Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
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Resumen
Este ensayo examina la figura de Sir Isaac Newton desde una perspectiva interdisciplinar que articula historia de la ciencia, filosofía y teología. Se reconstruyen su biografía intelectual, su educación académica y religiosa, y se dilucidan sus posiciones filosófico‑teológicas, atendiendo a sus trabajos publicados y manuscritos teológicos. Se analizan sus contribuciones científicas en óptica, matemáticas y filosofía natural, y su impacto paradigmático en la comprensión moderna del orden, la racionalidad empírica, la universalidad y la búsqueda de la verdad. Finalmente, se discute la influencia de Newton en la ética contemporánea, especialmente en la normatividad del método, la humildad epistémica y la responsabilidad pública del saber. Se emplea metodología hermenéutica‑crítica con apoyo en fuentes académicas primarias y secundarias, priorizando ediciones críticas y estudios especializados.
Palabras claves: Newton; filosofía natural; teología; empirismo racional; orden del universo; modernidad científica; ética de la investigación.
Abstract
This essay explores Sir Isaac Newton from an interdisciplinary standpoint intertwining history of science, philosophy, and theology. It reconstructs his intellectual biography, academic and religious formation, and expounds his philosophical‑theological stances, drawing on his published works and theological manuscripts. It analyzes his scientific contributions in optics, mathematics, and natural philosophy, and their paradigmatic impact on concepts of order, empirical rationality, universality, and the pursuit of truth. Finally, it discusses Newton’s influence on contemporary ethics, notably the normativity of method, epistemic humility, and the public responsibility of knowledge. A hermeneutic‑critical methodology is applied, prioritizing critical editions and specialized scholarship.
Keywords: Newton; natural philosophy; theology; rational empiricism; order of the universe; scientific modernity; research ethics.
Metodología
Utilización del método
hermenéutico‑crítico,
aplicando una lectura atenta de fuentes primarias (Principia, Opticks, General
Scholium, manuscritos teológicos) y contraste con ediciones críticas y estudios
historiográficos.
Aplicación de un análisis conceptual, realizando la clarificación de nociones (ley, causa, orden, hipótesis, Dios, Providencia) en su uso newtoniano.
Se realiza una contextualización histórica, es decir la ubicación de Newton en el clima intelectual del siglo XVII (revolución científica, debate con cartesianos, boyleanos y leibnizianos).
Se aplica una evaluación normativa, su derivación de implicaciones éticas y epistemológicas para el presente eclesial y académico.
Objetivo general
Articular una interpretación integrada de la obra científica y teológica de Newton y valorar su vigencia para la comprensión del orden del universo, la racionalidad empírica y la ética contemporánea.
5 Objetivos específicos
1.
Describir
su formación académica y religiosa con base en fuentes acreditadas.
2.
Exponer
sus principales descubrimientos y su método.
3.
Analizar
sus posturas filosóficas y teológicas a partir de textos clave.
4.
Discutir
los temas: orden y regularidad; racionalidad y observación; universalidad y
objetividad; búsqueda de la verdad.
5. Evaluar su impacto en la ética contemporánea y proponer aplicaciones pastorales y académicas para la Iglesia del siglo XXI.
CONTENIDO
¿QUIÉN FUE SIR ISAAC NEWTON?
Sir Isaac Newton (1642–1727) fue matemático, físico, astrónomo y filósofo natural inglés, profesor lucasiano en Cambridge, autor de los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (1687) y de Opticks (1704), presidente de la Royal Society y Guardián/Maestro de la Casa de la Moneda.
Su obra articuló cálculo infinitesimal, leyes del movimiento y gravitación universal, y un programa de filosofía natural basado en experimentos y análisis matemático.
Menos difundida pero vasta es su producción teológica, cronológica y alquímica, que revela una religiosidad escrituraria y un anti‑trinitarismo prudente en lo público, aunque inequívoco en manuscritos privados (Newton, 1999, pp. 1–12).1
SU FORMACIÓN ACADÉMICA
Y TEOLÓGICA
Formado en Trinity College (Cambridge) desde 1661, se nutrió de Euclides, Descartes, Boyle y los experimentalistas. Su cursus incluyó matemáticas, filosofía natural y bases escolásticas que aún pervivían en Cambridge.
