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La maldad en estado puro



Sergio Ramírez
www.jornada.unam.mx/250615

La lista parece ser la de un grupo de ciudadanos llamados a recibir diplomas de honor por servicios distinguidos a su comunidad: está la directora de una biblioteca de barrio que espera por su jubilación tras muchos años de servicio; una consejera de carrera para estudiantes universitarios; una patóloga del lenguaje y entrenadora de un equipo de atletismo, que adoraba la música góspel; un recién graduado en administración de empresas, servicial y emprendedor, que se define en su cuenta de Instagram como poeta, artista y empresario; un pastor que empezó a predicar a los 13 años de edad y a los 18 ya tenía su iglesia. Y hay también otros de perfiles más modestos, como la cantante de coro de 87 años, aficionada a las máquinas tragamonedas y cuya ambición es conocer un día la torre Ellis de Chicago; o la que hace trabajos de limpieza y presta servicios de sacristana voluntaria.
Todos ellos, nueve en total, eran negros y cayeron bajo las balas del terrorista racial Dylann Roof, quien entró a la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel de la ciudad de Charleston, en el sur de Estados Unidos, armado de una pistola Glock calibre 45 y los atacó a mansalva mientras participaban en su sesión de estudio de la Biblia. El joven administrador de empresas, horas antes de ser abatido, había colocado en Instagram un último mensaje con una foto y una cita de Jackie Robinson, el legendario tercera base de los Dodgers, el primer negro en ser admitido en las Grandes Ligas del beisbol: Una vida no es importante excepto por el impacto que tenga en otras vidas.
Roof, que tiene 21 años, se la había pasado jugando a la guerra interestelar en una consola Xbox en compañía de un amigo de su edad, antes de dirigirse a la iglesia Emanuel. Entró, se sentó tranquilamente. Fue recibido de manera amistosa, y permaneció allí por espacio de una hora. Un video lo muestra conversando con sus víctimas, y se supone que aun rezó con ellas antes de sacar la Glock y dispararles metódicamente, tomando la previsión de dejar a una de las participantes viva para que saliera a divulgar su hazaña. No te voy a matar... porque quiero que puedas contar lo que pasó, le dijo. Luego huyó.
El alcalde de Charleston, Joseph P. Riley, llamó a este crimen un acto de pura maldad concentrada; un acto que parecería fruto de la locura de un individuo perverso, pero que refleja también la cultura racista que unas veces de manera abierta, otras solapada, ha acompañado la existencia de Estados Unidos a lo largo de su existencia, un fantasma incómodo y agresivo que despierta siempre de tanto en tanto para enseñar sus garras sangrientas. Una anomalía grave en una sociedad de solidez democrática.
Los negros se están apoderando del mundo, y alguien tiene que hacer algo al respecto por la raza blanca, le había comentado Roof al amigo con el que solía jugar Xbox, mientras bebían vodka. Y empeñado en acabar con esa amenaza, utilizó el dinero del regalo de cumpleaños de su padre para comprar en una armería de la esquina –que las hay por todos lados como si fueran jugueterías– la pistola Glock con la que habría de consumar la masacre purificadora, con la esperanza de llegar a desatar una guerra racial.
Qué extraño paisaje el de un país que elige a un negro como presidente y así pareciera enterrar todo su pasado de intolerancia racial, pero vuelve siempre a enseñar su lado oscuro, que parece atávico. La bandera de los estados confederados del sur, que es también para muchos un símbolo de la tradición esclavista, y de la segregación racial, siguió ondeando en el capitolio de Carolina del Sur, y no fue arriada a media asta en memoria de las víctimas de la masacre, como lo fueron las de la nación, y las del propio estado. ¿Por qué? Alguien ha dicho que es un asunto de susceptibilidades. La memoria oculta que se toca, estalla.
La mente de Roof vive entre fantasmas impenitentes, y cree que la villanía es heroísmo. Había que actuar en defensa de la superioridad racial blanca, y actuar quiere decir matar. Alguien tiene que tener el coraje de hacerlo en la vida real, y supongo que ese debo ser yo, dice en un manifiesto publicado en su blog bajo el emblemático título El último rodesiano. No son ideas caídas del cielo o salidas de las bocas del infierno. Ha mamado esa leche. Hay quienes las comparten con él, son el patrimonio de muchos otros y están en el aire de la conciencia social en su vecindario.
El veinteañero Roof añora a Rodesia, añora el apartheid. Su sueño es una república racial de blancos: ¿Qué tal si protegemos la raza blanca y dejáramos de luchar por los judíos?, proclama. Piensa que la edad de la caballería andante del Ku Klux Klan y de los skinheads se ha traslado ahora al reino indolente de Internet, un racismo nada más cibernético, y se lamenta de que los viejos luchadores que ahorcaban y quemaban negros, hayan desaparecido.
Son los fantasmas que tienen que ser despertados de su letargo, y por algún lado había que empezar. Una bibliotecaria, una entrenadora de atletismo, el pastor que a los 13 años ya predicaba. El muchacho que admiraba a Jackie Robinson, la afanadora que en sus ratos libres era sacristana voluntaria de la iglesia Emanuel.
Por un asunto que parece ser también de susceptibilidades, no muchos se atreven a calificar esta masacre como un crimen terrorista, equiparable a las decapitaciones de los yihadistas. Pero ya es algo que se le considera como un crimen de odio, aquel que está motivado, en su totalidad o en parte, por el prejuicio o la animosidad de su autor contra la raza, religión, origen o discapacidad de la víctima.
La maldad en estado puro.

Ciudad de México, junio 2015

Reflexiones de un japonés en Nicaragua



Taiki Namiki
www.envio.org.ni/junio2015

Llegué a Nicaragua en 2013 como cooperante, a través del programa de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón, para trabajar en Nitlapan, instituto de investigación de la UCA, asesorando a pequeños productores y analizando sus estrategias. Respetando el punto de vista local, siempre traté de insertar mi punto de vista. Creo que la novedad siempre aparece cuando varias perspectivas se fusionan. Creo que compartir experiencias nos enseña. Por eso comparto la mía.

Hay un dicho que dice “Las manzanas siempre parecen mejores en el huerto del vecino”. Pronto percibí que los nicaragüenses tenían idealizada la imagen de Japón por su tecnología y por su cultura tradicional. Y sí, es cierto que tenemos un alto nivel tecnológico y una cultura de la que estamos orgullosos. Pero también tenemos problemas graves: altas tasas de suicidios y de personas padeciendo depresión, envejecimiento de la población, conflictos con países cercanos…

Como no existe un país perfecto en el mundo y cada país es diferente, todos los países pueden aprender de los demás. Ver mejores “las manzanas” del vecino es una ilusión. Nicaragua tiene ventajas y recursos propios y puede llegar a ser un país maravilloso aprovechando las riquezas que su naturaleza le regaló y la que sus gentes tienen. Y precisamente por ser un país pequeño puede realizar cosas que otros no pueden: puede desarrollar un modelo nuevo y único y mostrarlo al mundo.

LA CREENCIA EN DIOS

Cuando uno analiza la situación de un país, la cultura nunca debe dejarse de lado. Según la definición de cultura que encontré en el diccionario de la Real Academia Española, no me parece exagerado decir que la cultura lo decide todo. Ahí se define “cultura” como “el conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico” y “el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” La cultura decide nuestras acciones cotidianas. Y como la realidad de un país es la acumulación de las acciones de su gente, la cultura define a un país.

Una de las grandes diferencias que sentí entre la cultura nicaragüense y la japonesa es la creencia en Dios. Me sorprendía, como a todos los japoneses, escuchar siempre el “si Dios quiere”, el “gracias a Dios”, el “así lo quiso Dios”. Nos sorprende que a la pregunta “¿Cómo estás?”, la respuesta sea siempre “Bien, gracias a Dios”. Para nosotros la salud es algo que nosotros tenemos que cuidar, no algo que Dios decide. Nos sorprende que al saludo ¡Nos vemos mañana!, siga el “Si Dios quiere”. Para nosotros el plan de mañana no depende de Dios, nosotros lo decidimos.

Creer en Dios y atribuir las causas de algunos fenómenos a Dios no es negativo y es cierto que los seres humanos no podemos controlarlo todo. El mundo es mucho más complejo de lo que podemos imaginar y es arrogancia decir que todo depende de nosotros. La creencia en Dios puede brindar paz y tranquilidad y en el imprevisible mundo de hoy necesitamos alguien de quien depender y cuando sufrimos o tenemos dificultades necesitamos de alguien que nos salve.

Mientras la tasa de suicidios en Nicaragua es relativamente baja, en Japón es muy alta. El suicidio es uno de nuestros grandes problemas sociales. Japón es un país industrializado, allí nadie muere de hambre y el seguro social garantiza que todo el mundo tenga lo básico para sobrevivir, aunque no tenga trabajo. ¿Por qué se suicidan entonces? Tal vez porque cuando sufren no tienen quien los salve. En Japón la religión tradicional es el budismo o el sintoísmo. Sin embargo, hay poca gente creyente.

