NOTA TÉCNICA A DIRIGENTES
EMPRESARIALES, SINDICALES Y PROFESIONALES DEL MUNDO DEL TRABAJO
Por: Miguel del Cid
Molina.
Las ferias de empleo han
sido en el pasado espacios de encuentro muy publicitados entre un grupo de
empresas que ofrecen un número limitado de vacantes y una avalancha de
desempleados que no encuentran oportunidades de empleo en una economía en
desaceleración desde 2012.
En las condiciones de
creciente desempleo y abultada informalidad que se esconde en el trabajo
independiente, 2 esta asimetría entre necesidades y oportunidades resulta
abismal; y estimaciones extraoficiales sugieren que las ferias de empleo apenas
dan respuesta a entre el 10% y 20% de las personas que allí participan
La gran publicidad de las
ferias de empleo levanta muchas expectativas entre los desempleados, que
incluyen a profesionales y técnicos de nivel universitario, cuyas
probabilidades de encontrar una vacante acorde a sus expectativas resulta
realmente baja, dependiendo de la naturaleza de las ferias y de las empresas
concurrentes.
De acuerdo a datos
extraoficiales, la gran mayoría de los asistentes a las ferias de empleo son
jóvenes de 18 a 29 años (7 de cada 10 participantes) y muchos de ellos se
movilizan desde municipios y provincias distantes, haciendo fila desde la
madrugada para entrar al sitio del encuentro a media mañana. A partir de allí
comienzan un recorrido entre stands de empresas para entregar sus hojas de vida
y sostener entrevistas en el caso de los más suertudos.
La gran expectativa e
ilusión de los participantes se convierte en desilusión y frustración para la
mayoría de ellos que no logran un puesto, lo cual se magnifica cuando estas
personas participan en varias ferias con idénticos resultados. El riesgo de
esos resultados adversos es que ello pueda generar una mayor desconfianza y
comportamientos de rechazo y hasta actos violentos en contra de instituciones
públicas, autoridades y programas de gran valor como el servicio de empleo que
administra el Departamento de Intermediación Laboral (DILA) del MITRADEL.
La experiencia fallida de
una reciente feria de empleo en San Miguelito que tuvo que suspenderse por una
alerta de seguridad, es el resultado principal de una frustración creciente por
la falta de oportunidades de empleo, particularmente entre los jóvenes, y por
el conocimiento que ya tienen los usuarios de que el nivel de respuesta de
estas ferias es bajo. Además, se sabe que quienes no logran una vacante el día
de la feria, no quedan en un registro para un seguimiento futuro.
En este sentido, si estas
ferias son un instrumento o componente del servicio de empleo, entonces se debe
cumplir con las funciones establecidas en el marco de la ley y de los convenios
internacionales de trabajo de la OIT (Convenio 88 sobre el servicio de empleo y
convenio 181 sobre las agencias privadas de colocación).
El artículo 21 del Código
de Trabajo establece que “el Estado tiene el deber de desarrollar una política
nacional de empleo, interviniendo en la colocación de toda persona que desee emplearse…”.
Y las funciones del servicio de empleo no es sólo facilitar el encuentro entre
desocupados y empresas que ofrecen vacantes. Sus responsabilidades incluyen
llevar un registro de los usuarios del servicio, con sus características
ocupacionales, brindar orientación laboral, dar seguimiento al personal
colocado y realizar estudios e investigaciones en apoyo a la política nacional
de empleo (artículo 23). 3
Cumplir a cabalidad estas
funciones tiene una mayor relevancia para alrededor del 80% de los usuarios que
no logran una inserción laboral y cuyas hojas de vida seguramente serán
destruidas o quemadas inmediatamente después de esos eventos. Con cada
participación sin éxito en una feria de empleo estamos quemando las esperanzas
de una juventud cada día más frustrada.
Para subsanar en parte
ese déficit de las ferias se debe habilitar el registro regular del servicio de
empleo, para un seguimiento apropiado de los desempleados.4 Esto permitirá
brindarles la orientación necesaria, ponerles en contacto con los programas de
formación del INADEH o con otras iniciativas para el fomento de emprendimientos
y PYMES, cuyas entidades responsables también deben participar. En otras
palabras, habilitar y ofrecer en las ferias otros programas y servicios que
incluya el registro para cursos del INADEH, institutos técnicos superiores y en
otros centros de educación técnica, seminarios para emprendedores, información
sobre las ocupaciones emergentes ante el cambio tecnológico, oportunidades de
becas y crédito educativo, ventanillas para gestionar financiamiento de
emprendimientos, etc. Además, se debe impulsar, bajo el liderazgo oficial y en
coordinación con el sector privado, un programa masivo de práctica laboral para
jóvenes y aprovechar el contexto de las ferias para hacer la vinculación
correspondiente. Con ello se puede avanzar efectivamente desde una feria de
empleo de alcances limitados a una feria de oportunidades con otros servicios,
tal y como lo está proponiendo el MITRADEL en la actualidad.
En conclusión, en la
última década el contenido publicitario y la lógica de funcionamiento de las
ferias de empleo levantó expectativas entre los jóvenes que no se cumplieron
para la mayoría, generando frustraciones que pueden revertir en el futuro en
contra de la autoridad y de las instituciones públicas. Por esta razón,
sabiendo de antemano que la gran mayoría de los participantes en las ferias de
empleo no lograrán la oportunidad buscada, se requiere urgentemente una
evaluación de sus verdaderos impactos y resultados; y aplicar los correctivos
necesarios.
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1 NOTA TECNICA N° 13 A LA
FUNTRAB, 4 septiembre, 2019. Responsable: Miguel Del Cid, Consultor en Política
Laboral y Asesor General de la Fundación del Trabajo. Las opiniones expresadas
en las notas técnicas son responsabilidad de sus autores y no comprometen a la
Junta Directiva de la FUNTRAB
2 Ambos fenómenos juntos
(desempleo e informalidad) afectan alrededor de la mitad de la fuerza de
trabajo juvenil.
3 Entre 2016 y 2018 el
MITRADEL realizó alrededor de 40 ferias de empleo a nivel nacional en las
cuales participaron cerca de 54 mil desempleados. ¿Cuántas personas quedaron
trabajando? ¿En qué ocupaciones? ¿Con qué tipo de contrato? ¿Con qué salario?
No hay registros ni estadísticas para saberlo y para tener una evaluación de
impacto.
4 En realidad, lo ideal
sería un proceso de organización de la feria que se inicie en el servicio
regular de empleo (DILA), donde se inscriba previamente a los participantes en
la base de datos del servicio (por desarrollar) y se les brinde información
específica sobre las ocupaciones vacantes y demás servicios y programas que se
ofrecerán en la feria, alguna orientación básica sobre la preparación de la
hoja de vida, actitudes y valores y la forma de comportarse en una entrevista
de trabajo, entre otras cosas.
Autor: Miguel
Del Cid Molina
Email: mdelcidm@gmail.com