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Mezclemos algunas
metáforas en Oriente Próximo. Todas tienen que ver con elefantes.
En la zona de crisis
que incluye Irán, Iraq, Turquía y Siria, los kurdos son el elefante en la
habitación. Constituyen el “problema” del que nadie quiere hablar realmente.
Porque estaría
compuesto de trozos pequeños de sus territorios, los países de la región se
oponen a un Kurdistán independiente. Los protagonistas externos, mientras
tanto, sienten diversos grados de culpa por haber abandonado a los kurdos
durante años, por no hacer caso de los abusos de los derechos humanos impuestos
a la minoría, por ignorar las promesas de autodeterminación (que datan de los
14 Puntos de Woodrow Wilson) y por utilizar a los kurdos como peones en una
miríada de juegos geopolíticos. Las sensibilidades soberanas y la culpa externa
se combinan para arrojar un manto de invisibilidad sobre los kurdos.
Pero el problema
kurdo es también otro tipo de elefante que tantean los analistas ciegos y
después suministran informes contradictorios de lo que han descubierto.
Para algunos
observadores el elefante kurdo es todo colmillo, un animal violento
e insaciable que pone en peligro todo lo que se encuentra en su órbita.
Para otros los kurdos son un amplio flanco fuerte y fiable. Y para otros
los kurdos solo son una pequeña cola delicada, víctima fácil de cualquier idea
de último momento.
Cuando mezclamos estas
dos metáforas llegamos a un cuadro de los kurdos como una criatura grande,
frecuentemente ignorada y a menudo malinterpretada y todas las demás bestias de
la selva son ciegas intencional o genéticamente. ¿Qué sería más ridículo que
ciegos conduciendo lo invisible?
Se trata de una mala
combinación incluso en tiempos de paz. Pero es especialmente irritante ahora,
cuando los kurdos se encuentran en el centro mismo de los problemas más
urgentes que enfrenta el Oriente Próximo: el ascenso del Estado Islámico, la
contínua fragilidad de Iraq, la desintegración de Siria y el futuro democrático
de Turquía.
Esta urgencia
aumentó un grado en la semana pasada. El Gobierno de Obama acaba de asociarse
con Turquía para declarar una “zona segura” en la frontera con Siria,
directamente entre territorios que las milicias kurdas han ocupado. Este
anuncio tiene lugar solo unos días después de que Ankara rompiera un alto
el fuego de dos años de duración y bombardease posiciones kurdas en Iraq (y
posiblemente también en Siria).
Lo que nos lleva a
nuestra tercera metáfora elefantina. Cuando los paquidermos de la región
combaten –EE.UU., Turquía, Siria– no solo el pasto debe tener cuidado. Y
también el elefante kurdo: colmillos, flanco, cola y todo.
Los kurdos y el
acuerdo nuclear
Los 30 millones de
kurdos dispersos por Oriente Próximo sostienen que son la mayor minoría étnica
del mundo sin un Estado soberano propio.
Pero en la parte norte de Iraq los kurdos tienen
un cuasi-país que controla su propio sistema educativo, despliega su propio
ejército y realiza su propia política exterior. Tiene su propia bandera e
himno nacional. Pero no tiene control total de su economía, debe compartir los
ingresos por el petróleo con el Gobierno central de Bagdad. No tiene su propia
moneda. Y no tiene un escaño en la ONU. Pero es lo más cercano que los kurdos
han llegado a una existencia autónoma desde 1946, cuando crearon un Estado
durante 10 meses centrado alrededor de la ciudad iraní de Mahabad.
Se podría pensar que
este retazo del Kurdistán –conocido oficialmente como Gobierno Regional de
Kurdistán (KRG, por sus siglas en inglés)– tendría una relación terrible con
Irán. Después de todo, Irán ha perseguido a su minoría kurda durante décadas. Y
Teherán, un importante apoyo del Gobierno central en Bagdad, está profundamente
preocupado por el resquebrajamiento del Estado iraquí y la cesión de mayor
autonomía al KRG.
Y no obstante, Irán es el segundo socio comercial del
KRG. Como tal, el recientemente concluido acuerdo nuclear podría ser un
importante golpe de fortuna para los kurdos de Iraq. Según Al Jazeera:
Como se espera que
un acuerdo sobre el programa nuclear de Irán lleve a la eliminación de algunas
de las sanciones económicas contra Irán, los kurdos podrían estar próximos a
cosechar los frutos de un auge económico iraní. “La influencia económica iraní
traerá consigo crecientes perspectivas de crecimiento económico e inversiones”,
dijo Farhan Hanif Siddiqi, un investigador del Instituto de Investigación de
Oriente Próximo, un think-tank
financiado en gran parte por el KRG en Erbil.
