Óscar Elizalde Prada
www.amerindiaenlared.org
/ 061217
Entre
el 27 y el 30 de noviembre, aproximadamente 40 líderes de la Panamazonía
participaron en el encuentro ‘Iglesia con rostro amazónico y rostro indígena’,
convocado y coordinado por la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) en Quito, con
el propósito de reflexionar y discernir –desde la perspectiva de la REPAM– en
torno a la preparación del Sínodo para la Panamazonía convocado por el papa Francisco para
octubre de 2019.
En
la reunión estuvieron presentes algunos obispos, líderes indígenas, teólogos
asesores, y agentes de pastoral que hacen parte de la articulación de la REPAM
–algunos de los cuales también habían participado en el Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Ecología
Integral que se desarrolló
previamente–.
“Para
este Sínodo el Papa pide ‘propuestas con coraje’, y sobre esas propuestas hemos
reflexionado en el encuentro convocado por la REPAM”, comenta el teólogo Paulo
Suess, experto en misionología, de amplia trayectoria en el Consejo
Indigenistas Misionero (CIMI) de Brasil.
Vida
Nueva dialogó con el teólogo brasileño sobre los desafíos pastorales y las
implicaciones del Sínodo para la Panamazonía, particularmente para una Iglesia llamada
a asumir su rostro amazónico e indígena.
No
se puede anunciar un Evangelio ‘mutilado’
PREGUNTA.-
¿Qué podría ofrecer el Sínodo para incentivar la misión evangelizadora de la
Iglesia en medio de los pueblos de la Panamazonía?
RESPUESTA.- Tal vez sería bueno recordar
las Conclusiones de Puebla, en 1979, cuando se afirmó una antigua doctrina de
la Iglesia: “Cuando (los cristianos) anuncian un Evangelio sin conexiones
económicas, sociales, culturales y políticas”, se trata de una “mutilación” y
de una “confabulación –no obstante que inconsciente– con el orden establecido”
(DP 558). El anuncio de un Evangelio no ‘mutilado’ o, dicho positivamente, de
un Evangelio que realmente es buena noticia de solidaridad divina y humana,
exige una nueva proximidad a los pueblos, no solamente una adaptación ritual o
doctrinal. La proximidad de la
encarnación es una proximidad a la vida integral del otro, desde el nacimiento
hasta la muerte. Fraternidad significa proximidad en las luchas por la vida.
P.-
¿Cómo se da, actualmente, la participación de los pueblos indígenas en los
procesos de evangelización en la Panamazonía?
R.- Hay diferentes grados de aproximación
entre los pueblos indígenas y la Iglesia católica. Por las distancias y por
opción, no todos estos pueblos pertenecen a una Iglesia. Viven su religión
ancestral que los mantiene unidos y preparados para vivir en su territorio. Con
el llamado ‘proceso civilizatorio’, una religión regional no encaja en un mundo
globalizado que amenaza todos los espacios regionales. En esta situación, los
pueblos indígenas pueden ‘mundializar’ su propia religión o asumen una religión
que les permita permanecer indígenas y ciudadanos del mundo. Es un proceso
difícil de autoafirmación y participación en las nuevas circunstancias
históricas. Los pueblos indígenas pertenecientes a la Iglesia por el bautismo
están lejos de una plena participación en los procesos de evangelización,
debido a una “reserva ministerial”. Esa reserva o restricción ministerial es
mantenida a través de patrones culturales, en la formación, impuestos
universalmente a las iglesias particulares. Para el acceso a los ministerios de
liderazgo eclesial más decisivos, como el de los presbíteros u obispos, la
Iglesia exige, además del celibato, formación académica, culturalmente
inadecuada y económicamente inaccesible a los pueblos indígenas.
En esta crisis de la selva amazónica,
pulmón de capital importancia para nuestro planeta, ¿cómo pueden los pueblos
indígenas ser los guardianes de esta selva para la sana respiración del mundo
entero, siendo excluidos del liderazgo religioso decisivo de su Iglesia? ¿Cómo
pueden vivir políticamente autodeterminados y eclesialmente tutelados?
En sus comunidades de bautizados sin
Eucaristía, se encuentran líderes de la Palabra, responsables de algunos ritos
y, sobre todo, de los cultos dominicales que sustituyen la Misa, catequistas
que preparan la visita esporádica de un sacerdote, y, a veces, diáconos que
pueden administrar el bautismo y, en algunos casos, con el permiso del
respectivo obispo, asistir a los matrimonios.
Con todo, el conjunto de la Iglesia no
tiene un rostro amazónico, ni sus sacerdotes, ni sus misioneros, ni sus
doctrinas, ni, cuando ocasionalmente acontecen, sus celebraciones eucarísticas.
