Quorum Teológico
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Del Antropoceno como futuro
Del Antropoceno como futuro
Por: Guillermo
Castro H.
Desde fines del siglo XX el sistema mundial ingresó en un período de transición desde lo que había parecido ser una era de paz y progreso hacia en un futuro cargado de tensiones que se ampliaron con rapidez desde lo económico y lo político hacia lo ambiental. Ya en el siglo XXI, esa transición dio lugar a un período de incertidumbre económica, inequidad persistente, degradación ambiental y creciente disfuncionalidad institucional en lo grande como en lo pequeño.
En ese marco de descomposición gradual, la pandemia de COVID 19 irrumpió como un parteaguas. Lo que hasta entonces parecía discurrir de manera dispersa, emergió en conjunto para desatar la crisis más compleja que ha encarado la Humanidad desde la década de 1930.
Esa crisis ha coincidido, además, con la etapa culminante de la llamada Gran Aceleración en la interacción de los humanos entre sí y con la biosfera, en curso desde la década de 1950. Esa aceleración – visible en el doble fenómeno del impacto humano sobre la biosfera y del crecimiento de la población – ha hecho parte de un periodo aún más amplio de nuestra historia ambiental, llamado el Antropoceno.
Así, para los historiadores John McNeill y Peter Engelke, el Antropoceno constituye una etapa en la historia del sistema Tierra en la cual “las acciones humanas” -en particular las vinculadas a la creciente dependencia de los combustibles fósiles- “se sobreponen a la tranquila persistencia de los microbios y los interminables bamboleos y excentricidades en la órbita de la Tierra.” [1] Para ambos, además, si bien hasta hoy el Antropoceno y la Gran Aceleración coinciden, la segunda lo hace como fase culminante de la transición hacia el primero, que está en curso desde fines del siglo XVIII, como un resultado no previsto de la Revolución Industrial.
La Gran Aceleración, en efecto, “no durará mucho, ni puede hacerlo”, pues el rápido crecimiento demográfico tiende a estabilizarse y empezará a declinar, al tiempo que “la era de los combustibles fósiles concluirá.” Estas tendencias, agregan, “deberían bastar para desacelerar la Gran Aceleración y moderar el impacto humano sobre la Tierra. Eso no llevará al fin del Antropoceno, pero sin duda lo conducirá a una nueva etapa en su desarrollo”.[2] Esa nueva etapa, añaden, “perdurará por largo tiempo en el futuro”. Y aun si alguna calamidad sacara de escena a nuestra especie en ese futuro, “el impacto de nuestras pasadas generaciones perdurará por milenios en la corteza terrestre, en la evidencia fósil y en el clima..
El ingreso a esa nueva etapa – que bien podría haber empezado ya, teniendo en la pandemia una expresión del carácter caótico propio de las fases iniciales de toda transición histórica de largo alcance – fomentará el desarrollo de nuevas formas de convivencia humana, si nuestra especie desea sobrevivir. Así, las instituciones políticas, económicas y culturales que conocemos, “formadas en un contexto de desmesura sin precedentes en el uso de los recursos y en el crecimiento económico, deben evolucionar ahora hacia formas compatibles con el Antropoceno – o abrir camino a sus sucesoras”, por poderosas que sean “las inercias intelectuales, sociales y políticas” en el curso de la historia.
Por contraste con los tiempos que vivimos, dicen, aun cuando el mundo de entre 1750 y 1950 era tumultuoso en muchos aspectos, había confianza en el comportamiento general del clima y en el acceso combustibles fósiles en apariencia inagotables. Esa circunstancia ha cambiado. Ahora, “el clima es menos estable y el sistema Tierra busca un curso sin precedentes”, y el pensamiento y las instituciones “evolucionarán en nuevas direcciones más compatibles con el Antropoceno.” Ya que no podemos salir de esta etapa de la historia del planeta que sostiene nuestro desarrollo, tendremos que ajustarnos a ella “de una u otra manera.”[3]
Cualquiera sea el resultado de esta crisis civilizatoria, ocurrirá en el entorno global creado por la civilización que se agota: aquella creada por el capitalismo a partir del desarrollo del primer mercado mundial, tan magistralmente descrita por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, hace más de 170 años. Esa civilización, al crear los medios para su propia expansión, creó también los recursos de conocimiento que nos permiten identificar sus límites y advertir el agotamiento de su capacidad para sostenerse en el tiempo.