En teología, aunque la cátedra y la pertenencia a Trinity suponían tradicionalmente suscribir los 39 Artículos, Newton obtuvo dispensa para no ordenarse, lo que facilitó el desarrollo de su labor científica sin comprometer su conciencia doctrinal.
Sus estudios bíblicos abarcaron crítica textual, profecía y cronología sagrada, con interés en el arrianismo primitivo y la corrupción trinitaria del cristianismo antiguo (Newton, 2004, pp. 13 – 28).2
SUS POSTURAS FILOSÓFICAS Y TEOLÓGICAS
Sobre su filosofía de la naturaleza: rechazó las “hipótesis” no fundadas en fenómenos, privilegiando inferencias por inducción de leyes matemáticas universales (Reglas del filosofar).
Por otro lado, defendió el espacio y el tiempo absolutos y la acción gravitacional a distancia, no como cualidad innata, sino como ley impresa por Dios (Newton, 1999, pp. 794–801).1
Sobre su epistemología, Newton compatibilizó el empirismo experimental (Opticks, Queries) con rigor matemático, inaugurando un “empirismo matemático” que rehúye causas metafísicas opacas (Shapiro, 1993, pp. 5–28).5
Sobre su metafísica teológica, Newton sostenía un monoteísmo fuertemente bíblico, no trinitario en privado, con un concepto de Dios como Señor pantócrata, omnipresente por su “sensorium” (no material), cuya providencia sostiene el orden cósmico y moral (Newton, 1999, General Scholium, pp. 939–948).1; Cf. (Newton, 2004, pp. 3–15).2
Sobre su filosofía moral, Newton señalaba que la ley natural se refleja en el orden creado; la humildad epistémica se deriva de la finitud de nuestras inferencias y de la reverencia ante el Autor de la naturaleza (Iliffe, 2017, pp. 343–352).3 Cf. (Newton, 1999, 939–948).1
SUS HALLAZGOS E HIPÓTESIS: APORTES CIENTÍFICOS.
Leyes del movimiento y gravitación universal: unifican cinemática terrestre y celeste mediante matemáticas y geometría de flujos (cálculo) (Newton, 1999, pp. 416–510).1
Óptica: teoría corpuscular de la luz,
descomposición del espectro, explicación de la refracción y los anillos de
Newton, método experimental (Newton, 1952/1704, pp. 1–50).6; Cf.
(Shapiro, 1996, pp. 165–180).7
Método: Regulae Philosophandi, rechazo de “hypotheses non fingo” sobre la esencia de la gravedad; Queries de Opticks como programa de investigación abierto (Newton, 1999, pp. 794–801).1; Cf. (Newton, 1952, Queries).6
Historia y cronología: crítica a cronologías tradicionales, dataciones de monarquías antiguas, y estudio de profecías (Newton, 1728/2021, pp. 1–40).8 Cf. (Newton, 1952, 1–50).6
EL ORDEN Y LA REGULARIDAD EN EL UNIVERSO
La novedad de Newton consistió en convertir la regularidad observable en inteligibilidad matemática: las trayectorias planetarias, las mareas, la caída de los cuerpos y la precesión de los equinoccios se someten a leyes invariantes. Esta regularidad no oblitera la contingencia: presupone un legislador racional que confiere estabilidad y conservabilidad al cosmos.
El “sistema del mundo” es ordenado no por fines sustanciales aristotélicos, sino por leyes diferenciales que capturan correlaciones necesarias entre magnitudes. Teológicamente, la regularidad es huella de la sapientia Dei; filosóficamente, funda una ontología de estructuras nomológicas (Newton, 1999, General Scholium, pp. 939–948).1; Cf. (McMullin, 1978, pp. 53–75).9 ; (McMullin, 1978, 53–75). 9
LA RACIONALIDAD Y LA OBSERVACIÓN EMPÍRICA
Newton estableció una racionalidad experimental disciplinada: construcción de aparatos, repetición, control de variables y matematización de resultados.
