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El empobrecimiento de la teología

José M. Castillo S.
www.religiondigital.com / 13.05.17

Por ley de vida, la gran generación de teólogos, que hicieron posible la renovación teológica que llevó a cabo el concilio Vaticano II, está a punto de extinguirse del todo. Y en las décadas siguientes, por desgracia, no ha surgido una generación nueva que haya podido continuar la labor que los grandes teólogos del s. XX iniciaron.

Los estudios bíblicos, algunos trabajos históricos y algo también en lo que se refiere a la espiritualidad, son ámbitos del quehacer teológico que se han mantenido dignamente. Pero incluso movimientos importantes, como ha ocurrido con la teología de la liberación, dan la impresión de que se están viniendo abajo. Ojalá me equivoque.

¿Qué ha sucedido en la Iglesia? ¿Qué nos está pasando? Lo primero, que deberíamos tener en cuenta, es que es muy grave lo que estamos viviendo en este orden de cosas. Los demás ámbitos del saber no paran de crecer: las ciencias, los estudios históricos y sociales, las más diversas tecnologías sobre todo, nos sorprenden cada día con nuevos descubrimientos. Mientras que la teología (hablo en concreto de la católica) sigue firme, inasequible al desaliento, interesando cada día a menos gente, incapaz de dar respuesta a las preguntas que se hacen tantas personas y, sobre todo, empeñada en mantener, como intocables, presuntas “verdades” que yo no sé cómo se pueden seguir defendiendo a estas alturas.

Por poner algunos ejemplos: ¿Cómo podemos seguir hablando de Dios, con la seguridad con que decimos lo que piensa y lo que quiere, sabiendo que Dios es el Trascendente, que – por tanto – no está a nuestro alcance? ¿Cómo es posible hablar de Dios sin saber exactamente lo que decimos? ¿Cómo se puede asegurar que “por un hombre entró el pecado en el mundo”? ¿Es que vamos a presentar como verdades centrales de nuestra fe lo que en realidad son mitos que tienen más de cuatro mil años de antigüedad?

¿Con qué argumentos se puede asegurar que el pecado de Adán y la redención de ese pecado son verdades centrales de nuestra fe? ¿Cómo es posible defender que la muerte de Cristo fue un “sacrificio ritual” que Dios necesitó para perdonarnos nuestras maldades y salvarnos para el cielo? ¿Cómo se le puede decir a la gente que el sufrimiento, la desgracia, el dolor y la muerte son “bendiciones” que Dios nos manda? ¿Por qué seguimos manteniendo rituales litúrgicos que tienen más de 1.500 años de antigüedad y que ya nadie entiende, ni sabe por qué se le siguen imponiendo a la gente? ¿De verdad nos creemos lo que se nos dice en algunos sermones sobre la muerte, el purgatorio y el infierno?

En fin, la lista de preguntas extrañas, increíbles, contradictorias, se nos haría interminable. Y mientras tanto, las iglesias vacías o con algunas personas mayores, que acuden a la misa por inercia o por costumbre. Al tiempo que nuestros obispos ponen el grito en el cielo por asuntos de sexo, mientras que se callan (o hacen afirmaciones tan genéricas que equivalen a silencios cómplices) ante la cantidad de abusos de menores cometidos por clérigos, abusos de poder que hacen quienes manejan ese poder para abusar de unos, robarles a otros y humillar a los que tienen a su alcance.
Insisto en que, a mi modesta manera de ver, el problema está en la pobre, pobrísima, teología que tenemos. Una teología que no toma en serio lo más importante de la teología cristiana, que es la “encarnación” de Dios en Jesús. El llamamiento de Jesús a “seguirle”. La ejemplaridad de la vida y del proyecto de vida de Jesús. Y la gran pregunta que los creyentes tendríamos que afrontar: ¿Cómo hacemos presente el Evangelio de Jesús en este tiempo y en esta sociedad que nos ha tocado vivir?

Termino insistiendo en que el control de Roma sobre la teología ha sido muy fuerte, desde el final del pontificado de Pablo VI hasta la renuncia al papado de Benedicto XVI. El resultado ha sido tremendo: en la Iglesia, en los seminarios, en los centros de estudios teológicos, hay miedo, mucho miedo. Y bien sabemos que el miedo bloquea el pensamiento y paraliza la creatividad.

La organización de la Iglesia, en este orden de cosas, no puede seguir como ha estado tantos años. El papa Francisco quiere una “Iglesia en salida”, abierta, tolerante, creativa. Pero, ¿seguiremos adelante con este proyecto? Por desgracia, en la Iglesia hay muchos hombres, con bastones de mando, que no están dispuestos a soltar el poder, tal como ellos lo ejercen. Pues, si es así, ¡adelante! Que pronto habremos liquidado lo poco que nos queda.


Venezuela en la hora de los hornos


La dialéctica de la revolución y el enfrentamiento de clases que la impulsa aproxima la crisis venezolana a su inexorable desenlace. Las alternativas son dos y sólo dos: consolidación y avance de la revolución o derrota de la revolución.

La brutal ofensiva de la oposición -criminal por sus métodos y sus propósitos antidemocráticos- encuentra en los gobiernos conservadores de la región y en desprestigiados ex gobernantes figurones que inflan su pecho en defensa de la “oposición democrática” en Venezuela y exigen al gobierno de Maduro la inmediata liberación de los “presos políticos”.

La canalla mediática y "la embajada" hacen lo suyo y multiplican por mil estas mentiras. Los criminales que incendian un hospital de niños forman parte de esa supuesta legión de demócratas que luchan para deponer la “tiranía” de Maduro. También lo son los terroristas -¿se los puede llamar de otro modo?- que incendian, destruyen, saquean, agreden y matan con total impunidad (protegidos por las policías de las 19 alcaldías opositoras, de las 335 que hay en el país).

Si la policía bolivariana -que no lleva armas de fuego desde los tiempos de Chávez- los captura se produce una pasmosa mutación: la derecha y sus medios convierten a esos delincuentes comunes en “presos políticos” y “combatientes por la libertad”, como los que en El Salvador asesinaron a Monseñor Oscar Arnulfo Romero y a los jesuitas de la UCA; o como los “contras” que asolaron la Nicaragua sandinista financiados por la operación “Irán-Contras” planeada y ejecutada desde la Casa Blanca.
Resumiendo: lo que está sucediendo hoy en Venezuela es que la contrarrevolución trata de tomar las calles –y lo ha logrado en varios puntos del país- y producir, junto con el desabastecimiento programado y la guerra económica, el caos social que remate en una coyuntura de disolución nacional y desencadene el desplome de la revolución bolivariana.

