, a pesar de que estos eran mayoría en el país. Aquello estableció una división de facto entre las diferentes religiones. 

“La Cruz sobre la Media Luna”

En Siria, Francia también ejerció su mandato imponiendo sus intereses, violando la independencia que el rey Faisal I había declarado en 1920 y declarando Siria como su “colonia”.

El oficial francés Goraud comandó sus tropas hasta Damasco, ocupó la ciudad y aplastó una revuelta popular contra el mandato de París, en la batalla de Maysalum. Tras ello, Goraud se dirigió a la tumba de Saladino, la pateó y, según se le atribuye hasta hoy, dijo: “Despierta, Saladino. Hemos regresado. Mi presencia aquí consagra la victoria de la Cruz sobre la Media Luna”.

A pesar de la represión francesa, en los siguientes años se sucedieron varias revueltas en Siria y Líbano en contra de la dominación extranjera. Es importante tener en cuenta cómo esta lleva siendo percibida desde hace décadas. 

Las injerencias

En 1948, en territorio vecino a Siria, nacería el Estado de Israel, auspiciado por la ONU, las potencias occidentales y la URSS y con la oposición de los países árabes de la zona, que veían peligrar sus propios territorios.

Cuatro años antes, cuando dos rabinos habían ido a la Casa Blanca pidiendo un Estado judío en Palestina al presidente Roosevelt, este dijo: “Pensando en ello, dos hombres, dos hombres sagrados, vienen aquí a pedirme que permita que millones de personas sean asesinadas en una yihad”.

También entonces Hannah Arendt explicó su oposición al sionismo alegando que las políticas judías en Palestina dependerían de la protección de las grandes potencias. Y así ha sido. Occidente ha seguido desde entonces tomando partido por la ocupación israelí, que sigue en Cisjordania, Jerusalén Este, Gaza y los Altos del Golán de Siria.

La permisividad de Occidente con semejantes políticas, en comparación con sus castigos a los árabes, tiene sin duda consecuencias que habría que valorar.

La era colonial en Oriente Próximo y las injerencias -como el golpe de Estado de la CIA y Reino Unido contra el gobierno democrático iraní de Mossadeq- desembocaron en la creación de organizaciones árabes de resistencia armada o, en el caso iraní, en la revolución islámica del 79.

En los años setenta, los movimientos árabes seculares dominaban la escena, pero empezaron a crecer algunos grupos religiosos islámicos, impulsados y apoyados por regímenes conservadores que querían menguar la influencia de ese nacionalismo árabe laico predominante hasta entonces.


El punto de inflexión

Y llegamos de nuevo al punto de inflexión: la guerra de Afganistán y los integristas islámicos que recibieron armas y financiación de EEUU o Arabia Saudí para combatir a la URSS en suelo afgano.

Al mismo tiempo Israel invadía Líbano, lo que provocó la creación de Hezbolá, que en 1983 perpetró un enorme atentado suicida contra el cuartel de los marines estadounidenses en Beirut y contra un puesto de mando francés.

A la vez en Palestina estallaba la primera Intifada y, al calor de la represión israelí, surgió la organización de resistencia armada palestina Hamás. También nacían la Yihad Islámica y grupos extremistas egipcios.
Pocos años después en Argelia, excolonia francesa, se producía un golpe de Estado para impedir que el Frente Islámico de Salvación, que había ganado las elecciones en primera vuelta, pudiera gobernar. De ese modo nació el GIA, Grupo Islámico Armado, que protagonizó uno de los primeros atentados yihadistas registrados en Francia.

Todo aquello supuso la consolidación del islamismo y el extremismo en los grupos armados que luchaban o por la independencia, o contra la ocupación, o simplemente ya por la yihad. El remate final lo pusieron la invasión de Afganistán en 2011, la ocupación de Irak en 2003 y el infierno que provocaron. 

En 2006 nuevamente Occidente no quiso reconocer al ganador de unas elecciones democráticas cuando Hamás arrasó en los territorios palestinos. Posteriormente en 2013 en Egipto un golpe de Estado respaldado por sectores occidentales derrocó al gobierno de los Hermanos Musulmanes elegido en las urnas e instauró una fuerte represión, lo que ha provocado que algunos jóvenes egipcios, radicalizados, hayan viajado a Siria para unirse a la guerra.

Lo mismo ha ocurrido en Siria, donde la guerra y la represión solo han engendrado fanatismo y dolor.




Con cada intervención...

El exgeneral estadounidense Wesley Clark dijo hace unos meses que “EEUU usó el Islam radical para luchar contra los soviéticos en Afganistán. Rogamos a los saudíes que pusieran dinero; y lo hicieron”. También este año un antiguo enviado especial de la ONU, Lakdar Brahimi, que trabajó en Irak y Afganistán, atribuyó la emergencia del ISIS a la invasión de Irak: “No había justificación para la guerra de Irak y todos pagamos las consecuencias”.

Las guerras en las que Occidente lleva años involucrado no solo no han parado el terrorismo, sino que este ha aumentado. Con cada bomba sobre determinadas zonas de Siria, con cada discurso desafiante, con cada retórica racista, el ISIS ganará nuevos adeptos no solo en Oriente Próximo, sino también en barrios deprimidos de Europa como en el que vivía uno de los terroristas de París.

Este escrito es un simple repaso, poco completo porque este formato lo impide, pero suficiente para mostrar que, a pesar de lo que algunos insinúan en programas y tertulias, el extremismo violento que se ejerce en nombre del Islam no procede de ningún ADN connatural a una religión o a una etnia; que no surge por ciencia infusa de la nada; que todo tiene un contexto político e histórico; que para buscar soluciones a los problemas hay que analizar sus causas.


Cómo surge el ISIS, cómo se financia, quiénes hacen la vista gorda

Olga Rodríguez
www.atrio.org/171115

Los inicios de lo que después sería el ISIS

Los antecedentes que dieron lugar al ISIS surgen en el contexto de la ocupación de Irak. Tras la toma del país por las tropas británicas y estadounidenses (y españolas hasta 2004), se formaron diversos grupos armados para luchar contra los invasores. Entre ellos aparece la autodenominada organización de la base yihadista en Mesopotamia (procedente de Jamaa al Tawhid wal-Jihad, nacida en 1999), conocida en la prensa como Al Qaeda en Irak. Posteriormente se uniría a otros grupos bajo el nombre primero de Consejo de Muyaidines y después, en 2006, Estado Islámico de Irak. 

El contexto en Irak

Miles de iraquíes fueron detenidos en cárceles secretas estadounidenses, donde recibieron torturas diarias. Algunos arrestados desaparecían para siempre. Otros reaparecían años después devastados por las torturas, y con una sobrevenida, inquebrantable y extremista fe religiosa. 

Tras la ocupación EEUU desarticuló inmediatamente las Fuerzas Armadas iraquíes, criminalizó el partido Baaz e integró a milicias sectarias en las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes para luchar contra la resistencia. Fomentó las divisiones y entrenó a integrantes de milicias policiales que sembraron el terror.

Fue lo que se llamó los escuadrones de la muerte, comandos que arrestaron a miles de jóvenes suníes, muchos de los cuales aparecían semanas después muertos en las calles de ciudades como Bagdad, con orificios de bala en la cabeza, pies o pulmones, con huesos rotos, cráneos aplastados, piel quemada o arrancada, signos de descargas eléctricas u ojos fuera de sus órbitas.

Cientos de miles de familias huyeron del país. En tan solo unos meses más de cinco millones de iraquíes se convirtieron en refugiados. Dos millones y medio de ellos se instalaron en Siria.

En poco tiempo Irak, que había sido un país donde muchos chiíes y suníes convivían juntos, donde un elevado porcentaje de los matrimonios eran mixtos, donde no había grandes tensiones sectarias, se convirtió en un infierno. Muchos antiguos integrantes de las Fuerzas Armadas desmanteladas compartieron celda con miembros de grupos religiosos que iban radicalizándose a medida que aumentaba la violencia y la represión.

El grupo de la cárcel de Camp Bucca

Abu Baker Al Bagdadi, que se convertiría en 2010 en el líder del Estado Islámico de Irak, fue arrestado por los estadounidenses en 2004 en la ciudad de Faluya, duramente golpeada por las fuerzas de ocupación, que bombardearon viviendas, mercados, escuelas, hospitales y emplearon fósforo blanco, un armamento letal que abrasa la piel de sus víctimas. El dolor provocado en aquella ciudad es recordado hasta día de hoy por sus habitantes.

Al Bagdadi fue enviado a la cárcel de Camp Bucca, donde las torturas estaban a la orden del día. Algunos se empaparon allí de las doctrinas más extremistas y desvirtuadas del Islam, como el wahabismo. De aquella prisión saldrían muchos hombres listos para integrar las filas del Estado Islámico (ISIS o Daesh).

Las revueltas en Irak

En 2010, en un Irak totalmente roto, irrumpió un movimiento pacífico de protesta contra el gobierno central, que tomó fuerza tras el estallido de las revueltas en Túnez o Egipto en 2011.

Entrevisté por aquel entonces a uno de los organizadores de aquellas manifestaciones iraquíes, Udai Al Zaidi, hermano del famoso periodista que arrojó un zapato a George Bush y fue encarcelado por ello. Al Zaidi, chií, se manifestaba en Irak con miles de suníes y chiíes más, contra un gobierno al que tachaban de corrupto y sectario.
El gobierno de Al Maliki, aferrado al poder, reprimió aquellas multitudinarias protestas empleando balas contra los manifestantes, y apoyado por el Ejército estadounidense. Murieron cientos de personas y miles fueron encarceladas.

El 'Estado Islámico' en Siria

La represión gubernamental iraquí contra todo tipo de queja o protesta aumentó y llevó al extremismo a algunos sectores de la oposición.