Hoy, si deseamos hacer sostenible nuestro propio desarrollo como especie, debemos encarar la tarea de crear sociedades distintas a las surgidas en la primera fase del Antropoceno. De este modo, el Antropoceno como categoría histórica resalta la importancia de lo ambiental como dimensión política activa en la transición en curso. Esa transición, decía Immanuel Wallerstein hacia 2003-2005, tenía un alto margen de incertidumbre, pues era muy posible que en 2050, cuando el capitalismo haya dejado de existir, vivamos en un sistema tanto o más jerárquico e inequitativo que el actual. Pero también es posible que vivamos en un sistema histórico relativamente democrático e igualitario. El resultado será decidido por la actividad política de cada uno ahora y en los 25-50 años por venir. Alcanzar la victoria política dependerá en buena medida de una buena comprensión analítica de las alternativas históricas, así como de un claro compromiso moral con una visión alternativa.[4]
El compromiso moral inherente a esa visión ha tenido múltiples expresiones a lo largo de las luchas por una sociedad más democrática e igualitaria. Una de esas expresiones tiene especial valor en nuestros tiempos de bancarrota del neoliberalismo: la ofrecida en 1888 por por el socialista y ambientalista inglés William Morris, al plantear que La riqueza es lo que la naturaleza nos ofrece, y lo que un hombre razonable puede hacer para el uso razonable de esos dones. La luz del sol, el aire fresco, alimento, vestimenta y alojamiento dignos y necesarios; la acumulación de conocimientos de todo tipo y el poder de diseminarlos; medios libres de comunicación entre los hombres; obras de arte…todas las cosas que sirven al placer de las personas, de manera libre, viril e incorrupta. Esto es riqueza, y no puedo imaginar otra cosa que valga la pena poseer que no corresponda a una u otra de estas características.[5]
Alto Boquete, Panamá, 28 de marzo de 2021
[1] McNeill, McNeill y Engelke, Peter (2014:2): The Great
Acceleration. An environmental history of the Anthropocene since 1945. The
Belknap Press of Harvard University Press.
[2] Ibid., 209.
[3] Ibid., 211
[4] “The Ecology and the Economy: What is rational?”. http://fbc.binghamton.edu
[5] Apud Foster, John Bellamy (2020:104): The Return of
Nature. Socialism and ecology. Monthly Review Press, New York. Morris (1834-1896),
fue un diseñador y arquitecto de gran relevancia crítica en cultura de la
Inglaterra victoriana. Fue también uno de los primeros marxistas de ese
tiempo en abrir a discusión los problemas de la cosificación de las relaciones
humanas, y de las de los humanos con el mundo natural en la fase ascendente del
capital monopólico que triunfaría en la Gran Guerra de 1914-1945 y culminaría
la transición de la fase colonial a la internacional en el desarrollo del
mercado mundial.
La Cuaresma y su significado en tiempos de pandemia.
La Cuaresma y su significado en tiempos de pandemia.
Por: Rev. Pbro. Manning
Maxie Suárez +
El
“miércoles de ceniza”, da paso a uno de los períodos más importante en la vida
de la Iglesia, extendida por todo el mundo: A La Cuaresma. Etimológicamente la palabra cuaresma viene
del latín tardío “cuadragésimo día”; por la duración de este período y se sitúa
en las ocho semanas anteriores a la festividad de la Pascua. Es una época para la observancia del ayuno
voluntario u otras formas de autonegación y hace hincapié en la penitencia es
un tiempo para la santificación del alma y preparación para la aceptación de la
salvación. La obligatoriedad es
solamente para el día Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Para
los días de la pasión y resurrección de nuestro Señor, y se hizo costumbre en
la Iglesia prepararse para ellos por medio de una estación de penitencia y
ayuno. Un tiempo para el recogimiento y ascetismo espiritual, tiempo del
silencio, del distanciamiento y sobre todo de autonegación, de considerar
seriamente la Palabra del Señor en nuestras vidas buscando y comprometiéndonos
con el evangelio del Señor. No olvidemos
que también fue la época litúrgica en la que cuantos se habían separado del cuerpo
de los fieles, a causa de pecados notorios, eran reconciliados mediante la
penitencia y el perdón, y eran restaurados a la comunión de la Iglesia. De este modo, se recordaba a toda la
congregación el mensaje de perdón y absolución proclamado en el Evangelio de
nuestro Salvador, y la necesidad constante de todo cristiano de renovar su
arrepentimiento y su fe (Texto este último tomado del Ritual para el miércoles
de ceniza).