Reflexionando sobre el curso de la revolución de 1848 en Francia, Marx escribió unas líneas que, con ciertos recaudos, bien podrían aplicarse a la Venezuela actual. En su célebre El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, describía la situación en París diciendo que “en medio de esta confusión indecible y estrepitosa de fusión, revisión, prórroga de poderes, Constitución, conspiración, coalición, emigración, usurpación y revolución, el burgués, jadeante, gritase como loco a su república parlamentaria: «¡Antes un final terrible que un terror sin fin!»”.

Sería imprudente no tomar estas palabras muy seriamente, porque eso es precisamente lo que el imperio y sus secuaces tratan de hacer en Venezuela: lograr la aceptación popular de “un final terrible” que ponga término a “un terror sin fin.” A tal efecto Washington aplica la misma receta administrada en tantos países: organizar la oposición y convertirla en la semilla de la contrarrevolución, ofrecerle financiamiento, cobertura mediática y diplomática, armas; inventar sus líderes, fijar la agenda y reclutar a mercenarios y malvivientes de la peor calaña que hagan la tarea sucia de "calentar la calle" matando, destruyendo, incendiando, saqueando, mientras sus principales dirigentes se fotografían con presidentes, ministros, el Secretario General de la OEA y demás agentes del imperio.

Esto mismo hicieron hace unos años con gran éxito en Libia, en donde Washington y sus compinches inventaron los “combatientes por la libertad” en Benghasi. La prensa hegemónica difundió esa falsa noticia a los cuatro vientos y la OTAN hizo lo que hacía falta. El resultado final: destrucción de Libia bombardeada a mansalva durante meses, caída y linchamiento de Gadafi, entre las risotadas de una hiena llamada Hillary Clinton. En Venezuela están aplicando el mismo plan, con bandas armadas que destruyen y matan lo que sea ante una policía poco menos que indefensa.

Por comparación, la ofensiva imperial lanzada contra Salvador Allende en los años setentas fue un juego de niños al lado de la inaudita ferocidad del ataque sobre Venezuela. No hubo en Chile una oposición que contratara bandas criminales para ir por los barrios populares disparando a mansalva para aterrorizar a la población; tampoco un gobierno de un país vecino que apañara el contrabando y el paramilitarismo, y una prensa tan canalla y efectiva como la actual, que hizo de la mentira su religión.

Días pasados publicaron la foto de un joven vestido con uniforme de combate y arrojando una bomba molotov sobre un carro de policía y en el epígrafe se habla ¡de la "represión" de las fuerzas de seguridad chavistas cuando eran éstas las que eran reprimidas por los revoltosos! Esa prensa proclama indignada que la represión cobró la vida de más de treinta personas pero oculta aviesamente que la mayoría de los muertos son chavistas y que por lo menos cinco de ellos policías bolivarianos ultimados por los "combatientes por la libertad."

Los incendios, saqueos y asesinatos, la incitación y la comisión de actos sediciosos son publicitados como la comprensible exaltación de un pueblo sometido a una monstruosa dictadura que, curiosamente, deja que sus opositores entren y salgan del país a voluntad, visiten a gobiernos amigos o a instituciones putrefactas como la OEA para requerir que su país sea invadido por tropas enemigas, hagan periódicas declaraciones a la prensa, convaliden la violencia desatada, se reúnan en una farsa de Asamblea Nacional, dispongan de un fenomenal aparato mediático que miente como jamás antes, vayan a terceros países a apoyar a candidatos de extrema derecha en elecciones presidenciales sin que ninguno sea molestado por las autoridades. ¡Curiosa dictadura la de Maduro!

Todas estas protestas y sus instigadores están encaminadas a un solo fin: garantizar el triunfo de la contrarrevolución y restaurar el viejo orden pre-chavista mediante un caos científicamente programado por gentes como Gene Sharp y otros consultores de la CIA que han escrito varios manuales de instrucción sobre como desestabilizar gobiernos. [1]

El modelo de transición que anhela la contrarrevolución venezolana no es el "Pacto de la Moncloa" ni ningún pacífico arreglo institucional sino la aplicación a rajatabla del modelo libio. Y, por supuesto, no tienen la menor intención de dialogar, por más concesiones que se les haga. Pidieron una Constituyente y cuando se la otorgan acusan a Maduro de fraguar un autogolpe de Estado. Violan la legalidad institucional y la prensa del imperio los exalta como si fueran la quintaesencia de la democracia. No parece que la rehabilitación de Henrique Capriles o inclusive la liberación de Leopoldo López podrían hacer que un sector de la oposición admitiera sentarse en una mesa de diálogo político para salir de la crisis por una vía pacífica porque la voz de mando la tiene el sector insurreccional.

La derecha y el imperio huelen sangre y van por más, y medidas apaciguadoras como esas los envalentonaría aún más aunque admito que mi análisis podría estar equivocado. Desde afuera, gentuzas como Luis Almagro que emergen cubiertos de estiércol desde las cloacas del imperio. orquestan una campaña internacional contra el gobierno bolivariano. Y países que jamás tuvieron una constitución democrática y surgida de una consulta popular en toda su historia, como Chile, tienen la osadía de pretender dar lecciones de democracia a Venezuela, que tiene una de las mejores constituciones del mundo y, además, aprobadas por un referendo popular.

Maduro ofreció nada menos que convocar a una Constituyente para evitar una guerra civil y la desintegración nacional. Si la oposición confirmara en los próximos días su rechazo a ese gesto patriótico y democrático el único camino que le quedará abierto al gobierno será dejar de lado la excesiva e imprudente tolerancia con los agentes de la contrarrevolución y descargar sobre ellos todo el rigor de la ley, sin concesión alguna.

La oposición no violenta será respetada en tanto y en cuanto opere dentro de las reglas del juego democrático y los marcos establecidos por la Constitución; la otra, el ala insurreccional de la oposición, deberá ser reprimida sin demora y sin clemencia.

El gobierno bolivariano tuvo una paciencia infinita ante los sediciosos, que en Estados Unidos estarían presos desde el 2014 y algunos, Leopoldo López, por ejemplo, condenado a cadena perpetua o a la pena capital. Su mayor pecado fue haber sido demasiado tolerante y generoso con quienes sólo quieren la victoria de la contrarrevolución a cualquier precio. Pero ese tiempo ya se acabó. La inexorable dialéctica de la revolución establece, con la lógica implacable de la ley de la gravedad, que ahora el gobierno debe reaccionar con toda la fuerza del Estado para impedir a tiempo la disolución del orden social, la caída en el abismo de una cruenta guerra civil y la derrota de la revolución. Impedir ese “final terrible” del que hablaba Marx antes del “terror sin fin.”

