Luis Miguel Modino
www.religiondigital.org
/ 250919
Si hay una
congregación que tiene un rostro amazónico esas son las lauritas,
nacidas en la selva, y que, a lo largo de sus 105 años de existencia, han
respondido al deseo de su fundadora, Laura Montoya, “de acompañar,
de estar junto a los pueblos indígenas”, como afirma la
hermana Inés Zambrano, actualmente su superiora
general, y que ha sido nombrada por el Papa Francisco auditora
del Sínodo para la Amazonía.
Este Sínodo haría feliz a la fundadora,
“Laura sería la primera en hacer sentir el grito de los pueblos amazónicos”,
según la superiora general, que dice que “de alguna manera este Sínodo va a
reafirmar nuestro compromiso como congregación”, siempre presentes en aquellos
lugares de la Amazonía “donde no hay ninguna presencia de Iglesia”.
A partir de su experiencia, al hablar de
la Eucaristía, uno de los elementos que debe estar presente en la asamblea
sinodal, la religiosa afirma que “si queremos la presencia eucarística, si
queremos la presencia viva de Jesús entre los pueblos, eso tiene que primar”,
pues según ella “se defiende estructuras, pero no se defiende la esencia misma
de la vida cristiana”. De hecho, en las comunidades ellas hacen de todo, y la
gente les pide “las misas de las lauritas”, porque como señala la superiora
general, “ustedes nos hacen entender el Evangelio, ustedes se quedan con
nosotros, ustedes conocen nuestra realidad, ustedes nos escuchan, ustedes
celebran desde nuestra vida, desde nuestros ritos, ustedes nos conocen, su
celebración es parte de la vida nuestra”.
Sin duda, una voz autorizada, fruto de una
vida personal y de una congregación que no ha tenido miedo de ensuciarse en los
lodazales de la selva para ir al encuentro de los más distantes, entre quienes
dice haber aprendido muchísimo.
¿Quiénes
son las Misioneras Lauritas?
Las
Misioneras Lauritas somos una congregación fundada hace 105 años por Laura
Montoya en las selvas antioqueñas. Una congregación que nació siempre en el
sueño de Laura Montoya de acompañar, de
estar junto a los pueblos indígenas. Esta congregación que siempre se ha
definido por esa presencia cercana hacia ellos. Desde el inicio de la
congregación, en plena selva, que es donde nació.
¿Qué
diría hoy Laura Montoya ante la celebración del Sínodo para la Amazonía?
Estaría
feliz, porque ella precisamente, antes de iniciar la congregación, sufría
muchísimo por la realidad de los pueblos indígenas. Y precisamente, ella quería
hablar con el Papa, yo estoy hablando de 1912. Ella quería hablar con el Santo
Padre para decirle que los indígenas están sufriendo mucho en la Amazonía,
están sufriendo mucho por las caucheras, por toda esa gente, y le pide a la
Virgen, dice Virgen, yo tengo unos ahorros, un dinero para hacer un viaje a
Roma para decirle al Santo Padre que escuche el gemido de los pueblos
indígenas.
Y
después, cómo que siente, y le dice, Virgen, por qué no me haces un mandado, no
voy a Roma, dile al Santo Padre que escuche el gemido de los pobres. Y al poco
tiempo, envió la encíclica Lacrimabili, en donde Pío X habla sobre la realidad
de los pueblos indígenas. Entonces, ella era feliz porque hubo una respuesta de
la Iglesia hacia la realidad de los pueblos indígenas. Está repitiéndose esa
misma historia, en este momento. Por eso, Laura sería la primera en hacer
sentir el grito de los pueblos amazónicos. Ella le dolía, como ella dice, como
verdaderos hijos, toda esa realidad.
Lo
de Lacrimabili se está reviviendo nuevamente ahora, porque el Sínodo es una
manifestación como Iglesia, de decir, bueno, el pueblo indígena, el pueblo
amazónico está viviendo esta realidad. Entonces, qué hacer como Iglesia. Es el
tiempo de Laura para nosotros también en este momento.
Laura no va a
estar personalmente en el Sínodo, pero usted que podríamos decir que es una de
las sucesoras de Laura, va a estar ¿Qué es lo que va a expresar en los trabajos
del Sínodo, representando a todas las lauritas, a todas las religiosas que
trabajan con los pueblos indígenas?
Primero
dar gracias a Dios, para mí el participar allá es dar gracias a Dios, porque de
alguna manera este Sínodo va a reafirmar nuestro compromiso como congregación.
Hace dos años hicimos el capítulo general, y en éste, optamos como congregación, por defender la vida amenazada de los
indígenas. O sea, tenemos una conclusión, en donde nos permite a la
congregación, estar junto a este dolor del pueblo, tanto del pueblo indígena,
que está en vías de extinción, que está amenazado en su identidad, que quieren
desaparecer su espiritualidad, y también por la defensa de la Madre Tierra.
