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La farsa de «Paz» en Libia (I) y la «Patria Azul» de Turquía


Por: Nazanín Armanian
www.publico.es / 28-01-2020

  
Mapa de la situación geográfica de Libia respecto a Turquía

Uno de los principales objetivos de la «Conferencia de Paz en Libia», celebrada en Berlín el 19 de enero y organizada por EEUU, Francia, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Italia, Rusia, Egipto y Reino Unido buscaba formar un frente unido contra las ambiciones imperialistas de Turquía.

La guerra mundial a pequeña escala que se libra en la Libia balcanizada (al igual que en otros lugares estratégicos como Iraq, Siria, o Yemen, donde decenas de países luchan entre sí con ejércitos propios y privados) alcanzó una nueva fase con la firma del memorando de entendimiento del 27 de noviembre del 2019 entre el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) libio de Fayez al-Sarraj, instalado en Trípoli, y el presidente de Turquía Tayyeb Erdogan, con el objetivo de agrupar en un mismo bloque a países de perfiles tan dispares.

El pacto de la discordia amplía el dominio de Turquía en el Mediterráneo Oriental, uniendo el suroeste del país otomano con el noreste de Libia. A cambio, Ankara le proporcionará una mayor ayuda militar al GAN para defenderse de la ofensiva del Ejército Nacional de Libia (ENL), liderado por el ex general Khalifa Haftar. El ENL es una amalgama de grupos armados a los que les une su aversión contra los Hermanos Musulmanes (una organización sunnita global patrocinada por Qatar y Turquía).

Gracias a las contribuciones militares de los enemigos de Turquía -sobre todo de los dos príncipes de las tinieblas de Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, además de Jordania, y Francia-, este grupo ha conquistado gran parte del este y el sur del país. Los países de la OTAN y sus socios, que desmantelaron todos los vestigios del «socialismo árabe-islámico» de Gadafi, han dado muestras de impaciencia para recibir su parte del botín de la guerra.

Maritimizar Turquía

Los chovinistas nostálgicos turcos creen que la desintegración del imperio Otomano se debió a su falta de ambición para hacerse con el control sobre el Mediterráneo Oriental, el Mar Egeo, el Mar Rojo, el Mar Caspio y el Mar Negro. Hoy apuestan por la construcción de la soñada «Patria Azul», estableciendo un nuevo orden regional y mundial desde Ankara. En junio del 2019, el gobierno de Erdogan bautizó así a la maniobra naval más grande de la historia del país, en la que participación de 103 buques de guerra, ocupando unos 462,000 metros cuadrados del Mar Negro, el Mar Egeo y el Mediterráneo oriental.

El imperialismo turco, al que le sobra militarismo y le falta el oro negro, lanzó su proyecto expansionista aprovechando la desaparición de rivales como Iraq, Siria, Libia y la debilidad de Irán -sometido a duras sanciones económicas de EEUU-, así como la paralización relativa de la ofensiva militar del gobierno de Trump en la región.

La importancia del Memorándum

Permite a Turquía reclamar su derecho a participar en el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental, compuesto por Grecia, Chipre, Italia, Egipto, Israel, Jordania y Palestina, cuyo objetivo es construir el gasoducto EastMed para extraer este gas y exportarlo a los mercados europeos a través de una tubería submarina. Si no lo consigue, la intención de Erdogan es la de convocar un foro alternativo con otras naciones excluidas como Siria, Libia y el Líbano, invitando además a China y Rusia para darle un carácter internacional.

Establece una amplia «Zona de exclusión económica» entre ambos países en el Mediterráneo, dejando en entredicho la soberanía de Grecia sobre parte del mar.

Le permite hacerse con el control de la Libia occidental y sus pozos de petróleo, ahora que EEUU le ha impedido acceder al gas y petróleo sirio, concentrados en su región kurda.