Si el gobierno bolivariano adopta este curso de acción podrá salvar la continuidad del proceso iniciado por Chávez en 1999, sin preocuparse por la ensordecedora gritería de la derecha y sus lenguaraces mediáticos que de todos modos ya hace tiempo vienen aullando, mintiendo e insultando a la revolución y sus protagonistas.

Si, en cambio, titubeara y cayera en la imperdonable ilusión de que a los violentos se los puede apaciguar con gestos patrióticos o rezando siete Ave Marías, su futuro tiene el rostro de la derrota, con dos variantes. Uno, un poco menos traumático, terminar como el Sandinismo, derrotado “constitucionalmente” en las urnas en 1989. Sólo que Venezuela está asentada sobre un inmenso mar de petróleo y Nicaragua no, y por eso hay que desterrar el espejismo de que si los sandinistas volvieron al gobierno los chavistas podrían hacer lo propio, diez o quince años después de una eventual derrota. ¡No!

El triunfo de la contrarrevolución convertiría de hecho a Venezuela en el estado número 51 de la Unión Americana, y si Washington durante más de un siglo ha demostrado no estar dispuesto a abandonar a Puerto Rico ni en mil años se iría de Venezuela una vez que sus peones derroten al chavismo y se apoderen de este país y su inmensa reserva petrolera.

La revolución bolivariana es social y política y, a no olvidarlo, una lucha de liberación nacional. La derrota de la revolución se traduciría en la anexión informal de Venezuela a Estados Unidos.

La segunda variante de una posible derrota configuraría el peor escenario. Incapaz de contener a los violentos y de restablecer el orden y una cierta normalidad económica una insurrección violenta aplicaría el modelo libio para acabar con la revolución bolivariana. No olvidar que ahora la número dos del Comando Sur es nada menos que un personaje tan siniestro e inescrupuloso como Liliana Ayalde, quien fuera embajadora de Estados Unidos en Paraguay y Brasil y que en ambos países fue el artífice fundamental de sendos golpes de estado. Una mujer de armas tomar a quien no le temblaría la mano a la hora de lanzar las fuerzas del Comando Sur contra Venezuela, derribar su gobierno y, como en Libia, hacer que una turbamulta organizada por la CIA termine con el linchamiento de Maduro como sucediera con Gadafi, y el exterminio físico de la plana mayor de la revolución. La dirigencia bolivariana, la obra de Chávez y la causa de la emancipación latinoamericana no merecen ninguno de estos dos desenlaces, ninguno de los cuales es inevitable si se relanza la revolución y se aplasta sin miramientos a las fuerzas de la contrarrevolución.

Nota:

[1] El más completo de esos infames manuales escrito por Gene Sharp es De la Dictadura a la Democracia publicado en Boston por la Albert Einstein Institution, una ONG pantalla de la CIA. Sharp se considera el creador de la teoría de la “no violencia estratégica”. Para comprender lo que significa esto, y para comprender también lo que está ocurriendo hoy en Venezuela, aconsejo fervientemente leer ese libro y sobre todo el Apéndice, en donde su autor enumera 197 métodos de acción no violentas, entre los que se incluyen “forzar bloqueos económicos”, “falsificar dinero y documentos”, “ocupaciones e invasiones”, etcétera. Todas acciones “no violentas”, como puede verse.


Corea del Norte: razones y sinrazones de una crisis


La escalada de tensiones en la península coreana pone, objetivamente, al mundo al borde de una catástrofe de incalculables proyecciones. Tal como muchos observadores lo han repetido, Corea del Norte (nombre oficial: República Democrática Popular de Corea) no es Libia, no es Irak, no es Afganistán y tampoco es Siria.

A diferencia de estos cuatro países, Pyongyang tiene una capacidad de retaliación que ninguno de aquellos jamás poseyó. Y, como lo recuerda periódicamente Noam Chomsky, Estados Unidos sólo ataca a países indefensos, nunca a los que tienen capacidad de respuesta militar. En estos días, a estas horas, un tremendo operativo naval se está desplegando a escasos kilómetros del litoral norcoreano. Y la prensa hegemónica internacional -en realidad, la prostituta favorita en el lupanar del imperio, en donde se revuelca con los “intelectuales bienpensantes” y los gobernantes y políticos coloniales- no ha dudado en satanizar y ridiculizar al gobierno norcoreano y, por vía indirecta, humillar a su pueblo.

Sería conveniente, por lo tanto, mirar con objetividad algunos datos y construir un retrato alejado del maniqueísmo que ha hecho de Corea del Norte la encarnación misma del mal y de Estados Unidos y sus aliados, dentro y fuera de la región, una suerte de ángeles virtuosos sólo interesados en la democracia, la paz, la justicia, la libertad y los derechos humanos. Dado que conocemos al imperio desde sus entrañas, como decía Martí, sabemos que lo último es una escandalosa patraña. Pero, ¿qué hay de Corea del Norte?

Para comenzar hay que reconocer que ese belicoso régimen de la península coreana no ha invadido ni amenazado ni agredido a país alguno desde que lograra, a sangre y fuego, su independencia con la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial. Había estado bajo la feroz ocupación nipona desde los tiempos de la Guerra Ruso-Japonesa de 1905.

Pero tal como ocurriera en Cuba en 1898, los norteamericanos se apoderaron de la victoria coreana y avanzaron hacia el norte para derribar al gobierno revolucionario. Lo que siguió fueron tres años de guerra contra un pueblo heroico que se había desangrado, como Vietnam, en su lucha contra el opresor japonés. Y el país quedó partido en dos. La historiografía oficial y la canalla mediática se han preocupado por impedir los crímenes de guerra perpetrados por Washington y sus aliados en esos años, y simultáneamente, presentar a Corea del Norte como un desastre absoluto y a sus líderes, los anteriores como el actual, Kim Jong-Un, como un psicópata descerebrado que le apasiona jugar con el modesto arsenal nuclear que tiene su país.

Días atrás Mike Whitney, un estadounidense especializado en el análisis de la política internacional, publicó un excelente artículo en el periódico digital CounterPunch que arroja luz para entender en toda su complejidad los acontecimientos “en pleno desarrollo”, como dice nuestro Walter Martínez, en la península coreana.

En esa nota, sugestivamente titulada “El problema es Washington, no Corea del Norte”, Whitney recuerda que en los 64 años transcurridos desde la finalización de la Guerra de Corea el gobierno de Estados Unidos hizo todo lo que estuvo a su alcance para castigar y humillar a Corea del Norte. Provocó letales hambrunas; le impidió a Pyongyang la llegada de capitales extranjeros y de acceder a mercados externos y créditos internacionales que jamás les negó a regímenes criminales como los de Pinochet, Videla, Stroessner, Somoza y otros de su calaña; le impuso tremendas sanciones económicas y como si lo anterior fuera poco instaló –con el consentimiento del gobierno cliente de Corea del Sur- baterías de misiles y bases militares a lo largo de la frontera en el Paralelo 38.

