Robert Fisk
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/ 021019
Los sauditas están recibiendo una paliza.
Las imágenes de video de hutis y soldados sauditas y sus aliados que son
abatidos o se rinden en la población fronteriza de Najran representan un golpe
devastador a un reino que constantemente amenaza con la guerra a Irán.
Si no puede proteger a sus fuerzas armadas
en su propio territorio, ¿qué caso tiene amenazar a Irán con acción militar por
la destrucción masiva de las instalaciones petroleras en Abqaiq y Khurais, hace
casi dos semanas?
Esta es la misma Arabia Saudita que
secuestró al primer ministro libanés Saad Hariri, que bombardeó a millares de
civiles en Yemen y trató de aniquilar la independencia de Qatar. Para no
mencionar el pequeño asunto de cortar en pedazos a Jamal Khashoggi hace casi un
año en el consulado del país en Estambul y luego enterrar en secreto partes de
su cuerpo, de lo cual Mohamed bin Salmán –tal vez el peor príncipe heredero en
la historia saudita– ahora asume la responsabilidad nacional, pero no personal.
La noticia de que el guardaespaldas
personal del rey Salmen ha sido asesinado en Jeddah –por un amigo, nos dicen–
sólo agrega una nota histérica al caos dentro del país.
¿Pedirán ahora a los estadunidenses actuar
como mercenarios para este reino extraño?
Es evidente que las propias fuerzas
armadas sauditas, dotadas de jets, misiles, asistentes estadunidenses y
británicos, son tan deplorables como siempre. ¿Recuerdan cuando no pudieron
defenderse de Saddam Hussein tras la invasión iraquí de Kuwait en 1990, lo cual
provocó un destile de ejércitos internacionales para protegerlas? Tal vez los
iraníes han concluido que Donald Trump –en las palabras inmortales del
columnista estadunidense Nicholas Kristof– es la madre de todas las conejitas,
pero parece claro que la decisión de Trump de romper los compromisos de su país
conforme al tratado nuclear con Irán es un desastre colosal.
Ahora se supone que debe defender a una
monarquía feroz que amenaza con la guerra a Irán por los ataques (¿hutíes?)
contra las principales instalaciones petroleras sauditas, pero ¿con qué?
¿Bombardeará a Irán y luego le pedirá que no devuelva el ataque contra naves
estadunidenses? ¿Contra los soldados estadunidenses en Arabia Saudita?
De hecho, toda esta penosa saga comienza a
parecer cada vez más farsa que tragedia. Se supone que debemos tomar en serio a
Irán, pero ¿podemos hacerlo cuando su principal enemigo –un reino que hablaba
de cortar la cabeza de la serpiente (Irán)– se porta como un bufón?
Tal vez sea demasiado pronto para decir
que esta es la crisis final en las relaciones entre Washington y Riad; sabemos
que el dinero saudita puede apaciguar la moralidad de todo el mundo por la
disección del pobre Jamal. Puesto que nuestro propio bufón de Downing Street se
ha alineado con los sauditas, no tiene caso esperar algún comentario británico.
Pero, muy pronto, los estadunidenses o la
Unión Europea tendrán que hacer lo que Eisenhower cuando envió a Dulles a
amonestar a Eden durante la guerra de Suez de 1956 y decir: ¡Ora, chavo!
Entre tanto, estemos atentos al nuevo
capítulo de la comedia. ¿Otro rugido saudita de desafío a la república
islámica? ¿Otro buque petrolero enviado a Bandar Abbas? ¿Más drones –30 de un
jalón– muy dentro del territorio saudita? ¿O sólo más bodas bombardeadas o
cuerpos de prisioneros en el polvo de Yemen?
Yo apostaría por lo último. Será un nuevo
intento de destruir a uno de los países más pobres del mundo, por parte de uno
de los más ricos.