La razón opera como instancia normativa que depura la experiencia de ilusión y la orienta hacia leyes cuantificables.
La observación no es mera recepción pasiva, sino interacción artificiosa con la realidad para dejar hablar al fenómeno bajo condiciones metódicas.
Su epistemología evita el dogmatismo metafísico y el escepticismo: ni hipótesis gratuitas ni suspensión global del juicio, sino inferencia a la mejor explicación empíricamente calibrada (Shapiro, 1993, pp. 12–27; Opticks, Queries).5, Cf. (Shapiro, 1993, 12–27).6
LA UNIVERSALIDAD Y LA OBJETIVIDAD
El rasgo universalista de las leyes —valen en la Tierra y el Cielo— inaugura una objetividad intersubjetiva: predicciones, replicabilidad, invariancias matemáticas.
El concepto de “masa” y “fuerza” como cantidades mensurables permite comunicaciones precisas, y la geometrización del movimiento garantiza traducción entre marcos experimentales.
Esta objetividad, sin embargo, convive con magnitudes “ocultas” (fuerzas) inferidas de efectos, lo que hace de la objetividad newtoniana una práctica regulada, no un espejo ingenuo (Cohen & Smith, 2002, pp. 1–32).10
LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD Y EL CONOCIMIENTO
Newton concibe la verdad como una meta regulativa hacia la que la mente avanza por aproximaciones sucesivas: nunca la posee exhaustivamente, pero puede acercarse a ella mediante la convergencia de fenómenos bajo leyes simples y de amplio alcance. Esta concepción asintótica evita tanto el triunfalismo dogmático como el escepticismo paralizante: entre la ilusión de la evidencia definitiva y la renuncia a conocer, Newton instala una disciplina que exige ampliar el dominio de los fenómenos, refinar las mediciones y depurar las formulaciones matemáticas. La simplicidad no equivale a simplismo; es un criterio de fecundidad teórica que selecciona, entre múltiples descripciones posibles, aquellas que unifican más con menos supuestos, a la vez que se someten a prueba empírica reiterada (Newton, 2004, pp. 1–40).2; Cf. (Westfall, 1980, pp. 314–346).11
El núcleo técnico de este programa es la noción de límite, que opera a la vez como herramienta matemática y como categoría epistémica.
En matemática, los métodos de series, cuadraturas y fluxiones permiten capturar variaciones continuas y establecer relaciones precisas entre magnitudes; en epistemología, el límite expresa la idea de aproximación controlada: cada resultado queda abierto a corrección por mediciones más finas o modelos más abarcadores.
Esta dinámica —conjetura, prueba, rectificación— traduce una ética del conocimiento: claridad en las definiciones, transparencia en los procedimientos y reconocimiento explícito de los márgenes de error.
Así, la racionalidad newtoniana no es mera deducción axiomática ni acumulación de hechos, sino una síntesis de construcción conceptual y disciplina experimental orientada a la estabilidad progresiva de las leyes (Newton, 2004, pp. 1–40).2; Cf. (Westfall, 1980, pp. 314–346).11
En su horizonte teológico, esta búsqueda se funda en la unidad del Autor: “…si Dios es uno, la verdad es una…”; por eso no puede haber contradicción última entre el libro de la naturaleza y el de la Escritura, sino desajustes interpretativos que deben corregirse.
De ahí la doble tarea que Newton se impuso: purificar la fe de corrupciones históricas —mediante exégesis crítica y estudio de la tradición— y “calzarla” con la recta razón —mediante reglas de análisis que eviten tanto la arbitrariedad doctrinal como el racionalismo reductivo.
El ideal es una concordia operativa: la teología provee un marco de sentido que garantiza la inteligibilidad y confiabilidad del mundo creado; la ciencia, por su parte, ofrece un método que disciplina el celo religioso con la prueba pública y la precisión conceptual.