Pese a estas brutales presiones –infligidas, por supuesto, en nombre de la democracia y los derechos humanos- Corea del Norte no sucumbió a la extorsión mafiosa de Washington y no hay señales de que vaya a hacerlo ahora. En lugar de ello, desarrolló un pequeño arsenal de armas nucleares como único disuasivo a un eventual ataque de Estados Unidos y sus gendarmes regionales: Corea del Sur y Japón.

Como asegura nuestro autor, si hay un país que necesita armas nucleares ese país es Corea del Norte. Y pone un ejemplo bien didáctico: ¿cómo reaccionaría la Casa Blanca si un gobierno enemigo desplegara portaviones y una flota de mar en las costas de California al paso que hiciera ejercicios militares conjuntos en la misma frontera mexicana con la anuencia del gobierno de ese país?

Obviamente que los estadounidenses se sentirían amenazados y tratarían de prevenir lo peor haciendo gala de su poderío retaliatorio. Y precisamente eso es lo que está ocurriendo. Y si Kim Jong-Un no corrió la misma suerte que Gadaffi y Saddam Hussein es por dos razones: primero, porque su país no reposa sobre un mar de petróleo y, segundo, porque tiene capacidad militar suficiente, aún después de un ataque, “para reducir a cenizas a Seúl, Okinawa y Tokio”.

¿Suena exagerada esta aseveración de Whitney? Leamos lo que dijera la semana pasada Max Baucus, ex embajador de Estados Unidos en China durante la administración Obama. Preocupado por el estilo de “macho duro” que quiere imponer Trump en las relaciones internacionales, Baucus dijo estar seguro que “el Pentágono y el Departamento de Estado y todos su asesores le han explicado al presidente que un ataque misilístico iniciado por Estados Unidos tendría consecuencias absolutamente desastrosas y cataclísmicas, y creo que Trump es lo suficientemente inteligente como para no querer tal cosa.”

Pero, ¿no estará sobreactuando Pyongyang en relación a la amenaza que representa Estados Unidos? Eso es lo que dicen algunos de los voceros vergonzantes del imperio. En este sentido, un informe reciente titulado “Los estadounidenses se olvidaron de lo que hicieron en Corea del Norte”, permite colocar el asunto bajo una luminosa perspectiva.

En esa nota, que me voy a permitir citar en extenso, se afirma que “durante la guerra de Corea, EEUU arrojó más bombas en Corea del Norte de las que había arrojado en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Esto incluía 32.000 toneladas de napalm a menudo deliberadamente lanzada en contra de objetivos militares y civiles por igual, devastando al país muy por encima de lo que hubiera sido necesario para terminar la guerra.”

En este mismo informe el periodista norteamericano Blaine Harden afirma que “a lo largo de esos tres años exterminamos un 20 por ciento de la población norcoreana”, según lo atestiguara el Jefe del Comando Aéreo Estratégico de EEUU, Curtis LeMay, un criminal serial que redujo Tokio a cenizas cuando Japón estaba totalmente derrotado.

Dean Rusk, que a su vez fue Secretario de Estado del progresista John F. Kennedy y del conservador texano Lyndon Johnson, dijo también con indisimulado y criminal orgullo que “bombardeamos cada cosa que se movía en Corea del Norte y cada ladrillo apilado sobre otro”. Una vez que no quedó nada en pie en ninguna ciudad las valientes tropas de Estados Unidos “se dedicaron a bombardear plantas hidroeléctricas y represas para el riego, a los efectos de inundar los campos y destruir las cosechas”, provocando tremendas hambrunas. En enero del 1953, cuando las fuerzas de la resistencia coreana estaban diezmadas y los que quedaban vivos exhaustos, los estadounidenses bombardearon durante dos días ininterrumpidamente a Pyongyang...

Al final del ataque quedaban en esa ciudad apenas unos 50.000 habitantes, de los 500.000 que antes había.” El número de víctimas fatales durante la guerra superó los dos millones de habitantes, sobre un total de unos diez millones. Si Corea del Norte no sucumbió fue por la ayuda, principalmente alimentos, recibida de China y la Unión Soviética mientras que los Estados Unidos convirtieron a ese país en un páramo: sin comida, sin cosechas, sin electricidad, sin nada.

Mucho después, en una carta enviada al Washington Post, el ex presidente James Carter manifestó que “Pyongyang ha enviado consistentes mensajes a Washington indicando que está preparada para firmar un acuerdo que ponga fin a sus programas nucleares, sometiéndose a las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica y también para firmar un Tratado de Paz que reemplace al precario “cese del fuego” transitorio que se estableció en 1953.

El problema es que Estados Unidos no quiere negociar absolutamente nada con un régimen que si bien no derrotó a las tropas americanas como ocurriera en Vietnam las obligó a un vergonzoso repliegue y a firmar un armisticio. Es que la Roma americana, como decía Martí, no negocia con nadie aunque la realidad es otra. Pero no lo hace con países o pueblos considerados inferiores. Herederos del racismo xenófobo de Hitler, los grupos dirigentes norteamericanos comparten el mismo desprecio hacia las naciones del Tercer Mundo. Y esta misma arrogancia convierte a Estados Unidos en un “estado canalla”, que viola sistemáticamente la legalidad internacional. Por ejemplo, desoyendo el dictamen de la Corte Internacional de Justicia en la demanda entablada por el gobierno de Nicaragua contra Estados Unidos por el minado de los puertos nicaragüenses, la agresión militar a su país a través de los contras y los atentados y sabotajes realizados en su territorio.

La condena de la Corte fue taxativa, obligando a Estados Unidos a indemnizar al país centroamericano por todos los daños causados por su accionar. Washington desconoció el dictamen y, en 1992, una vez derrotado en las urnas el sandinismo, el gobierno títere de Violeta Barrios de Chamorro se hundió en los cloacas de la historia al retirar su demanda ante la Corte y de ese modo “perdonó” la deuda que Estados Unidos tenía para con su país.

La soberbia y la barbarie imperiales, al igual que su patología belicista, siguen siendo factores determinantes de la política exterior de Estados Unidos. Pero sus socios y laderos en Extremo Oriente, en su nerviosismo, le han transmitido un mensaje muy claro a Trump: un ataque a Corea del Norte provocaría una catástrofe de proporciones en Corea del Sur y Japón y las víctimas civiles, que seguramente se contarían por decenas de miles, superarían con creces a las militares.

