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Estamos
en el Antropoceno, experimentando la que probablemente está siendo la sexta
extinción masiva del planeta y la primera causada por una única especie: el ser
humano. En este proceso, los químicos de síntesis y en concreto los pesticidas,
están jugando un papel fundamental. En la actualidad, se aplican de forma
directa sobre campos y alimentos 2.300 millones de kg de pesticidas al año,
cantidad que aumenta anualmente desde hace 75 años.
Ya
en 1962, Rachel Carson advirtió en su obra Primavera
silenciosa que el declive de pájaros
(y con ellos de su canto), provocado por la bioacumulación de pesticidas a lo
largo de la cadena trófica, era una advertencia del colapso ambiental y de que
la salud humana estaba intrincadamente ligada a la salud del medio. Fue este
libro el primero en describir los impactos ambientales del creciente uso de
pesticidas, pero las tasas de extinción han seguido aumentando desde entonces
de forma continuada.
Los
anfibios, una clase vertebrada que sobrevivió a las últimas cuatro extinciones
masivas, hoy tienen un 70 % de sus especies en amenaza de extinción en todo el
mundo (de ahí nuestra noche silenciosa). Aunque la pérdida de hábitat es
seguramente la causa más directa de la pérdida de anfibios, los contaminantes ambientales,
especialmente los pesticidas, son factores claves de esta disminución.
Historia de los pesticidas
La
agricultura ha formado parte de la civilización desde hace 10,000 años. Y,
aunque se llevan utilizando sustancias pesticidas basadas en compuestos
inorgánicos o en extractos de plantas desde hace 4,500 años, no es hasta
después de la Segunda Guerra Mundial cuando empiezan a utilizarse los
pesticidas sintéticos, algunos tan tristemente conocidos por sus graves
impactos ambientales como el DDT o el herbicida 2,4-D.
Tras
la guerra, los métodos de producción de nitrógeno para la fabricación de
explosivos se adaptaron para la producción de fertilizantes en agricultura. Los
insecticidas utilizados para combatir insectos portadores de enfermedades se
adaptaron para el control de plagas agrícolas.
Los
herbicidas utilizados como defoliantes para destruir los suministros de comida
y el refugio de la “resistencia” se modificaron para combatir las malas
hierbas. Desde entonces, el uso de estos tóxicos en agricultura ha ido
incrementando hasta los actuales 2,300 millones de kg anuales. La presencia de
pesticidas es actualmente ubicua. Transportados por el agua, por el aire, en
las cadenas tróficas y por los animales migratorios, se puede encontrar pesticidas
en las reservas de agua potable, en la atmósfera, en los suelos e incluso en la
cima de las montañas o en áreas muy remotas del Ártico. La exposición
generalizada a los agroquímicos ha alterado los paisajes y ecosistemas
alrededor de todo el mundo.
Impactos de los pesticidas
Se
han descrito diversos impactos directos de los pesticidas en organismos no objetivo
como, por ejemplo, los efectos tóxicos del maíz BT (modificado genéticamente
para producir toxinas) en la población de mariposa monarca o de insecticidas
neonicotinoides en las abejas. Pero la situación se agrava ante las evidencias
de que, incluso las concentraciones bajas de algunos de estos tóxicos
(consideradas anteriormente como «no tóxicas»), pueden tener un impacto sobre
la salud, la fisiología, la reproducción y el desarrollo debido a sus efectos
como disruptores endocrinos. Esto sucede a través de una serie de mecanismos
que incluyen la alteración de la producción hormonal, variaciones en su vida
media o en los receptores hormonales.
Por
ejemplo, el DDT se ha correlacionado en distintos animales con el afeminamiento
de machos en el desarrollo o durante la edad adulta y, en seres humanos, con la
aparición del cáncer de mama o alteraciones del funcionamiento normal de la
tiroides con efectos en el crecimiento, metabolismo y desarrollo y función
neuronal.
Históricamente,
había una falsa sensación de seguridad por la asunción de que los herbicidas no
afectaban a animales. Se ha demostrado que esta asunción es falsa. Por ejemplo,
el herbicida atrazina es dañino para
peces, anfibios, reptiles, pájaros y mamíferos debido a su potente efecto como
disruptor hormonal.