Creer en Dios y atribuirle a Dios lo que sucede puede ser positivo, pero también puede ser dañino. No podemos evitar un terremoto, pero sí podemos mitigar sus efectos. No podemos eliminar la posibilidad de padecer enfermedades, pero sí podemos prevenirlas. No todo depende de Dios. Los seres humanos podemos controlar muchos aspectos de nuestra vida, aunque no todos. Y los pobres no son pobres porque así lo quiera Dios. No se puede usar el nombre de Dios como pretexto para no esforzarse en salir de la pobreza. Hay que confiar en Dios, sí, pero después de haber hecho todos los esfuerzos de nuestra parte.


LA CULTURA DE AHORRO

Mi primera tarea en Nicaragua fue analizar un aspecto cultural: comparar la cultura de ahorro en Japón y en Nicaragua partiendo de la evidencia de que los japoneses ahorran mucho y los nicaragüenses no ahorran.

La cultura de ahorro de las personas influye en la economía de su país. En Japón, la gran cantidad de ahorro de la población que había en los bancos contribuyó al desarrollo económico del país porque facilitó préstamos bancarios para nuevas inversiones y eso hizo crecer la economía. Las empresas japonesas, en vez de distribuir ganancias entre los accionistas o aumentar salarios, ahorran mucho. Tienen más beneficios no distribuidos que las empresas extranjeras, lo que ha contribuido a una estabilidad de largo plazo y a la posibilidad de invertir en investigación y desarrollo obteniendo tecnología del más alto nivel, muy competitiva en el mercado internacional.

Hice una pequeña, y naturalmente imprecisa, encuesta: le pedí a algunos nicaragüenses y a algunos japoneses que respondieran a esta pregunta: “Si te dijeran que puedes recibir mil dólares ahora mismo o esperar un año para recibir más, ¿hasta cuánto quisieras que aumentaran esos mil dólares para estar dispuesto a esperar un año?” En promedio, los nicaragüenses dijeron que esperarían ese año sólo hasta llegar a 1,500 dólares. Los japoneses dijeron que esperarían el año hasta llegar a 1,100 dólares. Los nicaragüenses prefieren tener mil dólares ahora mismo, aunque puedan ganar 1,400 dólares dentro de un año, lo que significa un 40% de interés anual, muy alto en relación al interés que ofrecen los bancos. Los nicaragüenses prefieren dinero hoy, no más dinero mañana. Esto, naturalmente, no tiene que ver únicamente con la cultura, tiene que ver con necesidades, incluso básicas, no satisfechas.

EL SENTIDO DEL TIEMPO

Ahorrar no es otra cosa que invertir en el futuro, no gastar dinero hoy para tenerlo mañana. Para analizar la cultura de ahorro de un país hay que investigar cómo la gente entiende el tiempo: el pasado, el presente y el futuro.

Percibí que los nicaragüenses viven más en el presente y los japoneses más en el futuro. Vivir en el hoy desmotiva para ahorrar. No es buena ni es mala la cultura orientada al hoy o al mañana. Sólo son diferentes y creo que pueden aprender una de la otra. Pienso que la que se orienta al futuro tiene la ventaja de un mayor desarrollo económico y que la orientada al presente privilegia el disfrute y la satisfacción de la gente. Pienso también que el desarrollo económico no tiene otro sentido que el de disfrutar más de la vida y vivirla con mayor satisfacción. El sentido de una sociedad desarrollada no es otro que el que su población tenga tiempo y posibilidades para gozar de ese desarrollo y disfrutar de cada día de su vida.

Lo importante es aprender de todas las culturas, conociendo sus ventajas y sus desventajas. No hay que aplaudir sin reserva ni la cultura propia ni la cultura ajena. En mi tiempo en Nicaragua sentí que los nicaragüenses saben disfrutar el hoy y los japoneses piensan más en el futuro. Albert Einstein dijo que tenemos que aprender del ayer, vivir el presente y tener esperanza en el mañana. Los japoneses pueden aprender de los nicaragüenses cómo vivir el presente disfrutándolo y los nicaragüenses pueden aprender de los japoneses cómo construir esperanza en el mañana.

UNA GRAN DESIGUALDAD

Cuando llegué a Managua no me gustó nada la impuntualidad de la gente. Tampoco me gustó que para llegar a cualquier lugar tenía siempre que utilizar un auto, un taxi o un bus. No existe en Managua un centro de la ciudad donde caminar y pasear, no existe un espacio común donde compartir e interactuar con otra gente. Obviamente, esto depende de la planificación física de la ciudad. Pienso que esa planificación modela la mentalidad de la gente.

Nicaragua es uno de los países del mundo con una mayor desigualdad en los ingresos, una realidad que se hace visible en todo y por todas partes. Son muchas las causas de esta desigualdad y una de sus consecuencias es, precisamente, la planificación de la ciudad. En Managua los espacios físicos donde transcurre la vida están divididos según las clases sociales. Todos los barrios pobres tienen al lado un barrio de ricos. La gente con recursos vive en zonas buenas, tiene vehículos nuevos, acude a escuelas, universidades y oficinas limpias y ordenadas y compra en centros comerciales de lujo. Sólo ven la pobreza a través de las ventanillas de sus autos. Cuando los espacios están así divididos, la sociedad también está dividida.

En las ciudades de Japón toda la población comparte prácticamente los mismos espacios. Y aunque hay zonas donde viven los ricos y zonas donde viven los pobres, hay muchos espacios donde la gente de diferente clase social coincide, porque cuando van a estudiar y a trabajar todos usan el mismo transporte y van por el mismo camino. Lo normal es que quien gana 100 mil dólares al año se traslade en el mismo tren que un estudiante cualquiera.

LA IDEA DEL BIEN COMÚN

El filósofo Michael Sandel dice: “La democracia no necesita equidad perfecta. Lo que necesita es que los ciudadanos compartan la vida común. Lo importante es que la gente de diferentes clases sociales y diferentes situaciones se encuentren en la vida. La gente debe verse y conocerse en la vida cotidiana. Es así como la gente empieza a pensar en el bien común”.

Para construir desarrollo tiene que haber mucha gente que comparta una visión común de la sociedad. Y un primer paso es coincidir, conectarse, comunicarse entre las diferentes clases sociales. Y después hablar, conversar, tratar de entenderse. Dicen que el factor que llevó a Japón a tan alto desarrollo económico fue la unidad nacional. Fue mucha la gente que se esforzó y trabajó duro, mucha la que compartía una visión común del país que querían, mucha la gente que compartía los mismos espacios…

Las diferencias entre ricos y pobres como resultado de sus diferentes esfuerzos y trabajos es lógica y es esencial en la dinámica económica, pues si aunque uno trabaje más no gana más, nadie trabajará más ni se esforzará más. Pero en Nicaragua pareciera que la dicotomía entre esfuerzo y ganancias es algo estructural y nadie puede superar las diferencias sólo con su esfuerzo y su trabajo.

Por ser esta división algo estructural, quienes no tienen recursos aceptan la pobreza como algo natural y quienes los tienen también la han naturalizado, y como sólo ven la pobreza desde lejos, no reflexionan sobre sus causas ni tratan en serio de resolverlas. Aunque todos son nicaragüenses viven en dos mundos totalmente diferentes.

No se puede lograr desarrollo ni una sociedad unida sin promover el intercambio entre las clases sociales. La interacción entre gente de diferentes clases sociales promueve una mentalidad que entiende lo que es el bien común, lo promueve y lo cuida. Sólo esa interacción promueve una democracia sana.

EL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Estando en Nicaragua escuché varias charlas en las que salía a colación una gráfica que muestra la evolución del PIB per cápita de Nicaragua y el de Corea del Sur en los últimos cincuenta años. A mediados de los años 70 el PIB per cápita de Nicaragua era mayor que el de Corea del Sur y hoy esta relación se ha invertido drásticamente. En mucha charlas escuché que Nicaragua tenía que aprender de Corea del Sur.

Ciertamente, Nicaragua puede aprender mucho de Corea del Sur. Especialmente desde el punto de vista económico, porque ese país, al igual que Japón, lograron aumentar exitosamente el nivel de vida de su población. Sin embargo, podemos poner en duda el considerar el PIB per cápita como criterio del desarrollo de un país. Hay otros criterios. Actualmente, se mide también el índice de felicidad de los países y Nicaragua aparece muy por encima de Japón y de Corea del Sur.

Hay que cuestionar también el criterio del crecimiento económico como el criterio que determina, mejor que ninguno, el avance de una sociedad. Como los recursos naturales de la Tierra no son infinitos, los países tendrán, tarde o temprano, que dejar de crecer económicamente. El cambio climático nos está alertando de los daños que le hemos hecho a la Naturaleza y el PIB no refleja esos daños. Pienso que Nicaragua no debe repetir ni imitar la trayectoria que han recorrido los países industrializados. Lo que debe hacer es pensar y crear su propio modelo de desarrollo. El mundo necesita hoy otros modelos de desarrollo y Nicaragua podría aportar un modelo alternativo.

LOS EMPRENDIMIENTOS

El instituto de investigación y desarrollo donde trabajé, promueve el emprendimiento a través de servicios financieros y no financieros. “Emprendimiento” es hoy una palabra clave en el campo del desarrollo. Hay muchas organizaciones internacionales que tratan de promover emprendimientos alrededor del mundo.