Será tal vez por eso que Trump sorprendió a propios y ajenos cuando hace unas pocas horas (esta nota se escribe al anochecer del 1º de mayo de 2017) anunció en una entrevista con la agencia de noticias Bloomberg que, “Si fuera apropiado reunirme con él –se refiere a Kim Jong-Un- lo haría absolutamente. Me sentiría honrado de hacerlo. Siempre y cuando ocurra bajo las circunstancias correctas. Pero lo haría”.
Si se iniciaran las negociaciones que Corea del Norte viene reclamando hace largo rato, las posibilidades de evitar una tragedia termonuclear (cuyas consecuencias se sentirían en todo el planeta y no sólo en el sudeste asiático) se incrementarían sensiblemente y este planeta se convertiría en un lugar un poco más seguro para vivir.

Habrá que ver cómo reaccionarán los “halcones” que pululan en Washington y los mercaderes de la muerte del “complejo industrial-militar” ante la sorprendente declaración del presidente de los Estados Unidos, y si este será fiel a sus dichos. Ojalá que así sea.


Envejecer

Jose Arregi
www.atrio.org / 150517

Nadie quiere morir joven, pero nadie quiere envejecer. No parece que el dilema vaya a tener una fácil solución, a no ser que todas las ciencias y el principal de todos los saberes, que es la sabiduría espiritual o el saber vivir a fondo, se den la mano para enseñarnos el arte de vivir, el arte de envejecer y el arte de morir. Vivir, envejecer y morir humanamente.

¿De qué nos servirán nuestros teneres, poderes y saberes, si no sabemos vivir? ¿Y de qué nos valdrán los beneficios de la juventud si no aprendemos a envejecer y no aceptamos morir?

Pero ¿acaso no sería preferible no tener que envejecer ni morir? ¿Y si fuera posible evitar lo uno y lo otro? La pregunta no es superflua. Hace unos días, a un científico francés experto en el asunto le escuché que ya han nacido quienes van a vivir 200 años. Ya al ritmo actual, antes del 2050, el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará. Y es de suponer que las nuevas tecnologías, aún apenas ensayadas o todavía ni siquiera imaginadas, podrán ir retrasando indefinidamente la temida muerte (¿por qué tan temida “nuestra hermana la muerte corporal”, que decía Francisco de Asís y a la que dio la bienvenida a los 44 años?).

No es absurdo pensar que algún día, no demasiado lejano, nuestra especie Sapiens llegará a una cierta a-mortalidad. Me asusto de solo pensarlo. Me asusto porque solo algunos se podrán beneficiar de esa a-mortalidad –los más ricos, como siempre, a costa de los empobrecidos–, y también porque temo que la a-mortalidad traiga consigo más males que bienes para quienes la posean. Hoy por hoy, prefiero morir a prolongar esta vida indefinidamente. Y prefiero envejecer antes de que la hermana muerte funda del todo mi aliento vital con el Aliento Vital. Y quiero elegir ese momento con la mayor libertad y, cuando llegue, ser dueño de mi aliento para darlo por fin enteramente. Para eso quiero envejecer.

¿Pero qué es envejecer? Desde un punto de vista biológico, envejecer significa acumulación de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo. Los órganos se cansan, las piernas se vuelven más torpes, la memoria más floja, la mente más débil. No es esa vejez la que quiero, aunque hoy parece inevitable. Espero que algún día podremos evitar todos esos deterioros, y así lo deseo, siempre y cuando –salvedad crucial– no sea a costa de la igualdad de todos los humanos y de la armonía de todos los vivientes.

No bastará vivir muchos años si no vivimos humanamente. No bastará con evitar la vejez en cuanto deterioro biológico, si no alcanzamos la sabiduría espiritual, la sabiduría de la vida profunda. No bastará con mantenernos jóvenes de cuerpo, si no llegamos a ser sabios de espíritu.

Pues bien, muchas tradiciones han asimilado la vejez en cuanto ancianidad (acompañada de muchas pérdidas) con esa sabiduría de la vida. Quiero reivindicar esa acepción del término vejez, contra el frívolo y unilateral enaltecimiento de la juventud, la glorificación de la salud y de la forma física, la exaltación de las facultades corporales y mentales, la boga del reishi, la búsqueda del elixir de la eterna juventud en farmacias, parafarmacias, herbolarios, droguerías, grandes superficies, páginas web y tiendas online. No solo de juventud vive el ser humano, sino de sabiduría. Cierto que la sabiduría no depende del número de años, pero es más fácil encontrarla en los viejos que en los jóvenes, con perdón de los jóvenes y sin contarme entre los sabios.

La condición de la sabiduría es saber envejecer. Es decir: saber que hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para intentar y un tiempo para desistir, un tiempo para hablar y un tiempo para callar, un tiempo para crecer y un tiempo para decrecer, un tiempo para liderar y un tiempo para dejarse llevar.

Envejecer es descubrir que todo ha valido la pena a pesar de todo, y que aceptarlo todo aceptándose del todo es la única forma de transformarlo todo. Envejecer es reconocer que la bondad es lo único que ha valido y que valdrá la pena. Y llegar por fin a la paz consigo y con todo.


Envejecer es darnos del todo, hasta morir, hasta nacer, hasta ser nuestro ser verdadero en la Plenitud de lo que ES.

Visita al triángulo de las religiones semíticas

Nazanin Armanian
www.publico.es / 250517

Da igual que Arabia Saudí, Israel y el Vaticano no representen ni a los fieles del Islam, el judaísmo y el cristianismo ni a dichos credos, pero han sido los primeros destinos de Trump como presidente para:

*Utilizar la caduca farsa de la “alianza de religiones” contra la otra farsa, el terrorismo islámico, pretende justificar la pseudo doctrina de Choque de Civilizaciones, una cortina de humo para ocultar el principal problema de la humanidad, que es el terrorismo del hambre, fruto del capitalismo, que asesina cada día a decenas de miles de personas sin importarle su credo.

Los otros objetivos del equipo de Trump en realizar dichos viajes han sido:

+Otorgar relevancia a un Trump rechazado a nivel mundial. Los últimos presidentes realizaron su primer viaje a los países vecinos.
+Reducir la presión sobre Trump, que está acusado de poner en peligro la seguridad nacional, con logros comerciales y militares en Oriente Próximo, y así sobornar a las compañías petrolíferas y militares que controlan las dos cámaras.