En conjunto, verdad y conocimiento emergen como vocaciones compartidas de la inteligencia creyente, orientadas a la unificación humilde y laboriosa de lo real (Newton, 2004, pp. 1–40).2; Cf. (Westfall, 1980, pp. 314–346).11
SU IMPACTO EN LA ÉTICA CONTEMPORÁNEA
La ética del método que se desprende de la obra newtoniana establece estándares normativos que hoy articulan la integridad científica: evidencia pública, replicabilidad, cálculo y comunicación de incertidumbres.
Su “filosofía experimental” exige que las afirmaciones estén ancladas en fenómenos y que los procedimientos permitan la verificación intersubjetiva, lo que devino en prácticas institucionales como la revisión por pares, la publicación de protocolos y la trazabilidad de datos.
El énfasis en la cuantificación —errores, intervalos de confianza, sensibilidad de resultados— convierte la honestidad metodológica en virtud cardinal del investigador, desplazando la autoridad personal por la calidad del método.
En esta línea, la prudencia epistémica impone límites a la extrapolación: generalizar requiere justificación explícita, y toda ley se mantiene bajo condición de revisabilidad ante nueva evidencia, preservando la apertura crítica del conocimiento (Iliffe, 2017, pp. 343–372).3; Cf. (McMullin, 1978, pp. 70–75).9
La humildad epistémica —cristalizada en la máxima “hypotheses non fingo”— no equivale a renunciar a la teoría, sino a rehusar explicaciones que no se anclan en efectos medibles o que exceden la inferencia legítima desde los fenómenos.
Esta actitud es especialmente fecunda en contextos de alto riesgo e incertidumbre —inteligencia artificial, biotecnología, geoingeniería—, donde las promesas tecnológicas suelen superar la base empírica disponible.
La humildad impone gobernanza anticipatoria: evaluación de impactos, escenarios, límites de validación y mecanismos de corrección pública. A la vez, la responsabilidad pública del saber, modelada por el servicio de Newton en la Casa de la Moneda, subraya que la pericia técnica es un bien social que comporta deberes: veracidad, competencia, imparcialidad y orientación al bien común.
La ciencia, así entendida, deja de ser proyecto privado para devenir vocación cívica regulada por bienes compartidos y por la rendición de cuentas (Iliffe, 2017, pp. 343–372).3; Cf. (McMullin, 1978, pp. 70–75).9
Finalmente, el universalismo normativo implícito en las leyes de la naturaleza inspira ideales de imparcialidad y justicia epistémica: si la gravitación no distingue personas ni lugares, la evaluación del conocimiento tampoco debe hacerlo.
Esta intuición sostiene políticas de acceso abierto, estándares globales de calidad y cooperación transnacional en problemas comunes —clima, salud pública, seguridad digital—.
En clave teológico‑moral, la legibilidad del mundo como creación sustenta una ética de la creación: cuidado ambiental como deber de justicia intergeneracional, prudencia tecnológica como amor político al prójimo, e integración de razón y fe sin subordinaciones reductivas.
La fe provee horizonte de sentido y criterios de dignidad; la razón metodológica aporta instrumentos de verificación y control. La confluencia de ambos registra una pauta práctica: discernir, medir y deliberar comunitariamente para orientar el poder técnico hacia fines que respeten la vida, la casa común y la verdad buscada en común (Iliffe, 2017, pp. 343–372).3; Cf. (McMullin, 1978, pp. 70–75).9
CONCLUSIONES
Las conclusiones sobre Newton permiten sostener que, aun sin haber sido clérigo ordenado, su proyecto intelectual integra ciencia, filosofía y teología en una visión unitaria del mundo: un cosmos inteligible, regido por leyes matemáticas universales y sostenido por la providencia de un Dios racional.
La consistencia entre su física y su teología —visible en el tránsito del análisis fenomenológico a la afirmación de un orden creador— configura un realismo metodológico moderado: conocer es leer la creación mediante conceptos precisos y experimentos controlados, sin forzar hipótesis metafísicas que excedan los fenómenos.
Incluso su heterodoxia trinitaria, confinada a manuscritos privados, no resta sino subraya su empeño por una fe purificada y una razón disciplinada al servicio de la verdad, entendida como correspondencia asintótica entre leyes simples y una realidad estable.