En
humanos, la atrazina también está implicada en defectos de nacimiento como
hipospadias, criptorquidismo y micropene. El glifosato, actualmente el herbicida más utilizado del mundo, en
2015 se catalogó como probable cancerígeno y se describieron distintos efectos
como disruptor hormonal. Está probado que el glifosato altera la estructura de
los ovarios, tiene efectos adversos en la producción de esperma, causa un
descenso en la fertilidad masculina y un descenso en la testosterona. Además,
estimula las células de cáncer de mama a través de alteración de los receptores
de estrógenos.
Persistencia,
bioacumulación y biomagnificación
El
gran volumen de pesticidas producidos y utilizados cada año es aún más
preocupante si reflexionamos sobre su persistencia en el medio ambiente. El DDT
y sus residuos de transformación persisten en el medio, en animales y en
humanos durante décadas. Algo similar ocurre con los tres herbicidas más
populares (glifosato, atrazina y 2,4-D). Aunque la vida media de la degradación
va de unas semanas a meses, los metabolitos de su degradación, pueden persistir
durante décadas con actividad toxicológica similar o diferente. Los pesticidas
y sus residuos, se bioacumulan en tejidos animales y se biomagnifican a través
de las redes alimentarias.
Debido
a este fenómeno en la actualidad hay residuos de pesticidas en todos los
organismos de mayor tamaño de la tierra. Además, los pesticidas pueden
transmitirse a las crías a través de la placenta y de la leche materna. También
puede encontrarse en la clara de huevo de pájaros, reptiles y peces.
Aparición de resistencias
Los
pesticidas también pueden alterar la estructura genética de los organismos.
Esto hace que una de las consecuencias del uso masivo de pesticidas sea la
aparición de resistencias. De hecho, de las 25 plagas de insectos actualmente
más dañinas en agricultura, 17 son resistentes a insecticidas. Históricamente,
la respuesta a la resistencia de los insecticidas consistía en aplicar más
químicos y con más frecuencia, acelerando así la evolución de la resistencia.
De la misma manera, el uso intenso de herbicidas en agricultura ha llevado a la
evolución de plantas adventicias resistentes.
El
registro más antiguo de resistencia a herbicidas data de 1957, cuando se
descubrieron zanahorias resistentes al 2,4-D. Para 2013, se habían descrito más
de 400 hierbas resistentes, incluyendo muchas con resistencia a múltiples.
El futuro y las soluciones
Muchos
de los plaguicidas utilizados son retirados tras comprobarse su elevada
toxicidad después de años de utilización. El uso masivo de pesticidas se ha
basado en ideas predominantes hasta la década de los 60 que confiaban en la
capacidad ilimitada de autodepuración de la Tierra. Estas ideas son, a día de
hoy, inaceptables y el desarrollo de nuevos modelos agrarios agroecológicos que
minimicen o eliminen el uso de productos químicos de síntesis, es necesario y
urgente.
Cada
vez se extienden y demandan más, alternativas de producción ecológicamente
sostenibles y socialmente justas de manera que la superficie dedicada al
cultivo ecológico, libre de pesticidas de síntesis, no ha dejado de crecer en
los últimos años.
En
2017, bajo el paraguas de la Iniciativa Ciudadana Europea Stop-Glifosato, se
recogieron más de 1,3 millones de firmas en tan solo cinco meses demandando a
la Comisión Europea la prohibición del glifosato, la reforma del procedimiento
de aprobación de nuevos pesticidas y el establecimiento de objetivos de
reducción del empleo de pesticidas de carácter vinculante en toda la UE.
A
pesar de la contundente demanda ciudadana, la CE ignoró la petición renovando
la licencia de uso de glifosato 5 años más. Esto pone de relieve la dificultad
desde la ciudadanía y los movimientos sociales de enfrentar políticamente las
presiones ejercidas por las grandes corporaciones implicadas en el mercado de
los agroquímicos, pero también pone de manifiesto la necesidad de seguir
movilizándonos al respecto tanto desde el apoyo a formas de producción
agroecológicas como desde la defensa directa de nuestro derecho a vivir en un
medio ambiente saludable.
Mireia
Llorente. Área de Agroecología, Soberanía alimentaria y Mundo rural de
Ecologistas en Acción.