Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
Docente Universitario
Email: manningsuarez@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2740-5748
Google Académico:
https://scholar.google.es/citations?hl=es&pli=1&user=uDe1ZEsAAAAJ
Resumen
Este
ensayo examina la figura de David Hume (1711–1776) desde una perspectiva
filosófica y teológica, atendiendo a su formación, sus tesis centrales en
epistemología, moral y política, y su impacto en el pensamiento contemporáneo.
Se sostiene que Hume articula un empirismo radical que, junto con su
escepticismo moderado, redefine los límites del conocimiento humano, critica la
noción de causalidad y funda una ética de los sentimientos con consecuencias
decisivas para la teoría política moderna. Asimismo, se valoran implicaciones
pastorales y eclesiales para el siglo XXI, confrontando la crítica humeana a
los milagros y la religión con un enfoque teológico que acoja la experiencia,
la prudencia práctica y la responsabilidad pública de las comunidades de fe.
Palabras
claves: David Hume;
empirismo; escepticismo; moral de los sentimientos; causalidad; milagros;
política; religión natural; prudencia.
Abstract
This essay
examines David Hume’s life, education, and major philosophical and political
positions, focusing on his radical empiricism, mitigated skepticism, critique
of causation, and sentimentalist ethics, as well as their lasting impact on
contemporary ethics and political theory. It argues that Hume’s philosophy
reconfigures epistemic limits, grounds morality in human sentiments and social
practices, and inspires a pragmatic, institutional approach to politics. The
concluding section draws practical implications for Christian communities in
the twenty-first century, engaging Hume’s critique of miracles and superstition
with a theology attentive to experience, prudence, and public responsibility.
Keywords: Hume;
empiricism; skepticism; sentimentalism; causation; miracles; political theory;
natural religion.
Metodología
Se
realizó una revisión bibliográfica sistemática de fuentes primarias (obras de
Hume) y secundarias indexadas en Scopus, Dialnet y Google Académico.
Además,
un análisis conceptual y exegético de pasajes clave en el Tratado, las
Investigaciones, el Enquiry sobre moral y los Ensayos políticos.
Se
aplicó una contrastación crítica con lecturas contemporáneas en metaética y
filosofía política.
Se
realizó una Integración teológico-pastoral para la aplicabilidad a nivel eclesial.
Objetivo
general
Analizar
el pensamiento de David Hume en su contexto y evaluar su influencia en la ética
y política contemporáneas, proponiendo aprendizajes prácticos para la Iglesia
del siglo XXI.
Objetivos
específicos
1.
Describir
su formación académica y política.
2.
Exponer
sus tesis sobre empirismo y crítica del conocimiento.
3.
Analizar
su escepticismo moral y ética basada en los sentimientos.
4.
Evaluar
su pensamiento político e influencia institucional.
5.
Derivar
implicaciones para la práctica eclesial contemporánea.
Contenido
1.
¿Quién fue David Hume?
David
Hume nació en Edimburgo en 1711, en el seno de una familia escocesa de la baja
nobleza. Estudió de joven en la Universidad de Edimburgo, centrado en
humanidades y filosofía, aunque sin obtener grados formales; su formación fue
esencialmente autodidacta, marcada por el rigor del Iluminismo escocés.
Trabajó
como bibliotecario de la Facultad de Abogados de Edimburgo, facilitándole un
acceso decisivo a fuentes clásicas y modernas; residió en Francia, donde
escribió el Tratado de la naturaleza humana, y más tarde ocupó cargos
diplomáticos en París y Turín.
Su
reputación filosófica convivió con la fama de historiador por su History of
England, y su temperamento fue célebremente moderado, sociable y anti fanático.
(Harris, 2015; Hume, 1739/2000. pp. 1–18; xiii–xx).6,1
La
“History of England” de David Hume (publicada entre 1754 y 1762), consolidó su
notoriedad pública más que sus obras filosóficas en vida, ofreciendo una
narración continua desde los orígenes hasta la Revolución de 1688 con un estilo
claro, elegante y deliberadamente anti-partidista; su propósito fue temperar
pasiones faccionales y mostrar cómo la libertad civil y la estabilidad
institucional emergen gradualmente del conflicto entre corona, Parlamento,
religión y comercio, privilegiando la explicación de causas morales, económicas
y constitucionales por encima del anecdotario bélico.
