Nazanin Armanian
www.publico.es
/ 251119
Continúan las protestas de los ciudadanos
iraquíes contra la
teocracia corrupta e inepta que les gobierna: ¿cómo puede ser que
millones de personas vivan en la pobreza absoluta, sin agua potable,
electricidad y en chabolas, mientras caminan sobre un mar de oro negro que,
entre los años 2003 y 2018, le reportó a las arcas públicas unos ingresos de
850.000 millones de dólares? ¿Qué ha pasado con la segunda reserva de petróleo
del mundo después de que EEUU y sus aliados invadieran y ocupasen el país,
basándose en siete
mentiras para conseguir diez objetivos?
La crisis política de Iraq, además de una dimensión
interna y regional, también tiene otra internacional: la batalla por
el control de sus cerca de 112.000 millones de barriles de petróleo: 16 años
después de 2003, es China, que no EEUU, el primer país en importar el crudo
iraquí.
Las dificultades de las Big Oil
EEUU no ha conseguido desnacionalizar la
industria petrolífera iraquí, que en 1972 se convirtió en propiedad del Estado.
Las Big Oil –grandes compañías privadas que controlan cerca del 15% de
la producción del mercado mundial, como BP, Shell, ExxonMobil y Chevron– luchan
para que The Really Big Oil, que son los gobiernos de los países
productores (la mayoría organizados en la OPEP), dueños del 85% de este
recurso, privaticen la industria. Washington ha conseguido que Arabia Saudí
subastara en la bolsa aquella parte de su petróleo que pertenecía a la nación:
en realidad Standard Oil de California y la compañía petrolera de Texas fueron
las que fundaron Aramco (acrónimo de ARabian AMerican Oil Company) en 1933 para
explotar sus reservas. En caso de Iraq, su régimen, aunque quisiera, no puede
ignorar la fuerza, la memoria y la herencia del movimiento de nacionalismo
árabe que gobernó el país durante décadas.
En la subasta convocada en abril de 2018,
ningún integrante de Big Oil ganó la licitación y algunas como Exxon,
Total, las rusas Zarubezhneft y Lukoil, ni siquiera participaron en ella,
quizás para poder alcanzar acuerdos en secreto con los mandatarios corruptos
iraquíes. De modo que Iraq otorgó tres bloques de petróleo a Crescent
Petroleum, con sede en Emiratos Árabes Unidos, dos a Geo-Jade de China y uno a
United Energy Group, con sede en Hong Kong, excluyendo a la italiana Eni y la
francesa Total de sus concesiones. Dos bloques ubicados en la frontera con Irán
no consiguieron ofertas, tanto por los explosivos en su subsuelo, recuerdos de
la guerra irano-iraquí (1980-1988), como por temor a sufrir castigos por EEUU
por saltarse las sanciones impuestas contra Irán.
+ La preocupación por la seguridad,
la inestabilidad política y la división en la coalición gobernante puede
interrumpir, en cualquier momento, la producción y el suministro del petróleo
iraquí.
+ Los conflictos entre Bagdad y la Región
Autónoma Kurda (RAK) que alberga cerca del 40% del petróleo iraquí y
actualmente está exportando medio millón de barriles por día (bpd) a espaldas
del gobierno central.
+ La frágil situación de seguridad de
país. Decenas de grupos armados, algunos autónomos, siguen controlando los
campos de petróleo y sus rutas de transporte.
+ La rebelión popular está teniendo lugar
en el puerto de Basora, el centro de la industria petrolera del país, desde
donde además Iraq envía el 90% de sus exportaciones del petróleo, unos 3,5
millones de bpd.
+ Infraestructura dañada y obsoleta, como
las refinerías, los oleoductos y las instalaciones deficientes del puerto de
Basora, que imposibilitan el cumplimiento del objetivo de Iraq de exportar 9
millones de bpd en 2020.
+ Falta de agua, necesaria para inyectar a
los yacimientos de petróleo, a causa de la sequía y la mala gestión. La
necesidad de este líquido puede provocar un conflicto con Turquía y también con
Irán, países que comparten importantes ríos con los iraquíes. A Teherán no le
interesa un aumento en la producción iraquí, no sólo porque hará caer los
precios, sino también porque ocuparía sus tradicionales mercados.
China,
en Iraq
Tres semanas antes del inicio de las
protestas del uno de octubre, el primer ministro iraquí Adel Abdul-Mahdi visitó
China acompañado por una delegación de 55 miembros, para convertir al país en
el primero de la región en firmar un preacuerdo con Beijín para integrarse en
el megaproyecto de la Ruta de la Seda.