EEUU vuelve a abrazar a Arabia Saudi

No es ninguna casualidad que la visita de Trump y su séquito a Riad se programase para el 19 de mayo, el día de las elecciones presidenciales de Irán, con el fin de influir en sus resultados. Entre otros objetivos, la administración Trump buscaba:
+Imitar a Obama, quien acudió a la sede de los Hermanos Musulmanes en Egipto, para pronunciar un discurso con varias letras pequeñas.

+Mostrar que no es islamófobo, algo que ya sabíamos: él es aporófobo. Expulsa a los pobres, sean mexicanos, árabes o indios, que no a sus élites mafiosas.

+Revitalizar las alianzas tradicionales en la región, debilitadas en la era de Obama, y prometer a las élites sunitas del Golfo Pérsico que su estabilidad estaba asegurada.

+Recuperar la estrategia tradicional de EEUU de apoyar la estabilidad de las monarquías árabes (que también mantienen, a golpe de sus dólares, el orden en Jordania, Egipto y Pakistán) para mantener el actual mapa global de las rutas comerciales de la región.

+Apoyar el Islam político (siempre de derecha y fundamentalista) forma parte de esta política.

+Hacer negocios: mil millones de dólares, saqueados de las arcas públicas de Arabia, para crear miles de puestos de trabajo en las empresas de armas de EEUU. Manchados de sangre de los yemeníes, sirios o iraquíes, entre otros pueblos. Los misiles que fabriquen apuntarán a Irán. Así acabará también con las voces críticas con Arabia Saudi en las filas del Partido Demócrata.

+Conseguir cien millones de dólares para el negocio de mujeres emprendedoras de Ivanka Trump en el Fondo Monetario Internacional, así como consolidar los negocios propios de Trump, como un complejo hotelero. La prensa revela que desde el anuncio de su candidatura, Trump ha creado al menos 46 nuevas empresas.

+Expulsar a Rusia del negocio de armas con Arabia, que mostraba interés por los misiles tácticos Iskandar rusos.

+Exhibir la fuerte presencia militar de EEUU en el Golfo Pérsico, algo reducido en la era de Obama por su prioridad de contener a China.

+Aumentar el peso de Arabia Saudi en la región en perjuicio de Irán y Turquía, países difíciles de domar.

+Conseguir que los wahabíes saudíes, algo menospreciados por Obama, suavicen sus ataques verbales a EEUU.

+Acercar a los líderes árabes a Israel, a partir de una alianza tácita contra Irán, nombre del país más repetido en la cumbre. ¡Ni una mención a Palestina! Trump ha puesto los cimientos materiales de una gran guerra chiita-sunita de los 55 países sunitas presentes en el encuentro contra Irán, construyendo la OTAN árabe. Así, serán los jeques quienes financien las guerras de EEUU en la región.

+Consolar a la Casa Saud por haber sido objeto de los ataques del Trump candidato por varias razones: no acoger a los refugiados sirios, donar millones de dólares a la Fundación Clinton, pretender que EEUU le hiciera el trabajo sucio en Siria, volar las Torres Gemelas (como afirmaba la CIA), tener a mujeres esclavizadas y matar a los gays.

+Pasar un rato divertido, riéndose de la audiencia que escuchaba las patrañas de ser aliados en la lucha antiterrorista, siendo ambos patrocinadores del yihadismo desde 1978. La misma CIA condecoró con la medalla George Tenet al príncipe heredero Saudi Mohammed por su lucha contra el terror. Otra cosa es pretender neutralizar al sector antioccidental (que no antiimperialista) de la Casa.

+Ignorar y desactivar la Ley de Justicia contra los Patrocinadores del Terrorismo que denuncia a Arabia Saudi por el 11-S, que el propio Trump defendía cuando era candidato, o sea que el terrorismo islámico no es fruto de la exclusión de los musulmanes.

+Mostrar el poder de convocatoria del rey Salman, que reunió a unos 50 jefes de Estado musulmanes en Riad para recibir a Trump, y así justificar esta infame alianza con un peso pesado.

+Sabotear los intentos de Irán de reconciliarse con Arabia Saudí, empujándoles a una terrible guerra.

+Construir una nueva alianza entre EEUU, los Estados sunitas (árabes, turcos, paquistaníes, etc) e Israel contra Irán, gran rival geopolítico, al que declararon “el mayor patrocinador del terrorismo mundial”.

+Regalar una carta verde a los saudíes para entrar en una guerra con Irán, a pesar de que puede terminar con la propia existencia de Arabia Saudí.

Luna de miel con Israel

En el 50 aniversario de la ocupación de Palestina, y en medio de una huelga de hambre de cientos de presos políticos palestinos en cárceles israelíes, el presidente de EEUU pisaba Israel para:

*Reparar los daños asestados por Obama a la extemaderecha judía al no destruir Irán y encima firmar el acuerdo nuclear con el gran rival en la zona. Y eso a pesar de que Obama concedió a Israel la ayuda más grande de la historia de EEUU (38.000 millones de dólares), apoyó todas sus agresiones a Gaza y no reconoció el Estado palestino por la ONU. Pero, si unos 130 países ya han reconocido el Estado palestino, ¿a qué esperan para fundarlo? ¡Si Lenin estuviera ahora en Palestina!

*Fingir que busca el acuerdo final de paz entre palestinos e israelíes, cuando no tienen ningún plan propio. EEUU no puede mediar en este conflicto ya que no es imparcial: nunca ha presionado a Israel para que respete los acuerdos internacionales al respecto. Es posible que eche mano de la propuesta de la Liga Árabe de 2002 de reconocer un Estado palestino con Jerusalén oriental como capital a cambio de que los países árabes reconozcan a Israel. Aunque la naturaleza imperialista de este país también este plan de paz. Por lo que EEUU continuará con la pantomima de negociaciones de paz para que Israel siga ampliando los asentamientos (3.000 más desde la toma del poder de Trump) y se dedicará a gestionar el conflicto.

*Introducir, en realidad, el factor incertidumbre en las relaciones de EEUU con Israel y Palestina: ha retrocedido de la promesa de reconocer Jerusalén como la capital indivisible de Israel, petición aprobada por el Congreso en 1995, pero a la que los presidentes de EEUU, cada seis meses, han tendido que firmar la renuncia, retrasando el traslado por “razones de seguridad nacional”. La visita de Trump ha tenido lugar antes del 1 de junio, fecha en que toca volver a firmarla. No quería mayor tensión en las relaciones.

*Echar una mano a Netanyahu, ahora que está acusado de fraude y soborno. Los gazatíes deben prepararse para un nuevo ataque de Israel, que suele utilizar la cortina de humo de las bombas para desviar las miradas de los trapos sucios internos.