Lo mismo ocurrió en Siria, donde las revueltas habían estallado en marzo de 2011. El 'Estado Islámico' de Irak envió una delegación a Siria en agosto de 2011, cuando la guerra civil siria ya estaba en marcha, tras el aplastamiento de las revueltas por Bashar al Assad. 

El líder del 'Estado Islámico' de Irak, el clérigo Al Bagdadi, formateado tras su paso por la cárcel de Camp Bucca y la guerra, anunció en 2013 la creación del 'Estado Islámico' de Irak y Levante (Siria). 

El auge del ISIS 

En 2014 el 'Estado Islámico' se hizo fuerte en Siria e Irak. Miles de hombres del ISIS, armados y protegidos con humvees y tanques, tomaron varias ciudades iraquíes sin apenas resistencia.

Contacté entonces con algunos antiguos efectivos de las fuerzas armadas iraquíes desmanteladas por EEUU y de varios grupos de la resistencia iraquí. En un momento en el que ellos mismos habían ganado posiciones en territorio iraquí, se hacían la siguiente pregunta:

¿Interrumpimos nuestra lucha contra nuestro enemigo, el gobierno de Al Maliki [apoyado por EEUU], para luchar contra el Estado Islámico, superior en número y fuerza a nosotros, o nos unimos al Daesh, a pesar de nuestras diferencias, para evitar ser derrotados?

La respuesta elegida por muchos fue la segunda. Prefirieron ser cómplices que enemigos.

Quién les iba a decir a algunos oficiales de las fuerzas del laico Baaz iraquí en 2003 que años después combatirían mano a mano con yihadistas extremos que proclamaban un califato y dictaban las normas más violentas y medievales en nombre de un distorsionado e instrumentalizado Islam.

La toma de más territorio

Grupos suníes de diversa procedencia, solo unidos por un enemigo común, terminaron integrando las filas del Daesh.  Tomaron varias ciudades iraquíes y llegaron  muy cerca de Bagdad. Apenas encontraron resistencia por parte del ejército iraquí, marcado por la corrupción:

“Los militares se fueron corriendo, no había aviones, no había nada que los parara. Para ser sincero, los únicos que hicieron algo para detener [al Daesh] fueron los militares iraníes y las milicias chiíes”, confesaba recientemente el exministro de Defensa iraquí Ali Allawi en un documental de Al Jazeera.

Desvincular Irak como contexto y desarrollo del Daesh sería hacer un análisis cojo de su evolución. En 2014, tras la toma de un amplio territorio en Irak, el Daesh proclamó el Califato del Estado Islámico de Irak y Siria, controlando un espacio similar al de Jordania. A sus filas se unieron chechenos, musulmanes procedentes de los Balcanes, del norte de África y de Asia. 

En agosto de 2014 llegó la respuesta internacional. Obama prometió acabar con el Daesh, y una alianza militar integrada por EEUU, Arabia Saudí, Emiratos o Jordania empezó a bombardear focos supuestamente controlados por el grupo terrorista.

La vista gorda y la financiación

El Daesh ha sido visto por algunos actores regionales -Israel, Turquía, Arabia Saudí, etc- como un arma potencial contra Irán. Ha mantenido débil al régimen chií de Irak y ha tenido ocupados a grupos enemigos de Israel, como Hezbolá, que lucha en Siria contra diversos grupos de la oposición, entre ellos el Daesh.

Turquía ha hecho la vista gorda ante el Daesh. El primer ministro Erdogan ha querido ver en movimientos islamistas radicales una forma de detener tanto la influencia chií en la zona como a los kurdos. Ha permitido el paso de yihadistas por su frontera, ha bombardeado a las YPG kurdas -unidades de protección popular- cuando se suponía que esos ataques tenían que dirigirse al Daesh, y ha permitido el flujo de camiones que cruzan la frontera cargados de petróleo procedente de los campos sirios controlados por el ISIS.

De ese modo cree evitar la posibilidad de una soberanía de los kurdos -que están luchando contra el Daesh- junto a su territorio.

La compra de petróleo en el mercado negro turco ha sido uno de los modos más eficaces de financiación para el Daesh, junto con el cobro de grandes sumas de dinero por el rescate de algunos secuestrados.

También recibe apoyo económico de individuos saudíes ante los que el régimen de Riad hace la vista gorda. Esas personas entregan dinero al Daesh y hacen lobby por él, presionando para que otros lo apoyen.

La guerra contra el terror

Los aliados de EEUU en Siria en la coalición que bombardea el país han sido entre otros la monarquía absolutista de Arabia Saudí, que sigue consintiendo el apoyo al Daesh desde su país.

Washington y los saudíes también operan juntos, con Emiratos, en la coalición que bombardea Yemen, donde están creando más caldo de cultivo para el terrorismo con ataques como el que el pasado septiembre mató a 131 personas e hirió a cientos más.

Las matanzas como la de París son habituales en Oriente Próximo y Medio, ya sea por ejércitos o por grupos terroristas. La llamada guerra contra el terror, la estrategia de las bombas y las intervenciones, se ha mostrado ineficaz: lejos de menguar, el terrorismo y la violencia crecen. 

François Hollande decía el sábado que la masacre de París es un acto de guerra. En realidad Occidente participa en una contienda desde que se involucró en Afganistán armando a los muyaidines que devinieron en los talibanes. Luego llegarían Irak, Libia, Siria, Yemen… Pero al ser guerras que se libran lejos de nuestras fronteras, solo nos acordamos de ellas cuando algún macabro eco llega a nuestros territorios.


La fuerza política de organizaciones, movimientos y no-movimientos de migrantes

José Luis Rocha
www.envio.org.ni/noviembre2015

Tres organizaciones de migrantes centroamericanos: CARECEN en Los Ángeles y San Francisco, Casa de Maryland en Washington y el Dolores Huerta Community Garden en Los Ángeles. Distintos los tamaños y los perfiles, a todas las une el haber crecido de abajo hacia arriba. Todas desafían al Estado con desobediencia civil y resistencia pacífica. Todas ponen en dificultades a los poderes anti-inmigrantes de Estados Unidos.

Las organizaciones que brindan apoyo constante y sonante a los indocumentados han sido -con justicia- reconocidas como espacios donde se resiste a la exclusión y se allana la senda hacia formas alternativas de ciudadanía porque ofrecen empoderamiento, comunidad e inclusión en el día a día. Las fuerzas anti-inmigrantes las han identificado como un contrapoder con agenda y acciones que tienden a neutralizar la aplicación de las políticas migratorias.

DESAFÍAN AL ESTADO

Un informe oficial al Congreso estadounidense estableció que las actividades de las organizaciones pro-indocumentados “preocupan a quienes creen que la ayuda humanitaria, por muy bien intencionada que sea, ayuda a los inmigrantes no autorizados en sus esfuerzos por subvertir las leyes de inmigración e ingresar al país… Un posible tema para la supervisión del Congreso se refiere a si algunas de las actividades de estos grupos humanitarios presentan un obstáculo a la Border Patrol...
Si es así, el Congreso puede decidir qué -si es que algo- se puede hacer para reducir esas actividades específicas de los grupos fronterizos civiles que afectan negativamente a la Border Patrol”.

En este sentido, esos grupos son un desafío -muy visible- al Estado. Si estas conclusiones aplican a las organizaciones que trabajan “con” migrantes, con mayor razón y fuerza aplican a las asociaciones “de” los migrantes.

Los migrantes centroamericanos que llegaron a Estados Unidos en la década de los 80 retomaron una prolongada tradición cívica estadounidense: asociarse para hacerse más visibles y audibles, agruparse para constituir comunidad y presionar por su inclusión. Algunos traían una experiencia organizativa cultivada en el adverso terreno de los regímenes autoritarios de Centroamérica. Otros eran novatos en esas lides.

Todos retomaron una tradición que en 1831 atrapó la atención de Alexis de Tocqueville. En tanto pensador liberal, Tocqueville saludó las asociaciones estadounidenses como plataformas para competir y persuadir mediante argumentos y actividades legales. Como aristócrata que aún recordaba con temor y temblor a las turbas de sans-culottes, vio en el asociacionismo una contención contra la tiranía y los excesos de la omnipotente mayoría. En todo caso, supo que se encontraba frente a una fuerza política de primer orden.

LAS ASOCIACIONES SON “PODERES POLÍTICOS INDIRECTOS”

Según la teoría de Michael Walzer, estas asociaciones son la base de la desobediencia civil porque cultivan un sentido de fidelidad a sus normas que supera la obediencia debida a las leyes de un Estado. De ser así, se cumpliría el pronóstico de Tocqueville: las asociaciones pueden debilitar al Estado.

Este planteamiento coincide en parte con un hallazgo del historiador alemán Reinhart Koselleck, según el cual en el siglo 16 “la relegación de los valores éticos o de las creencias religiosas en el ámbito de la existencia privada reforzó el poder del Estado, que confiscó y absorbió la res pública”.

El Estado se fortaleció, pero también se hizo más vulnerable: los valores razonados en la esfera privada podían socavar la autoridad del príncipe, los principios de su gobierno y la razón de Estado. De hecho, “en el siglo 18 las nuevas formas de sociabilidad, y particularmente las logias masónicas, se erigieron en jueces morales, aplicando al Estado los criterios de juicio que él mismo había relegado en la esfera privada. La distinción entre la conciencia individual y la autoridad estatal se vuelve así en contra del mecanismo que la había instaurado”.

Koselleck encontró que los lugares “apolíticos” como las bolsas de comercio, los clubes, los salones, los cafés y las academias, espacios no sometidos a la autoridad estatal, se transformaron en instituciones que ganaron “un carácter político potencial, y en la medida en que ejercían ya una influencia sobre la política y la legislación estatal, se convirtieron en poderes políticos indirectos”.