China, que perdió sus inversiones en Sudán
del Sur, la República Democrática del Congo, Zimbabwe, o Libia –de donde tuvo
que evacuar a 35.000 trabajadores en la víspera del ataque de la OTAN–, y en
Irán por las sanciones impuestas por Trump, rompió el acuerdo para la compra
del petróleo iraní durante los próximos 25 años. Ahora China ha regresado a
Iraq, asumiendo los grandes riesgos que conlleva enfrentarse con EEUU y también
con Irán, el país cuyo régimen ha repetido que “si Trump no nos deja
exportar nuestro petróleo, nadie podrá hacerlo en el Golfo Pérsico”.
Iraq no es un país desconocido para China.
En los años ochenta, la compañía Petroleum Engineering and Construction
Corporation (CPECC), ya operaba en el país, aunque en los noventa tuvo que
marcharse debido a las sanciones
criminales impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU al pueblo
iraquí, ¡con el voto positivo de la propia China!
Tras regresar al país devastado en 2007
tuvo que buscar fórmulas para hacerse un lugar en lo que ya era una colonia de
EEUU, y un campo de batalla entre las potencias regionales.
Y vaya si lo consiguió: en 2008, la
Corporación Nacional del Petróleo de China (CNPC) fue la primera empresa
extranjera en conseguir un contrato petrolífero en Iraq: invirtió 2.101
millones de euros en el campo de Al-Ahdab que alberga unos 100 millones de
barriles. Desde 2014, China es el mayor inversor extranjero en Iraq, y ha
desplazado a la India como su principal socio comercial. Entonces, el comercio
bilateral superó los 30.000 millones de dólares, con el petróleo en el centro
de los negocios: China que importa el 70% de los 610 millones de toneladas del
crudo que consume, convirtió a Iraq en su cuarto suministrador detrás de Rusia,
Arabia Saudí y Angola. En Basora, y sólo el campo de “Machnún” (literalmente
“Loco”, por tener una “locura” de reserva: unos 38.000 millones de barriles),
China generaría entre ocho y nueve mil millones dólares de beneficio cada año.
Las
tácticas empleadas por China
*Perdonar el 80% de los 8.500 millones de
dólares de deuda que el régimen de Sadam Husein había contraído con Beijín.
*Unirse a la iniciativa de la ONU del
Pacto Internacional con Iraq, prometiendo una subvención de 6.5 millones de
dólares para gastos sociales, como la salud pública y educación.
*Integrarse en la Organización Estatal de
Comercialización de Petróleo de Iraq (OECPI) con el fin de proteger sus
gestiones por todo el país.
*Ofrecer unas condiciones más favorables
que las de sus competidores, aceptar unos términos fiscales más estrictos, y
renunciar a mayores ganancias a cambio de no perder este mercado.
*Cumplir con las leyes del gobierno
central, evitar la injerencia en sus asuntos internos y guiarse por el
principio del pragmatismo económico.
*Centrarse en las regiones menos
exploradas y más inestables, donde otras compañías no acuden.
*Comprar las adquisiciones de otras
compañías: Sinopec, que posee la tercera refinería más grande del mundo, compró
la multinacional ADDAX Petroleum, que operaba en la RAK.
*Establecer cooperación energética con
otras compañías, con el fin de aumentar sus posibilidades de ganar los
proyectos. Así, PetroChina se ha unido a Exxon para llevar adelante proyectos
de infraestructuras; CNPC se ha asociado con BP para desarrollar el campo
petrolero Rumaila, el más grande de Iraq con 17.000 millones de barriles; CNOOC
coopera con Turkish Petroleum Corporation (TPAO), con el fin de controlar el
67% de la participación del bloque petrolero de Missan.
*Ofrecerse como mediador en la disputa
entre Bagdad y la RAK por las zonas petrolíferas, y conseguir que la RAK
exportase 550.000 bpd de su región y de Kirkuk a través de la OECPI y a cambio,
Bagdad asignaría el 17% del presupuesto federal a los kurdos. El reparto de
esta riqueza sigue siendo un obstáculo para un acuerdo estable de reparto del
poder. ¿Quién debe controlar los ingresos, Bagdad o las regiones? El fracaso de la independencia kurda inclinó
la balanza, de forma provisional, en favor del centro.
*Poner en marcha la Iniciativa de la Ruta
de la Seda –una suerte de Plan Marshall– con grandes inversiones en la
infraestructura de Iraq.
*Proteger a sus cerca de 12.000
trabajadores de los atentados terroristas en campamentos fortificados. De
hecho, durante los ataques de Daesh, los chinos en Iraq no sufrieron ninguna
baja. Luego, Beijín donó 10 millones de dólares en ayuda humanitaria a los
damnificados de este grupo terrorista, aunque lo más seguro es que no les hayan
llegado.
Ante la imposibilidad de que los señores
feudales islamistas gobernantes repartan la riqueza entre los ciudadanos
empobrecidos, y el inevitable choque entre los intereses de la teocracia de
Irán en Iraq con el imperialismo estadounidense, -quien ya ha abandonado al
gobierno de Bagdad-, parece inevitable la deriva de Iraq hacia el caos para
convertirse en otro estado fallido, arrastrado a China.