El
propósito final de toda esta preparación era la de una renovación espiritual de
nuestros votos hechos a Dios ese día de nuestro bautismo y que seguramente hemos
olvidamos con el pasar del tiempo. Era
asumir un compromiso con los valores primigenios de la fe cristiana como son el
ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón, y el amor, virtudes
estas, que los hoy día apenas consideramos importantes. Estas virtudes cristianas, que son don de
Dios, es lo que producirá en nosotros la santidad deseada ante Dios y el mundo.
Una
verdadera práctica espiritual en y desde la Cuaresma, permitirá en nosotros
tener un carácter y voluntad en mantenernos fieles a la enseñanza y comunión
con Dios y su Iglesia, en la partición del pan y en las oraciones. Nos fortalecerá para que no caigamos en
situaciones de pecado, pero si así pasara, nos dará Dios las herramientas para
arrepentirnos y volver a sus caminos.
Fruto de esta Cuaresma, debemos salir fortalecidos para seguir proclamando
las buenas nuevas de Dios en Cristo, buscando y sirviendo a Cristo en todas las
personas como nos lo enseña la recta doctrina de la Iglesia, con amor a
nuestros hermanos de la única casa común el planeta tierra. Resultado final de toda la espiritualidad
cristiana que se espera de esta cuaresma es mantenernos en esa lucha diaria y
constante por la justicia y ese compromiso por ser seres de paz entre todos los
hombres respetando la dignidad humana.
Eso es el fruto de la una buena celebración cuaresmal.
Eso
solo lo podremos conseguir, si la gracia de Dios habita en cada uno de
nosotros. Esa gracia que estando en
nosotros ha limpiado nuestras vidas de toda falta y nos presenta ante Dios
Padre Justificados, pero que a su vez tiene esa gran cualidad de hacernos
diferentes, como si hubiésemos recuperado nuestro estado original, iluminando
nuestras mentes y avivando nuestros corazones haciéndonos seres con fuerza de
voluntad para cumplir con la voluntad del Padre Dios. Nuestra vida diaria será
signo sacramental de la presencia de Jesús en nosotros para los hombres y
mujeres necesitadas de su gracia.
En
esta época de Pandemia, que nos ha sumergido en el distanciamiento, obligatorio
y sin deseo de parte nuestra, aprovechemos la Cuaresma para combinar todo lo
que le está sucediendo a toda la humanidad y hágamos un alto. Un alto en nuestro proceder diario, en
nuestras acciones interpersonales, en nuestra forma de ser sociedad, revisemos
nuestros valores culturales, sociales y religiosos. Busquemos en oración y
meditación profunda un nuevo modelo socio político y económico más acorde con
la voluntad de Dios, que nos lleve a todos los que sufrimos por la pandemia el
luto y el dolor a mantener la verdadera esperanza del cristiano que es Jesús
Resucitado.
Sacerdote
Patrón civilizatorio determinado
"Si la crisis civilizatoria es el resultado de la expansión de un solo patrón civilizatorio determinado –y determinante–, la humanidad precisa alejarse de este patrón único para incorporar la diversidad y multiplicidad de culturas, de formas de conocer, pensar y vivir, dentro del conjunto de las redes de la vida".
Miriam Lang (2019). Desarrollo Non Sancto, p. 81
Una nueva forma política de sociedad
“Estamos ante una nueva forma
política de sociedad cuya especificidad proviene de la articulación entre dos
tradiciones diferentes. Por un lado tenemos la tradición liberal constituida
por el Estado de Derecho, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la
libertad individual; por otro, la tradición democrática cuyas ideas principales
son las de igualdad, identidad entre gobernantes y gobernados y soberanía
popular. No existe una relación necesaria entre estas dos tradiciones
distintas, sino sólo una articulación histórica contingente [...] No olvidemos
que, aunque hoy tendemos a dar por sentado el vínculo entre el liberalismo y la
democracia, su unión, lejos de ser un proceso suave, fue el resultado de amargas
luchas”.
