Jorge L. Prosperi R.
www.elblogdejorgeprosperi.com / 121118
La prestigiosa revista The Lancet dedica su reciente editorial
al estudio sobre la Carga global de la enfermedad (GBD en inglés). De acuerdo
con el editorial, la lectura de los resultados del Estudio, evidencia una
reversión de la tendencia hacia un mundo más saludable, mostrando tasas de
mortalidad estancadas, en medio de progreso vacilante y desigual, epidemias de
enfermedades nuevas y conocidas, y una dramática escasez de trabajadores de la
salud.
Considero que su contenido es de gran
importancia para el quehacer nacional en salud pública, por lo que comparto con
ustedes una traducción libre del texto original, complementada con información
nacional disponible y verificable, y los insto a reflexionar sobre la situación
de Panamá para cada uno de los aspectos destacados en el artículo. Los invito a
la lectura del documento original de The Lancet.
Antes de entrar en materia, subrayo que,
contrario a las declaraciones triunfalistas de los voceros oficiales del
gobierno, es evidente que debemos hacer mucho más, pues nuestras tasas de
mortalidad están estancadas, en medio de un crecimiento económico desigual y la
denuncia de casos de corrupción en los tres poderes del Estado.
Carga
global de la enfermedad y situación nacional
“En 2017, las tasas mundiales de
mortalidad de adultos se mantuvieron estables, en algunos casos disminuyeron y
en otros aumentaron. De manera alarmante, el conflicto y el terrorismo se han
convertido en dos de las causas de muerte de más rápido crecimiento en todo el
mundo (un aumento del 118% entre 2007 y 2017). Junto a este alarmante
crecimiento de la violencia, nuestra era se caracteriza por epidemias como la
dependencia de opioides, las enfermedades no transmisibles, la depresión y las
enfermedades transmitidas por vectores (dengue, zika, etc.)”.
En
Panamá, la tasa de mortalidad en los adultos (mayores de 20 años) muestra una
ligera tendencia al aumento en el período de 2012 al 2017. Estas cifras
evidencian que nuestro país no es más saludable.
Es evidente que debemos hacer mucho más,
pues nuestras tasas de mortalidad están estancadas.
“De acuerdo con el informe, la dependencia
de opiáceos ha crecido a una escala sin precedentes, con cuatro millones de
casos nuevos en 2017 y 110,000 muertes. Las enfermedades no transmisibles
representaron el 73% de todas las muertes globales en 2017, con más de la mitad
de todas las muertes (28.8 millones) atribuibles a solo cuatro factores de
riesgo: presión arterial alta, tabaquismo, alto nivel de glucosa en la sangre y
alto índice de masa corporal. La prevalencia de la obesidad ha aumentado en
casi todos los países del mundo, lo que ha provocado más de un millón de
muertes por diabetes tipo 2, medio millón de muertes por enfermedad renal
crónica relacionada con la diabetes y 180,000 muertes relacionadas con la
esteatohepatitis no alcohólica. En 2017, los trastornos depresivos fueron la
tercera causa principal de los años vividos con discapacidad, y las muertes por
dengue, una enfermedad a menudo asociada con el desarrollo y la urbanización
desordenada, aumentaron sustancialmente en la mayoría de los países tropicales
y subtropicales, pasando de 24,500 muertes a nivel mundial en 2007 a 40,500 en
2017”.
Nuestra contribución a la carga global de
la enfermedad, es visible en nuestros indicadores de salud. En ese contexto,
los invito a darle una mirada objetiva y crítica a mi artículo “Avances en el logro del ODS sobre salud: una mirada sin
triunfalismos”, en el cual comparto una actualización del
estado de nuestros indicadores de las principales Metas para el logro del ODS
sobre salud. No olvidemos que las Metas propuestas deben estar cumplidas para
el 2030 y que muchas de ellas requieren que redoblemos el esfuerzo para
alcanzar aquellas de los ODM que nos quedaron pendientes.
Mención especial requiere la necesidad de
redoblar nuestro esfuerzo para reducir en un tercio la mortalidad prematura por
enfermedades no transmisibles mediante la prevención y el tratamiento y
promover la salud mental y el bienestar, como lo establece la Meta 3.4, pues
como nos informa la Contraloría General de la República de Panamá,
cada año fallece en el territorio alrededor de 9,000 personas por enfermedades circulatorias,
tumores y diabetes mellitus y en cada caso la tendencia es al aumento.
Estas
tres enfermedades crónicas no transmisibles están relacionadas en forma directa
con estilos de vida asociados a factores de riesgo para la salud y la vida, y con la
insuficiente capacidad de nuestro sistema público de salud para la promoción de
la salud, prevención y tratamiento oportuno y apropiado.
No
menos importante para nosotros es subrayar la incapacidad demostrada (sociedad
y gobierno) de reducir el número de muertes y lesiones causadas por accidentes de tránsito (Meta 3.6). No hacemos lo suficiente, falta personal para
hacer cumplir las leyes y reglamentos, muchos conductores son irresponsables y
temerarios y nuestros ciudadanos siguen falleciendo en accidentes de tránsito,
como lo demuestran la información que nos proporciona el Instituto Nacional de Estadística y Censo hasta el 2016.