La apropiación de lo público por parte del Estado y la concomitante y paradójica politización del ámbito privado que Koselleck encuentra en Europa, fueron aún más dinámicas en Estados Unidos, donde el hambre de asociación tuvo varios estímulos: el incentivo político fue la lucha contra la tiranía de los muchos.

También hubo un estímulo religioso, que subraya la socióloga estadounidense Theda Skocpol: la competencia para ganar prosélitos en una nación que surgió sin una iglesia con un monopolio confirmado por el Estado. Los metodistas fueron los pioneros de la organización de un clero itinerante que se desplazaba de uno a otro poblado identificando líderes locales a quienes orientaban sobre cómo fundar y sostener nuevas congregaciones. Su metodismo no tardó en ser clonado por otros grupos religiosos y no religiosos.

MIL Y UNA ASOCIACIONES CÍVICAS

Los grupos de voluntarios y otras formas de asociaciones cívicas han adoptado en Estados Unidos múltiples formas: movimientos de reforma moral, sindicatos de obreros y agricultores, fraternidades con fines filantrópicos, asociaciones independientes de mujeres, grupos de veteranos y asociaciones étnicas. Siguen siendo consideradas un factor de importancia fundamental para la vitalidad democrática estadounidense.

Más de medio centenar de estas asociaciones traspasaron en algún momento el umbral de membresía del 1% de los adultos estadounidenses.
Incluso esos grupos de grandes ligas son muy variados en sus motivaciones, como se puede inferir de sus nombres: Ancient and Accepted Free Masons (fundada en 1733), Independent Order of Good Templars (1851), National Teachers Association (1857), National Rifle Association (1871), Woman’s Christian Temperance Union (1874), American Bowling Congress (1895), Aid Association for Lutherans (1902), Boy Scouts of America (1910), Greenpeace USA (1971) y Mothers Against Drunk Driving (1980).
 
Otros, ya extinguidos, también fueron voluminosos y variopintos: American Temperance Society (1826-1865), American Anti-Slavery Society (1833-1870), National American Woman Sufferage Association (1890-1920), German American National Alliance (1901-1918) y Ku Klux Klan en su segunda edición (1915-1944).

La buena salud de estas asociaciones y del prurito de asociación en general fueron la preocupación de Putnam en “Bowling Alone”: ¿Los estadounidenses estaban o no perdiendo su interés por asociarse? Theda Skocpol le dio una respuesta poco alentadora: “El norteamericano medio tenía también posibilidades de participar y trabajar a su manera en asociaciones que tendían puentes entre clases y lugares, entre asuntos locales y supralocales. Ahora esos puentes se están desmoronando. Los ciudadanos corrientes cuentan con menos ámbitos de afiliación a asociaciones de auténtico peso. Entretanto, los norteamericanos más poderosos actúan -y discuten- casi exclusivamente entre ellos”.

Skocpol lamenta que no surjan asociaciones interclasistas, porque anteriormente “la mayoría de los grupos clásicos de voluntariado en Estados Unidos reclutaba a sus miembros sin distinción de clases sociales”. Pero esto no es enteramente cierto. Por un lado, las iglesias siguen practicando una modalidad mixta de reclutamiento. Aunque la jurisdicción geográfica de las parroquias a menudo reproduce la segregación residencial, la tendencia creciente a congregarse en megatemplos es un retorno a una suerte de melting pot social, donde la impersonalidad de los servicios religiosos es corregida por la participación en actividades en pequeñas células. Por otro lado, la participación en grupos pluriclasistas no es la única forma de ejercer influencia sobre la política.

ORGANIZACIONES, MOVIMIENTOS Y NO-MOVIMIENTOS

Las organizaciones de base pueden ser estudiadas desde diversos ángulos. Uno, son sus aportes al proceso por el que los migrantes van adquiriendo más derechos y, en ese sentido, aproximándose a la ciudadanía. Su apoyo, como el de las organizaciones religiosas, es imprescindible para la eficacia de la desobediencia civil de los migrantes. Son, por ello, plataformas de desafío a las políticas migratorias y a la voluntad excluyente.

En el caso de Estados Unidos, y en lo que se refiere a la migración, estas organizaciones son correas de transmisión hacia otros sectores influyentes: son un nexo entre los indocumentados y la academia, los medios de comunicación y la política partidaria. Son un nexo entre los movimientos de -y por- los migrantes y los no-movimientos de los migrantes indocumentados.

Los movimientos son las grandes iniciativas y organizaciones, generalmente lideradas por migrantes de segunda generación o de primera ya establecidos: el Immigrant Rights Movement con sus marchas del año 2006 de entre 3 millones 700 mil y 5 millones de inmigrantes en 160 ciudades contra el proyecto de ley Sensenbrenner, la Dream Activist network y Dreamers Adrift con su TheDreamIs-Now.org, la Labor Immigrant Organizing Network (LION) y la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes de Los Ángeles (CHIR-Los Ángeles) y La Tierra es de Todos.

El concepto de no-movimiento fue acuñado por el sociólogo iraní Asef Bayat para referirse a las acciones colectivas de actores no colectivos, a las prácticas compartidas por un elevado número de personas ordinarias que emprenden actividades atomizadas pero similares, como los precaristas que se van apoderando gradualmente de un predio baldío en el centro de una ciudad o los migrantes que cruzan la frontera y se establecen en Estados Unidos sin pedir permiso. Su actuación al unísono tiene la fuerza de un acto concertado y, a veces, la apariencia de ser fruto de una confabulación muy planificada, aunque cada uno de sus ejecutantes obre por separado, sin programa ni ideología y con un conocimiento más bien somero del efecto que tiene la sumatoria de actos y el valor agregado del suyo.

Por eso los no-movimientos son más flexibles, fluidos y auto-productores de su estrategia. La suya no es una política de protesta, sino de práctica. Algunas de las organizaciones de los centroamericanos entrelazan -aunque no de forma sostenida- esa fuerza masiva de los no-movimientos con la acción dirigida de los movimientos o son un híbrido que combina los rasgos de uno y otro.

EL CENTRO DE RECURSOS CENTROAMERICANOS (CARECEN) EN LOS ÁNGELES

En 1981 CARECEN nació como Central American Refugee Center en la ciudad de Washington. Fundado por refugiados salvadoreños para asegurar el estatus legal a las decenas de miles de centroamericanos que huyeron en los años 80 de la guerra civil, CARECEN es la más famosa y más transnacional de la organizaciones de salvadoreños, seguida por El Rescate y la Clínica Romero, tres organizaciones que mimetizaron el fraccionamiento del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

En 1983 abrió oficinas en Los Ángeles y en 1985 sus ramas se extendieron a San Francisco, Houston y New York. Fue rebautizada como Central American Resource Center (Centro de Recursos Centroamericanos), cuando el tema del refugio pasó a segundo plano y lo que más urgía era diversificar los servicios a una población migrante muy voluminosa. Actualmente provee servicios legales a bajo costo, asesoría en vivienda, organización de grupos según intereses (padres, jóvenes, trabajadores) y cabildeo en políticas migratorias, reforma educativa y derechos laborales.

Hace décadas expandieron su atención y lazos a guatemaltecos, con la alianza entre CARECEN de Los Ángeles y la Asociación de Fraternidades Guatemaltecas (AFG), que tiene un comité de acción política para postular candidatos a las elecciones locales. Actualmente están más expandidos, al punto que Lariza Dugan-Cuadra, una nicaragüense-irlandesa, es la actual directora ejecutiva de CARECEN-San Francisco.

CARECEN EN SAN FRANCISCO: “EMPEZAMOS GANANDO NADA”

CARECEN de San Francisco fue incubado en 1985, pero salió a la luz en 1986, según rememora el periodista y politólogo Ricardo Calderón, ex-decano de periodismo y ex-secretario general en la Universidad de El Salvador y uno de los históricos fundadores de CARECEN-San Francisco: “La idea surgió de ver cómo era la situación de los migrantes acá, especialmente los salvadoreños. Tres profesionales salvadoreños ex-universitarios nos juntamos y se sumaron tres mujeres anglos, también profesionales, una de ellas abogada. Y buscamos qué hacer para la comunidad. Era una época cruda de la guerra civil allá en El Salvador. Queríamos crear algo que les permitiera a nuestras comunidades arreglar acá sus situaciones migratorias porque por una parte estábamos viendo que los notarios estaban haciendo dinero a costillas de nuestra gente sin tener la preparación debida. Incluso les inventaban las historias y les inventaban las evidencias que presentaban para el asilo político, que era a lo que aplicaba la gente”.

Con algunas patrañas, los abogados conseguían armar los casos de asilo. Una vez sometido el caso, las autoridades migratorias -abrumadas por la avalancha de aplicaciones y urgidas a proporcionar al menos un veredicto temporal- emitían un permiso para trabajar. Pero no era más que una solución momentánea que podía terminar en deportación.
En ese caldo de éxito aparente de los leguleyos, el nacimiento de CARECEN generó hostilidad en la comunidad, entre los abogados y entre otras organizaciones. Pudo sobrevivir gracias al equipamiento barato a base de máquinas de escribir usadas y al trabajo voluntario de sus fundadores durante dos años.

Empezaron ganando nada. Después, apenas 600 dólares al mes en concepto de estipendios. Esa austeridad les dio ventaja sobre otras instituciones con voluminosos salarios y equipos relucientes. Al inicio, la distribución salarial no respetó la jerarquía y el volumen de responsabilidades. Los 600 eran tanto el ingreso de los directores como el de una madre soltera con tres hijos. Y así empezaron una andadura que ya lleva 30 años, sorteando obstáculos financieros y venciendo diferencias nacionales, ideológicas y organizacionales, según con cuál de las organizaciones del FMLN simpatizaban más sus miembros.