Mientras «pueblo» remite a una continuidad histórica, «ciudadano» hace referencia a aquellos que son «citados» a comprometerse por el bien común, y aclara [el Papa] Francisco que «[c]iudadano no es el sujeto tomado individualmente como lo presentaban los liberales clásicos ni un grupo de personas amontonadas, lo que en filosofía se llama ‘la unidad de acumulación’». De ese modo, pone en relación los conceptos de ciudadano y pueblo: «El desafío de la identidad de una persona como ciudadano se da directamente proporcional a la medida en que él viva su pertenencia. ¿A quién? Al pueblo del que nace y vive», y agrega: «Necesitamos constituirnos ciudadanos en el seno de un pueblo» [...] De este modo [...], «el único sujeto y agente de la historia humana es el pueblo, y el pueblo está vinculado a la historia de la salvación, ya que los signos de los tiempos se hacen presentes en sus acontecimientos».
Emilce Cuda (2013). ‘Teología
y Política En El Discurso Del Papa Francisco. ¿Dónde Está El Pueblo?’ Nueva
Sociedad | Democracia y política en América Latina
¿La igualdad de oportunidades como base de un proyecto socio-ecológicamente emancipatorio?
Panamá: del agua y el poliedro
Panamá: del agua y el poliedro
Guillermo Castro H.
El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes,
donde
cada punto es equidistante del centro
y no
hay diferencias entre unos y otros.
El
modelo es el poliedro,
que
refleja la confluencia de todas las parcialidades
que en
él conservan su originalidad.
Francisco[1]
El agua ha venido a
convertirse en un asunto de primer orden al calor – es un decir – de la crisis
ambiental. Esa transformación deja dos elementos en evidencia. En primer lugar,
que el agua es un elemento natural muy abundante; en segundo, que es un recurso
natural cada vez más escaso, si de demanda humana se trata. Distinguir y relacionar
esos elementos entre sí facilita comprender el papel que desempeña el agua en
nuestra relación con el entorno natural del que depende nuestra existencia.
El agua, en efecto, es un
elemento clave en el metabolismo de la biosfera. En lo que nos toca, además, el
agua desempeña un papel fundamental en el metabolismo entre toda sociedad y su
entorno natural. Así, Nicolo Gligo y Morello resaltan la importancia de ese
factor en nuestro desarrollo en su artículo “Notas sobre la historia ecológica
de la América Latina”, publicado en 1980, considerado como un texto inaugural
de la historia ambiental en nuestra América. Allí nos dicen que en la América
anterior a la conquista europea, el desarrollo civilizatorio “se estructuró en
torno del recurso básico del agua”, a partir de “dos tipos de civilizaciones
hidráulicas: las que manejaron excedentes de agua en ambientes anegadizos[…] y
las que regaron en ambiente árido, llamada andina.”[2]
La noción de “manejo” así
empleada nos remite a rasgos específicos del papel del agua en nuestra relación
con el entorno natural. Todos los seres vivientes, en efecto, usan el agua como
elemento natural. La especie humana, sin embargo, la transforma en un recurso
natural para su propia reproducción, lo cual incluye – entre otras cosas -, la
acumulación y el traslado de ese recurso a donde lo requieran los procesos de
producción que esa reproducción demanda.
En este sentido, el agua tiene
una historia natural como tiene una historia social. La síntesis de ambas
constituye su historia ambiental. Así, el historiador norteamericano Donald
Worster, en su artíuclo “El agua en la historia moderna”[3], se refiere al
papel de la gestión del agua en la producción de su propio ambiente por los
seres humanos, en el marco del proceso de formación y expansión del mercado
mundial.
En el curso de ese proceso se
formó, dice Worster, “una cofradía de ingenieros”, a partir de la experiencia
ganada por los países que hoy llamamos desarrollados en el desarrollo de
infraestructuras de gran escala para la
gestión centralizada del agua en sus posesiones coloniales, y en sus propios
territorios. De esa experiencia, agrega, “los ingenieros del agua aprendieron
[…] la absoluta necesidad de un gobierno central que planificara y manejara la
propiedad del agua. La conquista [del agua] demandaba el compromiso del Estado,
su dinero, su autoridad, su poder burocrático.” (2001:65)
La construcción del Canal de
Panamá por el Estado norteamericano entre 1904 y 1914 desempeñó un importante
papel en ese aprendizaje. Los ingenieros a cargo de la tarea aprovecharon y
enriquecieron lo aprendido por los ingleses en la India y los franceses en
Suez, y de los errores cometidos por estos en Panamá en la década de 1880.