“Cada año más de 400 personas fallecen en accidentes de tránsito, casi 13,000
resultan heridas en cerca de 14,000 accidentes”.
“La desagregación de los datos en función
del sexo en el informe sobre la carga global de la enfermedad 2017 muestra que
mientras que las muertes entre hombres adultos están estancadas en muchas
partes del mundo y, en algunas áreas, la mortalidad ha aumentado, las mujeres
viven más, pero con más años de mala salud. Curiosamente, las mayores
diferencias sexuales en los resultados (trastornos por uso de sustancias,
lesiones por el transporte, autolesiones y violencia interpersonal) son
impulsadas socialmente, lo que sugiere que se necesita más atención y acción”.
“De manera crucial, el informe sobre la
carga global de la enfermedad 2017 estima que ningún país está en camino de cumplir con todos los ODS
relacionados con la salud para 2030. Los indicadores de mortalidad de
menores de cinco años, mortalidad neonatal, mortalidad materna y malaria
tuvieron la mayor cantidad de países con al menos un 95% de probabilidad de
éxito. Sin embargo, para muchos otros objetivos, incluidos los objetivos de
reducción de la desnutrición y la violencia infantil, ningún país en el mundo
ha alcanzado el ritmo de cambio que se requiere para alcanzar estos objetivos”.
Carga
global de la enfermedad y cobertura universal de salud
A pesar de los recursos financieros
públicos disponibles, la cobertura universal de salud es un privilegio reservado
para aquellos que pueden pagar por la atención en una clínica u hospital
privado, por lo que el
gasto privado en salud es muy elevado y representa el 25% o más del
gasto total en salud. Es decir, que muchas personas deben acudir al
sector privado a buscar soluciones (que debería brindar el sector público) para
sus problemas de salud. Y muchas de estas personas no tienen los recursos
económicos para ello, lo cual contribuye al empobrecimiento de nuestra gente. Y
aun esos pocos, tienen que esperar, en ocasiones semanas, para que los atienda
el médico, pues es tal el colapso del sistema público, que el sector privado ha
llegado a saturarse, y no son raras las ocasiones en las que no hay cupo en la
consulta, o no hay cama disponible, o el salón de operaciones está ocupado y
las cirugías se retrasan. Es evidente la relación entre esta realidad y la
carga nacional de enfermedad.
“Por primera vez en la historia del
informe sobre la carga global de la enfermedad, se incluyeron estimaciones de
la densidad de trabajadores de la salud. Estas muestran que la escasez global y
la distribución desigual de los trabajadores de salud requieren atención
urgente para no socavar el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS). Los autores estiman que solo la mitad de todos los países tenían el personal de atención de la
salud requerido para brindar atención médica de calidad (se estima en 30
médicos, 100 enfermeras o matronas y cinco farmacéuticos por cada 10,000
personas). Si bien muchos países europeos tienen una fuerza laboral de
salud con muchos recursos, se estimó que los países con mayor déficit, están en
África subsahariana, el sureste de Asia, el sur de Asia y algunos países de
Oceanía”.
Sobre
los recursos humanos para la salud en Panamá, la
información disponible demuestra que son insuficientes para disminuir la carga
nacional de la enfermedad,
y que la distribución de los recursos humanos por habitante favorece a las
principales provincias y sus capitales, en perjuicio de nuestras provincias más
pobres y comarcas; lo cual dificulta claramente (o hace imposible) alcanzar la
cobertura universal de salud y el desarrollo sostenible para todos en todo el
territorio nacional.
Aunque esto no tiene por qué ser así, no será
esta administración la que enfrente y
resuelva los desafíos para alcanzar la cobertura universal de salud
en Panamá, pues han tenido cuatro años para aprovechar ideas, propuestas,
planes y recursos, y no han sido capaces de hacerlo. De hecho, en no pocas
ocasiones, han sido parte del problema, favoreciendo la ineficiente
fragmentación operativa del sistema público, y creando el espacio propicio para
la privatización de los servicios de salud que debe proporcionar de forma
expedita y eficiente el sistema público de salud.
“Al final, el informe sobre la carga
global de la enfermedad 2017 es inquietante. No solo las cifras globales
amalgamadas muestran una desaceleración preocupante en el progreso, sino que
los datos más detallados descubren exactamente qué tan irregular ha sido el
progreso. El informe es un recordatorio de que, sin vigilancia y esfuerzo
constante, el progreso puede revertirse fácilmente. Pero el informe GBD también
es un estímulo para pensar de manera diferente en este momento de crisis. Al
caracterizar las inequidades en el acceso a los servicios de salud, y la
distribución geográfica de las enfermedades, el estudio ofrece una oportunidad
para considerar un enfoque para el desarrollo de la cobertura universal de salud,
que tome en cuenta esas desigualdades y la distribución de la enfermedad”.
Subraya que, “el informe sobre la carga global de la enfermedad 2017, debería
ser un fuerte llamado de atención a los gobiernos nacionales y las agencias
internacionales no solo para redoblar sus esfuerzos para mantener los logros
alcanzados, sino también para adoptar un nuevo abordaje para las crecientes
amenazas”.