Por cierto, altos
niveles de comercio no representan un “festival del amor”. Algunos kurdos
iraníes siguen soñando con reanimar su corta existencia como Estado posterior a
la Segunda Guerra Mundial. Varias formaciones político-militares están
preparando planes en el exilio en las ciudades del KRG de Qandil y Sulaymaniyah
bajo consignas como “democracia para Irán, autonomía para Kurdistán”. E Irán se
preocupa porque la discordia en Iraq entre regiones, confesiones y etnias pueda
propagarse como una enfermedad a través de las fronteras.
Turquía ha realizado
un acomodo similarmente pragmático con Kurdistán iraquí. Es el principal socio
comercial del KRG – primordialmente como resultado del vínculo del oleoducto
kurdo a su propia línea Ceyhan y de permitir que el KRG deposite sus ingresos
del petróleo en un banco kurdo en Turquía.
Pero eso tampoco ha impedido que Turquía persiga a los kurdos, como lo
indican los recientes bombardeos.
Turquía y el PKK
Turquía y su
población kurda han tenido desde hace mucho tiempo una relación controvertida.
Un movimiento
cuasi-marxista de liberación, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán
(PKK), emergió en Turquía a fines de los años 70. Desafió al gobierno derechista
autoritario de Turquía y su identidad como una entidad unitaria. Los ataques
del Gobierno al PKK, combinados con su ataque contra críticos de izquierdas,
produjeron una “guerra sucia” que duró casi dos décadas y causó decenas de
miles de muertos.
El ascenso del
Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) cambió la dinámica en Turquía. Como
escribí recientemente: El gobernante Partido Justicia y Desarrollo, que llegó
al poder en 2002, adoptó en general una actitud más distendida hacia minorías
étnicas. La expresión cultural e incluso política de la identidad kurda, por
ejemplo, se hizo más aceptable con el desarrollo de programas de televisión y
programas escolares en lenguaje kurdo. La adopción por el AKP de un suave
multiculturalismo, así como su presión por más tolerancia para la expresión de
identidad religiosa, condujeron a mayor apoyo en esos tempranos años por parte
de diversos grupos minoritarios.
Ankara negoció un
cese al fuego con el PKK hace dos años. Pero fue cada vez más difícil mantener
ese acuerdo en las tenebrosas políticas de Iraq y Siria, donde se han
establecido combatientes del PKK. El principal partido y milicia kurdos –el
Partido de Unidad Democrática (PYD) y las Unidades de Protección Popular (YPG)–
están asociados con el PKK. Han acusado Ankara de apoyar al Estado Islámico
contra el régimen de Asad (y contra militantes kurdos). La semana pasada, el
PKK mató a dos policías turcos en represalia por una masacre del Estado
Islámico en la ciudad predominantemente kurda de Suruc en Siria.
La repentina
decisión de Turquía de colaborar con EE.UU. en un “área segura” al otro lado de
su frontera en Siria es por lo tanto el resultado de varios cálculos que
involucran no solo al Estado Islámico –y su potencial de realizar ataques en
Turquía– sino también a los combatientes kurdos en Iraq y Siria y la minoría
kurda dentro de Turquía.
En la más reciente
elección turca, el gobernante AKP tuvo su peor resultado en más de una década,
gracias en gran parte al partido que representa a los kurdos, el Partido
Democrático del Pueblo (HDP). Su margen de victoria fue tan ínfimo –y tan
dividida está la política turca actualmente– que el AKP no ha logrado formar un
gobierno. Cuesta no ver el cambio en la política exterior turca como una
reacción directa ante los dolores políticos internos del AKP.
El presidente turco
Recep Tayyip Erdogan, por ejemplo, no solo ha atacado al PKK sino a todos los
políticos kurdos.
“Los ejecutivos de
ese partido deben pagar”, dijo Erdogan esta semana, refiriéndose al HDP. “El
Estado turco tiene el poder para hacer que así llamados políticos [y] así
llamados intelectuales paguen por la sangre de sus mártires”. El presidente ha
llegado hasta el punto de pedir la eliminación de la inmunidad parlamentaria,
presumiblemente de modo que el Estado pueda citar ante la justicia a
representantes del HDP. El jefe del HDP, Selahattin Demirtas, acusó a Erdogan
no solo de arrastrar a Turquía hacia una guerra a escala regional sino de
utilizar el conflicto como excusa para consolidar el poder del AKP mediante un
“golpe civil”. También ha ofrecido renunciar voluntariamente a la inmunidad de
los parlamentarios del HDP siempre que el AKP haga lo mismo.
EE.UU. ha estado tan
ansioso de realizar misiones de bombardeo desde bases turcas que ha preferido
ignorar cómo su colusión con Ankara apoya esta tendencia inquietante en la
política turca.
Los kurdos en Siria
El gobierno de Obama
no ha mostrado un entusiasmo particular respecto a las fuerzas opuestas al
régimen de Bashar al-Asad en Siria. Por cierto, su falta de entusiasmo por el
Estado Islámico, el Frente al-Nusra y el Ejército de Conquista ha llevado a un
reexamen de su compromiso con el derrocamiento de Asad como condición previa
para cualquier solución política. Si Asad se va, ¿quién se hará cargo? No
significa que los esfuerzos de EE.UU. de crear una fuerza de contrainsurgencia
fiablemente moderada hayan sido relativamente positivos. Después de prometer
más de 5.000 reclutas, Washington ha conseguido cerca de 1 por ciento de esa
cifra: solo 50 combatientes entrenados para reinsertarlos en el conflicto.