Aunque
criticada por whigs y tories por supuestos sesgos y por su escepticismo
respecto de la Providencia, la obra introdujo un enfoque “filosófico” de la
historia: atención a las costumbres, intereses y consecuencias no intentadas,
lectura comparada de fuentes y evaluación de la utilidad pública de las
instituciones; su influencia se extendió a la historiografía ilustrada y a la
educación cívica británica, y, pese a revisiones posteriores, permanece como un
hito en la transición de la crónica erudita a la historia interpretativa
centrada en procesos y principios.
2.
Su Formación académica y política
Aunque
no culminó títulos universitarios, la erudición de Hume se consolidó en
contacto con el entorno académico de Edimburgo y las redes del Iluminismo
escocés (Henry Home, Lord Kames; Francis Hutcheson y Adam Smith).
Su
sensibilidad política se formó entre el constitucionalismo británico y una
aversión a los extremismos partidistas: defendió el gobierno mixto, la
supremacía del “rule of law” y la prudencia institucional, con un claro
escepticismo respecto de los “proyectos” utópicos. Su experiencia como
secretario y diplomático acentuó su preferencia por la estabilidad, el comercio
y las virtudes cívicas. (Hume, 1752/1994; Harris, 2015. pp. 5–11; 79–101).4,
6
El
“rule of law”. designa el principio según el cual el poder político está
vinculado por normas públicas, generales y estables, aplicadas por tribunales
imparciales, de modo que ninguna persona o autoridad queda por encima de la
ley.
En
la tradición británica que Hume observa y valora, ello implica límites
constitucionales efectivos, separación o distribución funcional del poder,
debido proceso, seguridad jurídica y protección de libertades básicas frente a
arbitrariedades del soberano o de mayorías volátiles.
El
gobierno de reglas —no de voluntades— favorece la previsibilidad en los
intercambios, reduce el faccionalismo, y permite que las instituciones
evolucionen gradualmente sin romper el tejido social; su justificación humeana
es pragmática: el “rule of law” maximiza la utilidad pública a largo plazo al
generar confianza, incentivar la cooperación y disciplinar tanto a gobernantes
como a gobernados.
3.
Su posturas filosóficas y políticas más importantes
Hume
consolida un empirismo radical que redefine el alcance del conocimiento: toda
idea procede de impresiones sensibles y se organiza por asociación (semejanza,
contigüidad y sucesión constante).
De
ahí derivan dos críticas decisivas: no conocemos una “sustancia” subyacente ni
un “yo” simple, sino un haz de percepciones ligadas por memoria y hábito; y la
causalidad no revela un nexo necesario accesible a la razón, sino una
expectativa psicológica forjada por la costumbre ante conjunciones repetidas.
Este
escepticismo mitigado no paraliza la vida ni la ciencia: las orienta hacia una
metodología modesta, probabilista y práctica, consciente de que la
justificación última de la inducción excede nuestros recursos racionales.
En
filosofía de la religión, Hume aplica el mismo criterio empírico: el testimonio
de milagros rara vez, si acaso, supera el peso de la experiencia uniforme y
está expuesto a pasiones sectarias y sesgos de credulidad.
Su
crítica no agota la cuestión religiosa, pero obliga a depurar estándares de
evidencia y a distinguir entre fe razonable y credulidad.
En
ética, Hume ubica el origen de la motivación y del juicio moral en los
sentimientos regulados por la simpatía y el “punto de vista general”: la razón
coordina medios, pero no genera fines.
Así,
virtudes como la benevolencia y la justicia se validan por su utilidad pública
y estabilidad social; y la “artificialidad” de la justicia y de las promesas
señala su carácter institucional, no su arbitrariedad: son convenciones
necesarias bajo condiciones de escasez e interés limitado.
En
política, su escepticismo anti-utópico converge con un programa
institucionalista: gobierno limitado, primacía del rule of law, comercio como
escuela de civilidad, libertad civil y tolerancia religiosa como contrapesos al
faccionalismo.
El
criterio último es la utilidad pública evaluada a largo plazo, no la pureza
ideológica. Al integrar su empirismo con una teoría de las virtudes sociales y
de las convenciones, Hume ofrece una arquitectura normativa sobria: conocer con
modestia, sentir con humanidad educada, y gobernar con prudencia incremental,
favoreciendo reglas estables que permiten florecer a individuos y comunidades.4.
Empirismo y crítica del conocimiento
Hume
retoma el proyecto empirista de Locke y lo radicaliza: todo contenido mental
procede de impresiones sensibles; las ideas complejas se componen por
asociación (semejanza, contigüidad, causa-efecto).