El objetivo del emprendimiento es aumentar la productividad y ofrecer un valor nuevo a la sociedad. Según un informe del Banco Mundial de 2014, el problema de la economía en América Latina no es la falta de emprendimientos, sino la falta de innovación. El texto destaca que en América Latina entran nuevas empresas a la economía en mayor cantidad que en otras regiones del mundo y lo que es inferior en relación a otras regiones es el número de patentes y la inversión en I+D (investigación+desarrollo), los indicadores de la innovación.

Los emprendimientos necesitan de servicios financieros, entre los que los más famosos son las microfinanzas, que tienen como principal objetivo brindar un fondo semilla a los emprendedores para que puedan iniciar nuevos negocios. El objetivo del “programa de incubación de empresas” en el que trabajé financia emprendimientos y recupera el fondo semilla con los intereses del préstamo.

Si lo importante de un emprendimiento no es el negocio en sí, sino su productividad, hay autores que destacan que, para aumentar la productividad, la creación de empleo es un mejor camino, porque si la productividad no aumenta, la pobreza no disminuye. Esto no quiere decir que sea inútil promover emprendimientos. Sobre todo entre las mujeres, iniciar un negocio contribuye a su empoderamiento y al bienestar social al mejorar la vida de sus familias.

Quienes no tienen trabajo tienden a malgastar su tiempo no haciendo nada. Eso es una pérdida social. Cuando se acumula mucha gente en esa situación el país pierde muchas oportunidades de desarrollo. Una de las soluciones es promover emprendimientos. Otra razón para promover emprendimientos es empoderar a la gente y motivarla a mejorar sus vidas. La premisa que está detrás de esta idea es que quienes tienen un empleo son muchas veces explotados por sus patronos. En las zonas rurales quienes no tienen tierra trabajan para quienes la tienen y no siempre en condiciones justas y quienes tienen tierra trabajan con más eficiencia y mayor motivación.

LOS EMPRENDEDORES

Todo esto es cierto, pero no todo el mundo es emprendedor. Cuando entrevisté a unas mujeres desempleadas de una comunidad de León, una me dijo: “Usted es de Japón ¿verdad? Pues yo lo que quiero es que una empresa japonesa venga aquí y nos dé empleo”. Ella no me dijo “Quiero que me financien para empezar un negocio”. Prefieren tener empleo a tener un microfinanciamiento.

Ni todo el mundo es emprendedor ni quiere hacerse emprendedor. Algunos prefieren trabajar para alguien. Eso depende de su personalidad. Si aceptamos que esto es así, podemos desarrollar las capacidades de quienes quieran hacerse emprendedores y divulgar que existen fondos semilla para iniciar un negocio, pero creo que no debemos entusiasmar a la gente con la idea de que siendo emprendedores tendrán éxito porque el resultado puede ser que se sobre-endeuden.

Las microfinanzas funcionan bien si quienes reciben el préstamo tienen suficiente motivación y habilidad para manejar sus negocios. Si no, el sobre-endeudamiento empeorará su situación. Y ya vimos que en Nicaragua la gente piensa más en el hoy que en el futuro y esa forma de pensar promueve una imagen demasiado optimista de cómo pagar las deudas. Y ya sabemos que el sobre-endeudamiento no es sólo negativo para los clientes. Lo es también para las financieras y para la economía del país.

Lo principal es encontrar buenos emprendedores y buenas emprendedoras, con aspiraciones, habilidades y motivación. Si invertimos en esta gente, generarán empleo. Lo principal será distinguir entre los posibles emprendedores y los posibles trabajadores porque no siempre coinciden.

LA INNOVACIÓN

Al igual que la palabra “emprendimiento”, la palabra “innovación” se utiliza con mucha frecuencia cuando se habla de economía y de negocios. Pero cuando decimos “se necesita innovación” prácticamente no estamos diciendo nada. La innovación puede darse en la administración de una empresa, en su organización, en sus operaciones, en sus servicios, en su logística…

Las empresas japonesas tienen ventaja en la innovación de servicios, ésa es el área en que siempre innovan. El servicio al cliente en Japón es más que perfecto. Los trenes llegan a las estaciones sin un minuto de atraso, los McDonald sirven hamburguesas en treinta segundos, los meseros son extremadamente corteses… Esta excelencia en el servicio tiene sus raíces en la cultura japonesa. Pero los japoneses no son tan buenos en marketing y en ventas, aun cuando la tecnología de las empresas japonesas es de primera.

Vemos que la innovación en la creación de nuevos productos ocurre casi siempre en Estados Unidos, mientras esos nuevos productos se modifican, para mejorarlos, casi siempre en los países asiáticos. Teléfonos inteligentes, tabletas, servicio de buscadores y tantas otras novedades tecnológicas nacen siempre en Estados Unidos, pero son Corea del Sur o Japón quienes crean algo superior al original.

Cada país tiene ventajas y desventajas en el área de la innovación. ¿En qué áreas se puede promover la innovación en Nicaragua teniendo en cuenta la cultura de su población? Promover la innovación es encontrar la ventaja comparativa de un país e invertir concentradamente en eso.

EL VALOR AGREGADO

¿Qué es el desarrollo económico? En teoría, es la suma del valor agregado generado en el país en un año. Para lograr desarrollo económico hay que enfocarse en el valor agregado y eso requiere de innovación. Observando la actividad económica en Nicaragua, encontré que no se está logrando agregar valor a sus productos.

En los supermercados encontré jugo de naranja empacado en Costa Rica por una empresa que compra las naranjas en Nicaragua. Las compran baratas, las procesan en su industria y exportan a Nicaragua el jugo de naranja en un empaque bonito para que los nicaragüenses lo compren. El valor agregado lo ponen los costarricenses, que aprovechan el recurso natural nicaragüense y a los consumidores nicaragüenses.

Un día visité una granja de gallinas ponedoras. “Se reproducen, ¿verdad? Entonces, ¿dónde están los pollitos?”, pregunté. “Compramos pollitos de Costa Rica… Es que las gallinas ponedoras de calidad las tienen allá”, me contestaron. Cuando les pregunté si en Nicaragua no se podían criar gallinas ponedoras de calidad, me dijeron que el sistema de incubación no era bueno aquí. ¿Por qué no existe una empresa nicaragüense que provea gallinas ponedoras de buena calidad a las granjas nacionales? La empresa tica está aprovechando la mano de obra barata y el mercado nicaragüense para vender sus pollitos. La tecnología más avanzada de Costa Rica está agregando valor, quedándose con más ganancias, mientras los nicaragüenses siembran y recogen naranjas y engordan pollitos...

EL LARGO PLAZO

Para generar valor agregado hay que invertir en investigación y desarrollo, tener paciencia y una mirada de largo plazo. El filósofo japonés Sontoku Ninomiya dijo: “La economía sin moral es un crimen y la moral sin economía es una ilusión.” Para mejorar la sociedad necesitamos desarrollar la economía y entender que la esencia del desarrollo económico está en el valor agregado. Optimizar los recursos de Nicaragua es la clave. Encontrar las ventajas comparativas que tiene Nicaragua y convertirlas en valor agregado es el camino.

LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL

En Japón, y antes de venir a Nicaragua, no tuve ocasión de interactuar con organizaciones internacionales o con agencias de cooperación internacional. En Nicaragua he tenido muchas ocasiones de encontrarme con quienes trabajan en el área de la cooperación. Las organizaciones de Naciones Unidas, el Banco Mundial, el BID, ONG internacionales -Visión Mundial, Care, Oxfam Internacional- y agencias de cooperación bilaterales, como USAID o JICA, juegan roles muy importantes aquí.

Ciertamente, la cooperación internacional es necesaria. Japón recibió mucha cooperación internacional después de la Segunda Guerra Mundial. Sin esa ayuda mi país no se hubiera podido recuperar tan rápidamente del desastre que representó la guerra.

Trabajando en Nicaragua he podido ver con frecuencia aspectos negativos de la cooperación. La cooperación le puede quitar a la gente del país una motivación sana para progresar. En la gira por Nicaragua que realizó un cónsul honorario de Japón fui su traductor. Y pude ver que, en cualquier visita o al terminar cualquier charla, se nos acercaba mucha gente para pedirle alguna donación. Sentí que era una manera de aprovecharse de quien consideraban poderoso o rico. La ayuda extranjera puede bloquear las capacidades de un país. La cooperación internacional apoya, juega un rol subsidiario, pero no puede ser el motor del desarrollo del país. En Nicaragua parece haber mucha gente con una mentalidad muy dependiente de la cooperación.

LA NECESARIA EVALUACIÓN

Otro problema que he observado es que mucha de la gente mejor preparada en Nicaragua trabaja para la cooperación internacional porque le pagan mejor. Pienso que si las instituciones nacionales no atraen a los mejores recursos humanos no habrá desarrollo. Creo que las agencias de cooperación tienen que priorizar el fortalecimiento de los recursos humanos de Nicaragua y evitar fomentar una mentalidad de dependencia.

Y creo que deben establecer criterios para medir cómo los proyectos de cooperación han contribuido a mejorar los recursos humanos nacionales. Veo que en los proyectos de cooperación falta un sistema de evaluación. Pienso que una evaluación, cuantitativa y cualitativa, debe medir los resultados de todo proyecto un año después de finalizado y nuevamente, cinco años después.

