Por: Guillermo Castro H.
“Algo en América manda que despierte, y no duerma,
el alma del país.
Hay que andar con el mundo y que temer al mundo.
Negársele, es provocarlo.”
José Martí, 1889[1]
El Foro Económico Mundial ha emitido, como cada año, su Informe de Riesgos Globales, elaborado a partir de una Encuesta de Percepción aplicada a gerentes y expertos vinculados a grandes corporaciones transnacionales.[2] A partir de las transformaciones en curso en el sistema mundial, el Informe agrega a su valor informativo usual el de la oportunidad que ofrece al lector para apreciar las limitaciones de las limitaciones de la geocultura de ese sistema en el planteamiento de sus propios problemas. Y esto tiene el mayor interés, porque de ese planteamiento depende en una importante medida el de las soluciones que esos problemas demanda.
En este caso, por ejemplo, podría decirse que las partes conspiran contra el
todo. El Informe, en efecto, presenta una serie de problemas viejos y no tanto,
cuyo deterioro da lugar a una diversidad de crisis, y cuya interacción puede
conducir incluso a lo que llama una “policrisis”. Con esto, elude los
beneficios al entendimiento de la situación que podrían resultar del enfoque
inverso.
El
contenido del Informe, en efecto, indica que la policrisis no es un riesgo
eventual, sino el problema a partir del cual cabe plantear y analizar sus
expresiones en un sistema que va perdiendo desde hace años la capacidad de
manejar las contradicciones que animan su propio desarrollo. Así, desde esa
lectura inversa adquiere un sentido nuevo el planteamiento inicial de que los
riesgos que hoy amenazan la sostenibilidad del sistema mundial son a un tiempo
“nuevos y extrañamente familiares.”
Los
familiares, dice el Informe, incluyen inflación, crisis del costo de vida,
guerras comerciales, salidas de capital de los mercados emergentes, malestar
social generalizado, confrontación geopolítica y el espectro de la guerra
nuclear. Lo nuevo consiste en que ahora esos riesgos “están siendo amplificados
por desarrollos comparativamente nuevos en el panorama de riesgos globales”,
como niveles insostenibles de deuda, bajo crecimiento, baja inversión global y
desglobalización, disminución en el desarrollo humano, desarrollo rápido y sin restricciones
de tecnologías de doble uso (civil y militar), “y la creciente presión de
los impactos y ambiciones del cambio climático”.
Todo esto
anuncia “una década venidera única, incierta y turbulenta”, caracterizada por
“crisis ambientales y sociales, impulsadas por tendencias geopolíticas y
económicas subyacentes.” En el curso de esta década, convergen riesgos que
van desde la "confrontación geoeconómica" y la
"erosión de la cohesión social y polarización social" , junto
con el “delito cibernético generalizado e inseguridad
cibernética” y la “migración involuntaria a gran escala”. Todo ello incrementará los riesgos de “estancamiento,
divergencia y angustia” en las relaciones entre países ricos y pobres, y
generará “el primer retroceso en el desarrollo humano en décadas”, mientras la fragmentación geopolítica “impulsará la guerra
geoeconómica y aumentará el riesgo de conflictos multidominio.” Así,
El uso intensivo de armas geoeconómicas resaltará
las vulnerabilidades de seguridad planteadas por la interdependencia comercial,
financiera y tecnológica entre las economías globalmente integradas,
arriesgándose a un ciclo creciente de desconfianza y desvinculación. A
medida que la geopolítica triunfa sobre la economía, es más probable que se
produzca un aumento a largo plazo de la producción ineficiente y el aumento de
los precios. Los puntos críticos geográficos que son críticos para
el funcionamiento efectivo del sistema financiero y económico global, en
particular en Asia-Pacífico, también plantean una preocupación creciente.
Visto
así, el panorama de riesgos globales a más largo plazo podría definirse por
“conflictos multidominio y guerra asimétrica”, con el despliegue selectivo de
armamento de nueva tecnología en una escala potencialmente más destructiva que
la vista en las últimas décadas. Por
su parte, el desarrollo tecnológico “exacerbará” tanto las desigualdades como
los riesgos de la ciberseguridad. Con ello,
el sector de la tecnología estará entre los objetivos centrales de
políticas industriales más fuertes y una mayor intervención
estatal. Estimulado por la ayuda estatal y el gasto militar, así como por
la inversión privada, la investigación y el desarrollo de tecnologías
emergentes continuarán a buen ritmo durante la próxima década, produciendo
avances en Inteligencia Artificial, computación cuántica y biotecnología, entre
otras tecnologías.
Así, para los países que
“pueden permitírselo”, estas tecnologías proporcionarán soluciones parciales a
una variedad de “crisis emergentes”, mientras que para aquellos “que no
puedan”, la desigualdad y la divergencia crecerán.