“TENÍAMOS ABOGADOS QUE NO COBRABAN”

CARECEN había establecido vínculos con las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y otras fuerzas insurgentes. El investigador Eric Popkin ha señalado que CARECEN había dado apoyo al FMLN movilizando votantes contra la intervención del gobierno estadounidense en El Salvador.

Esos vínculos crearon dilemas: ¿ayudar o no ayudar a los nicaragüenses que llegaban huyendo del régimen sandinista? Y más tarde, según relata Calderón, “nos vino el otro conflicto, el TPS para los salvadoreños en el 91 y el crecimiento de las remesas. Ayudarles a los salvadoreños aquí significó ayudarle a ARENA allá en El Salvador. ¿De qué manera? Con las remesas. Porque ARENA estaba en el poder y su gestión se beneficiaba con las remesas. Nosotros teníamos ese conflicto y otras organizaciones nos atacaban por eso: le están haciendo el trabajo a ARENA, nos decían”.
La única salida a ese conflicto consistía en vadear esas discusiones o darlas por zanjadas con la opción de luchar por el bienestar de la comunidad de centroamericanos en Estados Unidos.

Para ayudar a la comunidad había que dotar a los miembros de un estatus legal. Había una miríada de solicitudes que empezaron a resolver gota a gota. Las asesorías legales consistían en una revisión minuciosa de los casos para reunir toda la evidencia que la concesión del asilo requería. Cuando el paquete estaba listo, los remitían a bufetes de abogados que no cobraban por esos casos.

Ahora es menos frecuente contar con abogados de experiencia que estén dispuestos a no cobrar. Los que quedan son antiguos activistas y viejos colaboradores, como Robert Foss, que fue abogado de CARECEN-Los Ángeles y ahora tiene su bufete y dirige los servicios legales del International Institute of Los Ángeles, fundado en 1914 para ayudar a los migrantes recién llegados.

Cuando cenábamos con un grupo de mayas guatemaltecos, le pregunté a Foss cuánto cobraba. “Cuando encuentro a alguien así -respondió, posando la mano sobre los hombros de uno de los muchachos-, que tiene cara de buena gente, que viene de Guatemala o El Salvador, que a lo mejor está vinculado a alguna organización, no le cobro”.

CARECEN y otras organizaciones semejantes cultivan vínculos con éstos cada vez más escasos abogados porque el trabajo legal sigue siendo el de mayor peso. Los servicios legales en CARECEN-Los Ángeles absorben el 67% del staff, en contraste con el 12.5% de las labores administrativas, el 10% del equipo de educación y organización comunitaria, el 6% del trabajo con padres y jóvenes y el 4% de la organización laboral.

“YA TENGO UNA CORAZA DE TORTUGA O DE ARMADILLO”

La solución gota a gota no era suficiente en los años 80 ni lo es ahora. En los años 80, CARECEN difícilmente podía convertirse en el líder de una iniciativa para cabildear en favor de los que huyeron del conflicto bélico. El estigma de ser un apéndice de la guerrilla actuaba como un dique a sus actividades más abiertamente políticas.

Según Calderón, “como había una relación bien fantástica con los sectores religiosos, fueron las iglesias bautistas las que nos dijeron ‘Nosotros lo podemos hacer’, y entonces ya a ese nivel no participamos nosotros directamente. Con abogados que habíamos propuesto, se tiraron a plantear lo del ABC (así llamada por la American Baptist Churches, que demandó a la fiscalía general y al Immigration and Naturalization Service por no conceder asilo a salvadoreños y guatemaltecos) como una demanda contra la emigración y se dio la coincidencia de que se ganó la demanda de las ABC en 1990 y en los 90 también se aprueba el TPS para los salvadoreños. Entramos al 91 con dos programas de elegibilidad para los salvadoreños”. Después empujaron la ley NACARA, que fue menos generosa con los salvadoreños que con los nicaragüenses y cubanos.

Calderón enfatiza que CARECEN conserva su arraigo popular por su cercanía con la gente, por sus promotores campechanos, “que aparecen de cachucha y se ven como camaradas”, y por sus abogadas, “dos chicas que están atendiendo casos legales en la Corte. Ellas tienen una gran identidad y hasta sufren con la gente cuando oyen sus historias. Lloran y todo. ‘Y vos, ¿por qué no llorás?’, me dicen. Ya son 27 años de estar metido aquí. Ya me hicieron sufrir en su momento. Tengo una coraza como la tortuga o como la del armadillo”.

LA PRESIÓN DE QUIENES LOS FINANCIAN

En el otro extremo están las agencias financiadoras, que “miran al cliente como estadística, y eso no nos gusta, pero necesitamos ese fondo y tenemos que sumar números. Lo demás no les importa. Por ejemplo, tenemos tres casos que son sensacionales. Gente a la que ya habían mandado a deportar y logramos detener la deportación. Eso significa horas de horas, estar revisando la ley, estar haciendo contacto con oficiales de migración y oficiales de la ciudad para detener esa deportación. Todo por sólo dos personas. Nos llevó mucho tiempo. Pero había que hacerlo. Era justo”.

El otro problema es el show que las agencias a veces quieren que CARECEN represente ante los medios de comunicación o el tipo de casos que les sugieren resolver, ligados a problemáticas, como los perseguidos por homofobia o violencia doméstica, en las que CARECEN está adquiriendo experiencia gradualmente, pero que no forman parte de su saber acumulado. Sin embargo, CARECEN logra mantener su agenda y sus vínculos con la política de la ciudad y el condado.

Gracias al apoyo del gobierno local, CARECEN-San Francisco pudo obtener su personería jurídica. También ha sido -sin proponérselo- plataforma de construcción de carreras políticas, como es patente en el caso de un ex-director ejecutivo que se lanzó exitosamente como candidato suplente a una diputación.

EN CASA DE MARYLAND, TRABAJA “A MAN WITH A PLAN”

Casa de Maryland nació como Central American Solidarity Association of Maryland, fundada hace 20 años por estadounidenses y centroamericanos para proporcionar asistencia a las personas que durante los años 80 huyeron de la guerra en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

El actual director ejecutivo es Gustavo Torres, colombiano de nacimiento, con un pasado en Nicaragua durante los años 80 que los segmentos anti-inmigrantes explotan con burdas deformaciones, como la de Ann Corcoran del Potomac Tea Party Report, en un artículo que tituló “Gustavo Torres: Just your friendly Sandinista warrior next door”, donde con desgañitada pluma afirmó: “Los sandinistas son comunistas, están en Estados Unidos, están en Maryland. Gustavo Torres es uno de ellos”.

Corcoran se basó en la información de un interesante pero muy ambivalente artículo de “The Washington Post”, encabezado por la frase A man with a plan, título muy elocuente pero también apropiado para erizar la piel de los anti-inmigrantes. En ese reportaje David Montgomety mencionó el activismo de Torres en Colombia y sus años en Nicaragua como colaborador del Centro de Investigación y Estudios de la Reforma Agraria (CIERA) y de “El Tayacán”, un semanario de educación popular, de inspiración cristiana y con opción por el proceso revolucionario.

Gustavo Torres me llegó a recoger a la estación del metro de Takoma, cercana a la sede central de Casa de Maryland. Venía de una reunión con Nacy Pelosi, y quizás por eso, o porque en esos días las expectativas sobre la reforma migratoria estaban en un punto de ebullición -después supimos que el equipo de Obama estaba preparando el decreto que al detener las deportaciones de más de 5 millones de indocumentados, les abrió una primera puerta a la residencia legal-, la conversación enfiló de inmediato hacia los grandes temas de la política migratoria.

“OBAMA TIENE EL PODER PARA PARAR LAS DEPORTACIONES”

“La reforma migratoria es nuestra prioridad central en este momento -me dice Gustavo Torres-. Cerca del área metropolitana hay 500 mil migrantes indocumentados. Muchos de ellos son nuestros miembros. Nuestra prioridad es lograr pasar las reformas migratorias. Por eso organizamos grandes marchas ante la Casa Blanca y el Capitolio. Para el Primero de Mayo tenemos una gran marcha de desobediencia civil allí porque pensamos que el Presidente tiene un rol clave que jugar y es sencillo parar las deportaciones. Él tiene el poder de parar las deportaciones”.

“La solución final es la reforma migratoria, que sólo el Congreso puede aprobar. Pero a nivel de las deportaciones, el Presidente lo puede hacer mañana, así como lo hizo con los soñadores en el 2012 por la presión que hicimos, pero también porque era un momento político clave. Estábamos en todo el proceso electoral. Para él era vital promover, impulsar y motivar a la comunidad latina para que votara por él y definitivamente el 71% votamos por Obama por lo que hizo por los Dreamers. En ese momento, en el 2012, paró las deportaciones y se beneficiaron cerca de un millón de jóvenes”.

La propuesta que Gustavo Torres describió en marzo de 2014 fue esencialmente la que Obama terminó implementando en noviembre de ese año, aunque con una cobertura bastante menor, de 5 en lugar de 9 millones: “El Presidente puede usar el Poder Ejecutivo. Nosotros hicimos un análisis legal y ya se lo entregamos. Concluimos que él como Presidente tiene la discreción administrativa para implementar de cierta forma las leyes: en este caso, puede decidir que a esas personas no las va a deportar porque no tienen récord criminal, están aquí tanto tiempo, son los papás de los soñadores, tienen hijos en este país… Propusimos varias categorías. Ya hicimos los cálculos. Básicamente, si el Presidente emite un decreto a favor de todas estas categorías que yo te mencioné, cerca de 9 millones de personas no serían deportadas hasta que el Presidente salga en el 2016. Y para entonces esperamos que ya hayamos pasado la reforma migratoria. Ésa es nuestra estrategia”.