Albert Einstein dijo: “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”. El rol de la cooperación internacional debe ser ése: educar. Quienes son educados deben evaluar a los profesores para ver si realmente la educación que recibieron les sirvió o no. Y cuando se educa, el examen final mide si realmente los estudiantes lograron aprender lo importante. Hay muchos métodos educativos: clases, charlas presenciales, debates, tareas y lecturas individuales… En todos ellos el objetivo central de la educación es el crecimiento de los alumnos y no la satisfacción de los profesores.

EL DESARROLLO

Durante mi trabajo en Nicaragua escuché la palabra “desarrollar” todos los días, a todas horas. Siento que mientras más decimos la palabra más podemos olvidar su sentido original.

Algunas personas consideran que desarrollar es sinónimo de modernizar. Otras piensan que es fomentar el crecimiento del PIB. Otras imaginan que significa alcanzar un alto nivel de vida. Un día, un amigo me dijo que el verbo “desarrollar” tenía dos partes: “des” y “arrollar”. Vi en esa idea una clave para repensar el sentido del desarrollo: el desarrollo es un proceso de ir suprimiendo, quitando (“des-arrollando”) los obstáculos que detienen el avance de un país.
Desde esa perspectiva, una sociedad desarrollada es una sociedad donde la gente vive a su propio ritmo y según su estilo con autoestima y confianza. El famoso economista Amartya Sen reconstruyó la definición de desarrollo cuando promovió que éste se enfocara en las “capacidades” de las que dispone cada persona para convertir sus derechos en libertades reales.

Si el desarrollo consiste en quitar lo que obstaculiza el avance de un país a partir de su esencia cultural y de sus capacidades, hay que definir primeramente cuál es esa esencia y cuáles son esas capacidades. Lo primero es pensar a dónde quiere llegar ese país y lo que pueden aportar el gobierno, las empresas, las familias, los individuos...

Corresponde al gobierno nicaragüense enfrentar la dicotomía estructural que separa a unas clases sociales de otras y superarla. Le corresponde, sin imitar el modelo económico de otros países, construir un modelo propio. Corresponde a las familias, como escuela principal de la vida, educar a niñas y niños en el intercambio con personas de todas las clases sociales y enseñarles que podemos cambiar y mejorar, que no existe un destino fatal decidido de antemano. Corresponde a las empresas enfocarse en promover valor agregado y en las ventajas comparativas de Nicaragua. Y corresponde a la cooperación internacional entender que su rol es subsidiario, educar y establecer criterios válidos para medir qué beneficio dejan sus proyectos.

LOS NIÑOS DE NICARAGUA

En Nicaragua aprendí muchas cosas. Uno de los últimos días en este país viajé a León y en la carretera, ya a las diez de la noche, encontré a un niño vendiendo las artesanías que hacía su mamá. Me acerqué y le pregunté a qué hora había empezado a vender. Me dijo que a las 7 de la mañana. Más de doce horas bajo un sol ardiente… Me dijo que le dolía la cabeza, que sentía que iba a desmayarse. No había vendido nada. La calidad de las artesanías era mínima y era obvio que nadie quería comprarlas. Compré una botella de agua y se la di. Me dio las gracias y se echó a llorar. Yo también lloré.

Hubiera podido regalarle dinero, lo que lo habría alegrado en ese momento. Pero no lo hice porque eso no solucionaba su problema y era él mismo quien tenía que resolverlo. Le dije: “Mirá, tenés que estudiar y no vender lo que no se vende. O tenés que ver cómo mejorar esas artesanías para que se vendan bien”. Me despedí de él sin saber si lo que había hecho era lo mejor.

A pesar del muchísimo dinero que llega a Nicaragua de la cooperación internacional hay muchos niños como él. ¿Cómo apoyarlos? Es para que no haya niños como él que seguiré trabajando en el mundo de la cooperación internacional. Quiero contribuir a que sus vidas mejoren. Es mi compromiso.



FUE COOPERANTE DE JICA (AGENCIA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL DE JAPÓN) EN NICARAGUA. ESTUDIA DESARROLLO SOSTENIBLE EN LA UNIVERSIDAD PARA LA PAZ DE COSTA RICA.

Cambio climático: el rugido de los pobres



Alejandro Nadal
www.jornada.unam.mx/240615

La última reunión del G-7 terminó con una declaración sobre la necesidad de descarbonizar la economía global. La última encíclica papal Laudato Si’ constituye un llamado de atención sobre la urgencia de afrontar el desafío del cambio climático. Lo anterior parecería anunciar una convergencia de fuerzas para que la próxima conferencia de las partes (COP21) de la Convención marco sobre cambio climático de Naciones Unidas desemboque en un nuevo tratado internacional capaz de reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y garantizar la adaptación frente a los estragos del cambio climático.

La declaratoria de los países del G-7 tiene fuertes defectos y una virtud. Los participantes adoptaron el compromiso de reducir sus emisiones de GEI entre 40 y 70 por ciento para 2050 y de descarbonizar la economía global en el transcurso de este siglo. También acordaron mantener la meta de limitar el aumento en la temperatura global a un máximo de 2 grados centígrados respecto de los niveles anteriores a la revolución industrial. Ese aumento de temperatura es un umbral más allá del cual se podría pasar a los cambios peligrosos. Desgraciadamente el G-7 no anunció un calendario con efectos vinculantes y metas cuantitativas para los integrantes del grupo.

El objetivo general de eliminar las emisiones de GEI asociadas al uso de combustibles fósiles es el principal elemento positivo del mensaje. Por primera vez este grupo de países coloca sobre la mesa de negociaciones una meta tan ambiciosa. La señora Merkel, con su doctorado en física y su muy extraño papel en la crisis europea, puede vanagloriarse de haber alcanzado este resultado gracias a su insistencia. Pero aunque la cancillería alemana había anunciado su pretensión de eliminar los combustibles fósiles en la economía global para 2050, no pudo vencer la resistencia de Canadá (con sus grandes depósitos de arenas bituminosas) y de Japón (que todavía no sabe qué hacer con su perfil energético a raíz del desastre de Fukushima).

El plan de reducción de emisiones del G-7 es modesto, lento e incompatible con la meta de limitar el incremento de temperatura. En la actualidad la concentración de CO2 en la atmósfera ya rebasa 400 partes por millón (ppm) y sigue en aumento. Hay que recordar que sería necesario estabilizar la concentración por debajo de 400 ppm para tener la confianza suficiente de que el aumento de temperatura no rebasaría los 2 grados centígrados.

Hoy la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera sigue en aumento y los problemas se multiplican. La capa de permafrost en las regiones polares contiene grandes cantidades de material orgánico, cuya descomposición liberaría dióxido de carbono y metano. El metano es treinta veces más eficaz que el CO2 para capturar radiación infrarroja. El congelamiento detiene la descomposición, pero a medida que se descongele el permafrost la descomposición aumenta y con ella la inyección de gases de efecto invernadero, constituyendo así un peligroso círculo vicioso.

Se calcula que 25 por ciento del territorio del hemisferio norte es permafrost y por ello la contribución al calentamiento global proveniente de la desaparición del permafrost sería comparable a la provocada por la deforestación del bosque tropical. Estudios recientes indican que la capa de permafrost se está descongelando más rápidamente de lo que se pensaba hasta hace pocos años.

La encíclica papal del 24 de mayo no se limita, como erróneamente se ha considerado por muchos, al tema del cambio climático. Este documento aborda la problemática de la justicia y la sustentabilidad en el sentido más amplio. Junto a las dimensiones ambientales del ciclo de agua, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la encíclica aborda el tema de la desigualdad y la injusticia (incluida la asimetría en la distribución de los efectos negativos de la degradación ambiental).

En el ámbito del cambio climático la encíclica incluye tres puntos sobresalientes. Primero, el clima es un bien común. No es propiedad de un grupo de naciones o de las grandes empresas del planeta. Segundo, el documento recupera el principio de responsabilidad diferenciada, principio que se ha venido desdibujando en las negociaciones internacionales. El tercer punto es más amplio: el deterioro ambiental y la degradación de la vida humana van de la mano.

La encíclica papal arremete contra las desigualdades internacionales y señala que en el plano de la globalización neoliberal constituyen un instrumento de dominación. Por eso, la verdadera sustentabilidad ambiental sólo podrá lograrse por medio de la justicia a través de un debate en el que se pueda escuchar el llanto de la tierra y el llanto de los pobres.


La encíclica critica el afán de lucro de la especulación financiera y el crecimiento, pero es poco consistente en su análisis sobre el papel del crecimiento en las economías capitalistas. Ojalá pueda frenar los planes de convertir el desastre climático en oportunidades de negocios, porque de lo contrario el gemido de los pobres se convertirá en rugido implacable.

La geopolítica del declive mundial de Estados Unidos



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Incluso para los más grandes imperios la geografía es a menudo destino. Sin embargo, esto no se lo enseñarán en Washington. Las elites políticas, de seguridad nacional y de política exterior estadounidenses siguen ignorando los fundamentos de la geopolítica que han conformado el destino de los imperios mundiales en los últimos 500 años. En consecuencia, no han entendido el sentido y la importancia de los rápidos cambios globales que se han producido en Eurasia y que están socavando la ambiciosa estrategia de Washington para dominar el mundo de las últimas siete décadas.