Con todo,
el rápido desarrollo y despliegue de nuevas tecnologías plantea su propio
conjunto de riesgos. Así, el creciente entrelazamiento de tecnologías con
el funcionamiento crítico de las sociedades “está exponiendo a las poblaciones
a amenazas internas directas, incluidas aquellas que buscan destruir el funcionamiento
social.” Y es que, en efecto,
Junto con un aumento en el delito cibernético, los
intentos de interrumpir los recursos y servicios críticos habilitados por
tecnología serán más comunes, y se anticipan ataques contra la agricultura y el
agua, los sistemas financieros, la seguridad pública, el transporte, la energía
y la infraestructura de comunicación doméstica, espacial y submarina. Los
riesgos tecnológicos no se limitan únicamente a los actores
deshonestos. El análisis sofisticado de conjuntos de datos más grandes
permitirá el uso indebido de información personal a través de mecanismos
legales legítimos.
Por otra parte, se dice, los esfuerzos de “mitigación climática y
adaptación climática” están configurados para una compensación arriesgada,
mientras que “la naturaleza colapsa”. Aquí, la ausencia “de un progreso profundo y concertado en los objetivos de
acción climática” deja en revela “la divergencia entre lo que es
científicamente necesario para lograr el cero neto y lo que es políticamente
factible”.
Así, las
prioridades otorgadas en la asignación de recursos para atender “otras crisis”
conspira contra “la velocidad y la escala de los esfuerzos de mitigación” y
contribuyen a “un progreso insuficiente hacia el apoyo de adaptación requerido
para aquellas comunidades y países cada vez más afectados por los impactos del
cambio climático.” Con ello,
la carga sobre los ecosistemas naturales aumentará
debido a su papel aún infravalorado en la economía global y la salud planetaria
en general. La pérdida de la naturaleza y el cambio climático están
intrínsecamente interrelacionados: una falla en una esfera repercutirá en la
otra. Sin un cambio de política o una inversión significativos, la
interacción entre los impactos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad,
la seguridad alimentaria y el consumo de recursos naturales acelerará el
colapso de los ecosistemas, amenazará el suministro de alimentos y los medios
de subsistencia en las economías vulnerables al clima, amplificará los impactos
de los desastres naturales y limitará el progreso futuro. sobre mitigación
climática.
De este
modo, se está llegando – es un decir – a una situación en la cual se ve
exacerbada “la vulnerabilidad social,”
mientras que la disminución de las inversiones en desarrollo humano “erosiona
la resiliencia futura”. Con ello, la “creciente frustración” ciudadana
debida a “las pérdidas en el desarrollo humano y la disminución de la movilidad
social, junto con una brecha cada vez mayor en los valores y la igualdad,”
plantean “un desafío existencial” a los sistemas políticos que han predominado
en el sistema mundial de mediados del siglo XX en adelante.
En este panorama, añade el Informe, emerge “el riesgo de policrisis”, generado por la potencial interacción
entre problemas de un orden muy diverso cuyo impacto general supere con creces
“la suma de cada parte.” Así, por ejemplo, dice, “la erosión de la
cooperación geopolítica” tendrá efectos dominó en toda la gama de riesgos
globales a mediano plazo.
Como es
usual, el Informe aporta una nota optimista al señalar que “todavía hay una
ventana para dar forma a un futuro más seguro a través de una preparación más
eficaz.” Desde esa ventana se percibe que
Abordar la erosión de la confianza en los procesos
multilaterales mejorará nuestra capacidad colectiva para prevenir y responder a
las crisis transfronterizas emergentes y fortalecer las barreras que tenemos
para abordar los riesgos bien establecidos. Además, aprovechar la
interconectividad entre los riesgos globales puede ampliar el impacto de las
actividades de mitigación de riesgos: reforzar la resiliencia en un área puede
tener un efecto multiplicador en la preparación general para otros riesgos
relacionados. Este es el momento de actuar colectivamente, con decisión y
con una perspectiva a largo plazo para dar forma a un camino hacia un mundo más
positivo, inclusivo y estable.
Que eso
sea posible en el marco del proceso de desintegración del sistema internacional
creado tras la Gran Guerra de 1914-1945 ya es harina de otro costal, y tendría
que ser objeto de una discusión separada. La policrisis, en todo caso, ya está
aquí.
Alto Boquete, Panamá, 13 de enero de 2023
[1] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México
[27 de septiembre de 1889]. Obras Completas. Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana, 1975. VII, 349.
[2] Foro Económico Mundial. Informe
de Riesgos Globales 2023. Principales hallazgos
https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2023/digest