Entonces,
es ir a decir, esto es lo que como congregación hemos hecho y qué bueno que
ahora como Iglesia reafirmen este compromiso. Para nosotros, como lauritas, es
una bendición de Dios este Sínodo porque es reafirmar este sueño de Laura
Montoya y este compromiso que como congregación en este momento tenemos.
Las lauritas
están principalmente en la Amazonía, en las selvas amazónicas, y muchas veces
en lugares donde muchas congregaciones o la Iglesia no llegan. ¿Qué significa
estar en esos lugares tan alejados con los pueblos que muchas veces no tienen
un contacto más directo con la Iglesia?
Para
nosotras, como dije en su momento, es una bendición de Dios, el poder ser
fieles a ese carisma que Dios regaló a Laura Montoya, viviendo durante estos
105 años, siempre permaneciendo en esos lugares donde nadie va. Ese era el
sueño de Laura, ir donde no hay ninguna presencia de Iglesia, nosotros estamos
ahí haciendo esa presencia, es compartir sus sueños, es compartir su
dolor, es compartir el sufrimiento, pero también es compartir su vida. Nos
hemos enriquecido muchísimo con la espiritualidad de los de estos pueblos,
mutuamente nos hemos enriquecido. Ellos desde su espiritualidad y nosotros
compartiendo la nuestra.
En
algunos momentos sí que ha sido un poco difícil, hemos sentir ese vacío, por
ejemplo, la ausencia de sacerdotes; en muchos lugares dos veces al año van los
sacerdotes, todo el tiempo estamos solas por allá, pero sintiendo la compañía y
la presencia de todo el pueblo que nos acoge con cariño y nosotras también
haciendo todo lo que podemos desde la nuestra.
Desde
esa experiencia de falta de sacerdotes, ustedes como religiosas, ¿cuáles
deberían ser los nuevos caminos que la Iglesia debería ofrecer para la Amazonía
en ese sentido?
Yo
esos días me estaba cuestionando. Yo digo, qué es lo que se defiende o qué es
lo que se ataca, no sabría decir la palabra. Si queremos la presencia
eucarística, si queremos la presencia viva de Jesús entre los pueblos, eso
tiene que primar. Los medios que tenemos que buscar. Están hablando que el
celibato sí o el celibato no, es Jesús presente en esos pueblos, la presencia
eucarística, los sacramentos allá. Decir, bueno, qué medios vamos a proponer,
qué medios vamos a asumir. O sea, qué es lo que necesitamos o queremos nosotros
como Iglesia hacer presente allá.
Entonces,
hasta ahorita, la experiencia que tenemos es de haber trabajado junto con los
diáconos indígenas, sobre todo. Con ellos hacemos equipo de trabajo. Se está
hablando de los sacerdotes casados, pero tienen que ser también sacerdotes con
espíritu firme, fuerte, de mucha experiencia. A mí me gusta cuando hablan de
los sabios, de los mayores, porque es gente que ya ha experimentado, no es
gente que va a probar a ver si puede o no. Pensando en los sacerdotes tiene que
ser gente de mucha trayectoria, de mucho compromiso, de mucha profundidad y de
una claridad vocacional muy grande.
Inclusive,
imaginándonos, ¿por qué no hacer realidad que, en una comunidad donde solamente
están las lauritas, y donde los sacerdotes van una o dos veces por año, por qué
no soñar con que un día, también hasta para que las propias religiosas puedan
celebrar la Eucaristía, que una religiosa pueda presidir la Eucaristía?
Nosotras
hemos soñado mucho con eso. No sabemos todavía los procesos que se van a dar.
Lo que nosotras no hacemos es consagrar, pero nos toca todo, nos toca todo,
inclusive la gente cuántas veces nos ha dicho, hermanas queremos la misa de las
lauritas, queremos una misa de ustedes, porque ustedes nos hacen entender el
Evangelio, ustedes se quedan con nosotros, ustedes conocen nuestra realidad,
ustedes nos escuchan, ustedes celebran desde nuestra vida, desde nuestros
ritos, ustedes nos conocen, su celebración es parte de la vida nuestra.
Así
vivimos todo el tiempo, cuántas veces nos dicen, queremos confesarnos, pues
vamos a escucharlos, y sabemos que en ese momento el sacerdote no está.
Esperemos que Dios les perdone y hacemos una celebración penitencial comunitaria,
nosotras no tenemos esa potestad. Pero a nosotras nos ha tocado bautizar, nos
han tocado los matrimonios, es que en ausencia del sacerdote nos toca de todo,
por los lugares donde estamos.
¿Y cómo ayudar a entender a quien vive
fuera de la Amazonía y nunca vino a la Amazonía, y no conoce la realidad, que
eso es necesario en la Amazonía?