Una mirada superficial a lo que actualmente se entiende por "sabiduría" interna en Washington revela una concepción del mundo sorprendentemente insular. Fíjense por ejemplo en el científico político de Harvard Joseph Nye Jr., conocido por haber creado el concepto de "poder blando". Proporcionando una simple lista de las maneras en que él cree que el poder militar, económico y cultural de Estados Unidos sigue siendo único y superior, recientemente sostenía que no existe ninguna fuerza, interna o global, capaz de eclipsar el futuro de Estados Unidos como principal potencia mundial.

A quienes señalan la emergente economía de Beijing y proclaman este "el siglo chino", Nye les ofreció un listado de inconvenientes: la renta per cápita de China "tardará décadas (si es que lo logra) en alcanzar" la de Estados Unidos; de manera miope, ha "enfocado sus políticas principalmente en su región"; no ha "desarrollado ninguna capacidad significativa para la proyección de la fuerza global". Sobre todo, declaró Nye, China sufre "desventajas geopolíticas en el equilibrio de poder dentro de Asia, si se compara con Estados Unidos".

O dicho de otro modo (y en esto Nye es representativo de todo un mundo de pensamiento en Washington): con más aliados, barcos, combatientes, misiles, dinero, patentes y películas taquilleras que ninguna otra potencia, Washington gana definitivamente.

Si el profesor Nye dibuja el poder con números, el último mamotreto del ex secretario de Estado Henry Kissinger, modestamente titulado World Order [Orden mundial] y aclamado en las reseñas como nada menos que una revelación, adopta una perspectiva nietzscheana. El eterno Kissinger presenta la política mundial como si fuera plástico, es decir, sumamente susceptible de ser modelada por grandes líderes con deseos de poder.

Según este criterio, siguiendo la tradición de los grandes diplomáticos europeos Charles de Talleyrand y el príncipe [Klemens von] Metternich, el presidente Theodore Roosevelt fue un intrépido visionario que impulsó "el papel estadounidense en la gestión del equilibrio Asia-Pacífico".

Por otro lado, el sueño idealista de Woodrow Wilson de la autodeterminación nacional le volvió un inepto en geopolítica, mientras que Franklin Roosevelt estuvo ciego ante la inflexible "estrategia global" del dictador soviético Joseph Stalin. Harry Truman, por el contrario, superó la ambivalencia nacional para comprometer a "Estados Unidos en la conformación de un nuevo orden internacional", una política sabiamente seguida por los siguientes 12 presidentes.

Entre los más "valientes", insiste Kissinger, estuvo el líder del "coraje, la dignidad y la convicción", George W. Bush, cuya apuesta firme por la "transformación de Iraq de uno de los estados más represivos de Oriente Medio en una democracia multipartidista", habría tenido éxito de no ser por el "implacable" empeño de Siria e Irán en subvertir su trabajo. Desde esa perspectiva, no hay lugar para la geopolítica; lo único que realmente importa es la visión audaz de los "hombres de Estado" y los reyes.

Y quizá esa sea una perspectiva reconfortante en Washington en un momento en el que la hegemonía de Estados Unidos está desmoronándose en medio de un desplazamiento tectónico del poder mundial.

Con unos consagrados visionarios en Washington tan sorprendentemente obtusos en cuestiones de geopolítica, quizá haya llegado el momento de volver a los principios básicos. Eso significa regresar al texto fundacional de la geopolítica moderna, el cual sigue siendo una guía indispensable pese a haber sido publicado en una oscura revista de geografía británica hace más de un siglo.


Sir Halford inventa la geopolítica

En una fría tarde londinense de enero de 1904, Sir Halford Mackinder, el director de la London School of Economics, "cautivó" a las personas reunidas en el auditorio de la Real Sociedad Geográfica (Londres) en [el número 1 de] Savile Row, mientras pronunciaba una conferencia con el atrevido título "The Geographical Pivot of History" ["El pivote geográfico de la historia"] [1]. Esta conferencia evidenció, a decir del presidente de la institución, "una brillantez descriptiva [...] rara vez igualada en esta sala".

Mackinder sostuvo que el futuro del poder mundial no radicaba, como imaginaba la mayoría de los británicos, en controlar las vías marítimas mundiales sino una vasta masa de tierra que él denominó "Euro-Asia". Apartando la atención de Estados Unidos para colocar a Asia Central en el epicentro del globo, e inclinando a continuación el eje de la Tierra un poquito más hacia el norte de lo que lo hace la proyección de Mercator, Mackinder redibujó y, por lo tanto, reconceptualizó la cartografía mundial.

Su nuevo mapa mostraba África, Asia y Europa no como tres continentes separados, sino como una masa de tierra unitaria, una auténtica "isla mundial". El ancho y profundo "heartland" ("corazón continental") –6.437 km desde el golfo Pérsico hasta el mar de Siberia Oriental– era tan enorme que solo podría ser controlado desde sus "rimlands" ("márgenes continentales" [2]) en Europa Oriental o lo que él denominó "marginal" marítimo en los mares circundantes.

El "descubrimiento de la ruta que, pasando por el Cabo de Buena Esperanza, conducía hasta la India" en el siglo XVI, escribió Mackinder, "dotó a la cristiandad de la movilidad de poder más amplia que se conoce [...] envolviendo con su influencia al poder terrestre euroasiático que hasta entonces había amenazado su propia existencia". Esta enorme movilidad, explicó más adelante, dio a los navegantes europeos "superioridad durante aproximadamente cuatro siglos sobre la gente de tierra de África y Asia".

Sin embargo, el "heartland" de esta vasta masa de tierra, una "región pivote" que se extiende desde el golfo Pérsico hasta el río Yantzé en China, sigue siendo nada menos que el punto arquimédico del poder mundial futuro. "Quien gobierne el Corazón Continental dominará la Isla Mundial", resumió más adelante Mackinder. "Quien gobierne la Isla Mundial dominará el mundo" [3]. Más allá de la vasta masa de esa isla mundial, que conforma el 60% de la superficie terrestre del planeta, se encontraba un hemisferio de menor importancia cubierto de grandes océanos y unas pocas "islas más pequeñas" lejanas. Se refería, por supuesto, a Australia y las Américas.

Para la generación anterior, la apertura del Canal de Suez y el transporte marítimo a vapor habían "incrementado la movilidad del poder marítimo [con relación] al poder terrestre". Pero los futuros ferrocarriles podían tener "un papel muy destacado en la estepa", afirmaba Mackinder, disminuyendo los costes del transporte marítimo y desplazando el centro neurálgico del poder geopolítico tierra adentro. Con el tiempo, el "Estado pivote" de Rusia podría, aliado con otra potencia como Alemania, expandirse "por las tierras marginales de Eurasia", permitiendo "el uso de amplios recursos continentales para la construcción de una flota, y un imperio de alcance mundial estaría a la vista".

Durante las dos horas siguientes, según iba leyendo un texto denso con la sintaxis enrevesada y las referencias clásicas esperadas de un antiguo catedrático de Oxford, su audiencia supo que estaba teniendo conocimiento de algo extraordinario. Varias personas se quedaron después para realizar extensos comentarios. Por ejemplo, el reconocido analista militar Spenser Wilkinson, el primero en ocupar una cátedra de historia militar en Oxford, se declaró poco convencido de la "moderna expansión de Rusia", insistiendo en que el poder naval británico y japonés continuaría la histórica función de mantener "el equilibrio entre las fuerzas divididas [...] en la región continental".

Ante la presión de su entendida audiencia para que tuviera en cuenta otros hechos y factores, incluyendo el "aire como medio de locomoción", Mackinder respondió: "Mi objetivo no es predecir un gran futuro para este o aquel país, sino establecer una fórmula geográfica que usted pueda aplicar a cualquier equilibrio político". En lugar de explicar hechos específicos, Mackinder estaba elaborando una teoría general sobre la relación causal entre geografía y poder mundial. "El futuro del mundo", repetía, "depende del mantenimiento de [un] equilibrio de poder" entre las potencias marítimas como Gran Bretaña y Japón situados en el marginal marítimo y "las fuerzas internas expansivas" dentro del heartland euro-asiático que pretendían contener.

Mackinder no solo expresó una visión del mundo que influiría en la política exterior británica durante varias décadas, sino que en aquel momento acababa de crear la ciencia moderna de la "geopolítica": el estudio de cómo la geografía, bajo determinadas circunstancias, puede conformar el destino de pueblos, naciones e imperios enteros.

Aquella noche en Londres fue, por supuesto, hace muchísimo tiempo. Era otra época. Inglaterra todavía estaba de duelo por la muerte de la reina Victoria. Teddy Roosevelt era presidente. Henry Ford acababa de abrir una pequeña fábrica de automóviles en Detroit para fabricar su Modelo A, que tenía una velocidad punta de 45,06 km/h. Solo un mes antes, el "Flyer" de los hermanos Wright realizó su primer vuelo, alcanzando una altura de 36,57 m, para ser exactos.

Y aún así, durante los siguientes 110 años las palabras de Sir Halford Mackinder ofrecerían un prisma de excepcional precisión para entender la a menudo oscura geopolítica detrás de los conflictos mundiales más importantes: dos guerras mundiales, una Guerra Fría, las guerras de Estados Unidos en Asia (Corea y Vietnam), dos guerras en el golfo Pérsico e incluso la interminable pacificación de Afganistán. La pregunta hoy es: ¿Cómo puede ayudar Sir Halford a entender no solo los siglos pasados, sino el próximo medio siglo?