Dicho en breve, la abundancia
de agua en la región escogida para construir el canal había sido un obstáculo
frecuente para el tránsito interoceánico por tierra. Sin embargo, la
construcción del canal de esclusas convirtió el poder destructivo del agua del
río Chagres como elemento natural en la capacidad productiva del agua
transformada en recurso mediante la construcción de los lagos artificiales de
Gatún y Miraflores, en las vertientes Atlántica y Pacífica del Istmo.
En este caso, además, la
construcción estuvo a cargo de una empresa estatal, cuya autoridad fue preservade
mediante la creación de una Zona del Canal cuyo control conservaría el Estado
norteamericano hasta la ejecución del Tratado Torrijos-Carter entre 1979 y
1999. Así, la cultura del agua generada por la construcción y operación del
Canal – una auténtica cultura hidráulica de corte autoritario, para utilizar la
expresión de Karl Wittfogel -[4] quedó constreñida a la Zona, mientras en el
resto del territorio persistió una pluvicultura más que milenaria.
De allí resultó un conflicto
básico entre un enclave hidráulico inserto en una sociedad pluvícola o, si se
quiere entre una extrema centralización y una tendencia constante a la
fragmentación del control. A partir de la la década de 1970, la construcción
hidroeléctricas ha dado lugar a la formación de nuevos enclaves de cultura
hidráulica, en constante conflicto con comunidades campesinas e indígenas de
carácter pluvicultural.
Ese proceso, además, se ha
extendido a las principales ciudades del país, en las que predomina un bajo
nivel de participación social en la gestión del agua recurso, mientras el agua
como elemento a menudo es vista como fuente de riesgos de inundación o
contaminación. Todo esto se agrava ante una creciente incertidumbre ante
efectos del cambio climático y problemas de adaptación al mismo a través de la
mitigación de sus efectos.
En todo el país se está a la
espera de lo que haga al respecto un Estado de gran resistencia al cambio, a
través de gobiernos que se relevan cada cinco años. Sin embargo, el problema
del agua es ambiental en su sentido abstracto, científico, pero en su práctica
concreta es un problema de ecología política, esto es, de grupos sociales
distintos que aspiran a hacer usos mutuamente excluyentes de un mismo recurso.
Panamá necesita como nunca
antes crear las condiciones sociales y políticas necesarias para vincular
ciencia y experiencia en la gestión del elemento agua de un modo que garantice
la producción del agua como recurso. Un objetivo así demanda fomentar el
patrimonio natural de la sociedad mediante el fomento de su patrimonio cultural
y sus capacidades para la participación de todos en la gestión del recurso de
todos.
En verdad, si se desea una
ambiente distinto, es necesario crear una sociedad diferente. Para este caso,
como para la crisis ambiental toda, esa sociedad será diferente – entre otras
cosas – en la medida en que sea poliédrica y no esférica en su visión del
mundo, y en su modo de ejercer en la práctica esa visión, con todos y para el
bien de todos.
Alto Boquete, Panamá, 18 de
marzo de 2021
________________________________________
[1] Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, 236. Del Santo Padre Francisco a los Presbíteros y Diáconos,
a las personas consagradas y a los fieles laicos sobre el anuncio del Evangelio
en el mundo actual. Tipografía Vaticana, 2013.
[2] Estilos de Desarrollo y Medio Ambiente en
la América Latina. Selección de Osvaldo Sunkel y Nicolo Gligo. Fondo de Cultura
Económica, México, 1980. Dos tomos. I:129.
[3] Cuadernos Nacionales.
Segunda Época, No. 2. Universidad de Panamá, Instituto de Estudios Nacionales,
2001: 59-75.
[4] “The Hydraulic Civilizations”, 1956, en Man’s Role
in Changing the Face of the Earth, The University of Chicago Press, 1967. Traducción
de Guillermo Castro H. Para Wittfogel la cultura hidráulica corresponde a un
tipo de sociedad cuya existencia depende de la gestión del agua a gran escala
en territorios muy amplios, lo que a su vez genera un Estado altamente
centralizado, burocratizado y despótico, como lo fue el de la Zona del Canal.
Esa cultura, por otra parte, se expande más allá de las áreas de control
hidráulico directo.
LA MEDIACIÒN FAMILIAR Y SUS BENEFICIOS
LA MEDIACIÒN FAMILIAR Y SUS BENEFICIOS
Por la Mgtr. Indira Medina
“La forma voluntaria de resolver las tensiones o los conflictos familiares con la intervención de una persona mediadora que ayude a la familia dialogar y alcanzar sus propios acuerdos”.
