Testimonio
San Ignacio de Mojos vive el regreso de la Compañía de Jesús
Fabio Garbari, S.J.
www.cpalsocial.com/030915
En el
último consejo pastoral diocesano del Vicariato del Beni, en este mes de
agosto, una laica comentaba: “Se nota en el carácter de nuestra gente que
aquí los misioneros llegaron con la biblia y no con la espada como en el resto
del país”.
Después
de 24 años pasados en el mundo aymara altiplánico y dos en el mundo guaraní
chaqueño, llevo dos en el mundo trinitario-ignaciano en el Vicariato del Beni.
Mi experiencia me permite respaldar completamente esta afirmación.
El
Beni representa hoy aquella región amazónica que las crónicas de los Jesuitas
alto peruanos del comienzo del 1700 llamaban “Misión de Mojos”, parte de las
recordadas “Reducciones jesuíticas”.
Caminando
por las comunidades de la Provincia Mojos, descubro en todas ellas cómo el
mundo indígena originario ha hecho suyo el anuncio solidario y liberador del
Evangelio y lo ha vuelto a expresar a través de sus elementos culturales
propios mezclados con otros traídos de la cultura de los jesuitas.
Los
mitos fundacionales del pueblo de San Ignacio de Mojos (sede de una de las
cuatro parroquias que están encomendadas a la Compañía y que representan la
organización eclesiástica de la Provincia Mojos) entrelazan la figura de San
Ignacio y Santiago con las figuras míticas prehispánicas, con una sencillez
digna de los mejores cuentos de hadas. Las danzas y las músicas originarias
ignacianas y trinitarias tienen elementos de las dos culturas armónicamente
combinados que se refuerzan recíprocamente.
En el
2014 se han cumplido 30 años del regreso de la Compañía a esta región, asumiendo la cura pastoral de las parroquias de Mojos, después de una
ausencia jesuítica de 217 años. Recién en los últimos 67 años antes del regreso
de la Compañía a Mojos, la presencia franciscana, a través de la creación del
Vicariato Apostólico del Beni, buscó rescatar los valores misionales
jesuíticos.
Es
asombroso ver cómo desde la expulsión por el lapso de 150 años la cultura
ignaciano-trinitaria, nacida a la luz de la evangelización hecha por los
jesuitas, se mantuvo contra vientos y mareas, contando sólo son sus propias
fuerzas, después de apenas 82 años de la fundación de la primera misión en la
zona (la Misión de Loreto en 1892). Antes de la primera misión se contaron 17
años de intentos pacientes de jesuitas para entrar en la zona: fue la tenacidad
de tres jesuitas (Marbán, Barace y Del Castillo) que vivieron años en la selva,
incomunicados hacia afuera, confiados sólo en Dios y en la gente indígena, de
la cual pacientemente fueron aprendiendo lengua y costumbres, como únicos
garantes para su vida. Al final se contaban en Mojos 17 misiones con 35.000
habitantes y 34 jesuitas.
Si no
me equivoco, Mojos es el único lugar donde la Compañía ha vuelto hoy a una de
las misiones jesuíticas fundadas a finales del 1600 por nuestros antepasados.
Vivimos este hecho como un gran privilegio y una responsabilidad. La herencia
pastoral, artística, litúrgica, folklórica, musical está viva entre la gente
como algo grandioso que sobrepasa nuestras capacidades.
Hoy
día también somos tres jesuitas los que vivimos en esta misión y añoramos la fe
y el temple de nuestros antepasados.
Llevamos
un colegio perteneciente a la red de Fe y Alegría, un internado con apoyo
escolar para estudiantes de secundaria y el museo de Mojos con el archivo de
las partituras musicales recuperadas de los actuales músicos indígenas.
De la parroquia nació también la primera posta sanitaria, un comedor popular,
un instituto tecnológico de educación superior que están pasando actualmente a
manos de la administración pública.
La
Escuela indigenal de música, nacida de la parroquia por el sueño de volver a la
espiritualidad musical de antaño, se trasformó en un Instituto superior de
música y turismo que promueve la educación musical de los jóvenes. La parroquia
promovió y llevó adelante también la reconstrucción del antiguo templo misional
de San Ignacio, obra que contribuyó para que la Unesco reconozca la fiesta
patronal de San Ignacio como patrimonio cultural de la humanidad.
Este
año, por primera vez, el Equipo Itinerante realizó un recorrido por nuestros
ríos y quedó cautivado por la herencia de nuestros antepasados que sigue
queriendo ofrecer su aporte desde este rincón de la Amazonía boliviana.
Lo que
más nos desafía es la pastoral en las comunidades indígenas: ¿cómo hacer que
también hoy la luz del evangelio pueda promover la unión y la fuerza interna de
las comunidades, defendiéndolas de tantos intentos de división y manipulación
que les vienen desde afuera? ¿Cómo promover hoy día que el respeto de la
cultura y el aprecio por la casa común que estas comunidades cuidan desde
siempre se refuercen y venzan las amenazas que les llegan de todo lado?
Estos son
los desafíos que los jesuitas hemos asumido hoy junto con las comunidades
indígenas guiadas por sus animadores cristianos, buscando que las visitas a las
comunidades, la vida celebrativa comunitaria y las acciones sociales, a la luz
de la Palabra de Dios, ayuden a encontrar respuestas creativas desde su propio
sentir.