Britania gobierna las olas

En la época del poder marítimo, que duró más de 400 años –desde 1602 hasta la Conferencia de Desarme de Washington en 1922– las grandes potencias competían por controlar la isla mundial euroasiática a través de las vías marítimas que se extendían a su alrededor a lo largo de 15.000 millas desde Londres hasta Tokio. El instrumento del poder era, por supuesto, el barco: primero buques de guerra, luego acorazados, submarinos y portaviones. Mientras los ejércitos terrestres avanzaban trabajosamente por el barro de Manchuria o Francia en batallas con cantidades estremecedoras de bajas, las armadas imperiales se deslizaban por el mar, maniobrando por el control de costas y continentes enteros.

En la plenitud de su poder imperial, alrededor de 1900, Gran Bretaña gobernaba las olas con una flota de 300 buques capitales y 30 bastiones navales, bases que rodeaban la isla mundial desde Scapa Flow en el Atlántico Norte, a través del Mediterráneo en Malta y Suez, hasta Bombay, Singapur y Hong Kong. Al igual que el Imperio Romano cercaba el Mediterráneo convirtiéndolo en Mare Nostrum ("Nuestro Mar"), la potencia británica convertiría el océano Índico en su propio "mar cerrado", asegurando sus flancos con ejércitos en la frontera noroeste de la India e impidiendo a los persas y los otomanos construir bases navales en el golfo Pérsico.

Con esa maniobra, Gran Bretaña también se aseguraba el control sobre Arabia y Mesopotamia, territorio estratégico al que Mackinder denominó "el paso terrestre de Europa a las Indias" y la puerta de entrada al "heartland" de la isla mundial. Desde esta perspectiva geopolítica, el siglo XIX fue, en el fondo, una rivalidad estratégica, a menudo llamada "el Gran Juego", entre Rusia "dominando casi por completo el Corazón Continental [...] golpeando las puertas interiores de las Indias", y Gran Bretaña "avanzando hacia tierra firme desde las entradas marítimas de la India para enfrentar la amenaza procedente del noroeste". En otras palabras, Mackinder llegó a la conclusión de que "las realidades geográficas finales" de la edad moderna eran el poder marítimo versus el poder terrestre o "la Isla Mundial versus el Corazón Continental"[4].

Las intensas rivalidades, primero entre Inglaterra y Francia y más tarde entre Inglaterra y Alemania, sirvieron para impulsar en Europa una incesante carrera de armamento naval que elevó el coste del poder marítimo hasta niveles insostenibles. En 1805, el buque insignia del Almirante [Horatio] Nelson, el HMS Victory, con su casco de roble de 3.500 toneladas, navegó a una velocidad de 9 nudos hacia la batalla de Trafalgar contra la armada de Napoleón, sus cañones de ánima lisa de 100 mm disparando balas de 19,05 kg a una distancia que no superaba los 360 m.

Un siglo después, en 1906, Gran Bretaña creó el primer buque de guerra moderno del mundo, el HMS Dreadnought, con un casco de acero con un grosor de 30,5 cm y 20.000 toneladas de peso, turbinas de vapor que permitían alcanzar una velocidad de 21 nudos y cañones de repetición mecanizados de 12 pulgadas capaces de disparar proyectiles de 385 kg con un alcance de 19 km. El coste de este leviatán fue de 1,8 millones de libras esterlinas, equivalentes a casi 300 millones de dólares actuales. En la siguiente década media docena de potencias habían vaciado sus tesoros para construir flotas enteras de estos letales y costosísimos acorazados.

Gracias a la combinación de la superioridad tecnológica, el alcance mundial y las alianzas navales con Estados Unidos y Japón, la Pax Britannica duraría un siglo entero, desde 1815 hasta 1914. Al final, sin embargo, este sistema mundial estuvo marcado por una acelerada carrera de armamento naval, una volátil diplomacia entre grandes potencias y una feroz competición por el imperio de ultramar que acabó en la salvaje carnicería de la Primera Guerra Mundial, dejando 16 millones de muertos para 1918.

El siglo de Mackinder

Como señaló una vez el prestigioso historiador Paul Kennedy, especializado en asuntos internacionales, "en lo que quedaba del siglo XX quedó demostrada la tesis de Mackinder", con dos guerras mundiales por el control de sus "rimlands" que se extendieron desde Europa Oriental hasta Asia a través de Oriente Medio. De hecho, la Primera Guerra Mundial fue, como el propio Mackinder explicó, "un duelo directo entre el poder terrestre y el poder marítimo". Al final de la guerra, en 1918, las potencias marítimas –Gran Bretaña, Estados Unidos y Japón– enviaron expediciones navales a Arcángel, el mar Negro y Siberia para contener la revolución rusa dentro del "heartland" de Rusia.

Constatando la influencia de Mackinder en el pensamiento geopolítico alemán, Adolf Hitler arriesgaría su Reich en un intento descabellado de apropiarse del heartland ruso como Lebensraum, o espacio vital, para su "raza superior". El trabajo de Sir Halford fue determinante en el ideario del geógrafo alemán Karl Haushofer, fundador de la Zeitschrift für Geopolitik, impulsor del concepto de Lebensraum y asesor de Adolf Hitler y de su brazo derecho, Rudolf Hess. En 1942 el Führer envió un millón de hombres, 10.000 piezas de artillería y 500 tanques para quebrar el frente del río Volga en Stalingrado. Al final, el Ejército alemán tuvo 850.000 víctimas, entre heridos, muertos y capturados, en un intento vano de atravesar el rimland de Europa Oriental hacia la región pivote de la isla mundial.

Un siglo después de la publicación de la obra capital de Mackinder, otro académico e historiador británico especializado en la historia de los imperios, John Darwin, sostuvo en su magistral After Tamerlane [ Después de Tamerlán ] que Estados Unidos había conseguido su "colosal imperium [...] a una escala sin precedentes" tras la Segunda Guerra Mundial, al convertirse en la primera potencia de la historia que controlaba los puntos axiales estratégicos "en ambos extremos de Eurasia" (su interpretación de la "Euro-Asia" de Mackinder). Con el temor a la expansión china y rusa como "catalizador de la colaboración", Estados Unidos se hizo con bastiones imperiales en Europa Occidental y Japón. Con estos puntos axiales como pilares, Washington construyó después un arco de bases militares siguiendo el patrón marítimo británico, con las que fue rodeando la isla mundial.

La geopolítica axial de Estados Unidos

Una vez arrebatado el control de los extremos axiales de la isla mundial a la Alemania nazi y el Japón imperial en 1945, durante los siguientes 70 años Estados Unidos aplicó capas cada vez más gruesas de poder militar para contener a China y a Rusia dentro del heartland euroasiático. Despojada de su cobertura ideológica, la ambiciosa estrategia de Washington de la "contención" anticomunista de la época de la Guerra Fría fue poco más que un proceso de sucesión imperial. Una Gran Bretaña agotada fue reemplazada en el control del "marginal" marítimo, pero las realidades estratégicas siguieron siendo prácticamente las mismas.

De hecho, en 1943, dos años antes del final de la Segunda Guerra Mundial, un envejecido Mackinter publicó su último artículo, "The Round World and the Winning of the Peace" ["El mundo redondo y la conquista de la paz"], en la influyente revista estadounidense Foreign Affairs. En él, recordaba a los estadounidenses que aspiraban a una "ambiciosa estrategia" para una versión sin precedentes de hegemonía planetaria que incluso su "sueño de poder aéreo mundial" no cambiaría las bases geopolíticas. "Si la Unión Soviética sale de esta guerra como conquistadora de Alemania", advertía, "alcanzará el rango del poder terrestre más grande del mundo", controlando la "fortaleza natural más grande de la tierra".

Al momento de establecer una nueva Pax Americana posbélica, lo primero y básico para contener el poder terrestre soviético sería la Armada estadounidense. Sus flotas rodearían el continente euroasiático, complementando y luego suplantando a la Armada británica: la Sexta Flota se instaló en Nápoles en 1946 para controlar el océano Atlántico y el mar Mediterráneo; la Séptima Flota se estableció en la Bahía Subic, Filipinas, en 1947, para controlar el Pacífico Occidental; y desde 1995 la Quinta Flota se encuentra en Bahrein, en el golfo Pérsico.

A continuación, los diplomáticos estadounidenses sumaron capas de alianzas militares envolventes: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (1949), la Organización del Tratado del Medio Oriente (1955), la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (1954) y el Tratado de Seguridad Estados Unidos-Japón (1951).

En 1955 Estados Unidos también tenía un red mundial de 450 bases militares en 36 países para, en gran medida, contener el bloque sino-soviético detrás de un Telón de Acero que coincidía en grado extraordinario con las "rimlands" de Mackinder alrededor de la masa continental euroasiática. Hacia el final de la Guerra Fría, en 1990, el cerco de la China comunista y Rusia necesitaba 700 bases de ultramar, una fuerza aérea de 1.763 aviones de combate, un enorme arsenal nuclear, más de 1.000 misiles balísticos y una armada de 600 buques, incluyendo 15 portaviones nucleares y sus flotillas, todos conectados por el único sistema global de satélites de comunicación del mundo.