La
causalidad no es intuida ni demostrada, sino inferida por costumbre a partir de
la conjunción constante de eventos; no hay “nexo necesario” accesible a la
razón. De aquí surge un escepticismo mitigado: debemos confiar pragmáticamente
en la costumbre para la vida y la ciencia, aunque sin pretender justificación
racional última.
Este
giro inaugura la problemática moderna de la inducción e impulsa,
paradójicamente, una metodología científica más modesta y experimental. (Hume,
1748/2008; Beauchamp & Rosenberg, 1981. pp. 34–59; 91–114).2,
9
Asimismo,
su análisis del yo como “haz” de percepciones cuestiona la sustancialidad del
sujeto y abre interrogantes para la antropología filosófica y la teología sobre
identidad personal, memoria y responsabilidad, campos en los que la práctica
social y la narratividad suplen la metafísica fuerte. (Hume, 1739/2000; Baier,
1991. pp. 1.4.6; 95–112).1, 5
5.
Su escepticismo moral y ética basada en los sentimientos
Hume
distingue entre el ámbito cognitivo y el motivacional: el juicio moral expresa
un “sentimiento” de aprobación o desaprobación que emerge de la simpatía y de
la percepción de utilidad o agrado para los agentes y espectadores.
No
se reduce a egoísmo ni a relativismo puro: la perspectiva del “espectador
informado” y el punto de vista general corrigen sesgos locales y estabilizan
los juicios.
Las
virtudes de benevolencia, justicia, fidelidad y veracidad se justifican por su
contribución al florecimiento social; la razón, aunque no origina fines, sí
calcula medios y organiza las pasiones.
La
justicia es “artificial” en el sentido de institución social necesaria ante la
escasez y el interés limitado, no por ser arbitraria. (Hume, 1751/2011; Cohon,
2008. pp. 9–27; 63–102). 3, 7
Su
famosa tesis “la razón es, y debe ser, esclava de las pasiones” subraya que la
motivación moral es afectiva; sin embargo, Hume demanda educación del gusto,
ampliación de la simpatía y hábito cívico, articulando una ética de virtudes
sociales compatible con políticas de cooperación y estabilidad. (Hume,
1739/2000; Herdt, 2015. pp. 2.3.3; 51–74).1, 8
6.
En política: comercio, constitución y escepticismo anti-utópico
En
los Ensayos políticos, Hume defiende el comercio como escuela de libertad y
urbanidad, las instituciones mixtas como resguardo contra la tiranía, y la
tolerancia religiosa como requisito de paz civil.
Rechaza
soluciones maximalistas y privilegia la prudencia incremental. Su teoría de las
convenciones (propiedad, promesa, obediencia) anticipa ideas del contrato
social sin mitologías fundacionales; la autoridad se legitima por la utilidad
pública y el consenso tácito. (Hume, 1752/1994; Miller, 2015. pp. 87–118;
203–229).4, 10
7.
En religión: milagros y teología natural a prueba
Hume
formula un cálculo de probabilidades del testimonio: ningún informe de milagro
ha alcanzado la credibilidad que supere el peso de la experiencia uniforme de
las leyes de la naturaleza; a esto suma sesgos de credulidad, pasión y
sectarismo.
En
los Diálogos sobre la religión natural, debilita el argumento del diseño
mostrando sus analogías imperfectas y la subdeterminación de la causa por el
efecto. Para la teología, esto implica replantear el conocimiento de Dios no
como inferencia natural concluyente, sino como acto de fe razonable dentro de
una economía de signos, comunidad y praxis. (Hume, 1748/2008; Hume, 1779/2007. pp.
109–131; 45–83).2, 11
8.
Su impacto en la ética y la política contemporáneas
El
sentimentalismo de Hume nutre tres corrientes metaéticas contemporáneas: el
expresivismo (los juicios morales expresan actitudes normativas), el
constructivismo procedimental (las normas se legitiman desde el punto de vista
general y prácticas de justificación compartidas) y un realismo sobrio sobre
las virtudes sociales (las cualidades que sostienen cooperación y confianza son
detectables en la experiencia común).
Su
célebre distinción entre ser y deber-ser no niega la normatividad, sino que
exige puentes justificativos explícitos: pasar de hechos a valores requiere
mostrar cómo ciertos patrones de vida activan simpatías informadas y promueven
el bien común, evitando deducciones encubiertas. (Hume, 1739/2000; Gibbard,
1990. pp. 3.1.1; 23–40).1,12
En
epistemología, la “crisis” de la inducción se transforma en programa:
habituarnos a ponderar evidencias y actualizar creencias por grados. De ahí su
afinidad con el pragmatismo de Peirce y James y, más tarde, con enfoques
bayesianos que formalizan el aprendizaje por experiencia.
