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La verdad debe ser un bien público, un derecho y un deber ineludible


Francisco de Roux, S.J

Buenos días amigas y amigos de la verdad.

Permítanme que no haga saludos de protocolo porque a todos y a todas, aquí, nos iguala, compromete y honra, el compromiso de responder a la canción del maestro Adrián Villamizar con el clamor de 9 millones de colombianos que, en el territorio y el exilio, piden la verdad de lo que les pasó en el conflicto, de lo que nos pasó como sociedad.


Hoy comenzamos la respuesta a esta petición. Vamos a hacerla juntos. Con ustedes aquí presentes y con todo el que quiera en el país. Y de manera especial desde las víctimas, con los testigos y de quienes participaron en la guerra como combatientes o de manera indirecta.

Lo haremos en un acto que privilegia el valor del testimonio y de la escucha. Gracias a este grupo de amigas y amigos víctimas, responsables y testigos que nos acompañan con su trasparencia y compromiso. Porque queremos valorar la grandeza de la contribución personal a este proceso que es de todos los colombianos.

Hacemos este camino hacia la verdad dentro del sistema que formamos con la Justicia Especial para la Paz y con la Unidad para la Búsqueda de Personas Desaparecidas, cuyas presidentas y responsables están aquí con nosotros: Patricia Linares y Luz Marina Monzón, sin ellas, sin este marco institucional que conformamos, no será posible avanzar en la justicia transicional, eliminar la impunidad y buscar la verdad.

En el corazón de este sistema, la Comisión de la Verdad es una entidad estatal, extrajudicial, que no dicta sentencias, ni condena, de carácter constitucional que actúa en todo el territorio nacional y en el extranjero con la más alta participación ciudadana posible y reconociéndonos como un país pluriétnico y multicultural.


La verdad debe ser un bien público, un derecho y una deber ineludible cuando se trata explicar por qué la vida y la dignidad fueron arrasadas en miles de masacres, desapariciones forzadas, secuestros, asesinatos extrajudiciales, abusos a las mujeres, desplazamientos, robos de tierra a los campesinos y de hatos a los ganaderos, exclusión y expropiación a los indígenas y a los afrocolombianos, homicidios de sindicalistas, educadoras, políticos, gobernantes y empresarios, muertes en combates sin sentido de multitud de jóvenes en una guerra absurda, y destrucción de ríos, montañas y especies nativas….para citar solo algunas de las formas de nuestra ruptura humana y del territorio.

En ese escenario del conflicto, la Comisión tiene cuatro objetivos: el esclarecimiento de una verdad compleja, participativa, que requiere el contraste de puntos de vista y que debe satisfacer a la explicación que piden las víctimas. El reconocimiento de las mismas víctimas y la aceptación voluntaria de responsabilidades de las personas y de la sociedad. La convivencia y reconciliación desde el mundo cultural de los territorios y la puesta en marcha de propuestas de no repetición.
Al mismo tiempo tiene el mandato de esclarecer y promover el reconocimiento de prácticas y hechos en particular masivos que constituyen graves violaciones a los derechos humanos. Las responsabilidades colectivas del Estado, los gobiernos y poderes públicos, las instituciones y organizaciones, y los actores armados del conflicto. El efecto social y medioambiental del conflicto y las afectaciones de las víctimas más vulnerables. El impacto sobre la política y la democracia. Sobre quienes participaron directamente como combatientes. El lugar del paramilitarismo. Las relaciones con el narcotráfico. El desplazamiento y el despojo de tierras. Y la verdad del accionar de miles de personas y organizaciones que, inspiradas en la fe cristiana o en ideales humanos, a grandes riesgos, han mantenido la lucha civil por la dignidad y por la paz.

Miles de esfuerzos se han hecho en Colombia en centros de investigación, universidades y organizaciones, incluida la población LGBTI por hacer claridad en el conflicto, sus causas históricas y sus implicaciones y barbaries. Por mantener la presencia de las víctimas desde los lugares de memoria y las celebraciones espirituales y rituales de comunidades, indígenas y afros. La Comisión recoge este acumulado. Y al acogerlo, queremos resaltar la extraordinaria contribución del Centro Nacional de Memoria Histórica, con la esperanza de que mantenga en adelante el mismo rigor, la misma independencia y la audaz focalización en las víctimas que lo caracterizó durante la conducción de Gonzalo Sánchez y su equipo.

Hoy, cuando se conmemora el día internacional de las Defensoras de Derechos Humanos, queremos resaltar la presencia en esta ceremonia de 60 mujeres defensoras provenientes de todos los rincones del país que han querido acompañarnos en medio de su celebración. Nuestro homenaje y reconocimiento a su entrega incansable por la vida, la democracia y la paz. Con ellas va nuestro reconocimiento a la inspiración de las mujeres de Colombia y del mundo en esta tarea.