Esa estrategia de la que me habló Gustavo Torres ha tenido un éxito parcial. En noviembre de 2014 Obama envió a las autoridades migratorias los memorándums para detener las deportaciones de indocumentados que son padres de estadounidenses, no tienen antecedentes penales y pagan impuestos.



GANARSE A LOS REPUBLICANOS ES CLAVE

Casa de Maryland mostró que tiene el oído del Presidente. Thomas Pérez, ex-Presidente de Casa de Maryland, es el actual Ministro del Trabajo. Cecilia Muñoz, que antes formó parte de su Junta Directiva, es la directora del White House Domestic Policy Council y anteriormente se desempeñó como White House Director of Intergovernmental Affairs, el principal nexo entre Obama y los gobiernos estatales, locales y tribales.

Esta relación ha facilitado el trabajo con la administración Obama y sin duda les ayudó. Pero no basta: los memos de Obama fueron impugnados y su administración sostiene el acelerado ritmo de las deportaciones para no perder credibilidad. Muñoz ha sido abucheada por latinos y activistas porque las deportaciones continúan encarcelando niños y separando familias. El trabajo con los republicanos sigue siendo esencial.

Contra todo pronóstico, no fue infructuoso el trabajo con Bush, cuyas coordenadas en el mapa migratorio Torres ubica con mayor optimismo que otros activistas: “Bush era muy pro-inmigrante. La razón era bien sencilla: viene de Texas, donde la comunidad latina es inmensamente grande y él ha estado viviendo y trabajando con la comunidad latina. Es sinceramente pro-inmigrante, y eso es algo bien importante”.

La experiencia de Casa de Maryland demuestra que el peso demográfico de los latinos y su participación en el mercado laboral son determinantes para obtener logros en pro de los indocumentados, así como también los políticos con visión, que trasciende el ámbito local y posan la vista en objetivos nacionales: “No hemos logrado la reforma migratoria porque todavía no tenemos el poder y la capacidad para influenciar al Partido Republicano en unos estados controlados por blancos. En muchos distritos el 90-95% de votantes son blancos. A ellos les importa un pepino la cuestión de migración. Les importa su distrito. El distrito 18 de Missouri es un distrito totalmente blanco. Si vas y le hablas a ese representante que vote a favor de la reforma, se muere de la risa. Te dice ‘Ilegal, no quiero hablar contigo’. Porque los latinos no tenemos ninguna presencia en su distrito. Son los votantes de ese distrito quienes lo van a elegir y si esos votantes no tienen relación con emigrantes, no está interesado en la reforma migratoria. Ahí los representantes tienen un enfoque totalmente localizado.

Pero otros tienen una visión nacional. Saben que si quieren volver a la Casa Blanca, tienen al menos que decirles a los latinos ‘Bienvenidos’. No es que con eso van a ganar el voto, pero les permite abrir una ventana y decirles ‘Miren, no somos tan malos”.

El tamaño que ha adquirido Casa de Maryland, desde sus humildes orígenes impulsados por CARECEN, los ha convertido en un interlocutor político ineludible de los políticos con miras nacionales.

VICTORIAS DISEÑADAS DESDE UNA MANSIÓN

La nueva sede de Casa de Maryland impone. Es un palacete que fue de un terrateniente esclavista, situado en Langley Park, un barrio de modestas viviendas con un 72% de población extranjera. Después de que Sawyer Realty LLC les donara la mansión McCormick-Goodhart de alrededor de 7 mil metros cuadrados -para ser preciso, se las vendió por un dólar-, Casa de Maryland emprendió su rehabilitación con una mezcla de fondos gubernamentales y de corporaciones como la Adventist Healthcare y el Bank of America.

En 2010, con 13.8 millones recaudados en plena crisis económica, la nueva sede abrió sus operaciones. La enorme residencia quedó convertida en oficinas, salones para impartir clases de inglés, entrenamiento laboral y asesoría legal. Es el cuartel general de Casa de Maryland, una organización que ahora dispone de más de 90 empleados y un presupuesto anual de 6 millones de dólares en 2011.

La mayor parte de los fondos provienen de grandes fundaciones, pero también cuenta con las aportaciones de 50 mil asociados, que con sus 25 dólares al año le dan una sólida base para que opere con independencia y mantenga sus servicios, entre los que sobresalen -para orgullo de unos y escándalo de otros- su asistencia legal a más de mil casos al año y su bolsa de trabajo que en 2010 hizo 18,989 ubicaciones de trabajadores indocumentados en empleos temporales y 248 en ocupaciones permanentes.

Sobre el bolsón de fondos independientes se creó CASA in Action, un proyecto de 100 mil dólares para respaldar candidatos políticos con programas pro-inmigrantes. Esa compartimentación, libre de fondos estatales y sus ataduras, les permite incursiones más agresivas en la política partidaria. Quizás este tipo de tácticas son las que le han ganado a Torres la fama de genio maligno.

SON MECENAS DE LA VIOLACIÓN DE LAS LEYES

Ese trabajo político les ha proporcionado logros notables, cuenta Gustavo Torres: “Por ejemplo, el año pasado, logramos pasar una legislación que se llama Dreamers, que es para asegurarse que los jóvenes indocumentados puedan ir a la universidad sin que les cobren como que están fuera del estado. Cuando tú estás dentro del estado te cobran una tarifa y si vienes de fuera es otra, 6 mil o 18 mil dólares, una diferencia grandísima. Fue exactamente un referéndum, fuimos a elecciones y el 60% de la población, 1 millón 800 mil personas, votaron a favor nuestro”.

“Otra victoria relacionada con el cabildeo es el salario mínimo. La pasamos el mes pasado (febrero 2014), aquí en el condado de Montgomery -el cuarto más rico del país- y el condado de Prince George, que es donde nosotros tenemos nuestra sede. Lo logramos gracias a una coalición grande de afroamericanos, blancos progresistas y latinos. Como sabes, aquí el salario mínimo está a 7.50 dólares la hora. Lo vamos a lograr pasar a 11.50 para el 2017. Empieza a subir este año a 8.50, 9.50 y 10.50, 11.50… Es otra victoria grande para nuestra gente, sin importar su estatus migratorio”.

El trabajo de Casa de Maryland, en coalición con otras organizaciones y el interés del gobernador estatal Martin O’Malley por complacer a la creciente población latina, ha cuajado en una serie de condiciones que no tienen paralelo en otros estados: los migrantes indocumentados tienen derecho a un abogado y tienen derecho a votar en las elecciones locales, independientemente de su estatus migratorio.

Pero los logros tienen un precio. Casa de Maryland ha sido acremente criticada. Como recibe fondos de distintos niveles del gobierno, ha sido acusada de emplear fondos de los contribuyentes para apoyar a los indocumentados y, en ese sentido, es un mecenas de la violación de las leyes. Apoya la desobediencia civil cotidiana de los migrantes no autorizados.

Su trabajo en cabildeo, la publicación de panfletos que muestran a los indocumentados sus derechos, las protestas pacíficas en la calle y la defensa de los derechos de los trabajadores han bastado para que Casa de Maryland coseche una legión de enemigos y que estos fabulen con vínculos entre Casa de Maryland y el American Communist Party, Free the Cuban Five Committee, el FMLN, Socialist Workers Party, Black Panther Party, los Hermanos Musulmanes y hasta con Hugo Chávez, entre muchas otras “liaisons dangereuses”.

Estos disparates podrían parecer cómicos. De hecho, parecen una nueva versión del chiste donde un hombre que recibe un alto por conducir ebrio, le cuenta al oficial una rocambolesca historia sobre los destazados que lleva en la valijera, de modo que el parte policial luzca tan absurdo que lo dejen libre. Pero son disparates que han inspirado conductas literalmente incendiarias: la sede de Casa de Maryland en Shady Grove fue objeto de un atentado pirómano en su primer mes de operaciones. Torres podría decir la frase que Don Quijote no dijo, aunque razones no le faltaron: “Ladran Sancho, señal de que cabalgamos”.

LOS GUATEMALTECOS SE ORGANIZAN

La beligerancia organizativa de la década de los años 80 dejó en Estados Unidos un sedimento de instituciones guatemaltecas que, por lo general, trabajaban de forma aislada y a menudo sectaria. Algunas de ellas fueron creadas por activistas vinculados a la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Otras tenían filiaciones religiosas o étnicas.

Probablemente, este comportamiento dejó de ser viable para organismos con grandes pretensiones y fondos que menguaban a medida que Guatemala dejaba de ser el titular del día. Pero ese capital acumulado nutrió una serie de redes que eventualmente lograron sumar fuerzas en pro de una causa común: la legalización de los inmigrantes guatemaltecos. En enero de 1998 los activistas guatemaltecos organizaron la primera marcha nacional por los derechos de los inmigrantes. Congregaron a 3 mil participantes.

Ese mismo año organizaron una asamblea en Chicago que incluyó organizaciones del más variado espectro ideológico y étnico: CORN-Maya of Indiantown (Florida), fraternidades de Massachusetts y Los Ángeles, las organizaciones de refugiados Anastasio Tzúl/Guatemala Support Network of Houston y Anastasio Tzúl/Casa Guatemala de Chicago, la Guatemalan American Chamber of Commerce (Chicago), el Comité Guatemalteco Americano de Long Island, la Asociación Guatemalteca Americana (AGA) de Miami, la Asociación de Guatemaltecos Unidos (AGU) de San Francisco y la Guatemalan Unity Information Agency (GUIA) con oficinas en Los Ángeles y Washington.

