José I. González
F.
www.religiondigital.com / 22.09.17
Le escribo desde
un desacuerdo con la actitud del Govern de la Generalitat, (que me parece
antidemocrática y poco ética), y desde una preocupación grande por todo el mal
trato que están sufriendo y soportando en estos momentos los catalanes no
independentistas. Creo importante decir esto de entrada para que sepa que es
desde aquí, y no desde un sentimiento nacionalista, desde donde me siento
obligado a decirle que es Usted el responsable último de todas estas tragedias.
No es buena norma de convivencia atender sólo a la falta de razón del otro,
para dispensarse de examinar la propia falta de razón.
Y a Usted creo que
le falta razón, por mil razones como éstas:
- Por su negativa
a abordar un problema político que realmente existe, procurando que se lo
resolvieran los jueces, dando al tribunal constitucional unas atribuciones
penales que superan su carácter de arbitraje y creando esa increíble y sucia
“policía patriótica”.
- También por esa
conocida máxima suya de que muchas veces “lo mejor es no actuar”, que ha
llevado a que lo que antaño pudo ser sólo un tumor incierto se haya convertido
hoy en un cáncer. Hace tiempo le escribí una carta (que no creo leyera)
diciéndole que el proverbio ese chino de “sentarse a la puerta hasta que veas
pasar el cadáver de tu enemigo”, no funciona siempre: a usted le ha funcionado
cuando su enemigo eran unas izquierdas tantas veces divididas por haber llegado
a confundir izquierdismo con egoísmo. Debo reconocerle que, a veces, admiré su
astucia en este punto. Pero no siempre vale ese proverbio; y puede llegar un
momento en que, en vez del cadáver, llega a tu puerta el tigre que lo ha
devorado…
- También por
haber tolerado que una ministra de su gobierno (de defensa para más inri)
dijera hace poco aquí en Barcelona que “la bravuconería separatista bajará los
brazos dentro de poco”, dejando clara la pretensión de resolver el problema
humillando a muchos catalanes e ignorando la fácil paráfrasis de una frase del
escritor Tertuliano que seguramente conocerá Ud (“la sangre de mártires es
semilla de nuevos cristianos”), y que ahora puede sonar así: la humillación de
catalanes es semilla de nuevos independentistas. ¿Cómo puede un político ser
tan ciego como para no entender esto?
- También porque,
aunque ahora diga Usted: “no me hagan llegar hasta donde no quiero llegar”, ha
sido Usted el primero que se embarcó en esa ruta que lleva a donde ahora no
quisiera llegar. Usted que, siendo el gobernante que más desigualdades ha
creado entre los españoles, apelaba precisamente a que “no puedo tolerar
desigualdades entre los españoles”, para no afrontar el problema catalán…
No quiero entrar
ahora en si las últimas actuaciones de la guardia civil y demás son criticables
o no. Pero sí quiero decirle que era obligación primariamente suya el que no
hubiera que llegar hasta ellas.
Comprendo que, por
todos esos y otros factores más, se encuentra Usted ahora en una difícil
situación de inferioridad: porque no sé yo qué pasará el 1 de octubre: si habrá
referéndum, o no, declaración de independencia o no; lo que creo percibir es
que, ahora, el interés de la Generalitat es que ese 1 de octubre haya más
policía, más represiones, más detenciones, más porrazos si es posible… Y que
todo eso sea visto en el mundo entero.
Con lo cual se
encuentra Usted en el peor de los dilemas: si no actúo, mal; si actúo, quizá
peor… Sé también que, aunque no hubiera nada el 1 de octubre, no por eso se
habrá resuelto nada: sólo se habrá agrandado un problema que es ya demasiado
grande. E intento comprender también que se encuentra Usted preso en la vieja
contradicción de su partido, que ha pretendido unir una derecha que quiere ser
civilizada, con una extrema derecha franquista y agresiva sin la cual no podría
Usted en modo alguno ganar ningunas elecciones. Me temo que esa unión un poco
contra natura se ha roto ahora y los escombros le caen encima a Usted.
Desde este deseo
de comprender, le pido perdón si he sido duro. No tengo nada contra Usted, e
intento vivir una espiritualidad centrada en aquella máxima: “todo hombre es mi
hermano”; y mi enemigo es también mi hermano; y los que me abofetearán por un
lado y por el otro, por haber escrito esto, son también mis hermanos y quiero
amarlos “para ser hijo del Padre de todos que está en los cielos y que hace
llover y salir el sol sobre catalanes y españoles y sobre independentistas y
constitucionalistas” (cf. Mt 5,44-45).
Desde el afán de
vivir así (y aun sintiéndome lejos de esa meta) es desde donde me atrevo a
decirle que haría Usted un gran favor al país si tuviera el coraje de presentar
su dimisión por haber dejado que las cosas llegaran a una situación a la que
nunca debieron llegar.
Quizá, puestos a
soñar, sería mejor que dialogara Usted con el señor Puigdemont para llegar a un
acuerdo más o menos como éste: se suprime el pseudoreferéndum del día 1 (digo
“pseudo” porque muchos de los que dicen que irán a votar, le niegan sin embargo
el carácter de referéndum, y lo califican sólo como una movilización).
Bien: llámesele
como se quiera, se desconvoca lo del día 1 de octubre y, a cambio, tanto Usted
como Puigdemont (representantes además de los dos partidos más corruptos de
España), dimiten y convocan unas elecciones, generales y autonómicas, en las
que ni Usted ni él se presentarán como candidatos. Sería un diálogo mucho más
auténtico que ese de “sólo voy a dialogar cuándo retira Usted el referéndum”; o
“sólo voy a dialogar la fecha y la pregunta del referéndum”…. Frases ambas
dignas de figurar en aquel viejo “Celtiberia show” del señor Carandell.
No soy tan ingenuo
como para esperar que esto ocurra. Pero sí creo que, si algo así sucediera,
sería un gran beneficio para todos los ciudadanos y un buen ejemplo para todo
el mundo.
Un saludo cordial
desde alguien que no quiere dejar de ser hermano suyo (ni de nadie), por más
que me sienta obligado a criticarle.