Como fulcro del perímetro estratégico de Washington alrededor de la isla mundial, la región del golfo Pérsico ha sido durante casi 40 años el lugar donde Estados Unidos ha intervenido constantemente, de manera manifiesta y encubierta. La revolución iraní de 1979 supuso la pérdida de un país clave en el arco del poder estadounidense alrededor del golfo, y dejó a Washington en la difícil posición de tener que reconstruir su presencia en la región. Con ese fin y simultáneamente, por un lado apoyaría a Sadam Husein en Iraq en su guerra contra el Irán revolucionario y, por el otro, armaría a los muyahidines afganos más extremistas contra la ocupación soviética de Afganistán.

Fue en este contexto en el que Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, puso en marcha su estrategia para derrotar a la Unión Soviética con una agilidad geopolítica absoluta, que todavía hoy sigue siendo poco comprendida.

En 1979 Brzezinski, un aristócrata polaco empobrecido que conocía como pocos las realidades geopolíticas de su continente natal, convenció a Carter para lanzar la Operación Ciclón con un enorme presupuesto anual que alcanzó los 500 millones de dólares a finales de los 80. Su objetivo: movilizar combatientes musulmanes para atacar el blando vientre centro-asiático de la Unión Soviética y abrir una brecha profunda de radicalismo islamista en el heartland soviético.

Lo que simultáneamente iba a infligir una derrota desmoralizadora al Ejército Rojo en Afganistán y dejar el "rimland" de Europa Oriental fuera de la órbita de Moscú. "Nosotros no empujamos a los rusos a intervenir [en Afganistán]", dijo Brzezinski en 1998, al explicar su hazaña geopolítica en esta versión Guerra Fría del Gran Juego, "pero aumentamos a sabiendas la probabilidad de que lo hicieran [...] Esa operación secreta fue una idea excelente. Tuvo el efecto de hacer caer a los rusos en la trampa afgana".

Preguntado sobre el legado de esta operación que dio origen a un Islam combatiente hostil a los Estados Unidos, Brzezinski, que estudió y a menudo citaba a Mackinder, se negó rotundamente a pedir disculpas. "¿Qué es más importante para la historia del mundo?", preguntó. "¿Los talibanes o el colapso del imperio soviético? ¿El levantamiento de algunos musulmanes o la liberación de Europa central y el final de la Guerra Fría?"

Pero incluso la impresionante victoria estadounidense en la Guerra Fría, con la implosión de la Unión Soviética, tampoco transformaría los fundamentos geopolíticos de la isla mundial. Como resultado, tras la caída del muro de Berlín en 1989, la primera incursión diplomática de Washington en la nueva época sería un intento de restablecer su posición dominante en el golfo Pérsico, utilizando como pretexto la ocupación de Kuwait por parte de Sadam Husein.

En 2003, cuando Estados Unidos invadió Iraq, el historiador Paul Kennedy acudió de nuevo a la para entonces centenaria obra de Mackinder para explicar este aparentemente inexplicable infortunio. "En este momento, con cientos de miles de tropas estadounidenses en las rimlands euroasiáticas", escribió en el Guardian, "parece como si Washington estuviera tomándose en serio el mandato de Mackinder para asegurar el control del 'pivote geográfico de la historia'". Si se interpretan estas afirmaciones de forma amplia, la rápida proliferación de bases estadounidenses en Afganistán e Iraq debería entenderse como una nueva apuesta imperial para alcanzar una posición clave en el borde del heartland euroasiático, algo semejante a lo que hicieron los británicos con sus viejos fuertes coloniales a lo largo de la frontera noroeste de la India.

En los años siguientes Washington intentó sustituir algunos de sus ineficientes soldados sobre el terreno, por drones. En 2011 la Fuerza Aérea y la CIA habían rodeado el territorio euroasiático con 60 bases para su armada de drones. Para entones, su caballo de batalla era el Reaper: sus misiles Hellfire, sus bombas GBU-30 y un alcance de 1.850 km permitían atacar objetivos en casi cualquier lugar de África y Asia desde aquellas bases.

Significativamente, las bases de drones están esparcidas en estos momentos por los márgenes marítimos alrededor de la isla mundial –desde Sigonella, Sicilia, hasta Incirlik, Turquía; Yibuti en el mar Rojo; Qatar y Abu Dabi en el golfo Pérsico; las islas Seychelles en el océano Índico; Jalalabad, Khost, Kandahar y Shindand en Afganistán; y en el Pacífico, Zamboanga en Filipinas y la Base Aérea Andersen en la isla de Guam, entre otros lugares.

Para patrullar esta extensa periferia, el Pentágono se ha gastado 10 mil millones de dólares en construir una armada de 99 drones Global Hawk, equipados con cámaras de alta resolución capaces de vigilar todo el territorio en un radio de 160 km, sensores electrónicos que pueden neutralizar señales de comunicación y motores eficientes con autonomía para 35 horas de vuelo y un alcance de 14.000 kilómetros.
La estrategia de China

En otras palabras, los movimientos de Washington no son algo nuevo, aunque lo sean a una escala previamente inimaginable. Pero el ascenso de China para convertirse en la primera economía mundial, inconcebible hace un siglo, sí representa algo nuevo y por eso amenaza con dar la vuelta a la geopolítica marítima que ha configurado el poder mundial durante los últimos 400 años.

En lugar de centrarse básicamente en construir una flota de alta mar como hicieron los británicos o una armada aeroespacial global semejante a la estadounidense, China está adentrándose en la isla mundial en un intento de rediseñar minuciosamente los fundamentos geopolíticos del poder mundial. Y para ello está utilizando una estrategia sutil que hasta ahora ha conseguido eludir a la cúpula del poder en Washington.

Después de décadas de silenciosa preparación, Beijing ha empezado recientemente a revelar su ambiciosa estrategia para hacerse con el poder mundial, con pasos cautelosos. Su plan en dos etapas está diseñado para construir una infraestructura transcontinental para la integración económica de la isla mundial desde dentro, mientras moviliza fuerzas militares para ir rompiendo, con cortes quirúrgicos, el cerco de contención estadounidense.

El paso inicial ha sido un impresionante proyecto para crear la infraestructura para la integración económica del continente. Al establecer una elaborada y costosísima red de líneas de alta velocidad para el transporte de grandes volúmenes de mercancías y oleoductos y gasoductos a través de la amplia extensión de Eurasia, China puede materializar la visión de Mackinder de un modo nuevo.

Por primera vez en la historia, el transporte transcontinental rápido de carga crítica –petróleo, minerales y productos manufacturados– será posible a escala masiva, y podría integrar ese vasto territorio en una única zona económica que se extendería a lo largo de 10.000 km desde Shangai a Madrid. De esta manera, las autoridades de Beijing esperan trasladar el centro neurálgico del poder geopolítico desde la periferia marítima al interior del continente, el heartland.
"Los ferrocarriles transcontinentales están ahora modificando las condiciones del poder terrestre", escribió Mackinder en 1904, cuando el "precario" ferrocarril transiberiano de vía única, el más largo del mundo, cubría los 9.173 km de distancia entre Moscú y Vladivostok. "[P]ero no habrá transcurrido una gran parte del siglo antes de que Asia esté cubierta de ferrocarriles. Los espacios comprendidos por el Imperio ruso y Mongolia son tan extensos, y son hasta tal punto incalculables sus potenciales en cuanto a [...] combustibles y metales, que es inevitable que allí se desarrolle un gran mundo económico, más o menos aislado, que será inaccesible al comercio oceánico".

Mackinder se adelantó un poco con su predicción. La revolución rusa de 1917, la revolución china de 1949 y los siguientes 40 años de la Guerra Fría frenaron cualquier avance real durante décadas. De este modo, el "heartland" euro-asiático no conoció el crecimiento económico y la integración, en parte debido a las barreras ideológicas artificiales –el Telón de Acero y luego la partición sino-soviética– que paralizaron la construcción de cualquier infraestructura a través del extenso territorio de Eurasia. Ya no.

Solo unos pocos años después del final de la Guerra Fría, el antiguo asesor de Seguridad Nacional, Brzezinski, que por entonces se había vuelto muy crítico con los puntos de vista globales que mantenían las elites políticas tanto republicanas como demócratas, empezó a lanzar advertencias sobre la ineptitud geopolítica de Washington. "Desde que los continentes comenzaron a interactuar políticamente, hace aproximadamente cinco siglos", escribió en 1988, básicamente parafraseando a Mackinder, "Eurasia ha sido el centro del poder mundial. La potencia que domine 'Eurasia' controlará dos terceras partes de las regiones más desarrolladas y económicamente más productivas del mundo [...] volviendo al hemisferio occidental y Oceanía geopolíticamente periféricos con respecto al continente central del mundo".

Esta lógica geopolítica ha pasado desapercibida en Washington, pero ha sido bien entendida por Beijing. De hecho, durante la última década China ha realizado la mayor inversión en infraestructura del mundo, un billón de dólares hasta ahora y sigue sumando, desde que Washington inauguró su sistema de autopistas interestales en la década de los 50 del siglo pasado. Las cifras de las líneas ferroviarias y los oleoductos que se están construyendo son mareantes. Entre 2007 y 2014, China cuadriculó su territorio con casi 15.000 km de nuevas líneas de alta velocidad, más que el resto del mundo en conjunto. El sistema transporta actualmente a 2,5 millones de pasajeros al día, a una velocidad máxima de 380 km/h. Para cuando esté completado en 2030 tendrá más de 25.000 km de vías de alta velocidad, con un coste de 300 mil millones de dólares, y unirá las principales ciudades de China.