Según los investigadores Susanne Jonas y Néstor Rodríguez, GUIA había sido fundada a iniciativa del cónsul guatemalteco en Los Ángeles y su vinculación con el gobierno marcaba un contraste con las organizaciones de refugiados cuyos miembros habían llegado a Estados Unidos huyendo de la represión del ejército guatemalteco. Sin embargo, juntas formaron GUATENET, una red de entidades que hizo aguas en 1999, naufragando entre diferencias étnicas e ideológicas. Algunas de sus organizaciones y otras no tardaron en formar la Coalición de Inmigrantes Guatemaltecos en Estados Unidos (CONGUATE).

ALDEAS MAYAS PRESENTES Y VIVAS EN LOS ÁNGELES

Aparte de CONGUATE, hay un gran número de redes comunitarias con identidad maya, entre otras muchas, la binacional Liga Maya /Internacional con sede en Vermont y contraparte en Guatemala, la Organización de los Pueblos Mayas en el Exilio de Florida y la Maya Various Interpreting Services and Indigenous Organizing Network, que proporciona servicios de traducción en las audiencias de aplicación al asilo.

Como observan Jonas y Rodríguez, aunque estos grupos se ocupan de temas sociales y culturales, y no de campañas políticas por la legalización, trabajan el ejercicio de derechos y los servicios legales de inmigración. Su cobertura étnica y nacional se expandió y sus temáticas han variado. Tanto el abanico más variado de sus servicios como su menor ideologización son síntomas de un giro, quizás de una transformación que responde a las nuevas necesidades, o a una mayor atención a las necesidades de cada día de quienes tienen más claro un futuro en los Estados Unidos.

No obstante su inserción en Los Ángeles, tampoco se puede decir, retomando la metáfora del historiador Oscar Handlin, que hayan sido arrancados de raíz. El origen sigue ejerciendo una fuerza gravitacional. Los guatemaltecos en Los Ángeles cuentan con muchas organizaciones, donde las divisiones geográficas de aldeas de origen marcan la pauta. Los indígenas guatemaltecos de San Antonio Sija están divididos por “parajes”, que son las unidades territoriales de las aldeas mayas.
Regularmente invierten en bienes comunales en sus aldeas: adoquinado de calles y pavimentación de caminos, compra de terrenos para escuelas y cementerio, ampliación de la iglesia católica y reparaciones en dos conventos, mejoras en el campo de fútbol, construcción de salones comunales y de un muro de contención en el paraje Chonimacorral. Han financiado la celebración del día de la Independencia cada 15 de septiembre en los parajes Camposeco, Pajul y Chonimacorral.

Desde 1991 las asociaciones apoyan las fiestas patronales con jugosos fondos para financiar a grupos musicales mexicanos y guatemaltecos cuya fama trasciende las fronteras: Lalo Tzul y su marimba orquesta Ecos Manzaneros, Fidel Funes, Los Internacionales Conejos, Alma Tuneca, Checha y su India Maya Caballero... Los costos de cada concierto ascienden a los 45 o 30 mil quetzales, según si el grupo es mexicano o guatemalteco.

Estas inversiones en actos culturales y en construcciones y compras de terreno en sus aldeas muestran el peso del origen. No menos sintomático de ese peso es el hecho de que la institución que los cohesiona y convoca de manera más masiva es el fondo para repatriación de cadáveres, el único con contribuciones periódicas e inaplazables, que les garantizan retornar después de muertos adonde quedó enterrado su ombligo.
Si las asociaciones estadounidenses se habían distinguido por remontarse desde lo local hasta el ámbito nacional sin perder sus raíces locales, estos grupos logran ser binacionales-locales, es decir, muy focalizados localmente, pero con presencia y actividad en dos naciones. En esto se distinguen de las típicas asociaciones estadounidenses, cuya estructura reproduce la estructura local/estatal/nacional del gobierno federal de los Estados Unidos.

NACE DOLORES HUERTA COMMUNITY GARDEN: A MEDIO CAMINO AL NO-MOVIMIENTO

Estas formas de organización con sus motivaciones sociales y culturales abrieron brecha hacia las agrupaciones más flexibles de la nueva generación, que desde sus primeros pasos aparecieron como entidades sin orientación ideológica ni alineación política.

Quizás también, como suele ocurrir, las nuevas generaciones tomaron nota del recurso organizativo de los adultos y de sus muchas posibilidades, pero encontraron que ahí no había espacio para su protagonismo, y crearon su propia organización… a su medida.
Un ejemplo es la asociación que llamaré Dolores Huerta Community Garden, pseudónimo con que la socióloga Pierrette Hondagneu-Sotelo en su libro “Paradise transplanted” se refiere no al grupo, sino al huerto del grupo.

Aglutina a poco más de una treintena de indígenas mayas, jóvenes de entre 16 y 30 años, la mayoría de la etnia quiché y de la aldea San Antonio Sija. Es una organización bastante informal, a medio camino entre movimiento y no-movimiento. No tiene personería jurídica. Nació ligada a la iglesia católica, pero no es confesional. No tiene una estructura jerárquica formalmente establecida. Tampoco una meta que guíe sus acciones hacia un impacto que trascienda a los miembros del grupo, un producto utópico que fabricar.

Las obligaciones de sus miembros -mujeres y hombres- no están estipuladas en un código. Su agenda es harto flotante, no está constreñida por programas específicos y a menudo tiene un carácter ad hoc. Y aunque sí tiene un ritmo de reuniones pautado, las más de las veces sus miembros interactúan durante encuentros espontáneos, en una heladería o un comedor tailandés, con un número variable de participantes que, al tenor de sus experiencias del día, orientan una plática muy horizontal, donde los más veteranos pueden explicar cómo enfrentaron problemas similares, pero jamás pontificar sobre las conductas óptimas.

Tienen toda la pluralidad ideológica de un no-movimiento. La iconografía que el grupo sube a su Facebook oficial combina motivos de la religiosidad más tradicional con alusiones a las luchas de los años 80 y una beligerante veneración hacia Monseñor Romero.

Su discurso a veces refleja una moral sexual marcada por el conservadurismo católico, pero eso no impide que los hombres suban a sus Facebooks cientos de selfies con la infinidad de Misses Guatemala de voluptuosos escotes que van surgiendo por cada barrio, evento y empresa comercial. Tampoco impide que alguna muchacha cambie de novio o salga regularmente con un miembro del grupo a quien aclare
-para su extrema perplejidad- que no tiene intenciones de establecer una relación formal ni exclusiva.


NACIERON EN GUATE Y MIGRARON SIENDO NIÑOS

Gramsci identificó en este tipo de desconexión -“prédicas” que no calzan con la “práctica”- una señal inequívoca de una nueva hegemonía emergente. Sin duda hay mucho de eso en esta duplicidad, que en este caso particular refleja la brecha cultural entre un pasado -que tanto es un fardo como un apoyo- y un presente de complicada digestión porque estos jóvenes han hecho una transición desde una aldea rural que en 2002 tenía 6 mil 641 habitantes a Los Ángeles, una ciudad que en 2010 tenía 3 millones 792 mil 621 habitantes.

El cambio es semejante al que Néstor Rodríguez alude con el agudo contraste entre San Cristóbal de Totonicapán y Houston, puntos de partida y asentamiento de otro grupo quiché, una aldea rural de artesanos y agricultores y una ciudad de industrialización avanzada.

Como miembros de la generación 1.5 -nacieron en Guatemala, pero migraron siendo niños-, algunos de estos jóvenes no sólo se muestran más preocupados con sus vidas y sus perspectivas en Estados Unidos y por eso no es probable que a largo plazo continúen manteniendo lazos con su tierra natal, como acertadamente afirma Cecilia Menjívar, sino que se encuentran en un estado de liminalidad cultural, con muchas implicaciones para el código moral.

La liminalidad es ese estado ambiguo que caracteriza a la fase intermedia de una transición, un tiempo-espacio que suspende las jerarquías. Por eso mismo, un tiempo con un nuevo “hacer” que no siempre casa bien con el viejo “decir”.

Un no-movimiento, admite un amplio abanico de posiciones, quizás muy apropiado para los jóvenes en liminalidad, que buscan la emancipación a tientas -sin ideología que haga de tabla de salvación sustituta-, escrutando ahí donde aprieta la necesidad y con los medios que las trayectorias personales ponen a disposición de mujeres y hombres concretos.

NI CHAPINES NI ANGELEÑOS... NI CHICANOS

Foucault decía que “las identidades se definen por las trayectorias”. Para las jóvenes y los jóvenes del Dolores Huerta Community Garden el grupo es una oportunidad de encontrarse con aquellos con quienes tienen trayectorias muy similares y puede gestarse una comunión en la liminalidad. Ya no son chapines de Guatemala ni mayas del altiplano. Ni siquiera quichés de San Antonio Sija.

Sospecho que sus principales problemas no podrían ser entendidos por sus coetáneos de allá: cómo evitar a la migra, cuándo recurrir al ministerio del trabajo, qué hacer ante la pornografía que circula a mares, cómo reaccionar ante muchachas que ya no son “hijas de dominio”, qué decirle a los muchachos que quieren la sumisión de allá y qué actitud tomar hacia una familia polimorfa, que tanto puede adoptar la forma de una pareja de heterosexuales sin hijos como de lesbianas que adoptan, solteros permanentes u hogares donde la mujer tiene un ingreso que duplica el de su marido.

Sin embargo, tampoco son angeleños. Aunque sea una ciudad que los fascina, Los Ángeles es una urbe demasiado inmensa y con una historia muy enrevesada como para que esos jóvenes que llegaron hace menos de una década consigan asimilar las complejas implicaciones que de ahí se derivan. No existe para ellos ni para otros centroamericanos una palabra que nombre su liminalidad, un equivalente del “chicanos” que aplica a los mexicanos del mismo rango generacional migratorio.