Los
“hábitos epistémicos” humeanos —expectativas estabilizadas por la repetición—
se vuelven virtudes cognitivas: humildad ante la incertidumbre, sensibilidad a
la evidencia contraria y preferencia por explicaciones parsimoniosas que
resisten la prueba del tiempo. (Beauchamp & Rosenberg, 1981. pp. 115–139).9.
En
teoría política y religión pública, su escepticismo anti-utópico favorece
instituciones que evolucionan gradualmente, reglas claras y controles a la
facción; por eso dialoga tanto con el liberalismo de reglas (Rawls) como con el
evolucionismo institucional (Hayek).
El
criterio de evaluación es la utilidad pública a largo plazo: estabilidad,
libertad civil, comercio y tolerancia. En clave teológica, su crítica a
milagros y supersticiones no clausura la fe, sino que la reorienta hacia el
discernimiento comunitario, la coherencia moral y la credibilidad del
testimonio cotidiano, integrando diálogo con la ciencia y responsabilidad
social de las comunidades de fe. (Miller, 2015; Herdt, 2015. pp. 231–260;
145–172).10,8
Conclusiones.
En
conclusión, una recepción madura de Hume invita a todas las personas del siglo
XXI a unir humildad intelectual, formación afectiva y solidez institucional al
servicio del bien común.
Primero,
creo que el discernimiento prudencial reconoce los límites del conocimiento y
fortalece la fe al distinguir con rigor entre testimonio fiable y rumor,
inmunizando a la comunidad contra credulidades y conspiracionismos (Hume,
1748/2008. p. 129).2
Segundo,
creo que la educación de los afectos —simpatía, misericordia y veracidad—
sostiene motivaciones morales estables y promueve una justicia restaurativa
arraigada en hábitos virtuosos más que en entusiasmos pasajeros (Hume,
1751/2011. pp. 171–189).3
Tercero,
la credibilidad eclesial se forja en instituciones con reglas claras,
transparencia y mecanismos eficaces de corrección, capaces de reparar, proteger
y cuidar a las víctimas, incrementando así la confianza pública mediante
prácticas repetidas y verificables de justicia (Hume, 1752/1994. pp. 95–112).4
Cuarto,
frente a la polarización, la tolerancia activa y el diálogo cooperativo con
actores civiles priorizan la paz y la dignidad de los vulnerables, desactivando
faccionalismos y construyendo bienes comunes duraderos (Miller, 2015. pp.
241–258).10
Finalmente,
el testimonio creíble brota de la constancia en lo ordinario: signos cotidianos
de caridad, coherencia y responsabilidad poseen una fuerza evangélica y pública
más persuasiva que lo extraordinario, haciendo visible una fe que se verifica
en la práctica y en el tiempo (Herdt, 2015. pp. 169–172).8
Referencias
bibliográficas
[1]
Hume, D. (2000). A Treatise of Human Nature (D. F. Norton & M. J. Norton,
Eds.). Oxford University Press. (Trabajo original publicado
1739–1740).
[2] Hume, D.
(2008). An Enquiry concerning Human Understanding (T. L. Beauchamp, Ed.).
Oxford University Press. (Trabajo original publicado 1748).
[3] Hume, D.
(2011). An Enquiry concerning the Principles of Morals (T. L. Beauchamp, Ed.).
Oxford University Press. (Trabajo original publicado 1751).
[4] Hume, D.
(1994). Political Essays (K. Haakonssen, Ed.). Cambridge University Press.
(Ensayos originalmente publicados 1752).
[5] Baier, A.
(1991). A Progress of Sentiments: Reflections on Hume’s Treatise. Harvard
University Press.
[6] Harris, J.
A. (2015). Hume: An Intellectual Biography. Cambridge University Press.
[7] Cohon, R.
(2008). Hume’s Morality: Feeling and Fabrication. Oxford University Press.
[8] Herdt, J. A.
(2015). Forming Humanity: Redeeming the German Bildung Tradition. University of
Chicago Press.
[9] Beauchamp,
T. L., & Rosenberg, A. (1981). Hume and the Problem of Causation. Oxford
University Press.
[10] Miller, D.
(2015). Justice for Earthlings: Essays in Political Philosophy. Cambridge
University Press.
[11] Hume, D.
(2007). Dialogues concerning Natural Religion (R. H. Popkin, Ed.). Hackett. (Trabajo original publicado
1779).
[12] Gibbard, A. (1990). Wise Choices, Apt Feelings: A Theory of Normative Judgment. Harvard University Press.