Por: Dr. Guillermo Castro H.
“El moderno sistema mundial nació a lo largo del siglo XVI. América -como entidad geosocial- nació a lo largo del siglo XVI. La creación de esta entidad geosocial, América, fue el acto constitutivo del moderno sistema mundial. América no se incorporó en una economía-mundo capitalista ya existente. Una economía-mundo capitalista no hubiera tenido lugar sin América.” Aníbal Quijano e Immanuel Wallerstein, 1999[1]
La sociedad panameña ingresó en un proceso de crisis política abierta desde julio de 2022. Comprender el desarrollo de ese proceso hasta el presente, y sus perspectivas de corto y mediano plazo, demanda distinguir entre la contradicción principal que afecta al país, y el aspecto principal de esa contradicción en las diversas etapas de ese proceso.
Esa contradicción principal radica en el
agotamiento de lo que cabría llamar el modelo transitista de desarrollo, que
desde el siglo XVI ha concentrado lo fundamental de la actividad económica y
del poder político en los grupos sociales que controlan el tránsito
interoceánico por el Istmo. Por su parte, el aspecto principal de esa
contradicción se expresa en la creciente incapacidad de los sectores dominantes
en ese modelo para comprender y atender a los problemas que lo afectan.
Para el siglo XX, esa función vino a
quedar a quedar en manos de los Estados Unidos, que lo ejerción para adelantar
sus aspiraciones a la hegemonía global que vendría a alcanzar tras la Gran
Guerra de 1914-1945. Estados Unidos ejerció ese control al amparo de un régimen
de protectorado militar establecido en el Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903 - y
ampliado después por la Asamblea Constituyente de 1904. Ese protectorado fue
organizado mediante la creación de un enclave colonial conocido como Zona del
Canal.
Aquel enclave extranjero vino a
desintegrarse entre 1979 y 1999 según lo acordado en el Tratado
Torrijos-Carter. A partir de allí, pasó a reconstituirse después, a escala
ampliada, como una Plataforma de Servicios Transnacionales para la circulación
del capital, que genera el 80 por ciento de los ingresos del país. La creación
de ese enclave ampliado recibió un impulso decisivo tras el golpe de Estado de
diciembre de 1989, que liquidó un régimen militar ya destrozado por sus
conflictos internos, y lo sustituyó por una versión renovada de la democracia
oligárquica que había imperado en país entre 1903 y 1968.
Para ese entonces, el transitismo
nacionalizado gozaba de un prestigio y una credibilidad – expresada por ejemplo
en la gestión exitosa de la vía interoceánica bajo administración panameña.
Hoy, sin embargo, el transitismo enfrenta una situación de descrédito en la que
se combinan factores como una grave situación de inequidad en el acceso a los
frutos del crecimiento económico, el descrédito del sistema político-partidista
restablecido a partir de enero de 1990, y la acumulación de grandes problemas
que el Estado no está en capacidad de encarar con el país al que debe servir.
En efecto, los grandes beneficiarios de la
ampliación del enclave de servicios transnacionales no se han mostrado interés
por la integración del Canal a la economía interna, ni por la de esa economía
en el mercado global a partir por ejemplo del fomento de nuevas ventajas
competitivas en sectores como la producción agropecuaria y la de servicios
ambientales. Con ello, no solo han privado al país de nuevas modalidades de
desarrollo, sino que han contribuido en la práctica al agravamiento de los
problemas que el modelo de desarrollo vigente no está en capacidad de resolver.
En lo más visible, esos problemas van
desde el grave deterioro de los servicios públicos de seguridad social,
educación y salud hasta los que presenta la sostenibilidad del Canal debido a las
crecientes limitaciones en la oferta de agua dulce que requiere su
funcionamiento. A ello ha venido a sumarse la metástasis de la economía de
enclave, ahora en la forma de una
explotación minera de cobre a cielo abierto que viene operando en la
región centro-Occidental de la vertiente atlántica del Istmo desde fines de la
década 1990.
La legitimación de dicho enclave minero
mediante un contrato con el Estado, que muchos consideran lesivo a los
intereses del país y de graves consecuencias ambientales, ha pasado a
convertirse ahora en el aspecto principal del deterioro del modelo de
desarrollo transitista. En la práctica, el Estado ha perdido la capacidad para
procesar y encauzar hacia objetivos comunes los conflictos derivados de ese
deterioro, que no permite garantizar una prosperidad equitativa, sostenible y
democrática en el país.
En julio de 2022 la crisis que encaramos
hoy tuvo su primera manifestación en movilizaciones sociales que paralizaron el
país en reclamo de atención a los problemas derivados de la inflación, el
desempleo y del deterioro de los servicios de salud, seguridad social y
educación. Esa ha venido operando desde entonces, parafraseando al general Omar
Torrijos, como un serrucho, que avanza y retrocede, pero cortando siempre.
Interesa, en todo caso, observar que de
ese ir y venir participan todos los sectores de la vida nacional. En el caso de
la minería, por ejemplo, unos rechazan el contrato, pero no a la mina en
explotación; otros demandan el cierre de la empresa; otros, la prohibición de
la minería en el país, y otros más piden combinar la aprobación del contrato
con la declaración de una moratoria de la actividad minera.
Y emergen ahora – en la mejor tradición de
maniobra política criolla – quienes recomiendan suspender el proceso de
aprobación parlamentaria para volver a la mesa de negociación mientras se
diluyen las tensiones. Esto, sin embargo, equivale a remitirle el problema al
gobierno que surja de las elecciones de mayo de 2024, agregándolo a los de la
Caja de Seguridad Social, y a los de las inversiones que demandará garantizar
el abastecimiento de agua para el Canal mediante el trasvase de ríos
colindantes con la explotación minera en curso.
Alguien dijo alguna vez que la solución de
grandes problemas genera siempre problemas nuevos y más complejos. Estamos en
las vísperas de aprender los problemas nuevos y más complejos que resulten de
la incapacidad para encarar y resolver, con la sociedad y no simplemente para
ella, las contradicciones que surgen del agotamiento del modelo de desarrollo
imperante en la sociedad panameña desde los orígenes mismos del mercado
mundial.
Alto Boquete, Panamá, 22 de septiembre de 2023
[1] “La americanidad como concepto, o
América en el moderno sistema mundial”
https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000092840_spa
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