Trump presionó a Abás para hacer más concesiones por la paz, como abandonar la violencia, eliminar la imagen negativa de Israel en los libros de texto y cortar la ayuda a los familiares de los presos palestinos en cárceles israelíes. Mientras, no pide lo mismo a Israel: +Que deje de matar a los palestinos, de derruir sus casas o de arrancar sus olivos.

+Seguir cooperando en el desmantelamiento y la balcanización de los países grandes de la zona, como lo han hecho en Sudán, Irak, Yemen o Siria, y están decididos en convertir a Irán en el próximo.

El Vaticano como el poder blando de Occidente

Obviamente, un Papa goza de más prestigio internacional que un presidente de EEUU. No en vano, George Bush visitó el Vaticano en seis ocasiones para conseguir su apoyo y Obama, en dos. En su encuentro con Francisco, dijo que iba a hablar de “la pobreza y la desigualdad”. Vale, hablar no hace daño a los ricos. El nuevo presidente de EEUU se ha apresurado hacerse una foto con Francisco, por:

#Conseguir la legitimidad de un Papa carismático que le tachó de “no cristiano” por querer levantar muros contra los inmigrantes, que no puentes. Pero Bergoglio muestra una profunda incoherencia estrechando la mano de un magnate que ha comprado el poder político y presume de ser belicista, aporófobo, misógino y va a robar las pocas conquistas sociales de los trabajadores de EEUU, queriendo privatizar hasta los servicios sociales. Su asalto es de tal magnitud que algunos clérigos católicos estadounidense están dando prioridad a la justicia económica y los derechos de los inmigrantes antes que ir contra el aborto.


“Si usted es el Papa del pueblo en EEUU, entonces tiene un problema cuando la misma gente vota a Trump”, advierte el analista Iacopo Scaramuzzi. Ronald Reagan y Juan Pablo II se unieron para luchar contra el “comunismo ateo”, ¿cuál es el papel de Francisco en el diseño estadounidense del mundo?

Entresijos de las elecciones presidenciales de Irán

Nazanin Armanian
www.publico.es / 190517

“¡Asesino, torturador, ladrón, corrupto, misógino, pirómano, belicista, mentiroso y estafador!” Así son definidos los candidatos a ocupar el sillón presidencial de la República Islámica (RI) no sólo por las fuerzas de oposición (todas ilegalizadas) sino por los propios candidatos, que en una lucha encarnizadas han aireado los trapos sucios de su rival ante la mirada de los ciudadanos, que estupefactos son testigos de una nueva fase de la atomización de la RI, cuya instalación en 1979 puso un penoso fin a una grandiosa revolución progresista, por la justicia social, libertad e independencia del país.

Para descifrar los entresijos de esta campaña, su significado para la sociedad iraní y su lugar de Irán en la escena internacional, hay que tener en cuenta los siguientes datos:

La RI que no es una república donde los ciudadanos son iguales ante la ley, sino una versión singular de Apartheid con la venia de Dios, en el que, por ejemplo, no pueden presentarse como candidatos en las elecciones presidenciales:

+ La mitad de la población, o sea, las mujeres;
+ Las minorías religiosas, entre ellos los 18 millones de musulmanes sunnitas baluches, kurdos, turcomanos, árabes, persas, así como los cristianos, judíos, zoroastrianos, budistas y bahaíes;
+ Los no creyentes y ateos;
+ Los críticos, disidentes políticos, cientos de miles de ex presos políticos, y los actuales activistas encarcelados, que llevan varias semanas en huelga de hambre, entre ellos Atena Daemi, condenada a 11 años por criticar la pena de muerte que cada día arranca la vida de unas 3 personas, incluidos los menores. O la pintora Atena Farahani que cumple una condena de 14 años por una ilustración satírica sobre las autoridades, o el clérigo Hosin Brouyerdi  que lleva 11 años encerrado por denunciar el abuso de la religión por los hombres de sotana que gobiernan el país.  

El candidato, además de ser hombre y chiita debe ser leal al “líder” Ayatolá Alí Jamenei, que ocupa el cargo inventado por Jomeini del Welayt-e Faghi (Tutela del jurista islámico). Él es designado por una élite religiosa afín, que no por los ciudadanos y ostenta los poderes de un monarca absolutista: ejerce todos los poderes, determina la política exterior e interior, y tiene facultad de vetar las decisiones de los órganos electos, como la presidencia y el parlamento, e incluso suspender dichas instituciones. El presidente debe ejecutar sus órdenes, y responder ante él que no ante los ciudadanos.

Los candidatos pertenecen a las facciones y familias de la RI, y se agrupan en los partidos religiosos-chiitas. Los partidos políticos, cuya función es representar los intereses de distintas clases sociales, están prohibidos, entre los cuales están: el partido Tudeh (comunista, fundado en 1920); el Partido Democrático de Kurdistán (1945), y otros partidos de las minorías étnicas que componen hasta el 55% de la población iraní donde los persas son la minoría mayoritaria; la Organización Democrática de la Mujer Iraní (1951) cuya dirigente Maryam Firuz, condenada a muerte por el Sha, pasó 9 años en la cárcel y 13 más en el arresto domiciliario hasta su muerte en 2008; el Frente Patriótico, fundado por el Primer Ministro Mosadeq, el artífice de la nacionalización de la industria petrolífera en 1952; La organización islamista de Muyahedines de Pueblo (1965), y la organización socialista de Fedaines del Pueblo (1971).

Así, los obreros, campesinos, estudiantes, y el resto de la sociedad iraní están convocados a votar que no a elegir a su representante. 

¿Quién será el presidente?

Tanto Hasan Rohani como Ebrahim Raisí son  de derecha islamista, sacerdotes y hombres del sistema. Para este sufrido pueblo, la elección entre uno y otro -salvando las distancias- se asemeja a escoger entre Emanuel Macron o Marine Le Pen para los franceses, y con un determinante matiz: que en la RI es el “Líder” y los guardianes islámicos quienes deciden sobre el nombre que saldrá de las urnas. No existe ningún mecanismo de control sobre las mismas, las papeletas, el recuento de los votos y su lectura. Con el recuerdo vivo del fraude electoral del 2009, el equipo de Rohani está en estado de alerta por el temor a otro golpe de Estado palaciego, ya que es el favorito de un 70% de los electores.

También están vigilantes millones de sus votantes, dispuestos a ocupar las calles, evitando el triunfo de Raisí, el hombre de la ultraderecha fundamentalista, respaldado por Jamenei y los militares, que tras acabar con los reformistas, pretenden eliminar a los “moderados”. De allí, la amenaza de Jamenei de que aplastaría cualquier “tensión” durante y después del proceso electoral. Pero, Rohani no es fácil de roer: acusó a su rival de haber dirigido el comité de inquisición que en el verano del 1988 llevó a cabo la orden de Jomeini de ejecutar a 4,482 presos políticos, en su gran mayoría marxistas. Pero, ha escupido hacia arriba: su propio ministro de Justicia, el ayatolá Pur Mohamadi formaba parte de aquel “Comité de Matanza”.