Sin embargo, el dichoso gaseoducto se enfrenta a varios desafíos:

+ Existen dudas acerca de la posibilidad técnica de extraer gas del fondo de este mar.
+ Los enormes costos económicos de su producción y transporte.
+ La ausencia de un acuerdo entre los estados del Foro que delimite la zona de cada uno.
+ El apoyo de Rusia a Turquía, ya que este proyecto perjudicaría los intereses rusos.
+ Prepara el terreno para que Turquía instale una base militar en Trípoli (y posiblemente en Túnez). Los turcos ya cuentan con instalaciones militares en Azerbaiyán, Qatar, Iraq, Chipre, Sudan y Somalia.
+ Otorga un papel más importante a la República Turca del Norte de Chipre, impidiendo que la UE y EEUU la desmantelen para unificar Chipre.
+ Fuerza a Haftar a negociar, dado que el exgeneral es consciente de que Trípoli no podrá ganar la guerra. Turquía, a quien no le resulta demasiado fácil lanzar operaciones militares en un país tan lejano como Libia (al contrario de Siria cuyos tanques sólo tenían que cruzar la frontera), está enviando «yihadistas», armas y equipamientos a Trípoli, no para conquistar el país, sino para que las pequeñas derrotas de Haftar –un peligroso caudillo que juega a suma cero, enfrentado a las tribus y a las diferentes regiones del país-, obliguen a sus patrocinadores a negociar.

Este esfuerzo turco es un paso más hacia la constitución de un orden asiático, liderado por China y Rusia, anunciando el lento fin del orden unipolar de los países del Atlántico.

La reacción de los contrarios

* Egipto, rival regional de Turquía, podrá enviar tropas a Libia con el fin de impedir un gobierno hostil. Y no es la primera vez que lo hace. En 1977, cuando Gadafi se opuso a las negociaciones de paz entre Anwar Al-Sadat (asesinado por un ultra islamista) y Issac Rabin (asesinado por un ultra sionista), El Cairo invadió Libia ocupando el este del país y amenazó con derrocar al propio Gadafi. Hoy, Abdel Fattah al-Sisi, que odia a Tayyeb Erdogan y que ha declarado a la Hermandad Musulmana (a la que pertenece el sultán turco) como organización terrorista, teme una creciente inseguridad en su extensa frontera con Libia, que ya alberga en sus desiertos a varios grupos islamistas.

* Grecia ha expulsado al embajador de Trípoli. El pacto puede provocar inseguridad en las labores de ExxonMobil y Total. Ambas cuentan con licencia griega para explorar y explotar los yacimientos marítimos de gas y petróleo en las cercanías de la isla de Creta. No hay que descartar una ayuda militar griega a Haftar a cambio de que renuncie a los derechos de su país en el Mediterráneo Oriental.

* Chipre, que firmó un acuerdo el 2 de enero con Israel, teme que Turquía invada su isla o bloquee los trabajos de las compañías petroleras en sus aguas.

* Los países de la Unión Europea buscan evitar de manera decidida la entrada turca al gas de la región, sin embargo el desacuerdo entre Francia e Italia impide que Bruselas adopte un enfoque común sobre este conflicto: Emanuel Macron, por ejemplo, fue el primer líder europeo en invitar al general Haftar a una capital occidental, confiado en que su mano de hierro devolvería la estabilidad a Libia (¡aunque fuese a costa de otro baño de sangre, no importa en absoluto!), empezando así a obtener recursos libios, pero Italia apuesta por el GAN de Trípoli: tiene muchos intereses petrolíferos en esta zona y prefiere mantener el control sobre la ruta migratoria de Libia. De hecho, Roma ha firmado un millonario acuerdo con Sarraj para que la guardia costera libia impida la salida de la gente desesperada que huye de la militarización de África, las guerras de rapiña y hambrunas.