El pequeño núcleo autóctono de la Iglesia
amazónica, de líderes eclesialmente secundarios, y el pueblo de los bautizados
tienen la tarea de sacudir la conciencia eclesial que debe repensar su herencia
colonial hasta hoy. Para los pueblos indígenas, el problema de una Iglesia
alienígena (blanca), no es el color blanco de sus representantes, sino la
incapacidad de ellos de hablar su lengua, conocer su pasado, comer su comida y
comprender su pensamiento.
Ante
la escasez de vocaciones sacerdotales y misioneras
P.-
Desde el punto de vista pastoral, ¿qué se necesita para garantizar la misión
evangelizadora y profética de la Iglesia en la Panamazonía ante la escasez de
vocaciones sacerdotales y misioneras?
R.- Para transformar la parroquia
administrada por “una pastoral de mera conservación hacia una pastoral
decididamente misionera” (DA 370), configurada por una “comunidad de
comunidades”, la 52ª Asamblea General de los Obispos de Brasil, en el Documento
100 de 2014, escogió, siguiendo el Documento de Aparecida (2007), la palabra
clave de la “conversión pastoral” (DA 366; 368).
Si nosotros nos preguntamos qué es
necesario para garantizar la misión evangelizadora de la Iglesia en la
Amazonía, entonces es la conversión que exige abandonar la ‘pastoral de mera
conservación’ y ser “osados y creativos en esta tarea de repensar los
objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las
respectivas comunidades” (EG 33).
Después de la conversión es preciso una
nueva articulación entre evangelización e inculturación. Evangelización e
inculturación no son dos disciplinas o actividades pastorales distintas, una
teológica y otra antropológica. Desde la encarnación del Verbo, también la
Buena Nueva está encarnada en las culturas humanas, y sin la encarnación del
Verbo no habría Buena Nueva, ni evangelización, ni iglesia autóctona. Habría
evangelización e iglesias coloniales.
Según la Lumen Gentium (n. 8), en el
paradigma de la inculturación, se trata de la convergencia entre “el elemento
divino y el humano”, por lo tanto, de “una no mediocre analogía”. Anunciar un
Evangelio no inculturado significaría anunciar la salvación sin encarnación. Con
el Vaticano II y con Aparecida, la Iglesia panamazónica finalmente tendrá la
oportunidad de ser asumida por la Iglesia universal como “casa de los pobres”
(DA 8; 524) en busca de “nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las
culturas” (DA 369).
El tercer paso, que se espera del Sínodo,
será la transformación de las estructuras que deben tener en cuenta las grandes
distancias de la Amazonía y de las comunidades insertas en ella, la gran
diversidad de una región donde se habla, entre 30 millones de personas, más de
240 lenguas diferentes y el 70% de las comunidades no tienen eucaristía
dominical.
Aparecida habla de la carencia
eucarística, pero aún no tenía el coraje de hacer propuestas concretas (DA
100e). También en su Carta del I Encuentro de la Iglesia Católica en la
Amazonía Legal, del 2 de noviembre de 2013, los obispos de la región lamentan: “Nos
causa un profundo dolor ver millares de nuestras comunidades excluidas de la
Eucaristía dominical. La mayoría de ellas solo tiene la gracia de celebrar el
Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor una, dos o tres veces al
año”.
¿Por qué hay esta carencia eucarística en
la Amazonía? Porque no hay suficientes presbíteros para estar presentes en las
comunidades. Los criterios para escoger a los presbíteros no están adaptados
para la Amazonía. En vez de dejar a las comunidades sin Eucaristía, necesitamos
cambiar los criterios para los ministros autorizados para celebrar la
Eucaristía. Ahora es el momento de encaminar un ministerio presbiterial para la
Amazonía, o desde la Amazonía para el mundo.
En la Iglesia primitiva eran los ancianos
quienes celebraban la Eucaristía. Retomar esta antigua tradición, hoy reflejada
con la sigla de viri probati,
seguramente va a ser una propuesta del Sínodo. La Iglesia, que es el sacramento
de vida, asume colectivamente esa carencia y la sana colectivamente: un grupo
de viri probati celebra en conjunto
la Eucaristía. La Iglesia los convoca y le encarga hacer comunitariamente, lo
que ninguno de ellos puede hacer solo. El vínculo con la comunidad y para la
comunidad, al interior de una diócesis y parroquia, va a hacer de la Iglesia
local una “comunidad de comunidades” (DSD 58, DA 309).
Publicado en:
http://www.vidanuevadigital.com/2017/12/02/paulo-suess-conjunto-la-iglesia-no-rostro-amazonico/