Por
eso digo, si tuviéramos claro el sentido eucarístico, la presencia viva de Dios
en esos pueblos, se superarían esquemas que se tienen. Como que se defiende estructuras,
pero no se defiende la esencia misma de la vida cristiana. Otra cosa que me
gustó mucho del nuevo cardenal (Padre Michael Czerny), él decía yo vine así,
ahora me voy asá, o sea, cómo la gente que está fuera difícilmente va a
entender. Desde fuera se mira con recelo, desde fuera se juzga.
Yo
misma, hace muchos años, en algunos momentos no lograba entender los ritos de
los indígenas, hasta que no me metí en el rito, y sentí, y viví en carne propia
esa presencia viva de Dios en esos ritos. Uno, cuando no se mete, critica
mucho, lo sataniza demasiado, pero porque no se ha metido dentro de ese pueblo.
Hay una espiritualidad profunda, muy profunda, hay una vida de Dios en esos
pueblos, pero también tiene su estilo.
Conocer
la realidad, meterse en la vida de los pueblos indígenas. El Papa Francisco en
Puerto Maldonado pedía a los indígenas que enseñasen a los misioneros a ser
misioneros en la Amazonía. ¿Qué es lo que usted ha aprendido con los pueblos
amazónicos?
Muchísimas
cosas, por ejemplo, la alegría, el pueblo amazónico es muy alegre. Donde yo
compartí, en la Amazonía ecuatoriana, es muy alegre, es muy festivo, es muy
comunitario, es muy comunicativo. Ese sentido comunitario es muy grande, todo
eso se ha fortalecido. Una vida de Dios muy grande, muy fuerte, para ellos en
todo momento están en esa relación con Dios. Si se van a la cacería, una
comunicación con Dios, si se van a pescar, si se van a trabajar. Es todo el
tiempo, eso he aprendido muchísimo.
Después,
la capacidad de consejo, en sus celebraciones ellos tienen muy fuerte lo del
consejo, el consejo de los mayores. Yo muchas veces he pedido, me he
arrodillado delante de ellos a pedir que me aconsejen, a decir, bueno cómo
puedo hacer tal cosa. Porque desde sabiduría ellos saben cómo orientar.
Usted habla de esa relación con la Madre Tierra, con
la casa común. El Sínodo para la Amazonía propone nuevos caminos para una
ecología integral, ¿qué pueden enseñar los pueblos amazónicos a la Iglesia
sobre todo la Iglesia occidental, y a la Iglesia de la Amazonía, muchas veces
con misioneros llegados de fuera, en este campo de la ecología?
Es
que para el indígena no hay división, es integral, su relación con Dios, su
relación con la naturaleza, su relación con los demás, o sea, su vida es integral.
Nosotros, en cambio, los occidentales, separamos todo. En cambio, ellos no, y
eso debemos aprender nosotros, a no hacer dicotomía, entre lo espiritual, lo
material, para ellos es todo una sola.
¿Qué es lo que usted piensa que el Sínodo para la Amazonía
puede aportar a la vida religiosa que trabaja en la región, especialmente a las
lauritas?
A mí me encanta cuando se habla de una
Iglesia con rostro amazónico, y yo le añadiría una Iglesia con corazón amazónico. A nosotras las lauritas, como
dije al inicio, este Sínodo nos va a reafirmar en nuestro compromiso. Y Laura
Montoya fue muy clara, desde el principio los votos nuestros como religiosas
siempre estaban en función del pueblo, siempre. Ella decía, a ver, yo creo que
las lauritas, nosotras, hagamos el voto de pobreza, porque no podemos hacer
negocio con ellos. El voto de castidad, nos tenemos que abrir, quererlos,
amarlos, estar con ellos, nada de pensar en otras cosas. El voto de obediencia,
tenemos que estar juntos escuchando al pueblo, y en el pueblo escuchar la
voluntad de Dios. Este Sínodo, yo creo que a nosotras nos va a dar muchos
elementos, pero va a reafirmar todo este proceso que hemos tenido en estos 105
años.
Algo que yo veo
con esperanza de este Sínodo es que no solamente va a ser para la parte
amazónica. Yo he consultado con muchas hermanas nuestras que están en otros
países, que no son amazónicos, pero están con indígenas y están en selva.
Entonces, yo hice un estudio con las hermanas sobre todas las conclusiones, las
propuestas del Sínodo. Y ellas se sienten identificadas. Por eso, a mí me gusta
lo del Sínodo porque va a tener una dimensión universal, va a ser abierto,
desde el Sínodo, como dicen, pero para el mundo. Y para nosotras, como lauritas,
desde el Sínodo, también para los otros países donde como congregación estamos,
porque estamos en México, estamos en Guatemala, estamos en Panamá, estamos en
Costa Rica. No son países amazónicos, pero son indígenas y en las mismas
condiciones que los pueblos amazónicos.