CON MUCHA INFORMALIDAD Y CON UNA VALIOSA CONDUCCIÓN

Tengo que reconocer que mi expectativa de encontrarme con jóvenes confinados a un gueto geográfico y a unas relaciones signadas por la endogamia se hizo trizas ante la evidencia de múltiples relaciones y del conocimiento de los recovecos más extremos de Los Ángeles, desde laureados académicos hasta millonarias alemanas, desde la casa de Sylvester Stallone en Beverly Hills hasta los antros donde circulan drogas duras en los meandros del lumpenproletariado.

Tomando en cuenta que la mayoría de ellos no domina el inglés y algunos sienten que su acento quiché los traiciona en cada palabra que pronuncian en español, este amplio espectro es impresionante. Creo que esa erudición urbana y variopinto abanico de relaciones es un logro del grupo. El Dolores Huerta Community Garden ha sido una plataforma para procesar la liminalidad cultural y la liminalidad del estatus migratorio cultivando una integración más que incipiente.

El apoyo que los jóvenes reciben de William Pérez, un catequista salvadoreño que llegó a Los Ángeles a inicios de los 80 huyendo de la represión militar, es múltiple. Su rol en el grupo es harto dúctil. Tanto puede ser un consejero con una experiencia invaluable o un gestor de relaciones públicas, como un camarada más al que pueden contar sus cuitas íntimas. William insufla a los encuentros un toque desenfadado y mucho sentido del humor.

Las pláticas informales abordan los problemas acuciantes para los muchachos: ser adolescentes, ser indígenas mayas que viven en un medio cultural tan distinto, recuperar sus raíces, la promiscuidad, el acoso de las pandillas, las muchachas de su aldea que en Los Ángeles ya no se comportan como muchachas de su aldea y los problemas del mundo del trabajo, como el estigma que cargan por su casi nulo dominio del inglés y no siempre fluido manejo del español, que pronuncian con un acento inconfundible, música para los oídos de los embaucadores y patrones inescrupulosos.

El hecho de que su programación no esté constreñida no significa que no la tengan. Sus actividades regulares están ahí para testimoniarlo: los encuentros de los viernes, cursos de capacitación, catequesis, huerto colectivo como ejercicio de terapia psicológica, talleres de autoestima y espiritualidad, como el titulado “Sanando el niño interior”, impartido por un psicólogo que los visitó desde San Francisco el Alto. El grupo es constante incluso en sus encuentros espontáneos y reuniones informales.

LOS HUERTOS: SANTUARIOS PALIATIVOS Y DE RESISTENCIA

El huerto está situado en el corazón de Pico Union, muy cerca del lugar de nacimiento de las maras 13 y 18. Pico Union es una de las zonas más densamente pobladas de Los Ángeles y de los Estados Unidos. El huerto no es una “onda” exclusiva de ellos. Hay toda una tradición de huertos comunales en la ciudad, donde mexicanos, salvadoreños y guatemaltecos han conseguido reproducir la flora medicinal y alimenticia de sus países: chayote, pápalo, chipilín, epazote, bananos, papaya y mangos, entre otros cultivos.

Son plataformas semi-espontáneas para congregarse con diferentes motivaciones, como ocurre con los no-movimientos. Como Pierrette Hondagneu-Sotelo y José Miguel Ruiz observaron, estos jardines sirven como santuarios paliativos para quienes viven existencias marcadas por la marginalidad y la ilegalidad. Proveen espacios donde la gente se alivia de las durezas y sufrimientos de la ilegalidad. Es obvio que también tienen una finalidad nostálgica y que también pueden tener un gancho religioso, económico o psicológico, como es el caso del Dolores Huerta Community Garden.

A esas dimensiones hay que añadir otra. Adrian Bailey sostiene que la ilegalidad viene acompañada de actos espaciales de visibilidad estratégica. Debido a que la ilegalidad está relacionada con otras exclusiones -clase, etnia, género, nación-, estos espacios son importantes como sitios reinventados para ejercer la resistencia, apuntan Hondagneu-Sotelo y Ruiz.

LOS HUERTOS: LUGARES POLÍTICOS DE ENCUENTRO

El urbanólogo Mike Davis ya hablaba de esta reinvención hace 15 años, ofreciendo el ejemplo de barrios de Los Ángeles que entre los años 80 y 90 habían sido revitalizados y tropicalizados por mexicanos y salvadoreños mediante la remodelación de viviendas.

Los huertos son otra forma de reinvención y apropiación de la ciudad. Son una manera de forzar la inclusión y por eso una resistencia que llamo desobediencia civil, ésa que consiste en actuar como si se fuera ciudadano, subrayada por los actos que buscan visibilidad estratégica. Debido a la dimensión espacial de la ilegalidad los huertos son plataformas para ejercer formas alternativas de pertenencia. En este sentido, son lugares políticos porque en ellos se pueden llevar a la práctica integraciones y visibilidad de la presencia que no están contemplados en los estatus que la burocracia del Estado impone.

Estos espacios adquieren más implicaciones políticas y son más necesarios en un contexto en el que la legislación migratoria restrictiva no sólo es aplicada en la frontera, sino en el interior del país. Son espacios más contestatarios cuanta más penetración geográfica tiene la voluntad expulsora y todos los artilugios del banóptico.

Pierrette Hondagneu-Sotelo y José Miguel Ruiz mencionan que esos huertos son lugares de encuentros entre indocumentados y entre centroamericanos con distintos estatus migratorios. Yo enfatizo lo que más obviamente se desprende de la investigación de ambos: son espacios para encuentros con académicos, personas bien establecidas en la sociedad estadounidense, con solvencia y magníficas credenciales en el mundo laboral, del consumo, de la educación superior, del ejercicio de derechos y del estatus legal. Personas que pueden decir todo lo que piensan y saben decirlo. Ciudadanos con cientos de contactos con instituciones y otros ciudadanos, y que por eso hacen las veces de nudos de conexiones y correas de transmisión.

UNA TARDE EN EL JARDÍN

Entre otras actividades, acompañé a los muchachos -los “bichos”, como William les llama en buen salvadoreño- a la presentación del libro “Paradise transplanted”, que tuvo lugar en la casa de su autora, en medio de un acogedor jardín de cactus y suculentas, muy apropiado para una ciudad donde gran parte del agua viaja cientos de kilómetros en acueductos desde el río Colorado y las montañas de Sierra Nevada, en ríos que todavía suenan con las piedras de viejas disputas que han enfrentado al sur de California con el norte y con Arizona, reyertas con episodios pico de corrupción como el “más sincrético que ficticio” -observa Davis- escenificado en el film “Chinatown” de Roman Polanski, o los cierres masivos de pozos a fines de los 80, contaminados en un 40%, cuya limpieza se calculó que tomaría tres décadas y costaría entre 2 y 40 billones de dólares.

A ese jardín que parecía una versión bonsai de un oasis, en el día más caliente del año, arribamos hacia las 5 de la tarde. Creo que tanto los muchachos como yo nos sentíamos un poco como “pollos comprados”, out of place, dicen los gringos. Tal vez los muchachos menos que yo, porque habían estado ahí en más de una ocasión. Tal vez sólo estoy proyectando mi sentimiento de extrañeza. Poco a poco fueron llegando las colegas, ellas y ellos, de Pierrette, la mayoría docentes de la University of Southern California, quizás algún vecino. Había bebidas y algunas bocas de estilo mexicano distribuidas en dos mesas. Y un puesto para la venta del libro, a beneficio del Dolores Huerta Community Garden.

Hubo un pequeño y simpático acto. Pierrette fue presentada por su esposo y habló del libro con mucha modestia, sobre todo tratándose de una investigadora laureada con el premio C. Wright Mills, entre otros reconocimientos. Al concluir, cedió la palabra a los muchachos y a William, que comentaron sus esfuerzos por insertarse en Estados Unidos y el significado del huerto.


ENCUENTROS QUE DESENCADENAN CAMBIOS

Nos repartimos en las mesas del jardín y conversamos. Ese momento fue acondicionado para que los académicos conocieran la vida de los indocumentados, jóvenes mayas en Los Ángeles. Pero la plática distendida, errabunda por diversos tópicos, fue -como todo el evento- una puesta en escena del “ya pero todavía no” que las reflexiones escatológicas emplean para referirse al Reino de Dios: se construye ahora, pero todavía no se alcanza en plenitud. Eso ocurre con la integración: se construye en esos momentos, pero no alcanza validez legal.

Quizás el contraste con otros países muestre qué sentido tiene ese tipo de encuentros: ni en Alemania ni en Nicaragua la casa de un profesor universitario sería el lugar de encuentro y recaudación de fondos a beneficio de un grupo de indocumentados. ¿Qué significa esto? Que si los huertos son sitios para neutralizar una voluntad excluyente, su eficacia es aún más constatable en el contacto con académicos que reflexionan sobre esos espacios como lugares de resistencia y que luego llevan su compromiso a áreas extra curriculares: invitarlos a sus casas, presentarlos a sus amigos, recaudar fondos, etc.

En la medida en que desencadenan una serie de acciones que hacen labor de zapa en los cotos de la burocracia excluyente, estos huertos no sólo son “semillas de resistencia y transformación social”, sino también emplazamientos de lucha política. Ahí es donde el desacato de los migrantes y sus pretensiones de inclusión tienen un efecto, ahí desencadenan un efecto dominó de actos con múltiples ramificaciones. Esos encuentros logran que los académicos tengan un polo a tierra y sean más conscientes de las demandas del día a día.