Como parte esencial de la verdad que nos debemos como nación, hemos empezado el proceso de consulta con los pueblos indígenas, afrocolombianos, rom y raízales. Esta Consulta la hacemos con el Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. La presencia de nuestros pueblos originales ha llenado de inspiración y profundidad nuestro trabajo.

Caminamos desde la verdad de las víctimas hacia un país que no conocemos. Porque las generaciones presentes solo hemos sabido del convivir con el conflicto que todavía continúa penosamente en el asesinato de líderes. No sabemos qué será este país sin narcotráfico, sin guerrilla, sin paramilitares, sin una seguridad dedicada a buscar al enemigo interno. No sabemos que será una Colombia donde la seguridad se base en la confianza colectiva, y donde lo normal sea la garantía de las condiciones sociales y económicas de la dignidad igual de todas y de todos.

La verdad ha sido cubierta por el miedo y el terror, por intereses mezquinos y corrupción, por comportamientos inhumanos que se hicieron rutina. Vamos a ir a buscarla en la Colombia profunda con las Casas de la Verdad en los territorios y en el exilio. Para desde esa verdad construir desde la no repetición el país que todavía no conocemos.

Con mis compañeros comisionados y comisionadas y con todo el equipo hemos vivido intensos meses de alistamiento en que cada uno ha puesto lo mejor de sí mismo, hemos hecho la creación de la institución, el reglamento y una metodología puesta a la discusión pública. Ha sido un tiempo de encuentro con víctimas en todo el país, y con sindicatos, empresarios, campesinos, indígenas, afros, mujeres, comunidad LGTBI, medios de comunicación, Iglesia católica y otras iglesias, jóvenes y niños, exilados, grupos de la cultura y académicos. Y por supuesto, también con el Ejército y la Policía y las instituciones del Estado, y los miembros del partido FARC y también exparamilitares.

Hemos tenido la sorpresa de encontrar numerosas organizaciones, centros sociales y programas regionales, que se han preparado, antes de que llegáramos nosotros, para contribuir a las tareas de la verdad. Muchos de ustedes, los aquí presentes, forman parte de esa multitud. Gracias por sus aportes, su creatividad y su coraje.

Al agradecer a todos los que nos han ayudado no me atrevo a dar lista porque han sido grandes y diversificados los aportes. Muchos, la mayoría están aquí presentes. A Naciones Unidas y todas sus agencias. A la Misión de la ONU para la finalización de la guerra. Los nombres de Jean Arnault y Martín Santiago queda para la historia de la paz de Colombia. A la OEA y la Mapp-OEA.

Gratitud a la Unión Europea, a todos y cada uno de los países de Europa y a Estados Unidos, Canadá y los países de América Latina y el Caribe; a los embajadores y embajadoras que nos honran con su presencia. Y a las fundaciones internacionales no gubernamentales de apoyo a la paz en Colombia. Gracias a ustedes nos pusimos en marcha antes de que empezáramos a tener recursos del presupuesto nacional y ustedes han seguido a nuestro lado con generosidad y soporte político.

Quiero resaltar la visita que nos hizo el presidente Iván Duque en compañía de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez y su equipo de paz. Confiamos en su apoyo a nuestra tarea como oportunidad de pasar bien la página porque se escribe desde la verdad.

Amigas y amigos. Tenemos ante nosotros una tarea inmensa. Una causa más grande que nosotros mismos y que nuestras instituciones. Descargada sobre la conciencia de un pueblo de tradición cristiana que cree en Dios como misterio de verdad y de amor y en las tradiciones espirituales de nuestros pueblos indígenas y afros. Y descargada sobre la conciencia de todos los que simplemente quieren ser honestos y decentes consigo mismos y con los demás.

Invitamos a liberarnos de las mentiras, los silencios y los miedos.

Los invitamos a que vamos juntos, detrás de una verdad que responda a todas las víctimas, una verdad dolorosa pero necesaria, sin sesgos ni condiciones ni negociaciones, buscada con la mayor libertad posible, sin subordinaciones, sin intereses de poder político ni de prestigios, ni de dineros. Una verdad difícil y franca. Que nos rescate como seres humanos. Que al poner a la luz la complejidad de la barbarie y el horror, en lugar de profundizar entre nosotros las retaliaciones y las venganzas, logre una comprensión de nosotros mismos en la sinceridad de nuestras responsabilidades y nuestras diferencias y nos abra a la construcción colectiva que se merecen las generaciones futuras de Colombia.

Muchas gracias