Principalmente, es una forma de “vivir” y entender el modo en que nos relacionamos con los otros.
El fin de la mediación es prevenir, minimizar o resolver los conflictos familiares, como los problemas de relación entre los miembros de la familia especialmente entre padres e hijos adolescentes, las desavenencias derivadas de la ruptura, la separación o el divorcio de la pareja, las dificultades originadas por el cuidado de los familiares mayores o con discapacidad, los desacuerdos por herencia o empresa familiar u otros conflictos.
Beneficios de la Mediación: la
Mediación Familiar nos ofrece esa gran oportunidad, porque al ser la familia un
sistema, el que todos nos sintamos ganadores tras un conflicto nos ayudará a
seguir creciendo como personas y nos permitirán fortalecer en la red familiar,
si hemos sabido tejer la positivamente.
La mediación es un proceso
estructurado, pero flexible, que se realiza a lo largo de varias sesiones donde
las personas, con ayuda del mediador, pueden dialogar y entenderse y si quieren
llegar a acuerdos.
Es posible que se pregunte
porque va a interesarle la mediación?. Por lo que sugerimos recuerde si se ha
encontrado usted en alguna de las situaciones que se describen a continuación:
Cada vez tenemos más
dificultades en la relación con nuestro hijo adolescente, la comunicación con
él no es fácil, nos cuesta entenderle y hacer que respete las normas de casa;
Desde que nuestra madre
murió, los hermanos estamos muy distanciados, primero porque el tema de la
herencia no lo hemos resuelto a satisfacción de todos y, además, ahora nos
cuesta ponernos de acuerdo en qué hacer con nuestro padre;
Nuestro matrimonio ya no
funciona y nuestros continuos enfados están haciendo daño a los niños. Queremos
separarnos, pero antes de ir al juzgado, nos gustaría ver si podemos hablar
tranquilamente y tomar algunas decisiones;
En la empresa familiar todos
tenemos un papel, pero no hay manera de que lleguemos a acuerdos a cosas que
antes, cuando vivía mi padre, estaban claras;
Mi mujer no entiende que no
puede dejar que nuestros hijos se salgan siempre con la suya, les están maleducando,
pero ella dice que la cuestiono. La
verdad es que no nos ponemos de acuerdos sobre cómo deben educarlos;
Es la madre de mis hijos,
pero tras el divorcio, apenas nos comunicamos y los niños tienen dobles
mensajes. Eso no es bueno para ellos. Deberíamos llegar a acuerdos, pero;
Llevamos más tiempo del que
puedo recordar peleando en el Juzgado, cada vez me siento peor, y veo que el
tema tiene mala solución de seguir así;
Tiene que haber otra vía
mejor para tomar decisiones.
La mediación es un modo
pacífico de gestionar y solucionar los conflictos que está cobrando cada vez
más importancia. Esto no se debe al hecho de que los problemas en las familias
puedan haber aumentado o ser más complejos, sino, principalmente, a las grandes
ventajas que presenta la mediación para cuidar las relaciones familiares, aún
en los momentos difíciles.
La mediación se basa en la
idea de cooperación y no en la de enfrentamiento. Pretende que a las personas
podamos comunicarnos desde el respeto y hacer del dialogo el cauce para
manifestar nuestras necesidades e intereses. En todo este proceso, la persona
mediadora será quien nos ayude a ir deshaciendo los nudos en los que, a menudo,
nos enredamos cuando tenemos una disputa.
A través de las diferentes
conversaciones mantenidas, las personas con la ayuda del mediador, pueden
tratar los temas que les preocupan, manifestar sus sentimientos, emocionarse
cuando lo necesiten, ser escuchados por la otra parte en discordia, y decir lo
que se siente y piensa respecto del tema.
En nuestras familias a veces
nos quejamos de que no hay tiempo o no encontramos el momento idóneo para
sentarnos y dialogar, con calma, sobre los temas que interesan a todos. Para
poder entablar un verdadero dialogo, hace falta abrir un buen espacio en el
propio tiempo para, simplemente, ponerse en actitud de escucha.
Esta es la experiencia que
augura un futuro prometedor para este sistema de gestión de conflictos que se
enmarca en la cultura de paz.
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Acerca de la Licenciada Indira Medina. Nació el 28 de noviembre de 1974 en la ciudad de Panamá, criada en el Distrito de La Chorrera. Madre, profesional, docente y emprendedora.