Esos encuentros también consiguen que eventualmente las demandas prácticas sean satisfechas. Algunos de estos muchachos migraron por la violencia y de vez en cuando hacen sondeos sobre sus credenciales para calificar como candidatos al asilo. En la cena de despedida que organizaron en un fast food de Pico Union, donde se congregó la totalidad de los muchachos que había entrevistado y otros más, participó el abogado Robert Foss. Como un médico experto que con un par de síntomas identifica la enfermedad y conoce el remedio, cuando los demás estábamos enzarzados en una bulliciosa y caótica plática, alzó la voz y dijo: “William, aquí tenemos un caso de DACA”.

SE FORMARON DE ABAJO HACIA ARRIBA

Gran parte del activismo centroamericano, de sus organizaciones y de las que los asisten hunden sus raíces en las luchas de los años 80. Tienen un saber y un capital social acumulados en tiempos interesantes. Algunas nacieron ligadas a los movimientos insurgentes de sus países de origen, pero han ido diversificándose a medida que pasó el tiempo y el fin de la Guerra Fría dio paso a una nueva etapa de la Pax Americana, donde la mayoría de los conflictos que antes eran imputados al racismo, la inequidad, la explotación y la injusticia, son presentados -señala el filósofo esloveno Slavoj Žižek- como problemas de intolerancia.

Este giro del liberalismo para barrer los conflictos debajo de la alfombra, a la par del maquillaje y reforzamiento de la dominación, tiene como secuela positiva la variedad de actores que otrora nunca hubiéramos pensado encontrar trabajando codo a codo por la misma causa: señores de misa diaria, abogadas de Berkeley, ex-guerrilleros desencantados, activistas de toda la vida, hippies contumaces, muralistas, periodistas salvadoreños, educadores populares, sastres mayas, entre otras y otros.

Deliberadamente inserté en este mismo texto a la gigantesca Casa de Maryland junto al diminuto Dolores Huerta Community Garden: la primera una mezcla de movimiento con top-organization, la segunda en los linderos de un no-movimiento. Esta mixtura ha producido una diversidad de organismos y de sus perfiles: son distintos los tamaños, movimientos financieros, niveles de formalización, membresía y servicios.

Pero tienen un rasgo en común: estas organizaciones se formaron de abajo hacia arriba. El Dolores Huerta Community Garden incluso se formó de abajo hacia los lados, y la Casa de Maryland de abajo hacia muy arriba. Todas nacieron movidas por intereses comunes, profundizando un rasgo que Gramsci había detectado hace más de medio siglo: “El hombre-colectivo actual se forma esencialmente, por el contrario, de abajo hacia arriba, sobre la base de la posición ocupada por la colectividad en el mundo de la producción”.

A los miembros de las organizaciones de migrantes los une su posición en la producción, en el mundo del consumo, la identidad étnica y, sobre todo, la condición de indocumentados que tienen el coraje de actuar como si no fueran indocumentados. Por eso logran crear instituciones cercanas a los intereses de los excluidos, aterrizadas y atentas a las necesidades de las mujeres y hombres concretos. Si han de minar la hegemonía, lo harán desde muy abajo.

AVANZAN ENTRE TENSIONES

Ese polo a tierra ha supuesto algunas rupturas. Para CARECEN la lucha por los centroamericanos en Estados Unidos significó la ruptura con ataduras ideológicas que lo anclaban en una época y una región.
Su voluntad de “dedicarse a la comunidad” fue expresión de las tensiones de una doble pertenencia, reflejo del confinamiento en el panorama nacional y el nacionalismo metodológico que Ulrich Beck impugna, porque limita la perspectiva al concebir que la sociedad y la política modernas están organizadas en forma de Estado-nación. En este caso, significaba asumir que las luchas políticas orbitan primordial o incluso exclusivamente en torno al país de origen. Hubo una tensión entre la lealtad ideológica y partidaria y el imperativo de responder a las necesidades de gente concreta cuya indocumentación la hacía objeto de una exclusión política.

Esa tensión no la vivió el Dolores Huerta Community Grarden, de nuevo cuño y tan desideologizado como un no-movimiento. Casa de Maryland vive la tensión de forma permanente, aunque no entre un marco nacional y uno transnacional, sino por su doble carácter de organización con rasgos grassroots y grasstops.

Es posible que mientras más conserven esa condición próxima a un no movimiento, mayor sea su sensibilidad y flexibilidad. El Dolores Huerta Community Garden es mucho más autónomo y autogestionario que CARECEN y Casa de Maryland, que ahora dependen de múltiples fundaciones con interés de influenciar su agenda. Su pequeño tamaño le permite montar con celeridad y eficacia los “operativos” que sus miembros requieren para caminar hacia la inclusión.

EL LENGUAJE RELIGIOSO DE ESTA JUVENTUD

Su lenguaje marcado por una religiosidad tradicional puede ser engañoso. El marco simbólico de la religiosidad tradicional puede ser la lengua franca de los dominados. Es un lenguaje que sirve para producir comunión de jóvenes en liminalidad, pero no necesariamente refleja la práctica. A menudo es el lenguaje de la conformidad que recubre como un leve barniz una vida cotidiana salpicada por actos de desobediencia: permanecer sin documentos, evadir las redadas protegidos por un crucifijo, cruzar los check points de la migra aferrados a una camándula...

El origen de abajo hacia arriba de Casa de Maryland y CARECEN, o de abajo con expansión e impacto horizontal del Dolores Huerta Community Garden, les permite su rol de bisagras entre la masa de indocumentados y las grandes organizaciones y actividades bien estructuradas, como los grandes movimientos de migrantes, las manifestaciones, las ONG, la academia y los medios de comunicación.

Su función de nexo consiste en reaccionar a las demandas de los no-movimientos y provocar reacciones en instituciones y personas en posiciones de poder y con posibilidades de hacer escuchar su voz y decir su mensaje.

INMERSOS EN UNA DESIGUAL GUERRA DE IDEAS

El evento en casa de Pierrette tuvo mucho de teatral: fue una escenificación del contrapoder incluyente que reta al poder excluyente. De ahí deriva su misma eficacia para producir un efecto y desencadenar reacciones. De ahí extrae la fuerza que permite a los indocumentados proyectar su palabra hacia distintos ámbitos. Los vínculos con la academia que tienen múltiples grupos (Border Angels, el Dolores Huerta Community Garden, el grupo Líderes Campesinas (Envío, junio 2008), los vínculos y eficacia políticos de Casa de Maryland y el impacto mediático de las asociaciones de Dreamers representan un contraataque, que tiene un poco de movimiento y otro de no-movimiento, un poco de actividades concertadas y un mucho de acciones espontáneas, a la muy calculada producción ideológica del pensamiento conservador que Susan George denuncia y revela como dotada de multimillonarios fondos.

En esta guerra de ideas, estos grupos emprenden una batalla desigual, pues incluso Casa de Maryland ni por asomo dispone de recursos financieros equiparables a los de las grandes agencias conservadoras, como las fundaciones Templeton, Bradley, Olin, Scaife y Smith-Richardson. Pero activan un efecto dominó de prolongado alcance en el tiempo, el espacio y los sujetos. Fácilmente podemos rastrear que los conceptos de “ilegalización de los migrantes”, “ciudadanías globales” y “legalidad liminal” brotaron de las experiencias personales y contactos directos de Nicholas De Genova, Peggy Levitt y Cecilia Menjívar con grupos de indocumentados, algunos muy semejantes al Dolores Huerta Community Garden. Con éstos y otros lazos los migrantes van ejerciendo la libertad tal y como Marx la entendió: no como una ausencia de constricciones, sino como la capacidad de luchar contra ellas.

Por medio de estos grupos los migrantes consiguen profundizar su reto al Estado haciendo uso del derecho político a organizarse, estableciendo alianzas entre migrantes de distintos estatus migratorios y diversas generaciones, manteniéndose dentro de la legalidad, pero promoviendo la inclusión de los que han sido ilegalizados.

Si están más explícitamente politizados, como Casa de Maryland, canalizan la fuerza de no-movimiento de los migrantes hacia los despachos de los políticos de alto coturno. Transforman la fuerza espontánea de los no-movimientos en acciones mediáticas y las vierten en el lenguaje que los políticos progresistas entienden, por medio de los métodos de resistencia pacífica que el teórico alemán Theodor Ebert llama “usurpación civil”, un conjunto de acciones constructivas, en las que figuran el movimiento Santuario y otras iniciativas que no le permiten a la mano excluyente del Estado obrar con eficacia y que envían señales.

CONSIGUEN NEUTRALIZAR AL PODER

Ninguna de estas asociaciones justifica las aprensiones que a Tocqueville, como aristócrata temeroso de los clubes de los Jacobinos y de los Cordeliers, le inspiraba el asociacionismo: ni constituyen una amenaza al Estado que pueda conducir hacia la anarquía, ni sus miembros se adhieren a ellas con la sumisión acrítica de quien abdica de su libre albedrío y acepta una tiranía más insoportable que la del gobierno.

Pero sí confirman el hallazgo de Kosellek: son grupos “apolíticos” cuyos valores cuestionan al Estado y limitan su capacidad de ejercer el poder. Las suyas son acciones desobedientes -a veces lo explicitan, como Gustavo Torres- que contienen cambios legislativos hacia una ciudadanía en formación y/o frustran las acciones que rechazan a los indocumentados.

Obtienen lo que Norberto Bobbio reconoce como el principal objetivo de la rebeldía pacífica: neutralizar al oponente, poner en dificultad al adversario más que envilecerlo o destruirlo, impedirle o dificultarle la consecución de sus fines. No son acciones que enfrentan al poder con un contrapoder, sino que lo reducen a la impotencia.

No anda, pues, tan descaminado el informe al Congreso: estos grupos afectan negativamente las políticas excluyentes de la frontera y del interior del país.


MIEMBRO DEL CONSEJO EDITORIAL DE ENVÍO.

INSTITUTO DE SOCIOLOGÍA – UNIVERSIDAD PHILIPPS DE MARBURG