* EEUU ha aprobado una legislación que fortalece los acuerdos de energía y seguridad con los países del Mediterráneo Oriental, con el fin de sabotear el gasoducto ruso-turco de TurkStream, inaugurado hace unas semanas. Washington sigue ocupando Libia bajo el pretexto de «luchar contra el Estado Islámico» (aunque lo que pretende en realidad es instalar el cuartel general de AFRICOM en Libia) y en estos momentos también necesita garantizar el suministro del petróleo desde el país africano antes de enfrentarse cara a cara con Irán en el Golfo Pérsico.

Los rivales de Turquía están preparando un buen pantano en Libia, peor quizás que el de Siria.

Si ustedes se preguntan ¿Qué papel jugarán los libios en esta guerra de intereses entre los foráneos en el suelo de su país? La respuesta es «el de siempre “poner los muertos”.


¿Paz en Libia? ¡Si Europa baraja otro asalto militar a África! (II)

www.publico.es / 07-01-2020

En una entrevista con Der Spiegel, el comisionado de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, planteó el envío de soldados a Libia con el fin de defender «nuestros intereses con mayor fuerza y, si es necesario, con firmeza». La fuerte presencia de Turquía y Rusia en este país desgarrado y la profunda crisis política y económica en Europa han puesto muy nerviosa a Bruselas, que desde el complot de la OTAN contra Libia en 2011 –sus fuerzas bombardearon el país durante siete meses–, lo único que ha hecho es sobornar a una banda mafiosa llamada «guardacostas libios» para que impidiera, como sea, la llegada de los refugiados y migrantes heridos y torturados -en ésta y otras guerras imperialistas-, a Europa.

«La situación en el Sahel no es mejor, por el contrario: toda la región es un barril de pólvora», dijo Borrell. Cierto, Libia es sólo un trampolín para dar un asalto integral a África, bajo el pretexto del chollo de la «lucha contra el terrorismo», puesto que nadie aceptaría que Mali (donde España tiene tropas) tuviera armas de destrucción masiva. El comisario cree que, Europa tiene «muchas oportunidades para ejercer el poder» y sólo tiene que tener voluntad.

De ahí que, en Berlín se celebró, este pasado enero, una conferencia sobre Libia, convocada por Alemania.

Hubo una primera conferencia de Berlín

Corría 1884 cuando Otto von Bismark organizó la Conferencia de Berlín sobre Congo para un nuevo reparto «civilizado» de las colonias en África. Estuvieron presentes las potencias europeas, el imperio Otomano y la Rusia zarista para firmar un «pacto de caballeros», mientras ocultaban el mar de sangre que corría por sus atrocidades en el continente africano. Sin embargo, este tipo de acuerdos duran poco ya que los juegos de guerra interimperialisitas son de suma cero, y el pez grande se come (por las buenas o las malas), a los pequeños. Poco después, los «caballeros civilizados» organizaron la carnicería de la Primera Guerra Mundial para un nuevo reparto del mundo que duró sólo dos décadas, cuando el general nazi Erwin Rommel pisó Libia.

Hoy, con la profunda crisis del sistema capitalista, Alemania exhibe su regreso militar al escenario mundial: la Canciller Merkel actualiza las directrices de la política para África redactadas en 2014, con las que pretende acceder a «los recursos naturales» de África a través de un incremento de sus «compromisos» en el continente. Todas las palabras huecas sobre la «seguridad», «ayuda humanitaria», etcétera. son directamente timos. ¿Sabían que el presidente de Alemania Horst Köhler tuvo que dimitir en 2000 por sugerir que sus tropas estaban en Afganistán por «proteger los intereses económicos de Alemania« y no por liberar a las mujeres del burka, ni luchar contra los talibanes? «Los mentirosos tienen poca memoria», reza un dicho persa. El líder del Partido de la Izquierda, Dietmar Bartsch, apoya la ocupación de África por su país. Los germanos tienen unos 1,000 soldados en Mali y una base militar en Níger.