Simultáneamente, las autoridades chinas empezaron a colaborar con los Estados vecinos en un gigantesco proyecto para integrar la red nacional de ferrocarriles en una red transcontinental. Desde 2008, los alemanes y los rusos se unieron a los chinos para construir el "Puente Terrestre Euroasiático". Dos rutas este-oeste, el viejo transiberiano al norte y una nueva ruta por el sur, a lo largo de la antigua Ruta de la Seda a través de Kazajistán, deberían conectar toda Eurasia. Por la ruta sur, más rápida, viajarán contenedores con productos manufacturados de alto valor añadido, ordenadores y piezas de automóviles, que recorrerán 10.782 km desde Liepzig, Alemania, hasta Chongqing, China, en tan solo 20 días, casi la mitad de los 35 días que se tarda en transportar esas mercancías en barco.

En 2013 la Deutsche Bahn AG (empresa de ferrocarril alemana) empezó a preparar una tercera ruta entre Hamburgo y Zhengzhou que ha reducido el tiempo de viaje a 15 días, mientras que la Kazakh Rail abrió una conexión Chongqing-Duisburg con tiempos parecidos. En octubre de 2014 China anunció planes para la construcción de la línea de alta velocidad más larga del mundo con un coste de 230 mil millones de dólares. Según lo planeado, los trenes recorrerán los 6.920 km entre Beijing y Moscú en solo dos días.

Además, China está construyendo dos ramales en dirección suroeste y sur hacia el "marginal" marítimo de la isla mundial. En abril, el presidente Xi Jinping firmó un acuerdo con Pakistán para invertir 46 mil millones de dólares en el Corredor Económico China-Pakistán. Autopistas, conexiones ferroviarias, oleoductos y gasoductos sumarán casi 3.248 km desde Kashgar, en Xinjiang, la provincia más occidental de China, hasta las instalaciones portuarias conjuntas en Gwadar, Pakistán, inauguradas en 2007.
China ha invertido más de 200 millones de dólares en la construcción de este puerto estratégico de Gwadar, en el mar Arábigo, a unos 600 km del golfo Pérsico. En 2011 China también comenzó a ampliar sus líneas ferroviarias a través de Laos hacia el Sudeste Asiático, con un coste inicial de 6,2 mil millones de dólares. Cuando esté terminada, una línea de alta velocidad trasladará viajeros y mercancías desde Kunming a Singapur en 10 horas.

Por otro lado, en esta última década tan dinámica, China ha construido una red integrada de gasoductos y oleoductos transcontinentales para importar combustibles de toda Eurasia para sus centros de población localizados en el norte, el centro y el sureste. En 2009, tras una década de trabajo, la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC, por sus siglas en inglés), propiedad del Estado, abrió el último tramo del oleoducto Kazajistán-China, con una extensión de 2.253 km entre el mar Caspio y Xinjiang.

Simultáneamente, la CNPC colaboró con Turkmenistán para inaugurar el gasoducto Asia Central-China. Con una longitud de 1.931 km, que en gran medida corren paralelos al oleoducto Kazajistán-China, se trata del primero que lleva el gas natural de la región hasta China. Para sortear el Estrecho de Malaca, controlado por la Armada estadounidense, la CNPC abrió el gasoducto Sino-Myanmar en 2013 para trasladar el petróleo de Oriente Medio y el gas natural birmano a lo largo de 2.414 km desde la Bahía de Bengala hasta la remota región suroccidental de China.

En mayo de 2014 la compañía firmó un acuerdo para los próximos 30 años, por valor de 400 mil millones de dólares, con el gigante ruso privatizado, Gazprom, para entregar 38 mil millones de metros cúbicos de gas natural cada año a partir de 2018, a través de una red de gasoductos todavía por completar, que cruzará Siberia hasta Manchuria.

A pesar de su envergadura, estos proyectos solo son un parte del auge de la construcción que, en los últimos cinco años, ha tejido una maraña de gasoductos y oleoductos a través de Asia Central y hacia el sur, llegando hasta Irán y Pakistán. El resultado será pronto una infraestructura energética integrada terrestre, incluyendo la enorme red de oleoductos y gasoductos de la propia Rusia, que se extenderá por toda Eurasia, desde el Atlántico hasta el mar del Sur de China.
Para capitalizar unos planes de crecimiento regional tan asombrosos, en octubre de 2014 Beijing anunció la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Las autoridades chinas ven esta institución como una futura alternativa regional y, a la larga, euroasiática al Banco Mundial controlado por Estados Unidos. Hasta ahora, a pesar de la presión de Washington para que no se unieran, 14 países clave, incluyendo aliados cercanos de Estados Unidos como Alemania, Gran Bretaña, Australia y Corea del Sur, han firmado como socios fundadores. Simultáneamente, China ha empezado a establecer relaciones comerciales a largo plazo con zonas de África ricas en recursos, con Australia y con el Sudeste Asiático, como parte de su plan para integrar económicamente la isla mundial.

Por último, Beijing acaba de revelar una estrategia hábilmente diseñada para neutralizar las fuerzas militares que Washington ha desplegado a lo largo del perímetro del continente. En abril el presidente Xi Jinping anunció la construcción de un gigantesco corredor de carreteras, ferrocarriles y oleo-gasoductos que irá directamente desde el oeste de China hasta su nuevo puerto en Gwadar, Pakistán, creando la logística para los futuros despliegues navales en el mar Arábigo, rico en energía.

En mayo Beijing intensificó su reclamación de control exclusivo sobre el mar del Sur de China, ampliando la Base Naval Longpo en la isla de Hainan para construir la primera instalación para submarinos nucleares de la región, acelerando los trabajos de dragado para crear tres nuevos atolones que podrían convertirse en aeródromos militares en las disputadas islas Spratley, y desaconsejando formalmente los sobrevuelos de los aviones de la Armada estadounidense. Al construir la infraestructura para las bases militares en el mar del Sur de China y el mar Arábigo, Beijing está poniendo los medios que le permitirán socavar, quirúrgica y estratégicamente, la política estadounidense de contención militar.

Al mismo tiempo, Beijing está diseñando planes para desafiar el dominio espacial y ciberespacial de Estados Unidos. En este sentido, espera completar su propio sistema global de satélites para 2020, que representaría el primer desafío para el dominio espacial de Washington desde que en 1967 Estados Unidos desplegara su sistema de 26 satélites de comunicación de defensa. Simultáneamente, Beijing está desarrollando una impresionante capacidad para la guerra cibernética.

Dentro de una o dos décadas, si fuera necesario, China estará preparada para realizar cortes quirúrgicos en unos pocos puntos estratégicos del cerco que mantiene Washington alrededor del continente, sin tener que hacer frente al poder militar global estadounidense, y podría hacer inútil su gigantesca armada de portaviones, cruceros de guerra, drones, cazas y submarinos.

Al carecer de la visión geopolítica de Mackinder y su generación de imperialistas británicos, las actuales autoridades estadounidenses no han sabido entender la importancia y el sentido del cambio global radical que está teniendo lugar en la gran masa de tierra euroasiática. Si China logra vincular sus emergentes industrias con los enormes recursos naturales del heartland euroasiático entonces, posiblemente, como Sir Halford Mackinder predijo aquella fría tarde londinense de 1904, "un imperio de alcance mundial estaría a la vista".

Notas de la traductora:

[1] Para las citas de esta conferencia que aparecen en el ensayo se ha tomado como referencia la traducción de Marina Díaz Sanz con base en la realizada para la compilación por A. B. Rattenbach (1975). Antología geopolítica. Buenos Aires: Pleamar, disponible en línea aquí.
[2] Rimland no es un término acuñado por Halford Mackinder, sino por Nicholas John Spykman. Este último desarrolla su teoría del margen continental en contraposición con la teoría del corazón continental de Mackinder. Lo que señala Mackinder en el texto de su conferencia es lo siguiente: "En el este, sur y oeste de este 'corazón continental' (heart-land) se hallan las regiones marginales, que se alinean en un amplio 'cinturón' (crescent) accesible a los navegantes [...] Fuera de la región pivote, en un gran 'cinturón interior' (inner crescent), se hallan Alemania, Austria, Turquía, India y China, y en un 'cinturón exterior' (outer crescent), Inglaterra, Sudáfrica, Australia, los Estados Unidos, Canadá y el Japón". El margen continental (rimland) de Spykman se correspondería grosso modo con el "cinturón interior" de Mackinder (vid. algunos trabajos en línea aquí y aquí).
[3] Esta cita no es de la conferencia "El pivote geográfico de la historia", sino del libro: Mackinder, Halford J. (1996) Democratic Ideals and Reality: A Study in the Politics of Reconstruction. Washington, D.C.: National Defense University Press. Edición original en Londres: Constable, y Nueva York: Holt, 1919.
[4] Ibíd.

Alfred W. McCoy ocupa la cátedra Harrington de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison. Es el editor de Endless Empire: Spain’s Retreat, Europe’s Eclipse, America’s Decline y el autor de Policing America’s Empire: The United States, the Philippines, and the Rise of the Surveillance State, entre otras obras.