La única fuerza en
la que el Gobierno de Obama se ha basado consecuentemente en Siria han sido los
kurdos. El YPG ha recibido equipamiento militar y contado con apoyo aéreo
estadounidense en sus ataques contra el Estado Islámico y sus esfuerzos por
consolidar su control sobre regiones de mayoría kurda en la frontera con
Turquía. La milicia de 50.000 miembros, que recientemente capturó Al Abyad de
EI, parece estar de buena racha y “ahora está a punto de controlar la vasta
mayoría de la frontera de Siria con Turquía”.
Pero es precisamente
ese éxito lo que preocupa a Turquía. Según The New York Times: El
acuerdo entre EE.UU. y Turquía, tal como lo describen los funcionarios
estadounidenses, congelaría implícitamente la posibilidad de que el YPG realice
avances hacia el área fronteriza cerca de Alepo. Y el lunes, combatientes del
YPG acusaron a Turquía de ir más lejos, diciendo que las fuerzas de su milicia
han sido atacadas por Turquía en un área que acababan de arrebatar al Estado
Islámico.
¿Decir qué? ¿El
Gobierno de Obama reconoce que está efectivamente atando las manos de su más
efectivo apoyo en Siria? No lo interpreto como evidencia de que EE.UU. esté
respaldando encubiertamente al Estado Islámico como un instrumento contra Asad
(una idea favorita de teóricos de la conspiración). Pero cuestiono el sentido
común de la idea del gobierno de Obama de que pueda manipular de alguna manera
a actores en la región para lograr los resultados que se propone. En este caso
están jugando con Washington.
¿Un Iraq?
Las victorias del
Estado Islámico en Iraq han posibilitado que los kurdos en su cuasi-estado en
el norte logren aún más autonomía de facto. La retirada del ejército iraquí
ante la acometida del EI permitió que las fuerzas kurdas adquirieran más
territorio, incluyendo la anteriormente disputada Kirkuk (y los campos
petrolíferos que la rodean).
La cuestión es si el
Kurdistán iraquí quiere lograr que esta autonomía sea completa y de jure.
En julio del año pasado, la dirigencia kurda instruyó al parlamento del KRG
para que preparara un referéndum de autonomía. Esto parecería ser una
indicación inequívoca de intenciones kurdas. Pero también podría ser solo una
jugada de ajedrez en el juego de arrebatar más poderes de Bagdad. Después de
todo, nadie en la región –y lo que
es más importante, virtualmente nadie en
Washington– apoya un Kurdistán independiente.
Como Dexter Filkins
escribió en The New Yorker el año pasado: Obama ha hablado cuidadosamente
en público, pero es obvio que el gobierno quiere que los kurdos hagan dos cosas
potencialmente incompatibles. La primera es servir como un aliado crucial en la
campaña por destruir el EI, con todo el financiamiento y equipamiento militar
que significa un papel semejante. La segunda es resistir la secesión del Estado
iraquí.
Pero los kurdos están dispuestos a jugar el
partido a largo plazo. Saben que representan,
particularmente ante los ojos de EE.UU., un
baluarte contra el Estado Islámico, contra el extremismo religioso y contra el
caos que envuelve la región. No son solo buenos combatientes sino también
buenos pragmáticos. El KRG ha logrado mantener buenas relaciones con Irán, con
Turquía, e incluso (más o menos) con Bagdad.
Esta es entonces la paradoja para el elefante kurdo.
Mientras más caóticas se ponen las cosas en Oriente Próximo, más poder y
territorio pueden controlar los kurdos. Pero mientras más poder y territorio
puedan controlar, mayor será el temor en Teherán, Ankara y Bagdad de que los kurdos
puedan crea un mayor Kurdistán.
Mezclemos metáforas
por última vez. El gobierno de Obama debe comenzar a reconocer y considerar al
elefante en la habitación: los kurdos y sus aspiraciones a un Estado. Tiene que
reconocer que el elefante tiene muchos aspectos diferentes: los colmillos PKK e
YPG, el sólido flanco del KRG y la cola vulnerable de las minorías kurdas en
Irán y Turquía. Y debe resistir la tentación de golpear el suelo y chocar con
las cabezas de sus adversarios en la región, porque tanto EE.UU. como los
kurdos pueden sufrir consecuencias adversas.
Los elefantes son criaturas extremadamente inteligentes con memorias
legendarias. Tratarlos como peones, en lugar de las mucho más poderosas torres
que representan, es una proposición muy peligrosa.
John Feffer es codirector de Foreign Policy In
Focus en el Institute for Policy Studies.