Metodológicamente, la contribución newtoniana instituye estándares perdurables de objetividad: inducción regulada por “reglas del filosofar”, matematización de magnitudes observables y escrutinio experimental replicable.
Estos rasgos instauran una ética del conocimiento que combina humildad epistémica —no fingir hipótesis— con audacia intelectual —formular leyes de alcance universal—.
De ahí emergen criterios normativos hoy indispensables: transparencia de datos, revisión crítica por pares, apertura a la refutación y conciencia de límites.
La racionalidad newtoniana, lejos de excluir la teología, la convoca a un diálogo en el que la noción de creación aporta sentido teleológico mínimo (orden y confiabilidad del mundo) sin entorpecer la autonomía metodológica de la investigación.
Para la Iglesia del siglo XXI, esta herencia se traduce en prácticas concretas.
Primero, promover alfabetización científica y discernimiento ético en las comunidades, integrando formación técnica y moral.
Segundo, cultivar y modelar humildad epistémica en el diálogo fe‑ciencia: apertura a la evidencia, reconocimiento de incertidumbres y caridad intelectual.
Tercero, fomentar responsabilidad pública del saber ante desafíos económicos, tecnológicos y ecológicos, asumiendo la ecología integral como ámbito privilegiado de cooperación interdisciplinar.
Cuarto, estructurar la vida eclesial en hábitos de búsqueda de la verdad —oración, estudio, servicio— que unifiquen contemplación y acción.
Quinto, animar a vivir la fe con inteligencia, investigar con rectitud y servir con justicia, de modo que el testimonio cristiano haga del conocimiento una obra de caridad pública orientada al bien común.
PARA LA IGLESIA DEL SIGLO XXI: 5 Consejos prácticos.
1.
Promover
la alfabetización científica y el discernimiento ético en sus feligresías;
2.
Practicar
y promover la humildad epistémica y diálogo fe‑ciencia;
3.
Fomentar
la responsabilidad pública del conocimiento en economía, la tecnología y
cuidado de la casa común (Ecología Integral);
4.
Integrar
la oración, el estudio y el servicio como hábitos de búsqueda de la verdad.
5. La herencia newtoniana invita a vivir la fe con inteligencia, a investigar con rectitud y a servir con justicia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
[1] Newton, I. (1999). The Principia: Mathematical Principles of Natural Philosophy (I. B. Cohen & A. Whitman, Trans.; A. Whitman, Ed.). University of California Press. (pp. 1–12; 416–510; 794–801; 939–948)
[2] Newton, I. (2004). Theological Manuscripts (S. Snobelen, Ed.). University of Toronto Press. (pp. 1–40; xiii–xxviii)
[3] Iliffe, R. (2017). Priest of Nature: The Religious Worlds of Isaac Newton. Oxford University Press. (pp. 94–102; 343–372)
[4] Snobelen, S. D. (1999). “Isaac Newton, Heretic: The Strategies of a Nicodemite.” The British Journal for the History of Science, 32(4), 381–419. (pp. 381–385)
[5] Shapiro, A. E. (1993). Fits, Passions, and Paroxysms: Physics, Method, and Chemistry and Newton. Cambridge University Press. (pp. 5–28)
[6] Newton, I. (1952). Opticks: Or, a Treatise of the Reflections, Refractions, Inflections and Colours of Light (4th ed., based on 1704). Dover Publications. (pp. 1–50; Queries)
[7] Shapiro, A. E. (1996). “Newton’s ‘Experimental Philosophy’.” Early Science and Medicine, 1(2), 165–204. (pp. 165–180)
[8] Newton, I. (2021). The Chronology of Ancient Kingdoms Amended (1728). Cambridge University Press (reprint). (pp. 1–40)
[9] McMullin, E. (1978). Newton on Matter and Activity. University of Notre Dame Press. (pp. 53–75; 70–75)
[10] Cohen, I. B., & Smith, G. E. (Eds.). (2002). The Cambridge Companion to Newton. Cambridge University Press. (pp. 1–32)
[11] Westfall, R. S. (1980). Never at Rest: A Biography of Isaac Newton. Cambridge University Press. (pp. 314–346)