También Boris Johnson mostró su talla ética al decir en 2017 que Libia podría ser un Dubái, «sólo habría que limpiarla de cadáveres». Sidney Blumenthal, el agente particular de inteligencia de Hillary Clinton, en el famoso correo electrónico que envió a Hillary el 2 de abril de 2011, apuntaba que Libia tenía 143 toneladas de oro y una cantidad similar en plata, así como «recursos financieros interminables». O sea, los que nos acusan de «teoría de conspiración», cuando desvelamos la verdad que esconden las guerras “humanitarias”, nos deben una disculpa.

Hoy, Alemania que no participó en la demolición del estado libio en 2011, por sus suculentos contratos con el gobierno de Gadafi, lidera el reparto del pastel.

La segunda Conferencia de Berlín

Aquí se puede destacar lo siguiente:

Los que negociaron la «paz» en Libia no invitaron ni a un solo libio al encuentro. Su primer ministro, Fayez al-Sarraj, que gobierna Trípoli y el señor de guerra, general Califa Haftar, que controla gran parte del país –ninguno de los dos representa al pueblo-, estaban en Berlín encerrados en un hotel y si no fuera por la insistencia de Vladimir Putin ni siquiera les hubieran concedido el visado.

Grecia fue excluida por las presiones de Turquía. Los dos miembros de la OTAN están al borde de una guerra por las disputas sobre el reparto del gas del Mediterráneo oriental, cuyo Foro ha ignorado a Turquía.

Repasaron las posiciones de cada uno en el contiene africano, para delimitar sus zonas de interés, evitando posibles choques militares entre sí (dejando que sus ejércitos privados de mercenarios se maten por ellos).

Decidió, por el momento, mantener la integridad territorial de Libia, aunque difícilmente podrán reconciliar a Haftar con Serraj, al menos que eliminen a uno de ellos de la ecuación.

Los occidentales (salvo a Italia) y Rusia, en un giro radical, dejan de apoyar al pseudo gobierno ineficiente de Trípoli para apostar por la banda de Haftar, al que miran como «un guerrero de África», frente a Serraj que es «un hombre islámico».

Turquía e Italia pretenden hacerse con el control de las rutas de migración para convertirse en países imprescindibles y a tener en cuenta.

El reparto del botín –unos 48,000 millones de barriles del petróleo de alta calidad–, entre el Total francés, el Eni italiano (el mayor productor de petróleo y gas en Libia), el BASF y Wintershall alemanes, o el Repsol español, dependerá del resultado de la batalla entre las potencias.

EEUU consigue cumplir parte de su principal objetivo en Libia: instalar la sede de parte de AFRICOM en tierra libia para contener así a China y ‘otanizar’ el Mediterráneo, desmantelando a dos Estados hostiles: Libia y Siria. Aunque mira a este país como un «problema de Europa», el Pentágono, como en los casos de Irán, Siria e Iraq, sigue con los planes del establishment, ignorando al presidente aislacionista.

La preocupación de los europeos por el envío de tropas turcas a Libia. Tayyeb Erdogan lo justifica con que Rusia había desplegado a su ejército privado Wagner en Libia en favor de Haftar –que cuenta con un contundente respaldo de los drones de Emiratos Árabes Unidos, pero carece de fuerza sobre el terreno–, cambiando el balance de fuerzas en la guerra entre ambos bandos y sus patrocinadores. Si el Kremlin piensa que Haftar es la reencarnación de Gadafi, está más que equivocado, y no sólo porque este ex agente de la CIA haya sido trasladado de EEUU a Libia en marzo de 2011 para destruir el estado libio. El 13 de enero, Putin y Erdogan recibieron en Moscú a Haftar y Sarraj para que firmaran un acuerdo de alto el fuego permanente. En el último momento, el general cambió de parecer y se fue sin avisar a sus anfitriones: piensa que la única garantía de alcanzar el poder es llegar a un trato con los occidentales o continuar la guerra, que es un negocio redondo.

Libia (África en general) es otro escenario de la Tercera Guerra Mundial que, en el siglo XXI toma otro formato: se libra entre las potencias mundiales en el suelo de terceros y por sus ejércitos privados.