Así, las elecciones en Irán sirven para tres cosas: que el pueblo conozca las maneras de ajustar cuentas con el poder; que sea la única oportunidad de que puedan echarse a las calles, puesto que es ilegal manifestarse contra los representantes de Alá en la tierra; y para que la RI se presente ante el mundo como una república democrática.

Según la prensa oficial, la mitad del electorado está indeciso, y un tercio no va a votar. La mayoría de los partidos de la oposición han pedido el boicot, entre ellos el partido Tudeh, y los seis partidos kurdos; argumentan que la jugada de la RI de forzar al pueblo de elegir entre “el mal y el peor” es una habitual artimaña del poder para bajar el nivel de las reivindicaciones populares y sacar rentabilidad de su desesperación, colocándoles entre la espada y la pared.  

Economía: el telón de Aquiles de la RI

El desempleo del 31% de los jóvenes, y la pobreza del 45% de la población (ambos datos oficiales) y el incesante cierre de talleres y fábricas es la principal preocupación de todas las facciones. Al reducirse la amenaza de un ataque militar de Estados Unidos, el temor al estallido social pone en peligro a la RI. La propuesta de Rohani es reducir el gasto en ayuda directa a los necesitados para invertir en los proyectos estructurales (¿por qué no lo hizo en su mandato?). Mientras Raisí, como buen clérigo que es, ofrece limosnas en efectivo a los pobres, y de allí no sale.

Que la economía de Irán no despegue no es por falta de inversiones extranjeras (debido a las amenazas de Trump y la incertidumbre que genera su estrategia respecto a Irán), que a pesar de la renuncia de Teherán al programa nuclear, no llegan como se esperaba. El salvaje neoliberalismo, unido a una corrupción monumental, un sistema político medieval que pide ser islamista y leal al régimen para ocupar un puesto de trabajo, así como el dominio de los militares –como denuncia el mismo presidente de la RI-, impiden que el pueblo, el verdadero dueño de la primera reserva mundial del gas y la cuarta de petróleo, viva dignamente.
La cúpula militar controla el ministerio de Petróleo, el de Seguridad y el de Cultura, y la Radio Televisión pública, entre otras instituciones. El presidente Rohani (al igual que Ahmadineyad) ha sido criticado por beneficiarse de las sanciones económicas y buscar la guerra con Estados Unidos para asaltar también al poder político. En 1992 la RI reformó la Constitución para privatizar las empresas nacionalizadas al principio de la revolución del 1979, cediéndolas al clérigo y los militares.

De hecho, los 45 mineros que murieron en una explosión de mina de carbón, el 2 de mayo trabajaban en la mina propietaria de basiy «Reclutas» (grupo paramilitar creado a la imagen de los “camisa negras” italianos), según la denuncia de Rohani.

Allí no sólo el nivel de seguridad era cero, sino que varios de los fallecidos no habían cobrado sus salarios desde hacía meses, y todos con contratos temporales. El régimen mientras se sienta en la mesa para negociar con Estados Unidos, el antiguo Gran Satán, prohíbe los sindicatos y se niega a sentarse a escuchar a los trabajadores. Un gravísimo error de cualquier régimen que al prohibir los partidos y organizaciones que funcionan como intermediarios entre el poder y la ciudadanía, se tendrá que enfrentar con los trabajadores de forma directa.

Irán en los planes de Trump

Formar un equipo cuyo principal rasgo es ser iranófobo, o elegir como destino de sus dos primeras visitas oficiales a Arabia Saudí (el mismo día de las elecciones de Irán) e Israel, y la creación de la OTAN árabe, es una advertencia a Irán. Trump  atiza el fuego de una guerra regional. A Trump le da igual quién ocupe la presidencia en Irán ya que son los militares quienes deciden sobre la política exterior, el programa nuclear o la guerra en Siria o Irak.

La posibilidad de que haya una segunda vuelta en las elecciones presidenciales sirve a Jamenei para tomar la temperatura de la calle: a más presencia de los partidarios de Rohani, mayor probabilidad de que el actual presidente renueve el mandato, y se retrocedan los planes del “Líder” y su guardia pretoriana, ansiosa de enfrentarse a las tropas de Estados Unidos, aunque cueste la iraquización de Irán.


I Jornada de Economía Digital y su Impacto hacía los negocios




VALORES EN CRISIS

Miguel Antonio Bernal V.

El Siglo lunes 29 de mayo de 2017

 Hace un año, destacaba a mis lectores que desde la llegada y caida de la dictadura, Panamá mantiene una  crisis de valores que nos impide determinar  qué valores debemos instituir.

Una sociedad sin brújula, dónde las autoridades se recrean practicando y encubriendo la corrupción y venerando la Constitución de 1972, símbolo del autoritarismo y totalitarismo, le está  llegando la hora -quieralo o no- de las definiciones de su presente y de su futuro inmediato.

La partidocracia mantiene su norte de impedir- la libertad y la participación política de la ciudadanía. Estamos hablando de la urgente necesidad de instituir una real, efectiva y transparente libertad política que elimine la interminable cantidad de obstáculos existentes en nuestro medio que impiden el actuar de la voluntad responsable de los ciudadanos.

Apelo, una vez más a Fernando Savater cuando nos enseña que: “Al hablar de libertad no me refiero a nada especialmente místico, sino a la autonomía de los individuos en la colectividad para establecer y revocar leyes, elegir y deponer a los gobernantes, disfrutar de garantías jurídicas y de la posibilidad de explorar por cualquier medio no lesivo para otros la plenitud de su subjetividad”.

Es obligatorio fotalecer los pasos, mecanismos y procedimientos favorables a nuestras libertades políticas.  Hoy más que nunca, debemos emanciparnos de la miseria, de la tiranía de la pobreza establecida, de la desigualdad, de la ignorancia. Para ello no podemos permitir que se continue reduciendo la función de las instituciones y servicios públicos a la defensa y protección de los privilegiados y sus privilegios.

En los  meses por venir la crisis de valores sin duda se acentuará y aumentará el peligro de nuestras libertades políticas. El gobierno está dispuesto a reprimir para salvar su cleptocracia.  Por ello, debemos repudiar seguir siendo una guarida financiera y rescatar nuestra pisoteada dignidad ciudadana  nacional y nuestra identidad nacional.